CABA
Manu Chao: Cita colifata
Pasó diez días en Buenos Aires grabando un cd con La Colifata, el colectivo de internos del Hospital Borda que hace radio y da lecciones “de lucidez”. Antes de irse a Brasil, sin previo aviso, se presentó con la intención de encontrarse con MU. No es una entrevista entonces, sino –literalmente– la cocina de una conversación.
La cosa es así: Gisela está barriendo el patio de su casa y tocan el timbre. Con la escoba en la mano, pega el grito:
–¿Quién es?
–Manu Chao.
A partir de ahí, hay que imaginarse a Gisela hacer esas cosas que sólo las mujeres pueden hacer en dos minutos: cambiar la escoba por la cámara de fotos, el traje de ama de casa por el de anfitriona, servir una cerveza fría a los invitados y ya no sé con qué mano agarrar el teléfono y avisarme que navegue a velocidad de crucero las diez cuadras que me separan de su casa porque Manu vino a ofrendarle a MU, sin aviso pero con cariño, una entrevista antes de volar hacia Brasil para el cumpleaños de su hijo. No voy a contarles lo que estaba haciendo yo, pero las chancletas me dificultan la corrida.
“Está en la terraza”, me advierte Nico, el compañero de Gisela, apenas llego, así que trepo los escalones hasta alcanzar ese pedazo del cielo de Almagro que, de pronto, me parece inmenso. No tuve ni tengo tiempo para asimilar la irrealidad de la escena, pero siento su magia. Noche negra, iluminada apenas con un foco improvisado con una caprichosa lámpara casera que se niega a someterse al enchufe. Hay un trípode, por supuesto, y tres fotógrafos (porque así es la casa de Nico y Gisela: el hogar de una cooperativa de imágenes y sueños) y una vieja puerta que vaya a saber de dónde sacaron, convertida en la escenografía sobre la cual asoma Manu Chao. Detrás, la silueta del barrio y las luces de la hora de la cena. En ese silencio, Manu tararea.
Seis veces pidió perdón por tener poco tiempo y seis veces más dijo gracias: por el vaso de cerveza, por las fotos, por la charla, por la corrida, por el encuentro, por todo. Pero ese hombre menudo, que habla el idioma indescifrable del trotamundos, no dice “perdón” ni “gracias” de cualquier modo. Mira a los ojos, directa y profundamente, hasta que conecta. Imagino que por eso está ahora ahí, sentado a la mesa de la cocina, dispuesto no a dar una entrevista ni a hacer declaraciones, sino a conversar. Nico me contará después que lo conoció en Brasil, que volvió a cruzarlo en varios otros lados y que el sábado fue con su cámara y algunos ejemplares de MU hasta el Hospital Borda porque se enteró de que estaría grabando el programa de La Colifata, el colectivo del que desde años Manu se siente parte. Pero hubo alguien que no lo dejó acercarse para charlar y seguramente otro alguien que se lo comentó a Manu y la forma de reparar el desencuentro fue esta visita sin aviso a la casa de Nico, cuya dirección vaya a saber cómo averiguó.
No es que crea que estos detalles domésticos tengan particular importancia y generalmente reniego del estilo egocéntrico de las crónicas periodísticas, pero no encuentro mejor forma de transmitir qué significa tener enfrente a Manu Chao que esta muestra de la escala humana de su sensibilidad. Si esto luego se transforma en música –especialmente en esa, su música– no parece ser casual.
El desastre y las flores
¿Has venido a Buenos Aires porque estás totalmente colifato?
Así es: estoy colifateando y es una felicidad inmensa, un aprendizaje. Participé del programa de radio, que siempre es un gustazo, porque la radio en vivo es como un concierto en vivo. Hacerlo en ese lugar, que es un infierno, pero tiene ese jardincito, te hace pensar que en semejante hospital ha crecido una florcita, que es La Colifata.
Y así está el mundo, ¿no?
