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El barrio como escenario

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En Barracas, las fábricas abandonadas y las calles golpeadas por el olvido son la escenografía de esta obra en la que actúan vecinos que hacen de vecinos y chicos de la calle que hacen de ellos mismos. Pasen y lean…

El barrio como escenarioUna familia busca donde estacionar su auto en la plaza Díaz Vélez, de Barracas. Un hombre con una lordosis pronunciada y gorra gris agita su franela naranja para indicar un lugar vacío. “¿Ése es un cuidacoche o un actor?”, pregunta una de las pasajeras y genera un pequeño debate. A medida que el coche se acerca, una nariz de látex pone en evidencia al sujeto y cierra la discusión. Casi sin querer, la familia comenzó a mirar Los Chicos del Cordel, una obra de teatro rodante, interpretada por 75 vecinos -de 8 a 82 años- que van recorriendo el barrio y fundiendo todo el tiempo la ficción con realidad.
De pronto, un canillita corre por el medio de la plaza y vocifera mientras hace bocina con sus manos: “Crónica, Clarín, La Razón… ¡Lea la realidad… lea la realidad! Pero si la quiere mirar, esta calle es el presente, y las cosas están como están”. Es la primera apelación de esta puesta donde los habitantes de Barracas se mezclan con los espectadores y los incitan a mirar –y no a simplemente ver- al nuevo barrio (la aldea que describe al mundo) que ya no es lo que era.
La plaza es la estación inicial de esta especie de vía crucis que recorre trece cuadras de empedrado -llenas de fábricas abandonadas y casas tomadas-, que sirven de escenario real para esta puesta cuyo leitmotiv es la fragmentación social y, particularmente, los chicos que viven en la calle. “Somos los chicos del cordel / los que sobramos sin saber por qué, / no se asombre tanto por lo que ve, / si esto no es verdad, bien podría ser…”, canta un puñado de pibes tirados debajo del puente del ferrocarril. Llevan la ropa sucia y raída y los acompaña la melodía melancólica de un acordeón.
Cuesta sostenerles sus miradas punzantes, desafiantes y llenas de bronca. Las historias de las que da cuenta la obra serían indigeribles si no fuera porque las actuaciones son grotescas y en las caracterizaciones abundan las narices enormes, los anteojos gigantescos, las próstesis dentales y las panzas, colas y pechos por demás exuberantes. El humor disparatado gana la pulseada en una puesta donde no faltan los tangueros cajetillas, las chusmas de barrio, los predicadores religiosos, las directoras de escuela, los punteros políticos y las prostitutas, que esta vez invitan a apreciar mucho más allá que sus cuerpos. “No se prive de mirar, / ¡Que mirar, no cuesta nada! / No se olvide del costado… / Que si mira, algo pasa. / No se va a cambiar el mundo ,/ por echar una mirada… / Ni se cambia el corazón, / si el que mira no ve nada, / pero mire.. ./ no se prive de mirar, / que si mira, algo pasa”, cantan paradas en una esquina las hermanas Beroni, “las más hermosas y renombradas del barrio”, vestidas con medias de red, minifaldas y escotes profundos.
Los Chicos del Cordel nació hace diez años, cuando el grupo teatral Los Calandraca se acercó al Centro Cultural Barracas y comenzó a trabajar con maestras, bibliotecarios, porteros, taxistas, escribanos, peluqueros, antropólogos, estudiantes, desocupados y todos los que hoy se disfrazan una vez por semana para actuar.
“Cada vez que voy a dar una charla a una escuela de teatro me preguntan cómo hago para trabajar con gente que no estudió actuación. Les digo que aplico las mismas herramientas que todos los directores. La única diferencia es que yo las uso con los vecinos y otros con dos o tres actores. No se necesita ninguna capacitación especial para el teatro comunitario, sólo proponérselo”, explica Ricardo Talento, el director de Los Chicos del Cordel.
Talento fue quien sintetizó y poetizó la creación colectiva que dio lugar al guión. La idea de la obra nació de los propios vecinos, quienes habían decidido montar una puesta que hablara sobre el barrio. En el prejuicio inicial aparecían el tango, la solidaridad y otros valores muy instalados en el imaginario colectivo porteño. Pero cuando comenzaron a realizar improvisaciones los temas recurrentes, sin embargo, fueron los chicos de la calle, la desconfianza y la hipocresía que ocultaba el malestar. Zurciendo esos gags se armó la obra que se estrenó en el 99. “En 2001 la bajamos de cartel. Pensamos que con el surgimiento de la consigna piquete y carerola no tenía mucho sentido. Y ahora, que la gente volvió a encerrarse en las casas, nosotros decidimos salir otra vez a la calle”.
