CABA
El barrio como escenario
En Barracas, las fábricas abandonadas y las calles golpeadas por el olvido son la escenografía de esta obra en la que actúan vecinos que hacen de vecinos y chicos de la calle que hacen de ellos mismos. Pasen y lean…Una familia busca donde estacionar su auto en la plaza Díaz Vélez, de Barracas. Un hombre con una lordosis pronunciada y gorra gris agita su franela naranja para indicar un lugar vacío. “¿Ése es un cuidacoche o un actor?”, pregunta una de las pasajeras y genera un pequeño debate. A medida que el coche se acerca, una nariz de látex pone en evidencia al sujeto y cierra la discusión. Casi sin querer, la familia comenzó a mirar Los Chicos del Cordel, una obra de teatro rodante, interpretada por 75 vecinos -de 8 a 82 años- que van recorriendo el barrio y fundiendo todo el tiempo la ficción con realidad.
De pronto, un canillita corre por el medio de la plaza y vocifera mientras hace bocina con sus manos: “Crónica, Clarín, La Razón… ¡Lea la realidad… lea la realidad! Pero si la quiere mirar, esta calle es el presente, y las cosas están como están”. Es la primera apelación de esta puesta donde los habitantes de Barracas se mezclan con los espectadores y los incitan a mirar –y no a simplemente ver- al nuevo barrio (la aldea que describe al mundo) que ya no es lo que era.
La plaza es la estación inicial de esta especie de vía crucis que recorre trece cuadras de empedrado -llenas de fábricas abandonadas y casas tomadas-, que sirven de escenario real para esta puesta cuyo leitmotiv es la fragmentación social y, particularmente, los chicos que viven en la calle. “Somos los chicos del cordel / los que sobramos sin saber por qué, / no se asombre tanto por lo que ve, / si esto no es verdad, bien podría ser…”, canta un puñado de pibes tirados debajo del puente del ferrocarril. Llevan la ropa sucia y raída y los acompaña la melodía melancólica de un acordeón.
Cuesta sostenerles sus miradas punzantes, desafiantes y llenas de bronca. Las historias de las que da cuenta la obra serían indigeribles si no fuera porque las actuaciones son grotescas y en las caracterizaciones abundan las narices enormes, los anteojos gigantescos, las próstesis dentales y las panzas, colas y pechos por demás exuberantes. El humor disparatado gana la pulseada en una puesta donde no faltan los tangueros cajetillas, las chusmas de barrio, los predicadores religiosos, las directoras de escuela, los punteros políticos y las prostitutas, que esta vez invitan a apreciar mucho más allá que sus cuerpos. “No se prive de mirar, / ¡Que mirar, no cuesta nada! / No se olvide del costado… / Que si mira, algo pasa. / No se va a cambiar el mundo ,/ por echar una mirada… / Ni se cambia el corazón, / si el que mira no ve nada, / pero mire.. ./ no se prive de mirar, / que si mira, algo pasa”, cantan paradas en una esquina las hermanas Beroni, “las más hermosas y renombradas del barrio”, vestidas con medias de red, minifaldas y escotes profundos.
Los Chicos del Cordel nació hace diez años, cuando el grupo teatral Los Calandraca se acercó al Centro Cultural Barracas y comenzó a trabajar con maestras, bibliotecarios, porteros, taxistas, escribanos, peluqueros, antropólogos, estudiantes, desocupados y todos los que hoy se disfrazan una vez por semana para actuar.
“Cada vez que voy a dar una charla a una escuela de teatro me preguntan cómo hago para trabajar con gente que no estudió actuación. Les digo que aplico las mismas herramientas que todos los directores. La única diferencia es que yo las uso con los vecinos y otros con dos o tres actores. No se necesita ninguna capacitación especial para el teatro comunitario, sólo proponérselo”, explica Ricardo Talento, el director de Los Chicos del Cordel.
Talento fue quien sintetizó y poetizó la creación colectiva que dio lugar al guión. La idea de la obra nació de los propios vecinos, quienes habían decidido montar una puesta que hablara sobre el barrio. En el prejuicio inicial aparecían el tango, la solidaridad y otros valores muy instalados en el imaginario colectivo porteño. Pero cuando comenzaron a realizar improvisaciones los temas recurrentes, sin embargo, fueron los chicos de la calle, la desconfianza y la hipocresía que ocultaba el malestar. Zurciendo esos gags se armó la obra que se estrenó en el 99. “En 2001 la bajamos de cartel. Pensamos que con el surgimiento de la consigna piquete y carerola no tenía mucho sentido. Y ahora, que la gente volvió a encerrarse en las casas, nosotros decidimos salir otra vez a la calle”.
