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Lindo quilombo: La Asamblea de San Telmo

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Del hambre y la crisis habitacional a la autogestión y la organización barrial. Desde 2001 la Asamblea mantiene espacios para quienes no pueden acceder a una vivienda ni a un alquiler. Uno de sus edificios, donde viven 20 familias y funciona un merendero, corre riesgo de desalojo por un proyecto de especulación inmobiliaria. Cómo sobrevivir y convivir en la crisis. LUCAS PEDULLA
Lindo quilombo: La Asamblea de San Telmo
 
Es jueves, son las cuatro y media de la tarde y en Avenida Independencia al 800 hay unas cien personas cortando medio carril frente a una inmobiliaria. Tocan bombos, tiran cohetes al aire y sobre el suelo hay diseminados unos pequeños volantes con un apellido que casualmente coincide con el de la inmobiliaria de enfrente: “Martul garcas”.
Desde su silla de ruedas, Sonia Leguizamón es una de las mujeres que aplaude ante cada canto. Tiene 46 años y tres hijos a los que lleva desde hace seis años al merendero Darío Santillán, el espacio que funciona en el Centro Social y Comunitario que la Asamblea de San Telmo coordina desde 2003 y que, tal como lo denuncian ahora, esta inmobiliaria quiere desalojar.
El merendero alimenta a 250 niños y niñas todas las tardes. Y a partir del mediodía, como todos los días desde 2001, la Asamblea también abre las puertas de su comedor. Relata Sonia: “Por mis problemas físicos yo me atendía cerca de ahí. No tenía para comer y me dijeron que vaya a la Asamblea. Muchas personas van a tomar desayuno, a buscar agua caliente, a comer algo. Mucha gente en situación de calle a la que se le hace difícil sostener una vivienda. Y, cada vez, vienen más y más”. ¿Por qué? “Porque no alcanza para nada. Y cada vez hay más pibes en la calle”.
Sonia alcanza otro volante, que cuenta la historia de una estafa inmobiliaria: “Desde el año 2003, la Asamblea de San Telmo alquila ese local y ha pagado puntualmente todos los alquileres, incluidas las respectivas actualizaciones sin ningún litigio con los propietarios. Sin embargo, hace apenas tres meses, una banda de especuladores inmobiliarios encabezados por la inmobiliaria Martul, aprovechándose de los conflictos de sucesión de los propietarios, se apoderó a precio vil del inmueble de México 640, pagando apenas un tercio de su valor de mercado. Y, por supuesto, sin darnos siquiera aviso en tiempo y forma”.
En ese lugar, donde los niños y las niñas van a jugar y a tocar candombe todos los martes, también funciona una casona en la que viven 20 familias.