El elenco de Barracas es uno de los 30 grupos de teatro comunitario que funcionan en el país y reúnen a más de 2.000 actores-vecinos. Todos trabajan el concepto del arte como herramienta de transformación social. “La decisión fue ir quedándose cada vez más en el barrio. Los festivales y los grandes escenarios terminaban siendo muy autistas, por más que trabajáramos temas sociales. Éramos cuatro que actuábamos para quince. En cambio, cuando un vecino descubre sus facultades creativas –que todos las tenemos-, adquiere un pensamiento crítico impresionante”, señala Talento. Y aclara: “Apuntamos a lograr la máxima calidad artística. No se trata de hacer teatro de pobres para pobres, algo berreta. Si no, no es posible la transformación y sólo se retroalimenta el círculo vicioso. La calidad se logra con lo poquito que pone cada uno para hacer un todo. Por eso acá no hay figuras, hay energía grupal”.
Amalia Lopardo es una maestra jardinera de 26 años. Vivía en Barrio Norte y se mudó a Barracas especialmente para integrarse a este proyecto y convertirse en una chica del cordel. “Me salvó la vida –confiesa-, de adolescente estaba en cualquiera, perdida, todo el tiempo en la calle. Ahora tengo un lugar de pertenencia.” Amalia señala que el teatro autogestivo obliga a organizarse y disciplinarse. “Hay que cumplir con los ensayos, ser puntuales, comprometerse”, recalca. Dos veces por semana, los actores se reúnen en el galpón del Centro Cultural para practicar en dos tandas. En el primer turno, lo hacen los niños, porque al día siguiente tienen que ir a la escuela. En el segundo, los adultos. “Además de ensayos tenemos jornadas de reflexión. Siempre es importante preguntarnos qué hacemos y para qué lo hacemos”, advierte.
Al lado de la joven se quitan el maquillaje Eugenio Gagliardini, un kinesiólogo de 72 años, y su pareja, la empleada municipal Susana Bagú, de 63. “Lo más relacionado que había hecho con el teatro, era organizar las obritas de la guardería infantil donde trabajé 16 años”, dice la mujer. “Al principio, a mis hijos –que ya tienen 40- no les gustaba nada que yo estuviera acá. Encima actuaba en otra obra del grupo, donde tenía un papel medio zarpado: hacía de una vieja solterona que buscaba pareja. Pero ahora están orgullosos y traen a sus amigos a verme.”
Los primeros chicos del cordel eran hijos de los coordinadores del proyecto, pero con el tiempo la realidad se fue insertando en el espectáculo. Cuatro hermanitos del elenco, por ejemplo, fueron recientemente desalojados de la casa que habitaban. En una esquina, se levanta la instalación de un surtidor con forma de tres tetas gigantes brinda leche entera marca La Caridad: es la metáfora que los vecinos encontraron para dar cuenta del clientelismo. “En este barrio sobran tetas”, dice Relicario Iglesias, un banderillero despedido del ferrocarril -aunque parezca difícil de creer- por estar embarazado. La escena transcurre delante de unas casas precarias, armadas debajo de los arcos del puente del ferrocarril. Talento sintió cierto pudor y antes de montar la puesta se acercó a pedirles permiso a los ocupantes. “Cómo nos va a molestar si lo que cuentan es lo que nos pasa. Además, ustedes son del barrio”, fue la respuesta de quienes asoman la cabeza por los cortinados mientras Relicario concluye: “La mejor leche es la que se toma en casa”.
La ficción se funde con la realidad una vez más cuando los actores pasan delante de La Mocita, la fábrica de tapas de empanadas recuperada por sus trabajadores, mientras un vecino devenido en cadete de un delivery toca infructuosamente el timbre de un supuesto cliente para entregar una pizzas. “No hay nadie, me dijeron que era una fábrica”, se queja el chico en voz alta. Y Relicario le contesta: “Sí, es verdad. Pero cerró hace cinco años”.
El elenco en pleno espera al público en el Paseo Agustín Bardi para la escena final. Allí buscarán cuidar las apariencias. Cantarán a viva voz, una y otra vez: “Estamos bien. ¿De qué nos quejamos?”. A pesar de que después confiesen con los decibeles más bajos que este barrio ya no es lo que era, que hay chorros, chicos que nadie cuida y que están tirados en la vereda. Pero la culpa, dirán, siempre es de “los del otro lado”. De pronto suena la llamada de un tambor, el sonar de un saxo y la melodía de un clarinete. Como por arte de magia, los vecinos de la ficción se transforman en vecinos de la realidad y le gritan al público que se ya aplaude: “Siempre nos supera la realidad”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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