El elenco de Barracas es uno de los 30 grupos de teatro comunitario que funcionan en el país y reúnen a más de 2.000 actores-vecinos. Todos trabajan el concepto del arte como herramienta de transformación social. “La decisión fue ir quedándose cada vez más en el barrio. Los festivales y los grandes escenarios terminaban siendo muy autistas, por más que trabajáramos temas sociales. Éramos cuatro que actuábamos para quince. En cambio, cuando un vecino descubre sus facultades creativas –que todos las tenemos-, adquiere un pensamiento crítico impresionante”, señala Talento. Y aclara: “Apuntamos a lograr la máxima calidad artística. No se trata de hacer teatro de pobres para pobres, algo berreta. Si no, no es posible la transformación y sólo se retroalimenta el círculo vicioso. La calidad se logra con lo poquito que pone cada uno para hacer un todo. Por eso acá no hay figuras, hay energía grupal”.
Amalia Lopardo es una maestra jardinera de 26 años. Vivía en Barrio Norte y se mudó a Barracas especialmente para integrarse a este proyecto y convertirse en una chica del cordel. “Me salvó la vida –confiesa-, de adolescente estaba en cualquiera, perdida, todo el tiempo en la calle. Ahora tengo un lugar de pertenencia.” Amalia señala que el teatro autogestivo obliga a organizarse y disciplinarse. “Hay que cumplir con los ensayos, ser puntuales, comprometerse”, recalca. Dos veces por semana, los actores se reúnen en el galpón del Centro Cultural para practicar en dos tandas. En el primer turno, lo hacen los niños, porque al día siguiente tienen que ir a la escuela. En el segundo, los adultos. “Además de ensayos tenemos jornadas de reflexión. Siempre es importante preguntarnos qué hacemos y para qué lo hacemos”, advierte.
Al lado de la joven se quitan el maquillaje Eugenio Gagliardini, un kinesiólogo de 72 años, y su pareja, la empleada municipal Susana Bagú, de 63. “Lo más relacionado que había hecho con el teatro, era organizar las obritas de la guardería infantil donde trabajé 16 años”, dice la mujer. “Al principio, a mis hijos –que ya tienen 40- no les gustaba nada que yo estuviera acá. Encima actuaba en otra obra del grupo, donde tenía un papel medio zarpado: hacía de una vieja solterona que buscaba pareja. Pero ahora están orgullosos y traen a sus amigos a verme.”
Los primeros chicos del cordel eran hijos de los coordinadores del proyecto, pero con el tiempo la realidad se fue insertando en el espectáculo. Cuatro hermanitos del elenco, por ejemplo, fueron recientemente desalojados de la casa que habitaban. En una esquina, se levanta la instalación de un surtidor con forma de tres tetas gigantes brinda leche entera marca La Caridad: es la metáfora que los vecinos encontraron para dar cuenta del clientelismo. “En este barrio sobran tetas”, dice Relicario Iglesias, un banderillero despedido del ferrocarril -aunque parezca difícil de creer- por estar embarazado. La escena transcurre delante de unas casas precarias, armadas debajo de los arcos del puente del ferrocarril. Talento sintió cierto pudor y antes de montar la puesta se acercó a pedirles permiso a los ocupantes. “Cómo nos va a molestar si lo que cuentan es lo que nos pasa. Además, ustedes son del barrio”, fue la respuesta de quienes asoman la cabeza por los cortinados mientras Relicario concluye: “La mejor leche es la que se toma en casa”.
La ficción se funde con la realidad una vez más cuando los actores pasan delante de La Mocita, la fábrica de tapas de empanadas recuperada por sus trabajadores, mientras un vecino devenido en cadete de un delivery toca infructuosamente el timbre de un supuesto cliente para entregar una pizzas. “No hay nadie, me dijeron que era una fábrica”, se queja el chico en voz alta. Y Relicario le contesta: “Sí, es verdad. Pero cerró hace cinco años”.
El elenco en pleno espera al público en el Paseo Agustín Bardi para la escena final. Allí buscarán cuidar las apariencias. Cantarán a viva voz, una y otra vez: “Estamos bien. ¿De qué nos quejamos?”. A pesar de que después confiesen con los decibeles más bajos que este barrio ya no es lo que era, que hay chorros, chicos que nadie cuida y que están tirados en la vereda. Pero la culpa, dirán, siempre es de “los del otro lado”. De pronto suena la llamada de un tambor, el sonar de un saxo y la melodía de un clarinete. Como por arte de magia, los vecinos de la ficción se transforman en vecinos de la realidad y le gritan al público que se ya aplaude: “Siempre nos supera la realidad”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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