CABA
El contagio. Presentación de Agroecología: el futuro llegó
Fue una presentación a la vez presencial y virtual del libro (editado por lavaca, escrito por Sergio Ciancaglini) que reunió experiencias emblemáticas en agroecología de Guadalupe Norte, Guaminí, Lincoln, Gualeguaychú, Bolívar, Trenque Lauquen, y de la Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra, entre otras. Algunos apuntes de esas voces: producción, alimentación, nuevos caminos, creatividad, economía, transiciones, transformaciones y re-evoluciones.

Naturaleza Viva – Guadalupe Norte, Santa Fe. Uno de los campos pioneros de la agroecología en el país.
Irmina Kleimer: “Muchos años han pasado desde nuestros inicios, allá por 1987, cuando teníamos más claro lo que no queríamos para nosotros y el campo que hacia dónde íbamos a caminar. En ese andar recibimos muchas pálidas de importantes técnicos de la zona, y de productores que eran considerados de punta, los más grandes y exitosos, que nos desalentaban diciéndonos que lo que hacíamos no iba a andar. Sin embargo, seguimos para adelante, empujando, concretando ideas, y nos sentíamos muy felices porque estábamos siendo protagonistas y sujetos de un cambio que veníamos trabajando a favor de la vida, con la vida, y eso nos hacía sentir muy bien, en contraposición a otro modelo que contaminaba agua, tierra, suelo y alimentos. En ese andar también se dio el contacto con otros productores que estaban a distancia nuestra: Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Brasil, Cuba. Eso nos seguía dando fuerza porque nos mostraban que algo grande estaba sucediendo ya no a nivel local, sino a nivel global, respecto de que el modelo que se estaba llevando adelante no era el correcto y que había que construir otro camino. Sabíamos perfectamente que no íbamos a hacer el cambio nosotros solos. Y hoy a Sergio se le ocurre hacer un viaje simbólico para ir uniendo todas estas experiencias. Encontrarnos acá es hermoso. Y me encantó que en ese viaje fue hilando profundo, encontrando la motivación que tenía cada uno de llevar esos emprendimientos, tanto desde lo económico como de tipo filosófico, de fondo. Nos quedará pendiente, ahora que tenemos este viaje, ir encontrando los grandes temas que quedan pendientes a resolver: el hambre en Argentina y en el mundo, cómo sostener y cultivar una tierra cada vez más fértil, el acceso a quienes quieren producir, la comerialización. Esa es mi inquietud”.
Remo Vénica: “No es solo un libro, es una gran semilla que se va a multiplicar y va a crecer, no solo en la Argentina, sino en América Latina, y por qué no hablar del planeta Tierra. Nos va a posibilitar ir hacia este gran sueño que decíamos en Gualeguaychú, hace dos años, cuando planteamos una Argentina libre de agrotóxicos en 2025. Creo que ese es el camino porque ya se están dando cuenta los sectores que están contaminando, hiriendo a la Pachamama, que cada vez es más problemático continuar con ese sistema. El libro va a abrir más estas posibilidades de debate, pero tenemos que repensar cómo enfrentar esta gran apertura y este nacimiento enorme de miles y miles de familias campesinas, pueblos originarios, que están despertando hacia este nuevo amanecer. Nos queda pendiente discutir y plantear con mayor profundidad cómo va a ser esta nueva ruralidad. Es una gran revolución la que se viene, y una gran re-evolución, pero tenemos que ejecutar esa manera de resolver todas las problemáticas en la comunidad: tambo, quesería, fábrica de alimentos balanceados, almacenamiento de granos de forma comunitaria. Estamos caminando juntos hacia un horizonte de felicidad y transformación socioeconómica y política de todo en la Argentina”.