Así está el mundo, sí. Un desastre generalizado con algunas florcitas creciendo por allí por allá.
Y esta flor que cosechaste junto a La Colifata es estos días, ¿qué frutos dará?
Hemos tomado mucho material de los quince años de andar que ya lleva La Colifata y hemos grabado mucho en vivo. Hicimos un taller dos días en la radio La Tribu y un tercero en la quinta de Los Piojos, que nos dejaron usar su estudio, así que estamos agradecidos. Cada uno de los que participaron trajo sus temas. Se grabaron kilómetros de charla, cada uno diciendo lo que quería decir, porque no había un temario establecido. Algunos trajeron su poesía, otros improvisaron, otros leyeron lo que habían escrito durante la noche… cada uno con su técnica, porque cada colifato tiene la suya. Pero más que todo lo que deslumbra es la capacidad de improvisación. Bufff… Es muchísima emoción. Uno de los días que grabamos, el Nico llegó al final de la sesión y me dice “Manu, te veo súper cansado”. No era cansancio físico, sino agotamiento de tanta emoción. Fue súper fuerte.
¿Qué tenés pensado hacer con todo eso?
La idea básica, que luego puede irse a otra cosa, porque el caminito es largo y las ideas de último momento siempre son las mejores, es grabar un cd.
¿Por qué un CD de La Colifata?
Porque es lo que sé hacer. Yo me he sentido súper privilegiado al escuchar lo que dicen por las emisiones de radio, pero no es mucha gente la que tiene ese acceso. Y a mí me ha servido muchísimo escucharlos.
¿En qué sentido?
Para mí son profesores de vida. Tienen una fabulosa experiencia para sintetizar las cosas. Puedes hablar de cualquier tema –del mundo, de la vida– y a mí seguramente me va a costar veinte mil palabras redondear el problema y salir con algo, pero cualquiera de ellos con tres palabras dice todo lo que hay para decir: hay que cambiar de tema. A mí me ayudan mucho a entender este mundo. Desde que los conozco, hace cuatro o cinco años, me han ayudado a reflexionar, a hacerme una idea de cada cosa. Para mí se han vuelto maestros de lucidez, sí… eso: me ayudan a pensar. Y cuando estás escuchándolos, el ansia que te surge es que quieres compartirlo con más. Quiero que mis amigos oigan esto. Que lo que me sirve a mí, le sirva a otra gente. Porque es una visión súper lúcida de las cosas: de lo bueno y de lo malo; de la alegría y del dolor. Por eso el cd: para que llegue ese mensaje colifato a la mayor cantidad de gente posible. La segunda razón es económica: que ese cd sirva para que La Colifata pueda tener una base económica más sólida, porque ahora es muy complicada. Lo importante de este cd es que genera un aporte económico hecho por ellos. No es nadie poniendo dinero para ayudar a La Colifata. Es La Colifata que se ayuda a sí misma. Es la búsqueda de la autosuficiencia, no de la ayuda externa, que puede resultar interesante, pero en el fondo no ayuda, porque el día que se corta, se corta. Creo que cualquiera de los proyectos de este tipo, cuando encuentra la técnica para generar sus propios recursos, encuentra la forma más sana de crecer y desarrollarse.
¿La autogestión es el gran desafío de esta época?
Es que la autogestión te da muchísima independencia.
Como artista, ¿cómo ha sido la experiencia de autogestionar tus propios proyectos?
