CABA
La nueva generación
Colectiva Tierra Viva de Bolívar. Alarmados por las enfermedades y la mala alimentación, empezaron a probar otro tipo de producción en sus campos. Se inspiraron en la agroecología. Formaron un grupo. E impulsan una ordenanza para regular los agrotóxicos, entre otras yerbas. POR SERGIO CIANCAGLINILa historia suele estar escrita con grandes nombres como los del educador Calfucurá, el showman Sarmiento o el cacique Tinelli. Sin embargo podría hablarse también de personas como Gabriela, Juan, Guadalupe, Verónica, Sergio, Mónica, Georgina, Facundo, Andrea y varios más, que hacen una historia a partir de haber recorrido un camino de ida y vuelta.
Desde su lugar en el mundo, San Carlos de Bolívar, provincia de Buenos Aires, cada uno de ellos partió en su momento hacia las grandes ciudades persiguiendo promesas de desarrollo personal y consolidación económica. Vivieron y trabajaron en esas ciudades. Y también se hartaron. Les funcionó un artefacto llamado memoria, recordándoles que la vida podía ser una aventura menos enloquecedora.
La memoria los guió hacia el futuro, en sentido inverso al habitual: desde las urbes marrones y grises hacia San Carlos de Bolívar.
Se trata de la tierra que el presidente Domingo Sarmiento ordenó defender atacando a las huestes aborígenes de Calfucurá en 1872, victoria del ejército considerada crucial para la llamada Conquista del Desierto que Julio Roca llevaría a niveles lisérgicos. Era un desierto un poco raro, lleno de gente y de pueblos a los que había que fumigar con el ejército y los Remington, proeza injustamente olvidada cuando se habla de genocidios. En términos más recientes, la referencia bolivarense es una celebridad: el conductor televisivo, ex dirigente afista y futuro político Marcelo Tinelli, nació aquí.
Pero, ¿cuál es la historia de Gabriela, Juan, Guadalupe y el resto? No conquistan desiertos. Tampoco quieren ser conquistados. Y no bailan por un sueño, sino que lo construyen.
Cómo se arma una red
En poco más, un poco menos, todos se acercan a los 40 años, aunque es difícil calcular la edad del entusiasmo, que fue lo que hizo que se conocieran entre ellos. Gabriela Apestegui se había ido joven a La Plata y Buenos Aires, estudió traductorado, composición musical, hizo un profesorado de filosofía. Durante unas vacaciones en Bolívar su mamá falleció.
Gabi lloró, pensó que no quería volver a irse, desarmó el bolso definitivamente y se quedó junto a su padre. El campo familiar de 196 hectáreas se alquilaba principalmente para producción de soja transgénica. Entre lo rural y lo filosófico, dice: “Yo sabía que tenía que haber rotación de cultivos, no siempre soja, y notaba además las fumigaciones, el deterioro del campo y del suelo. No me gustaba. Y todo lo que te decían al indagar el tema era que el glifosato no hace nada, que se degrada en la tierra, y otras mentiras”. Este campo tiene un nombre bello: La Templanza.
A Gabriela le interesaba el tema de la alimentación. “Tampoco hay información sobre eso. Sabés que no hay productos saludables en el supermercado, en la industria, pero la verdad es que no sabemos lo que comemos. Peor todavía con los chicos. Entonces pensé: si no quiero que lo que como tenga veneno, ¿por qué voy a sembrar con veneno?”.
Georgina Scardino recorría laberintos similares: “Viví varios años en Trenque Lauquen y en un taller de cerámica precolombina conocí a Patricia Domínguez. Sus papás son ingenieros agrónomos y cultivaban todo el alimento para la familia. Un día me regalan unas batatas y yo dije: ¿qué es esto? Era un sueño. Batatas exquisitas, con gusto a batatas. Zapallo con gusto a zapallo. Tenían frutales. El papá de Paula nos hacía recorrer los campos y nos mostraba las plantas y los árboles con las hojas achicharradas y manchadas por las fumigaciones. Decía que las plantas están así por los mismos tóxicos que nosotros estamos respirando. Y nos enterábamos todo el tiempo de enfermedades y abortos espontáneos”.
Ya en Bolívar, Georgina y Gabriela se hicieron cómplices e idearon un emprendimiento de alimentación consciente llamado La Algarroba, para vender productos orgánicos, sanos, y organizar talleres. A una de sus presentaciones, con ánimo de escuchar de qué iba la cosa, llegó Juan Urrutia, biólogo y productor. Fue hace dos años. También él estaba volviendo. “Me dedicaba a parquizaciones. Estuve 20 años fuera. Volví para hacerme cargo del campo de mi papá, de 80 hectáreas. Sabía que existía la agroecología, había conocido al ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá (MU 112: El contagio), conocí trabajos del agrónomo chileno Miguel Altieri y del argentino Santiago Sarandón”. La agroecología implica, entre muchas otras cosas, el diseño, la gestión y la producción agropecuaria de acuerdo a pautas ecológicas, de policultivo, y sin uso de productos tóxicos ni químicos.
