CABA
Metrodelegados: Recursos humanos
Subterráneos, el gremio que más ganó. Lograron una jornada de 6 horas y los salarios más altos de Argentina apoyándose en las asambleas y con campañas dirigidas a la opinión pública. La empresa también cambió sus tácticas: del despido a la cooptación.
Dicen en el subte que en una época, Metrovías clasificaba a sus empleados en rojos y azules. Había empezado a convertir en kioscos sus boleterías y el plan era que los boleteros los atendieran, pero ocurrió que muchos se negaron o pidieron un pago mayor por ocuparse de esa tarea extra. Desde entonces, la empresa pasó a distinguir a su personal con dos colores: los rojos eran los que estaban dispuestos a colaborar y los azules, los que no.
¿Rojo y azul parece infantil? Es posible, y de hecho la anécdota pertenece a los años iniciales de la concesión. Hoy Metrovías apela a un estilo más directo. Divide al personal en tres grupos: terroristas, mercenarios y apóstoles.
La diferenciación en estos grupos aparece en el Plan de Recursos Humanos que la empresa lanzó cuando perdió el primer gran conflicto laboral por aumentos de sueldos, en el año 2004. Está inspirado en las teorías de uno de los popes de la organización empresaria, el español Luis Huete, y forma parte de un nuevo combo de estrategias patronales de la Argentina modelo 2007.
Así define los tres términos este nuevo diccionario empresarial:
Terrorista: empleado insatisfecho. Si la compañía gana o pierde le importa muy poco. Contagia a los demás su mala disposición. Tiene mucha tolerancia a la frustración porque se ha ido adaptando a ella como forma de vida. Actitud muy negativa.
Mercenario: da según lo que reciba. Es aquel que entra a horario, pero al que no se le puede pedir que empiece un poco antes ni que se quede un poco más. Constituye el grupo más numeroso, el gran promedio. Actitud indiferente.
Apóstol: el que está enamorado de la empresa. Llega temprano y nunca se va a la hora de salida, por si puede ayudar en algo más. Pone todo su esfuerzo en el trabajo y se siente satisfecho por ello. Actitud totalmente positiva.
La clave de una exitosa gestión empresarial es fidelizar a los apóstoles, incluir a los mercenarios y aislar a los terroristas, es la conclusión de esta teoría.
Fuera del manual
Hubo otra época en que un conflicto laboral tenía tres actores: la empresa, los trabajadores y el gobierno. El arma más fuerte de los sindicatos era el paro y el de las empresas, los despidos. Períodos de conflicto se alternaban con otros de paz social. Sin embargo, para contar esta historia es mejor desechar esas ideas: ninguna sirve para describir lo que ha estado pasando en los subsuelos de la ciudad, veinticinco metros debajo del asfalto.
Desde que en 1994 el servicio fue concesionado hasta hoy, en los subtes casi todo se salió de ese manual sindical. Y es curioso que sea en este lugar donde más derechos laborales se recuperaron. A partir de la concesión, de 4.600 empleados quedaron 1.900, los sueldos de la mayoría de las categorías fueron rebajados y la jornada laboral aumentó dos horas. En la actualidad, un trabajador de subte tiene una jornada de seis, estabilidad en su puesto y el sueldo promedio más alto del país.
Vacas
Miércoles, cinco de la tarde en Constitución. Es la hora pico y la gente entra y sale en manada de la línea C. Los delegados encaran una medida atípica: liberan los molinetes para que los pasajeros viajen gratis.
Primero, deben anular la cámara de video que –colgada del techo– vigila todos los movimientos. Un boletero –pelo corto al ras, camisa blanca de Metrovías, engañosa apariencia de empleado del mes– empuña un palo de escoba, lo apoya en la base de la cámara y la empuja hacia arriba. La cámara cede, gira y queda mirando al techo. Otro va a un molinete y anula su funcionamiento: ya está listo para pasar sin pagar. La respuesta de la empresa también es rápida: cambia la programación de los monitores, que dejan de pasar música para difundir un comunicado a pantalla roja, estilo Crónica: “Metrovías informa que los molinetes no serán liberados y llama a la reflexión para que los delegados no pongan en peligro la integridad física de los pasajeros”. Igual, la gente cruza a borbotones por los pasos destrabados.
