CABA
Páginas de guarda
Documentos, libros, cartas, prensa, fotos y afiches conforman el tesoro de este centro que lleva diez años compartiendo la memoria impresa de la izquierda argentina. Así es la increíble historia que le dio origen en plena dictadura y así son sus desafíos de hoy.
A penas uno traspone el umbral, el aroma a libro viejo flota en cada ambiente de esta antigua casona de Fray Luis Beltrán y la vía, en Flores, donde funciona el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina (Cedinci).
Prolijamente guardados en cajas y estanterías allí reposan 30.000 documentos, 20.000 libros, 1.600 colecciones de revistas culturales, 1.250 títulos de publicaciones periódicas políticas y miles de afiches, fotografías y folletos que conforman el mayor reservorio de las más disímiles corrientes de la izquierda nacional.
“Abrí este lugar porque mi obsesión era socializar las fuentes, romper con esa práctica académica de la apropiación mezquina de documentos, tan típica en tiempos donde se da una puja tremenda por los espacios porque ‘sobran’ alumnos y profesores jóvenes y faltan becas”, argumenta Horacio Tarcus, alma pater del Cedinci.
Con este criterio, el historiador decidió poner a disposición pública su archivo de publicaciones de izquierda, una de las dos grandes colecciones que dieron origen al Centro hace casi diez años. Aunque suene extraño –por no decir kamikaze– Tarcus atesoró su colección durante la última dictadura militar. El golpe de marzo del 76 encontró militando en Política Obrera –antecesor de lo que hoy es el Partido Obrero–, agrupación que en aquel momento estaba en medio de una discusión desenfocada con el Partido Socialista de los Trabajadores: mientras que para una agrupación, Argentina atravesaba un momento revolucionario, para la otra se trataba de una etapa prerrevolucionaria. Desconcertado con el advenimiento de las botas, aquel joven de por entonces 20 años comenzó a leer con avidez todo para intentar entender qué había pasado para errar tanto en el diagnóstico. “Aunque parezca mentira, mi proyecto durante la dictadura fue estudiar, armar grupos de reflexión y de discusión. Por eso, decidí quedarme con libros y revistas que mucha gente –por cierto más razonable que yo– abandonaba en esos años”, recuerda el autor del Diccionario Biográfico de la Izquierda Argentina, de reciente aparición.
Tarcus acumulaba todo el material que leía, excepto el de Montoneros y ERP. “Ésos los destruía enseguida, si no ya era demasiada irresponsabilidad”, reconoce mientras comienza a dibujar rectángulos gigantes con sus brazos. Así, dice, era el tamaño que tenían los bolsos donde, un buen día, decidió guardar buena parte de su bibliografía para enterrarla en la quinta que los padres de un amigo tenían en Ituzaingó, en el oeste de la provincia de Buenos Aires. Allí pernoctó la colección durante cuatro años, hasta que en 1980 decidió exhumarla. “Todavía –admite– no era un buen año para desenterrar nada”.
Ya en los albores democráticos, con la vuelta de muchos exiliados, Tarcus –que ya comenzaba a ser reconocido como un historiador especializado en la izquierda– completó sus colecciones: intelectuales como José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Carlos Brocato y José Luis Mangieri le obsequiaron sus hemerotecas. Pero la clave del origen del Cedinci tal vez haya que buscarla en El marxismo olvidado en la Argentina, el libro que el historiador publicó a mediados de los 90. “Cada vez que entrevistaba a alguien para ese trabajo y le preguntaba por algún documento, me decía que debía buscar en el archivo de José Paniale, un ignoto militante trotskista. Para mí era un misterio, porque nadie sabía cómo encontrarlo y el tipo no aparecía en ningún libro. Llegué a pensar que se trataba de un mito”, explica. El que reveló el secreto fue el sociólogo Juan José Sebrelli. “El archivo de Paniale lo tiene Saúl Chernikoff, el dueño de Marymar Ediciones”, le dijo a Tarcus que, marchó tras él como un sabueso.
Efectivamente, en los sótanos de Marymar –que hoy es Cefomar, una empresa recuperada por sus trabajadores– reposaba un centenar de cajas con documentación y publicaciones acopiadas por Paniale durante décadas. “Me las dejó para que se la cuide durante la dictadura, pero el hombre se murió en la mitad y aquí quedaron. Y ahora no tengo tiempo de ponerme a revisar eso”, le explicó Chernikoff a Tarcus que insistió una, dos, cien veces en vano.
Una tarde de 1997, el historiador recibió un llamado inesperado: “Mire Tarcus, voy a vender la editorial, así que me voy a desprender del archivo. Tengo interesados en Estados Unidos, pero como usted me insistió tanto, le doy la prioridad”, le dijo Chernikoff. El archivo Paniale era complementario con la colección de Tarcus. Cubría un abanico de folletos y publicaciones completísimo sobre anarquismo, socialismo, comunismo, trotskismo y los inicios del peronismo, hasta medidados del siglo xx. Incluía algunas perlitas como la colección de afiches de las elecciones que disputaba el peronismo contra la Unión Democrática; los comunicados originales del Grupo de Oficiales Unidos (g.o.u.) a través del cual hizo su irrupción en la política Juan Domingo Perón; o las mismas notas manuscritas que Paniale adjuntaba a las publicaciones con recomendaciones para “los jóvenes del futuro”.