Además de charlar sobre alimentación consciente, Juan buscaba salir del modelo de arrendamiento de su campo: “Quería hacer agricultura, tener animales. Pero me encontraba con una gran soledad. No se podía hablar con nadie, y menos con los ingenieros agrónomos: te dicen que hay una sola posibilidad, un solo modelo de producción. El campo está cerca de una escuela rural. Por eso no quiero usar agroquímicos, y tampoco quiero aplicármelos sobre mí. Con Gabriela y Gerogina por lo menos hablaba de otra cosa, de alimentación sana: fue un oasis encontrarlas”.
Oasis práctico: “Surgió la idea de armar un proyecto de ordenanza para regular los agroquímicos para evitar que nos fumiguen y que los mosquitos (las fumigadoras terrestres) anden por la ciudad. Y entonces apareció Guadalupe”.
Caldito de verdura
Guadalupe Gerea es profesora de música. Otra hija pródiga. “Vivía en Mar del Plata, y volví hace seis años a Bolívar en busca de la tranquilidad que no hay en las grandes ciudades. Mi familia tiene campo, pero mis hermanos se harán cargo. Me puse a trabajar en lo mío, y noté que muchas personas me hablaban de familiares con cáncer, de tiroides, de diabetes repentinas. Falleció de cáncer una de mis compañeras, otra se está tratando, y chiquitos también. Por nombrarte los más recientes: Brian era un nene de 10 años que murió por un tumor, y Mimí (Ailen Bazar) tuvo leucemia y murió el mes pasado. Tenía 4 años”.
Guadalupe vivía alarmada: “Eran muchas enfermedades heavy. Y en ese momento me enteré por Facebook de una nota de MU sobre Juan Kiehr, que tenía un campo agroecológico en Benito Juárez”. Guadalupe conocía a una de las hijas de Kiehr, productor que conduce el campo La Aurora, de 600 hectáreas: “Pero no tenía idea de qué era la agroecología. Recién ahí me enteré de que era todo un modo distinto de producción”.
Guadalupe dice que lo suyo no es quejarse, sino hacer cosas. Conoció a Georgina y Gabriela, supo que pensaban con Juan armar un proyecto de ordenanza para regular el uso de agrotóxicos. Compartió la nota por Facebook y les propuso ir a conocer La Aurora, el campo de Kiehr, tejiendo así otro nexo de una red que no ha parado de crecer.
Gabriela quedó filosóficamente desestructurada cuando conoció La Aurora: “Lo de la alimentación consciente y sana yo lo tomaba desde lo orgánico. Era lo que quería hacer. Pero Juan me decía: ‘ojo, que lo orgánico es parte del modelo del agronegocio. Existe otra cosa: la agroecología’. Me picaron la cabeza. Y cuando fui a La Aurora entendí: lo agroecológico implica un estilo de producción sano que no tiene por qué ser para una élite”.
Georgina cree que aquel viaje fue un estallido: “Ves que es algo posible, que el que lo hace además puede vivir bien y tranquilo económicamente”.
El grupo iba diversificándose. Mónica Perino es chef, aunque ella prefiere decir cocinera: “Volví hace nueve años desde Buenos Aires y Calafate. Acá vivo de cocinar por encargo, y ayudo en todo lo que es huertas familiares agroecológicas. Hay más de 100 familias aquí con sus huertas, apoyadas por el INTA”. El ingeniero Walter Pengue ha calculado que cada familia con una pequeña huerta puede cultivar todas las hortalizas que consume, generando un ahorro de 1.000 dólares anuales. Mónica: “Mi esperanza es que hay cada vez más interés. La gente quiere salir del caldito de verdura, de cuestiones con aditivos y químicos, volver a las plantas reales”.
Lo ha hecho Facundo Perruelo, que cultiva una chacra de su padre y trabaja además como mozo. “Estudié agronomía en La Plata, pero había solo dos profesores que decían algo diferente: Guillermo Hang y Santiago Sarandón. Dejé la carrera. Pero supe de este grupo por Internet y me sumé”. Ya habían decidido darse un nombre:
Colectivo Tierra Viva Bolívar.