En mi caso a esta altura ya es bastante fácil, pero desde siempre he intentado compartir estas experiencias para aprender con ellas. Por ejemplo, fue muy importante haber hecho, hace algunos años, el proyecto con La Colifata de sacar un cd en apoyo a los músicos callejeros de Barcelona. Ese proyecto fue totalmente autogestivo y funcionó al mil por cien, porque era un disco en el que varios músicos aportaron sus temas y todas esas músicas se salpicaron con extractos del programa de radio de La Colifata. Ese disco fue vendido exclusivamente en la calle: tenía una leyenda que decía “prohibido venderse en tiendas”. Nosotros lo produjimos y se lo vendimos a los músicos callejeros a 2 euros. Y funcionó tan bien que al poco tiempo ya habíamos pagado los gastos de fabricación y nos encontramos que sobraban casi 4 mil euros de los que, la verdad, nadie quería hacerse cargo, porque allí no había una sociedad formada: sólo gente. Fue dinero extra que salió para una escuela de Tucumán, finalmente. Y bienvenido fue. Pero como había más copias y ya estaban saldadas las cuentas, para que no hubiera problemas internos de dinero a la historia misma del proyecto, se rebajó el precio de venta a los músicos callejeros a 1 euro. Ellos luego lo vendían en la calle: al amigo a 6 euros, al turista a 10 y al super turista a 15. Y ese dinero iba directamente a su bolsillo. Pero de todo ese proyecto lo más importante es que La Colifata fue quien posibilitó crear un apoyo económico para los músicos callejeros de Barcelona.
Cómo se crea
Le habla mucho y a veces muy superficialmente, del desinfle de los movimientos sociales con respecto a aquel pico del año 2001 ó 2002. ¿Cómo los ves vos en relación al trayecto que han hecho desde entonces hasta hoy?
Es un camino difícil, siempre. Lleno de tropiezos.
¿Y cuál sería, para vos, la medida del éxito?
¿Para mí? El éxito es una palabra que da horas para hablar. Para mí el éxito es conseguir estar en armonía. Mi éxito personal es estar en buena sintonía conmigo mismo y en paz con mis pautas de la vida.
¿Cuáles son?
Ser una persona honesta, que cuando dice que va a hacer algo, entre lo dicho y lo hecho, el camino es derecho. Ésa es una frase que hay que aplicar: lo que digas, hazlo o si no, calla. Porque cuando tienes un sueño bonito, contarlo es fácil y lindo, pero cuando te pones a realizarlo, entra la parte difícil. Y para mí el éxito es conseguir realizar tus sueños. Y aunque consigas realizar el 10 por ciento, ya es un éxito.
¿Y cuando el éxito se te convierte en fama?
Ser famoso es un tipo de agresión. Pero tiene tantas desventajas como ventajas. No es una situación tan dura de vivir. Es más duro estar en el paro (desocupado) con cuatro hijos pa´ dar de comer. Cuando veo que hay artistas que dicen que el éxito es un problema, digo: “Nene, ¡no confundamos!”. Aunque la fama, evidentemente, puede ser peligrosa. Cuando un chaval sale de un barrio y al día siguiente se encuentra multimillonario, con todo el mundo sacándole fotos y corriendo detrás de él puede ser súper peligroso, desequilibrarte psicológicamente. Y muchos han caído en eso. Yo tuve la suerte de que me ha llegado poquito a poco, en dosis homeopáticas, y me acostumbré. No fue un choque frontal, como les ha pasado a algunos chavales. No es fácil soportar ese choque, supongo. Mira el caso de Rodrigo. Ojo: se respeta también. Él llevaba el espíritu del rock and roll cien por cien, pero bueno… le pescó el éxito como una patada caliente, tan de repente, que no le fue fácil. Pero su música queda: en Córdoba el Rodrigo no ha muerto. Así es la música: no hay nada tan definitivo, como en la vida.
¿Y con qué concepto de vida hacés tu música?
Con el de cultivar lo que yo hacía de niño. Crear de la manera más niña posible, lo menos cerebral posible. Trabajar con el instinto, pasarla bien. Si un niño la pasa bien, avanza, se ríe, crea. Y yo funciono así. Intento jugar. Trato de no analizar lo que estoy haciendo en el momento en que lo hago. Yo veo muchos artistas que se bloquean porque ya están analizando lo que todavía no terminó de ser. Y ahí se montan un quilombo. Demasiada duda.
¿No es bueno dudar?