Guaminí, Buenos Aires. Municipio incorporado a la RENAMA (Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología)
Marcelo Schwerdt: “Remo e Irmina nos hacían soñar con esa ruralidad que hoy nos apasiona y nos hace dejar todo en el territorio. Guaminí fue el puntapié de un Estado municipal generando políticas para acompañar esa transición a la agroecología. Nuestro grupo nace en medio de un proceso muy dilatado de querer sacar una ordenanza de regulación de agroquímicos y en el medio nos encontramos con estos grandes procesos de la agroecología. Remo e Irmina nos hicieron dejar ese enredo de ordenanza y agarramos por la autopista del buen vivir y la felicidad, que es la agroecología: generar trabajo, un ambiente mucho más sano, alimentos locales. Mucho se habla en discursos de soberanía alimentaria, pero la soberanía alimentaria se construye día a día en los territorios. En 2014, después de visitar La Aurora (en Benito Juárez, de la mano de Juan Kiehr), nos convencimos de que era el rumbo. A poquito de andar creamos la Semana de la Agroecología, que después fue el mes, y en el 2016 creamos con organizaciones no gubernamentales y vecinos autoconvocados la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología, que en cinco años reunió 100 mil hectáreas con más de 200 productores. Y uno de los lindos indicadores es el logro de estar estableciendo ordenanzas municipales, leyes provinciales y nacionales, para dar más herramientas para que esa transición no sea dolorosa. La agroecología no solo es viable sino que es el futuro que ya llegó. Es presente”.
Clara Alberdi, desde Coronel Suárez, partido vecino: “La agroecología es un viejo nuevo camino de sanación de restaurar el amor como paradigma, el ser solidario, el ayudarnos, el contenernos. Hoy estoy militando otras transiciones dentro de lo que es la agroecología: militar el feminismo en el ámbito rural, recapitular la posibilidad de cultivar alimentos, dejar de ser crueles con los animales. Ver de qué manera podemos hacer que eso sea un camino verdaderamente amoroso”.
Norman Brest, junto a Cecilia Agner, desde Guaminí: “Vengo del ámbito de la industria. Trabajaba en una central nuclear y decidimos emprender un cambio de 180 grados y venir a ver de qué se trataba el campo. En esa búsqueda me encuentro con la agricultura biodinámica. Un día partimos a Guadalupe Norte, con Remo e Irmina, y nos voló la cabeza. Cuando fuimos a La Aurora, toda esa información cayó de golpe: ese es el camino y la felicidad que buscábamos. Acá se seguía fumigando hasta que apareció Marcelo con Eduardo Cerdá. De esas tímidas 18 hectáreas que teníamos pasamos a la agroecología y desde 2015 trabajamos sin insumos químicos de ninguna índole. No hemos parado de recolectar satisfacciones. Es fantástico y un camino de no retorno. Es solo de ida. Nos cambió la vida. El campo es totalmente otra cosa. Lo que se buscó fue vivir mejor, nunca lo hicimos por una cuestión económica, pero viene por añadidura porque nos va mejor que antes. El miedo que pretenden imponer de que te va a ir mal, no es así”.
Lincoln, Buenos Aires, donde 36 productores y 12 ingenierxs agrónomxs que abarcan 12.000 hectáreas se volcaron a la agroecología
Mabel Vesco y Paz Passone: “Nuestra cabeza se voló cuando fuimos a Guaminí. Nos terminó de hacer el cambio. No hemos puesto más fertilizantes ni herbicidas, aunque nuestro entorno sigue trabajando de la otra manera. El grupo de Lincoln fue contagiando en las localidades aledañas a otros productores, a otros equipos técnicos que también van acompañando a las personas que quieren transitar esta transición”.
Damián Petovello: “Estudié Agronomía en la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP. Ahí conocí a un gran amigo que me regaló la vida, Facundo Alvira. Salí de la facultad como tantos otros agrónomos con el chip del productivismo, del individualismo, de la competencia a ver quién producía más, quien era más eficiente combatiendo todo, como si fuera una guerra contra la naturaleza, contra las personas, contra el ambiente. En fin, una guerra. Nada bueno viene de eso. Me desempeñé mucho tiempo primero como asesor privado y luego brindando servicios como consultor externo de algunas compañías, evaluaba todo tipo de pesticidas previo a la salida al mercado, para que luego las compañías trabajen en su posicionamiento. Como tantos otros multiplicábamos con nuestra opinión y nuestros quehaceres en este mundo hipócrita y careta, ganándonos mucho respeto haciendo cosas que hoy puedo decir que no estaban bien. Como consultor externo trabajé para multinacionales, la última fue con la Bayer y era miembro del asesor master. Asesorábamos campos, gente privada y desarrollábamos productos que mucha gente aplicaba porque nosotros decíamos que funcionaban. Me comenzó a embargar cierta angustia y tristeza porque no sabía qué me pasaba y era difícil de explicar. Y un día se terminó de definir: estudiamos por ese vínculo y amor que teníamos con la naturaleza y de repente comprendí en mi caso que estaba haciendo todo lo posible para destruirla. Vengo de una familia de no muchos recursos y el sistema me ofreció algo que muchos creen que es la solución. Pero cuando comprendí, decidí un cambio en la vida y abandoné todo eso. Le dije a Facundo que hasta acá llegaba, y me dijo: ‘No, pará, estamos en algo muy parecido’. Y a partir de ahí entramos el mundo de lo agroecología con el proyecto Tekoporá: yo en Lincoln, Facundo en Trenque Lauquen . Para aquellos que están escuchando y no lo tienen en claro, está bueno que entendamos que la agroecología no es un sistema productivo, no es producir sin venenos, es recuperar nuestros conocimientos culturales, aprender, escuchar, leer. Decimos que no transmitimos conocimientos sino que aprendemos con otros. Esto no se termina de aprender jamás: eso es lo bueno y lo maravilloso”.