“Chernikoff pedía diez mil pesos/dólares y yo ganaba 150 como profesor en la universidad”, relata Tarcus con un gesto que connota desesperanza. Sin embargo, la resignación no se apoderó de él. Comenzó a llamar a colegas, amigos, periodistas y a todos les proponía hacer una vaca para rescatar ese centenar de cajas. Algunos aportaron 50 pesos, otros 100, los menos, 500 y un escribano se jugó con 2.000. “Yo me comprometía a unificar ese archivo con el mío y hacerlos públicos –rememora Tarcus–. Por eso, cuando junté los diez mil fui a verlo al dueño de Marymar para negociar. Le dije: ‘Mire le doy cinco mil y el resto se lo pago en cuotas. Necesito los otros cinco mil para abrir un centro de documentación’”. Así nació el Cedinci.
Tarcus y una decena de interesados –algunos ex militantes, otros jóvenes movilizados que no encontraban identificaciones partidarias– alquilaron una casa en Sarmiento al 3400, compraron anaqueles a una librería que cerraba y comenzaron a acondicionar el lugar. “Nosotros serruchamos para adaptar las estanterías, revocamos, pintamos –se ufana el historiador–. Aprendí a hacer lo que nunca había hecho en mi vida: me convertí en albañil, pintor, carpintero. Laburamos dos meses y abrimos en abril del 98. Cuando le pagamos a Chernikoff 7.000 pesos, dio por cancelada la deuda”.
El mismo día en que el Cedinci abrió sus puertas al público, recibió la primera donación. Una mujer llevó la colección completa de Historia del Socialismo. Desde entonces, un promedio de dos donaciones semanales incrementan el acervo del Centro. Viejos anarquistas, trotskistas, socialistas y peronistas aportaron sus bibliotecas. Las nietas de José Ingenieros donaron todo su archivo personal, incluidas cartas y documentos redactados de puño y letra por uno de los principales inspiradores de la Reforma Univesitaria del 18. Las nietas del dirigente socialista Juan Antonio Solari donaron todo el material que poseía su abuelo, incluido el patrimonio de Nicolás Repetto. Lo mismo hicieron el sobrino de Enrique Dickman y los hijos del comunista Fernando Nadra. El anarquista Gregorio Rabin cedió actas, papeles y correspondencia de las organizaciones judías antifascistas de la década del 30. Y los discípulos del filósofo y crítico de arte Héctor Raurich entregaron su biblioteca, compuesta por 5.000 volúmenes.
Sin embargo, el material más impresionante que llegó al Cedinci fue redactado por los represores de la última dictadura militar. Eran unos cuadernillos dedicados a diferentes organizaciones revolucionarias cuyas páginas contenían las fotos de los desaparecidos –las últimas que les tomaron en vida– y sus declaraciones extraídas bajo torturas. Llegaron traspapelados junto a ejemplares de Evita Montonera. Los militares –detalla el historiador– editaban solo 45 copias numeradas de cada ejemplar y las distribuían entre los altos mandos. “Cuando los vi, se me puso la piel de gallina”, confiesa Tarcus en el mismo instante que el paso de un tren hace cimbrar la pinotea de la vieja casona. “El donante que los trajo –completa– no tenía ni idea de qué se trataba. Lo había conseguido porque su hermana salía con un militar al que las Fuerzas Armadas le habían encomendado alquilar un local en una galería del oeste bonaerense para usar como depósito de documentos. Un día, parece, el tipo se lo dio: ‘A vos que te gustan las cosas de izquierda, a lo mejor te interesa esto’, le dijo”.
Después de un cónclave con representantes de distintos organismos defensores de los derechos humanos, el Cedinci decidió entregar las publicaciones –que contenían testimonios de militantes del Grupo Obrero Revolucionario, del Partido Comunista Marxista Leninista y Montoneros– a Abuelas de Plaza de Mayo, el Centro de Estudios Legales y Sociales y el Equipo de Antropología Forense. “Entendimos que era un material especial. La filosofía del Cedinci es que cualquiera pueda consultar todo el material, rápidamente. Y estos documentos son muy especiales por las circunstancias en que fueron obtenidos. Los organismos tienen una sensibilidad particular para evaluar quién puede utilizarlo con fines nobles y quién no”.
El Cedinci también aportó documentación para distintas causas judiciales que se les siguen a represores de la pasada dictadura, entre ellas la famosa causa esma. Además, muchos hijos de desaparecidos se acercan a consultar publicaciones de las organizaciones en las que militaron sus padres para ahondar un poco más en su historia. Sin embargo, los mayores usuarios del archivo son tesistas de diferentes carreras y lugares de Argentina y el mundo. En el verano, por ejemplo, azarosamente se encontraron en la sala de lectura varios investigadores sobre anarquismo de distintos lugares del mundo que decidieron, a partir de entonces, formar una comunidad virtual para la discusión y debate.