Para mí no puede haber duda. Un niño cuando está haciendo algo que le gusta no tiene absolutamente ninguna duda: lo que está haciendo está bien. Poco duda un niño. Y eso, al momento creativo, es ley: pásatelo bien. Porque dudar… ¡pa´ qué! Si la vas a cagar, no pasa nada: mañana harás otra cosa. Y si no sale nada, no sale. Pero en tanto, tira hasta el final, intenta, rompe, abre, juega. Así es el proceso de la noche. Y luego te levantas a la mañana y pones play y ahí no hay perdón: o sale algo bonito o sale algo que te da una vergüenza que te mueres. Y bueno: lo borras. ¿Cuál es el problema? Por el momento, te lo pasaste bien. Y eso nadie te lo quita, aunque el resultado sea una mierda. El arte está pa’ eso ¿no?
Lo que hay atrás de Chávez
Suena a las lecciones que te dejaron los colifatos…
Es que ahí son maestros. Ésa es su fuerza. Pero también porque tienen la capacidad de establecer relaciones humanas intensas. En las relaciones humanas hay cosas que no hemos superado bien, el problema con el ego, por ejemplo. Mirá cuántas revoluciones se fueron a la mierda por el problema del ego…
¿Y por el problema del Evo? (risas) Porque estamos viendo resurgir liderazgos en Latinomérica y cuando mencionás a las revoluciones que fracasan por el ego, me acordé de Evo, de Chávez…
Fui a Bolivia hace un año y medio, cuando el proceso estaba todavía en pañales. En Venezuela está más avanzado. Estuve dos veces en estos últimos años y cada vez que voy, veo que lo que está pasando ahí es súper interesante. Pero afuera todo el mundo sólo habla de Chávez, que es una manera de no hablar de lo que está pasando ahí. En Europa, especialmente, no hay información: hay manipulación. Será porque molesta de verdad. Porque lo que tú ves pasando un poco más atrás de Chávez –incluso porque lo importante es lo que ha permitido que suceda detrás de él– es de una esperanza increíble. Es el único país del mundo que, cuando voy a un barrio, veo a los chavales decir: vamos a hacer esto y esto. Y nadie los para, porque hay una confianza de la política hacia la juventud. Me pasó, por ejemplo, con unos chavales que organizaron un concierto en el Poliedro, que es como decir el Luna Park aquí. Me recibieron diciendo: “Perdona Manu por cualquier molestia, pero nuestra experiencia se limita a haber hecho recitales para nuestros amigos del barrio y éste es un zapato muy grande para nosotros”. Pero se habían propuesto hacerlo y lo hicieron. Los dejaron hacer y se cargaron para siempre esa experiencia. Ese tipo de cosas es algo que hoy en día es interesante de ver, porque te informan de un tipo de proceso muy esperanzador. Y eso no vas a entenderlo leyendo la prensa.
Tampoco se entiende leyendo la prensa qué pasa con la rebelión de los jóvenes en los suburbios de Francia. ¿Cómo contarías vos esas experiencias?
En Francia no hay organización: hay desesperación. En Venezuela hay esperanza. Para mí fue súper fuerte, por ejemplo, la experiencia de viajar de Caracas directo a Bogotá, una ciudad que conozco mucho mejor porque he pasado más tiempo allí. En Bogotá mis amigos me dicen: “Manu, estamos haciendo cosas, intentamos, pero apenas levantamos la cabeza, palo”. Muy difícil: todo el mundo luchando con las uñas, rascando las piedras para hacer arte… para hacer lo que sea. Y en Caracas, ese estallido de voluntades, de trabajo, de hacer. El contraste es más fuerte.
Y Buenos Aires, ¿cómo lo encontraste?
No tuve tiempo de perderme mucho por la ciudad, me sumergí en lo mío y no vi demasiado. Yo me siento bien aquí, a mi gusto. Y si bien en estos diez días me llegó muchísima información, necesito de un poco de digestión. No me puedo tomar el permiso de opinar: me desborda.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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