Por la tarde, estudiantes de la Facultad de Sociales se disfrazan de vacas y protestan contra Metrovías por la mala calidad de los servicios.
La opinión pública
Jueves por la mañana en un bar frente a la estación Primera Junta. Tres delegados explican su estrategia: “Si hay paro, la gente nos putea. Y la empresa sale a decir `estos tipos que ganan de 3 mil a 4 mil quinientos pesos miren lo irracionales que son: perjudican a otros que cobran un tercio´”.
El conflicto comenzó cuando la uta, el sindicato que representa (legalmente) al personal del subte, aceptó una propuesta de aumentos de Metrovías. Firmó el acuerdo a la vieja usanza, sin participar al cuerpo de delegados para evitar que las asambleas de trabajadores que regulan (realmente) la vida interna de los subterráneos discutieran su aceptación o rechazo. Ahora las medidas de fuerza buscan que se reabra la negociación.
En el café, los delegados dicen que lo de los molinetes fue bueno, pero a medias.
¿Por qué?
Porque todavía no tenemos un discurso claro. Nos falta explicar a la opinión pública qué queremos. Nadie entiende qué pedimos y lo que se ve desde afuera es que nos estamos agarrando a trompadas con la uta, nada más.
¿Qué quieren?
Más plata. Es un conflicto salarial.
Rápidamente se arma una discusión sobre los argumentos que deberían ponerse en juego:
Propuestas:
Este aumento no es tal porque consiste en el blanqueo de sumas que ya cobrábamos en negro.
Metrovías recibe 200 millones al año de subsidios. Con eso, el boleto debería ser gratis.
Hay que mostrar las ganancias de la empresa. Un mensaje simple: ellos ganan mucho, nosotros también queremos ganar mucho.
Los sueldos no son sólo para comer y vestirse, tienen que servir para acceder a la cultura y el esparcimiento.
Roberto Pianelli: La pelea por la opinión pública es la más difícil. Nosotros tenemos una base fuerte, que está dispuesta, pero con eso solo no alcanza. Tenés que poner de tu lado a la sociedad. No hubiéramos podido reducir la jornada laboral de ocho a seis horas si no hubiéramos tenido una base fuerte, ése fue el ancho de espadas, pero el ancho de espadas solo no juega. Ganamos con una pelea rabiosa por la opinión pública. Llegó el momento en que no había nadie en Argentina que no supiera que queríamos las seis horas, y que el trabajo en el subte era insalubre.
Melones
Con mostachos negros y camisa de Grafa, Charly Pérez parece salido de una película italiana (¿La clase obrera va al paraíso?). Es trotskista hasta los huesos; lo curioso no es eso, sino que tenga al lado, impulsando la misma medida, a Gastón Reyes, que es también delegado, pero militante de la organización kirchnerista Libres del Sur. En los 25 integrantes del cuerpo de delegados hay una mezcla inédita: militantes de la izquierda apartidaria, del mst, del po, un radical y varios peronistas, incluso uno que maneja una unidad básica. Ninguno está con la cgt ni con la cta. Consideran que su fuerza no proviene del alineamiento con los dirigentes de las centrales o el sindicato, sino de las asambleas que se hacen por sector y por línea.
Pianelli: Nuestro riesgo es convertirnos en aparato.
Pérez: Casi todos respetamos el método de la decisión en asamblea….
Pianelli: (Corrige) …cuando hay asambleas. Porque muchas veces nos institucionalizamos y aparece la estructura aparatesca. Pero cuando hay un conflicto laboral y empiezan las asambleas la cosa cambia, los amigos empiezan a tener discusiones y los que estaban peleados empiezan a encuadrarse. Todo se ordena.