“A cada uno que llega para consultar material le pedimos que se asocie, nuestra existencia no está garantizada para siempre”, explica Tarcus. Las cuotas sociales son voluntarias, en general van de 10 a 15 pesos mensuales, aunque la mayoría sólo abona durante los meses que utiliza el archivo. La recaudación promedio del Centro a través de cuotas sociales llega a los mil pesos mensuales, suma que alcanza para cubrir los gastos fijos de la casa, sobretodo desde que la Legislatura porteña le cedió en comodato la casona de Flores.
“A lo largo del tiempo el Cedinci se fue transformando de un centro que se sostenía con trabajo voluntario a un centro profesionalizado. Nos vimos obligados a rentar a la gente que trabaja. Pasado el entusiasmo inicial, todos los colaboradores tenían otros compromisos. Hacía falta personas estables para atender al público y, además, no nos podíamos dar el lujo de que se traspapelara un documento: pueden pasar 15 años hasta recuperarlo. En el 99 la secretaria, que también era administrativa, catalogadora y atendía al personal nos dijo que se iba porque había conseguido un trabajo. Justo habíamos comenzado a tener un pequeño excedente y le ofrecimos garantizarle el mismo salario, 500 pesos, si se quedaba. Y se quedó”.
Actualmente, el Cedinci cuenta con siete personas rentadas, aunque esos ingresos no superan la línea de la pobreza ni siquiera tomando los índices del Indec. Los recursos del Centro, en su mayoría, provienen de proyectos financiados por instituciones extranjeras como el Instituto Iberoamericano de Berlín, la Biblioteca de Historia Contemporánea de París o la Universidad de Harvard, que subsidian proyectos de catalogación, microfilmación y preservación de material. “La cuestión del financiamiento de alguna manera volvió tirana la relación en el grupo inicial: finalmente tienden a estabilizarse en la asociación aquellos que más se profesionalizan, porque tienen más antecedentes para acceder a un subsidio. Si bien la institución se enriquece con ellos, se pierde la gente amateur del principio y eso siempre genera tensiones. La ilusión de una construcción abierta, donde participen sectores de la izquierda, movimientos sociales y ámbitos académicos queda circunscripta a media docena de profesionales que reciben una asignación mensual”.
Tarcus comienza una recorrida por las dos plantas de la casona, desempolva el ejemplar más antiguo del Cedinci, una publicación de la Comuna de París de 1871. Se la pone a leer en voz alta con devoción. Después toma un folleto anarquista impreso en Rosario hacia 1890 y más tarde una traducción de El Capital realizada por Juan B. Justo, primer traductor al español de la obra de Carl Marx. Surge, entonces, una pregunta inevitable: ¿por qué una izquierda con una historia tan rica tiene un presente tan flaco? Tarcus responde:
“Las distintas corrientes de izquierda no procesaron la derrota del 76. Creo que todas dieron respuestas equivocadas, tanto los que creían que cuanto peor mejor, como las que dijeron que había militares democráticos y pinochetitas o las que apostaban a defender el gobierno de Isabel. La izquierda no entendió tampoco la caída del Muro de Berlín ni la disolución de la urss. No hay una izquierda que se haya renovado teóricamente, más bien se volvió conservadora frente a los nuevos desafíos que imponía la derecha en los 80 y 90. Las ideas siguen detenidas en el imaginario insurreccional de octubre del 17. Además, la izquierda argentina de la primera mitad del siglo pasado estaba formada por militantes abnegados que consagraron su vida a la organización social, fundaron sociedades de fomento, de resistencia, gremios, entidades obreras, centros de estudiantes, federaciones universitarias, movimientos de mujeres, de solidaridad internacional; en cambio ahora cada vertiente trata de sobrevivirse a sí misma y demostrarles a las otras que tiene más razón de ser que las demás. Hoy la izquierda en lugar de alimentar la construcción social tiende a controlarla, capitalizarla y termina asfixiándola. El gran desafío actual de la izquierda es cómo construir formas políticas que no asfixien la pluralidad de lo social”.
Mientras Tarcus habla el piso de madera cruje a cada paso. El historiador esquiva pilas y pilas de revistas a la espera de su lugar en los anaqueles, que ya parecen no dar abasto. “Tenemos ganas de construir un piso más, pero primero hay que conseguir los recursos” dice, justo cuando ingresa a lo que alguna vez fue un garage, ahora reconvertido en sala de exposiciones temporarias. Allí cuelgan ocho originales del alemán Clement Moreau, un dibujante y grabador de reconocida militancia antifascista. Sus obras se exhiben junto a los periódicos en que fueron publicadas en la década del 30: Argentina Libre, Antinazi, Alerta! y Das Andere Deutschland, todas incorporadas al acervo hemerográfico del Cedinci, ese lugar que parece un museo de la izquierda y que en cada rincón huele a libro viejo.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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