Trenque Lauquen, Buenos Aires.
Los paraísos en peligro y la agroecología comprendida como nuevo modelo, y filosofía de vida
Patricia Domínguez: “Llegamos con mis padres en el 93 con un proyecto de agricultura orgánica cuando no estaba certificada como palabrita. En ese entonces empezamos a ver que los árboles del pueblo, los paraísos por ejemplo, se quemaban, y que empezaba a pasar algo en las huertas, y eran las fumigaciones que pasaban por arriba de todos nosotros sin respetar si estás en el campo, en una escuelita rural, en un pueblo. Siempre somos afectados. Por eso somos parte de un colectivo que se llama Vecinxs Autoconvocadxs por la Salud Ambiental. Todos conocemos los casos de gente que ha sufrido enfermedades a raíz de este modelo. Es la perversión de ese modo de producción que no ama, que enferma, y convivimos con la enfermedad en nuestros cuerpos y en la naturaleza. Y este es nuestro territorio, nuestro hábitat. Nos gusta vivir acá y sabemos que tenemos que convivir con esa otra realidad, y a la vez hacer todo lo necesario para transformarla”.
Facundo Alvira (socio de Damián Petovello): “En 2012 inicié una huerta orgánica de 20×20 porque sentíamos la necesidad de tener nuestros propios alimentos, porque lo que consumíamos ya no eran alimentos, no sólo porque tienen trazas de principios activos o drogas y residuos de pesticidas, sino porque no tienen nutrientes. Yo trabajé en empresas del agronegocio, o sea que sé de lo que se trata y decidimos buscar otro horizonte. En agroecología hablamos de salud integral. Parafraseando al chileno Humberto Maturana, es la biología del amor, ni más ni menos que trabajar en armonía con la naturaleza. Es una filosofía de vida. Así empezó toda la posibilidad de repensar dónde irnos, si abandonamos la profesión que había detrás. Y estaban Irmina y Remo en el norte, Juan Kiehr en La Aurora. Ellos permitieron ser el disparador reflexivo y trabajar en armonía con la naturaleza mientras se restaura la salud del suelo. Hay un montón de ejemplos. Nuestra razón de ser de Tekopra es producir alimentos sanos, densos en nutrientes”.
La Primavera, Bolívar
Amadeo Riva: “El libro me permitió viajar a través de las páginas. En mi caso entré por la ventana a la transición: no me cerraban los números y un día pensé que estaba haciendo siempre lo mismo, gastando más y rindiendo lo mismo. El horizonte del campo se me estaba bajando. Fui a los mismos lugares que aquí dicen que les rompieron la cabeza. Pensé que no era el único loco, que había otros. Entonces en un campo de 1.200 hectáreas, donde usaba en ese momento de 9.000 a 13.000 litros de herbicida por año, empecé una transición donde hoy casi ni uso. Reduje el 90%. Y otra cosa que me pegó muy fuerte fue mi transformación: empecé a ver la vida, el horizonte. Dejé de tirar herbicida y empezaron a crecer los árboles. Alrededor los vecinos decían que estaba perdido. Pero de a poquito la gente me fue imitando. Mucha gente de la zona quiere saber qué estoy haciendo para poder hacerlo ellos también”.