Pérez: Cuando el carro se mueve, los melones se acomodan.
Tres días antes de este encuentro, cuando empezó el conflicto, el subte paró. Para garantizar la medida, los delegados se tiraron a las vías. En otras oportunidades han varado formaciones en puntos clave, como el cruce de Diagonal Norte, para bloquear la circulación de los trenes. Para hacer un paro hoy, entonces, tener fuerza interna no alcanza. “Parecerá novedoso –dice Pérez–, pero lo que hacemos no es más que recuperar un viejo método de la clase obrera. Si vamos a un paro y los subtes funcionan ¿qué clase de paro sería?”
Plan
La sede central de Metrovías, en el barrio de Once, no tiene el aspecto de ostentación prepotente de las empresas privatizadas. Es casi una oficina pública: el viejo edificio municipal donde funcionaba la antigua administración del subte. La entrevista es con Daniel Pagliero, el gerente de Recursos Humanos.
¿Qué cambió para la empresa con esta nueva organización sindical?
Lo que se dificulta es la posibilidad de tener un interlocutor con el cual sentarte y resolver los problemas. Es decir, hoy tenemos enfrente una multiplicidad de representaciones, cada una de las cuales puede generar un conflicto, por cualquier razón. Por ejemplo, hemos tenido un paro en el subte en solidaridad con un reclamo salarial en el Garrahan. Cualquiera te puede garantizar el conflicto, pero ninguna de de las partes puede garantizarte de por sí la paz social.
Pagliero sostiene: “La empresa acaba de otorgar uno de los aumentos más importantes de los últimos tiempos. El incremento es muy alto, lleva el salario promedio por encima de los tres mil pesos, y a pesar de esto tenemos una situación conflictiva”.
¿Es decir que la diferencia que reclama el cuerpo de delegados no es significativa?
No sabemos cuál es el monto que reclaman.
¿No?
Lo que plantean, más que cuantificaciones, son estrategias de comunicación hacia los medios. Nosotros hicimos toda la negociación con la uta y los delegados, y lo que apareció sobre el final fue una disputa por quién lideraba estas mejoras, si el sindicato o el cuerpo de delegados.
Le muestro entonces la copia el Plan de Recursos Humanos, con el gráfico donde puede leerse “terroristas, mercenarios y apóstoles”. Le pregunto quiénes son los terroristas y quiénes los mercenarios. Pagliero desmiente que el documento pertenezca a Metrovías. “Esto no es el plan oficial de la compañía –dice–. Pero sí puedo decir que me parece correcto trabajar en función de que el objetivo sea tener gente con actitud positiva.”
¿Cuál es el plan, entonces?
A lo que apunta la compañía es a fortalecer la relación con cada uno de nuestros empleados. Tenemos un programa llamado “Esencia” que es de beneficios dirigidos al personal y a sus familias. Tenemos programas de formación que apuntan a que las personas crezcan y proyecten una carrera para toda la vida con nosotros. Creemos que pensar en términos de grupos (señala el gráfico) es un error. Del mismo modo, a veces escucho hablar del cuerpo de delegados como si fuera un grupo, cuando en realidad es algo heterogéneo.
Lupines
Los vientos de cambio no afectan, entonces, sólo a la vida gremial, sino también a las estrategias empresarias. Queda claro que no es época de despidos. Lo que se usa es otra cosa: la “inclusión”. Estrategias para que el grueso (¿los mercenarios?) tenga una actitud más “positiva”.
Los delegados corroboran: “Metrovías gestiona préstamos para sus empleados, tiene una línea activa (un 0800) exclusivamente dedicado a solucionar los problemas del personal (por ejemplo, en la liquidación de los sueldos), creó un cuerpo de asistentes sociales para las familias, hace festivales, da ascensos a todo el mundo. Hicieron este gran giro cuando empezamos ganar todos los reclamos.”