La esquina de mi barrio

En el origen fue el trueque.
La frontera del calendario nos ubica en 2000 y 2001. En la esquina de México y Chacabuco, a siete cuadras de Plaza de Mayo, hay un restaurante que cede el espacio a una organización social. Analía Casafú, tenía entonces 23 años, es una de las personas que se acercó a participar y a ver qué se veía desde ese ojo de San Telmo. Allí, al borde de la peor crisis en la historia de Argentina, Analía vio algo muy concreto. “Cada vez participaba más gente del barrio. Se notaba concretamente el hambre. No solo era gente humilde que venía a pedir un plato para comer. También era gente de clase media que traía ropa y electrodomésticos para cambiarlos por comida. Muy fuerte”. Mientras la tasa de desempleo llegaba al 18%, a la esquina llegaban cada vez más personas del barrio y de otros barrios también. Abrían una vez a la semana pero pronto tuvieron que sumar otro día. “Era increíble la cola de gente que se armaba. Ahí parimos la Asamblea”.
Casafú explica que la decisión fue fogoneada por la realidad más cruda. “No era una simple cuestión organizativa. Veíamos que la situación estaba muy compleja. En diciembre, previo al estallido, llamamos a una asamblea a nivel barrial”. Lo mismo ocurría en otros barrios de Buenos Aires. “Había puntos en común con lo que vemos hoy: mucha necesidad con la alimentación y también la cuestión laboral. En aquella época la desocupación se acrecentaba. Hoy hay trabajo, pero precarizado: la gente está trabajando por 2 pesos. Muchos de los que vienen a comer acá laburan, pero todo es precario. Eso sí: el tema hambre no cambia”.
Cada vez llegaban a participar más vecinos y vecinas de la zona. Y el lugar les estaba quedando chico. Decidieron ampliar a un merendero por las tardes. Todavía con el dolor de la Masacre de Avellaneda en el cuerpo, lo bautizaron Darío Santillán en honor al piquetero asesinado junto a Maximiliano Kosteki, ese 26 de junio de 2002. A 50 metros, sobre México, encontraron un inmueble abandonado. “Era una especie de terreno baldío, totalmente deteriorado, pero planteamos la apertura al barrio y lo coordinamos nosotros mismos. Tuvimos discusiones. Algunos integrantes de la organización no querían porque decían que no éramos una sociedad de fomento. Otros tenían miedo porque, en época de saqueos, que bajaran raciones de alimentos cuando la gente no tenía para comer, era una responsabilidad enorme. Pero todo lo discutimos”.
La esquina, entonces, ya no fue una más. Era la Asamblea de San Telmo.

Lindo quilombo: La Asamblea de San Telmo

Sobre hambre & estafas

Es viernes por la tarde, afuera la fría garúa se convierte en lluvia y en México 640 hay unos cincuenta niñes tomando mate cocido, comiendo magdalenas, pintando y dibujando. Pero en el Centro Comunitario y Cooperativo de la Asamblea algunos también están preocupados: alguien se llevó por error la pelota del metegol. Por eso, alrededor de la cancha, unos seis niños hacen molinete a un cubo de plástico, que vuela por los aires. En general, todos los días el merendero alimenta a 200 niñes del barrio. Las vacaciones de invierno aplacan la demanda, pero solo por dos semanas.
Mayra Soberón llegó al merendero por sus niñes: tiene una hija de 4 y otro de 12. “En ese momento estaban haciendo grupo de terapia para mujeres. Empecé. Tenía problemas de violencia con el papá de mis hijos. Logré separarme”. Una de las compañeras le ofreció que la reemplazara en el merendero: debía ocuparse de la atención y hacer la leche. Aceptó: ese mes se convirtió en cuatro años. Hoy es una de las familias que viven en el edificio, estudia Psicología Social y sigue en el local: con les niñes también juega, canta, hace de “payasa”, de psicóloga y a veces de mamá. “La organización tiene un eje claro: la contención. Y estar es un beneficio: en lo económico y también en lo habitacional”.
Como Mayra, muchas madres llegan para acompañar a sus hijes y así poder tomar algo. Una de ellas es Diana, 33 años, que viene todos los días desde 2014 de 16:30 a 18:30 con sus hijas Ámbar (año y medio) y Génesis (7). “Es muy importante para mí. Venimos siempre a la salida del colegio. Acá toman la leche, juegan, aprenden, tienen apoyo escolar. Es un espacio para ellas. Y un apoyo para nosotras, las madres, fundamental. Es muy triste que el lugar tenga que pasar por esta situación”.
La situación es lo que explica el volante que entregó Sonia frente a la inmobiliaria. En octubre de 2018 un vecino se enteró de la sucesión del inmueble a través de los diarios. Casafú explica: “Al principio pensamos que Martul era una persona física común y corriente que tenía la idea de plantear que iba a hacer algo familiar. Una carpintería, había dicho. Después, se fue sincerando: su idea era hacer un edificio”. La Asamblea propuso una negociación para tener un tiempo prudencial de mudanza. “Al tiempo nos llega una notificación de desalojo. Entonces vimos que Martul era un grupo inmobiliario, que ya estaba jugando con otros intereses. Nos planteamos algo: resistir”.
Todos los jueves empezaron a marchar hasta la inmobiliaria. Allí van no solo los integrantes de la organización y las 20 familias que viven en la casona, sino también les niñes del merendero, sus madres, los trabajadores precarizados y las personas en situación de calle que comen todos los días en el comedor. El 15 de julio tuvieron una audiencia en la que participaron también organismos del Estado. “El juez entendió la complejidad, y por eso propuso una nueva audiencia para octubre”.
Lo recibieron como una buena noticia. Casafú explica por qué: “Pone en juego la discusión de esta construcción. Este lugar lo remodelamos nosotros. Instalamos el gas. Pusimos el piso. Mejoramos la instalación. Si uno lo pone en montos económicos, es un número importante: 50 mil dólares, entre 2003 y 2019, es lo estimado por los gastos de lo que fuimos reparando. Porque, además, la compra que este grupo hizo con nosotros adentro, fue de un monto totalmente inferior al costo real: pagaron 110 mil dólares por 400 metros cuadrados, cuando, según lo estipulado, el inmueble ronda los 500 mil”.