Gualeguaychú, Entre Ríos, y el Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana (PASS).
Rubén “Kika” Kneeteman: “Tantos años de lucha, ya desde fines de los 90, tantos años de denuncias, pensando si era por el lado de justicia, por los metros para correr la frontera de los venenos, por el lado de las ordenanzas. Después de tantos años, la resistencia tiene un lugar de dignidad, pero esto es mucho más lindo porque el alimento nos une y es la solución para todos. Es producir de otra manera. Este libro lo leí despacito como un caramelo que no querés que se te acabe, disfrutándolo, y me permití mandar un whatsapp diciendo que estaba muy lindo. Como decía Amadeo, es para llevarlo a distintas casas y amigos que andan con ganas de probar otras cosas. Hay algo que contás en el libro: es una lucha política. Si comiéramos sano, seríamos buenos tipos. Somos jodidos porque comemos mierda. No hay posibilidad de producir bien, comercializar justo y ser jodidos. Si comiésemos alimentos verdaderos tendríamos gente menos jodida: otros políticos, otros comerciantes y hasta otros banqueros. Y este libro también es una forma de alimentarse de otra manera”.

Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra
Rosalía Pellegrini, una de las fundadoras de la UTT: “La agroecología para nosotres fue un punto de llegada, no de partida. Buscábamos una vida digna, justicia social, un horizonte para las mayorías con mayor igualdad. Mi llegada a la agroecología tiene que ver con cuánto horizonte de vida podés tener en un asentamiento donde solo comés polenta y fideos. Llegamos pensando que el acceso a la tierra y la producción de alimentos es la posibilidad de que muchos sectores excluidos tengan una vida digna. Por eso lo enlazamos con el buen vivir. La agroecología tiene algo fabuloso: no es solo dejar de producir con agrotóxicos, reconstruir los suelos y el ambiente, sino también plantear un horizonte social, político y de justicia para los que menos tienen. Trabajo digno, igualdad de género, nuevas relaciones sociales, y todo lo que se ha venido mencionando hasta aquí. La pandemia demostró una crisis planetaria muy grande y un agotamiento de un modo de desarrollo de producción de desarrollo económico que hace que todos -productores, Estado, consumidores- necesitamos un fuerte compromiso en relación a proyectos agroecológicos. Es urgente que accionemos de manera colectiva y en unidad, porque mientras vivimos esta agroecología tan hermosa el mundo colapsa con más pobreza y crisis económica y alimentaria, y las corporaciones multinacionales se enriquecen cada vez más”.
Anahí (19 años), Ruth (17) y Celeste (19): relataron la experiencia del COTEPO (Consultorio Técnico Popular de la UTT) creado bajo el criterio de la enseñanza entre campesinos para difundir lo agroecológico, a partir de cómo obtener bioinsumos con elementos naturales que permiten dejar de utilizar fertilizantes y pesticidas químicos, logrando a su vez una regeneración absoluta de los suelos para que vuelvan a producir frutas y verduras sanas. Organizan talleres para que participen otros jóvenes y familias que deciden hacer la transición a la agroecología. Rubén Gutiérrez: “Estamos demostrando que en el campo hay futuro. Conocí a mi compañera Maritsa, me enamoré de ella y me enamoré del campo, ella me explicó cómo se podía producir de otra manera. Yo defendía usar agrotóxicos, pero ella me hizo entender y aprendí todo de nuevo. ¿Es un nuevo modelo de producción? Sí, pero también es amor, compartir, arraigo a la tierra, deciles a niñas y niños que hay futuro, y ese mismo mensaje se transmite a las ciudades. Saben que hay futuro acá, que si producen en un pequeño pedacito de tierra no se van a morir de hambre y es lo que estamos demostrando a diario: 1 familia productora tiene la capacidad de alimentar a 150 familias. Cada vez somos más, y apuntamos a dejar de producir sano y sin agroquímicos en el 2025, como dijo Remo. Es lo necesario y donde hay que hacer hincapié en las políticas públicas. Ese es el futuro”.
Agroecología: el futuro llegó.
El nuevo libro de lavaca editora recorre diversas experiencias agroecológicas del país, a través de viajes, reportajes e imágenes que muestran cómo ya está en marcha otra forma de producir y de vivir. Más info y cómo conseguirlo en: lavaca.org/libroagroecologia
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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