Ésa sería la política de premios. ¿Y los castigos?
Pianelli: No hay castigos.
¿No hay castigos?
No.
Reyes saca de su bolsillo un llavero en el que se lee “Subte”. “Regalo de la empresa”, muestra.
Pianelli: La empresa aprende de lo que hacemos nosotros y nosotros de la empresa, hay un avance mutuo. Por ejemplo, generamos canales de comunicación, pero ellos también lo hacen. Antes te daban los comunicados en tu puesto y todo el mundo los tiraba al tacho la basura, ahora te los mandan a tu casa. Cuando empezamos a recuperar el cuerpo de delegados enviaban cartas. Primero decían “hay que gente que atenta contra”, refiriéndose a nosotros, pero después fue lo opuesto, en vez de ir al enfrentamiento usaron otra táctica. Por ejemplo, Recursos Humanos sacó una revista, Comunicándonos, con fotos de los hijos, actividades, anuncios de casamientos, noticias sobre los compañeros que tuvieron familia.
Charly Pérez: Cuando nosotros estábamos en la clandestinidad usábamos la actividad social, un partido de fútbol, una fiesta, y todo esto fue tomado por ellos. Hubo un período en el que mandaron una asistente social a la casa de cada uno, para ver cómo cooptaban. Y fue bastante riguroso el trabajo que hicieron. Iba la asistente, preguntaba qué problemas tenía esa familia. Llevó un tiempo que la gente se diera cuenta de que la empresa no te daba nada, sino que se llevaba información. Armaron un grupo de trabajo que es como si fuera un cuerpo de delegados de la empresa.
Gastón Reyes: Si necesitás un psicólogo te lo mandan.
¿Y ustedes?
Pianelli: Nosotros hicimos la página web, editamos películas, publicamos un libro, repartimos señaladores. A la última campaña la hicimos con un cd y la llamamos “Siete años de lucha”. Ellos hacen llaveros, nosotros lupines. El más demagógico que hicimos fue uno que decía “Cuerpo de delegados con la selección nacional”. Hicimos un libro con el proyecto de convenio colectivo de trabajo, con buen diseño, realmente lindo. El día que lo empezamos a regalar ellos echaron a su gerente de marketing. Y a partir de ese momento cambiaron el formato de las revista, apareció Esencia, empezaron a hacer cosas de mucha más calidad y a decir “somos parte de la misma familia”, a dar. Reparten sin mirar si fuiste un tipo que tiró piedras. Son políticas de cooptación. En la década del 90 no lo necesitaban, no sólo por los despidos sino porque los pibes entraban a trabajar pensado que iban a ser gerentes. Ahora no.
Sábado, en el Hotel Bauen. El cuerpo de delegados se reúne a discutir cómo seguir el conflicto. No hay acuerdo interno. No sólo sobre qué hacer, sino incluso sobre cuál es exactamente la situación. ¿Es un indicio de debilidad? El papel de la debilidad, en esta historia, es extraño. Cuando más débiles estaban, sin el respaldo del sindicato tradicional, apareció el espacio para las asambleas. Cuando menos apoyo conseguían del Estado, encontraron la potencia del acompañamiento social. Pianelli dice: “Y al revés: cuando todos los delegados ya son expertos, curtidos en lo sindical, las cosas empiezan a fallar”. Como si las fórmulas no funcionaran exactamente según lo esperado. O como si de cada debilidad, siempre se pudiera llegar a una nueva fuerza.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

- Revista MuHace 4 semanas
Mu 205: Hay futuro
- CABAHace 3 semanas
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”
- #NiUnaMásHace 3 semanas
Femicidios en julio: la noticia es el horror
- ActualidadHace 3 semanas
Mendoza movilizada: sábado de caravanazo contra la minera San Jorge
- ActualidadHace 4 semanas
Mapuches en Neuquén: 10.000 personas movilizadas contra la represión y en apoyo a las comunidades originarias