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La academia
Carlos Ulanovsky, maestro de periodismo. La excusa de una investigación para un próximo libro sin fecha ni editorial lo pone en vena para analizar cómo está el periodismo hoy, y qué es lo que viene. De la Olivetti a la revolución digital, cómo testimoniar las épocas sin perder el eje. Por Facundo Pedrini.
El periodismo sirve para saber si el mundo está en el mismo lugar que cuando uno se quedó dormido. Hacer lo más de lo menos permitido y testimoniar el paseo. Los que abrazaron una búsqueda sin apuntar al éxito, están vivos. Aquellos que elevaron el arte de las causas y sostuvieron la ética aunque eso los condene a no gustar, todavía quieren. Mientras los periodistas se preguntan cómo evitar desaparecer y los comunicadores se vuelven influencers, instagrameros y youtubers para no quedarse afuera de la pileta que viene, los que recuerdan con más frecuencia los ‘para qué’ son los testigos molestos de la tarima. Por eso, Carlos Ulanovsky y su desafío: rodear lo que empieza con los mejores espejos.
El intercambio de experiencias no es un choque de espadas. Carlos Ulanovsky decodifica a la perfección la síntesis entre los testimonios de las Olivetti Lexicon 80 y el olor a pintura fresca, y dice: “Cuando se murió Pajarito García Lupo empecé a garabatear con la sensación de que nos quedábamos sin maestros y sin valores; tras repasar información, me di cuenta de que tenía material de Tomas Eloy Martínez y de Enrique Raab, pero nada que habite en la transición. Hoy, los que están haciendo mejor periodismo son los jóvenes”.
Sub-vicios
Con más de 20 libros entre los que se destacan Estamos en el aire, Paren las rotativas o Días de radio, verdaderos manuales de comunicación, y una carrera que alega las redacciones de Primera Plana, Noticias, La Opinión, Humor, Satiricón, La Maga y Clarín, entre otros, Ulanovsky está lleno de ojos. Algunos se pierden en el espejo retrovisor que idealiza un pasado donde había más sol, lleno de mitos analógicos y personajes para releer; otros se instalan en el parabrisas, en lo que viene, en lo que no pueden obstaculizar las alcantarillas, en las instrucciones que no podemos soltar, en los muertos que nadie cuenta y también en las expresiones que pocos valoran. “En las usinas de comunicación a veces se pierde la capacidad de conocer el capital simbólico que te da la vereda y la calle de tierra, por eso lo alternativo también puede funcionar como semillero”, dirá. ¿Y si la pared es, en verdad, una soga que se puede saltar? “Los que recién empiezan deben decir que no, no firmar ninguna cruz, ni el pie de ningún talonario: para decir sí, hay tiempo. Estoy entrevistando a un puñado de periodistas, tanto del mundo de la gráfica como de los diferentes universos audiovisuales para complementar ese mapa al que ya no pertenezco. No serán más de diez testimonios. El desafío es encontrar alguien que lo quiera publicar”.
Mientras las competencias de talentos, las disciplinas deportivas y los torneos de futbol country plantean estructuras divididas según el paso del tiempo (sub 20, sub 30, sub 40), el ejercicio arroja una nueva categoría: Sub Vicios, aquel estadío en donde nada se arrastra del pasado, pero todo sirve y se transforma: “No desapareció la genialidad, solo se multiplicaron los periodistas fragmentados. El trabajo que antes hacían 4 o 5 redactores hoy lo hace un pasante. Esa transición, que parece una obra en construcción permanente, hace que lo viejo esté para el geriátrico y lo nuevo sea un bebé que babea por todos lados. Nadie sabe qué va a pasar después del apagón. Al desconcierto general se le agrega el condimento salvaje de la precarización, que influye en la toma de decisiones y de contenido”.
Ulanovsky es la diferencia entre un periodista y un best seller, esos que se venden para siempre: “Nunca dejes de ver el boletín oficial, tampoco de leer la sección de avisos fúnebres de La Nación porque ahí surge un entramado de relaciones de poder definitivo; tampoco pierdas de vista cada uno de los fallos judiciales y su jurisprudencia ni tampoco evites la sana costumbre de consultar los edictos: ahí también nacen claves para entender la realidad”, recomienda. Tal vez se haya perdido el consejo, por miedo a que lo que venga acabe con lo establecido y te deje sin trabajo solo porque puede hacerlo más rápido. Rápido no es bien. Y el colega es un par, no un rival.
Dice Ulanovsky: “En el periodismo que está lleno de personas que se ponen demasiado rápido la camiseta de la empresa, también existe cierta tensión entre el periodista y su patrón. Roberto Arlt usaba el término ‘cagatintas’ para definir a los burócratas de la profesión. No concibo al periodismo que no quiere influir en lo cercano, que no imagina que se pueda cambiar el mundo desde ahí”.
Un libro sin editorial es como soñar sin soporte. Todo es posible porque no hay perímetro pero tampoco hay suelo para arrojarse a los perros del mercado y el abrazo de la recepción. Los que abrazan una ética definitiva merecen todas las estanterías posibles: lo ejemplar siempre va a tener algo para enseñar.
¿Qué es la revolución?
brirse a la confusión.
Abrirse a la ventana.
Abrirse al túnel y al ojal.
Abrirse a la memoria.
Abrirse a una bandada de palabras que picotean en la incertidumbre de lo que, tal vez, no se llegue a vivir.
Abrirse a los gajos de naranja reventándose en una boca digital.
Abrirse a dialogar con varios tiempos verbales a la vez, aunque se pierda.
¿Qué es lo que traza un puente? “La revolución es la honestidad, la coherencia. Soy un redactor de temas menores, un defensor de causas perdidas. La dictadura de la biología me hizo despoblarme de amigos y leyendas, pero eso no es un problema”.
El drama no es morir, el drama es la ausencia del testimonio, por eso quiere documentar esta época: las otras ya las vivió.
Ulanovsky no escribe para formar parte: escribe para entender. Fidelidad con el pretérito, fidelidad con el presente. Hay tipos que se conforman con buscar sin encontrar, con soñar y no tener, sin la necesidad de una cita con lo correspondido.
Pero hay tipos que no ajustan y siguen peleando, aunque en teoría estén cerca del retiro.
Ulanovsky no quiere que lo rescaten: no es un desterrado, no está obstaculizado. No hace falta nada más que aprender del maestro: “La adversidad no nos silencia, al contrario. Somos periodistas, no somos otra cosa que eso. Pero somos todo eso”.
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