Descontar cuentos
El viaje a La Aurora los puso en contacto con el asesor de ese campo, el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá. Conocieron a través suyo la experiencia de Guaminí (MU 10: El campo recuperado) donde nueve productores trabajan agroecológicamente 1.300 hectáreas en sus establecimientos. En Guaminí acuñaron el concepto de que el modelo productivo actual es “agro oncológico”, y además elaboraron una ordenanza de regulación de los agroquímicos, que Tierra Viva tomó, corrigió y mejoró para proponer en Bolívar.
Juan: “Nos pusimos a investigar, a escribir, a fundamentar para que los propios concejales sepan sobre la cuestión. Creemos que no se tendrían que aplicar agroquímicos, pero el primer paso es poner zonas de exclusión de 1.000 metros para las fumigaciones terrestres y 2.000 para las aéreas con respecto a zonas pobladas, escuelas rurales y cursos de agua. Que haya restricciones a cómo usarlos y quita de tasas e impuestos para fomentar la agroecología. La creación de una guardia ambiental para controlar el cumplimiento de la ordenanza. Y la elaboración de estadísticas públicas para que se empiece a conocer la vinculación entre enfermedad y ambiente”. Hay otra ordenanza presentada por un concejal de Cambiemos. “Si se aprueba la nuestra, será la primera vez en la historia de Bolívar que se sancione una ordenanza presentada por particulares. Fomenta toda producción limpia, agroecológica, orgánica, biodinámica, permacultura”.
La movida ha incluido en el último año la realización de viajes a Guaminí y a Benito Juárez, jornadas en Bolívar, conferencias de Eduardo Cerdá, Giovanna Bonisoli (Facultad de Medicina de Rosario) y Miryam Gorban (Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria-UBA). Se consiguió además la adhesión de Bolívar a la Red Nacional de Comunidades y Municipios que Fomentan la Agroecología (Lincoln, Coronel Suárez, Gualeguaychú y Miramar, entre otros).
Andrea Mazzuca, otra propietaria de campo, explica: “El intendente Eduardo Bucca es médico. El padre también. Se interesaron por una cuestión de salud, y por los costos que está teniendo la atención de la gente. El municipio entonces financia estos viajes y visitas para seguir promoviendo la agroecología”.
Gabriela: “Sentimos que ya tenemos vida propia, y que traccionamos para que las instituciones actúen. Es necesario el compromiso del Estado pero no esperamos: nosotros lo vamos a hacer igual de alguna manera. Ya somos unos 20 integrantes de Tierra Viva, empezamos a juntar firmas para apoyar la ordenanza y rapidito conseguimos 300. Descubrimos que no estamos solos, que hay mucha gente como nosotros que no está ni en el gobierno ni en las grandes corporaciones y que quiere una transformación real. Es como descontar el cuento que nos estaban contando”.
web y vacas
Georgina cuenta que habló con una médica que le reconoció que en consultorios y hospitales están registrando cantidad de intoxicaciones hepáticas que relacionan con los agrotóxicos. “Me contó que no pueden salir a decirlo porque no está probado, pero están seguros de que es eso. Por eso en la ordenanza proponemos que haya estadísticas confiables”.
Verónica Acosta es otra de las regresadas. “Queríamos aire puro, pero no era tan puro”, reconoce. Es abogada, mediadora, hace danza y fue golpeada por embarazos perdidos y además hipotiroidismo. “Estuve tres meses sin moverme. Por suerte me recuperé, tuve a mi segunda hija, y creo que todo este proyecto es el que nos va a mejorar la vida”.
Su marido, Sergio Carretero: “Yo me había ido por mandato familiar, esa idea de que el campo es horrible, que tenés que ser gerente de algo en la ciudad. Soy especialista en sistemas en una multinacional. Podría trabajar en cualquier país, pero le esquivé a ese camino. Decidí volver. Puse Internet en el campo y por ahora hago mi trabajo de programación mirando las vacas. Pero estoy haciendo agroecología en 50 hectáreas y espero que sean cada vez más. Me parece fabuloso poder producir lo que comés, cambiar la manera de vivir. No quiero ser gerente de nada. Quiero ser autosuficiente, autónomo, producir y vivir tranquilo”.
Cuentan que están desapareciendo las escuelas rurales, mencionan que una de las que quedan, a la que iban cien chicos, hoy van tres. Frente al vaciamiento, Gabriela imagina: “Siento que eso está cambiando. Hay una generación que de a poco está volviendo a vivir al campo”.
Andrea cree en el factor comunicación: “Para nosotros es importante que se sepa lo que estamos planteando. Pero no a través del miedo. ¿Sabés por qué? Porque la gente ya sabe lo de las enfermedades, los peligros y demás. Ir en contra de algo es contraproducente. Mi postura es ir a favor: mostrar que hay una opción para salir de esto. No nos metemos contra Monsanto. Vamos por la agroecología. Así que tenemos que seguir haciendo y diciendo lo nuestro. Porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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