Política de vida

Lindo quilombo: La Asamblea de San Telmo

La pieza en la que vive María Luisa de Angelis es tan solo una de las 20 del edificio, pero también es algo más. Los memoriosos cuentan que el comedor de la Asamblea se fue tejiendo alrededor de la cocina de Luisa, la Yiya, y por eso el peso de sus palabras invita a la memoria colectiva: “A mí me cuesta mucho dejar este lugar. No puedo decirte lo que me pasa dentro mío. Tengo ochenta y pico. Pero te digo algo: es la vida”.
Yiya llegó hace unos 15 años gracias a una joven que le dijo: “¿Por qué no va a la Asamblea? Usted es medio revolucionaria. Va a encajar ahí”. Yiya fuma y se ríe. En los 70 era delegada del gremio de la Sanidad en el Sanatorio Mitre. Fue una de las militantes combativas que le ganó las elecciones a la burocracia de un gremio autoritario y machista, que quemó las urnas tras la votación. Luego vino el golpe, y las delegadas mujeres nunca pudieron asumir. “Entraron los militares. Tengo compañeros desaparecidos, compañeros muertos. Cuando vivía en un hotel con mi marido, cerca de Congreso, metía a muchachos y muchachas debajo de la cama cuando venía la requisa. De todo eso me acuerdo cuando estoy ahora en esta pieza. Mirá si no será la vida”. Se emociona cuando recuerda esa época, pero no es posible entender esa historia sin pasar por allí: en esos años conoció a Rubén Saboulard, referente de la Asamblea, quien la invitó a quedarse: “A la Asamblea le debo todo. Te cobija sin preguntarte nada. Y eso, hoy en día, es muy importante”.
A su lado, sentada en la cama, está Naty Menstrual. Ella es artista: escribe crónicas, aguafuertes, poesía, monólogos. También es actriz y performer. Hace shows estilo performance y café concert, entre otros lugares, en MU Trinchera Boutique. Y también, desde 2009, vende sus remeras y muñecas en la Feria de San Telmo, en un puesto sobre el Pasaje Giuffra que gestiona la Asamblea. La posibilidad de vivir en el edificio también surgió hablando con Rubén. “Recién empezaba a travestirme. En la casa de mis viejos tenía que vivir como ellos decían: no podía andar de tacos y pollerita. Era una situación horrible y difícil. En la feria, una vez, llegó una feriante que dijo: ‘No quiero que me pongas al lado del travesti’. Rubén la frenó de una. Eso me quedó grabado. Y con el problema de vivienda, me ofrecieron un lugar en el entrepiso del local”. Naty vive allí desde entonces.
La mesa se completa con María Brizuela, mamá de Analía. También era feriante: vendía ropa usada y lo que pudiera conseguir. Luego, encontró un trabajo de limpieza. También limpia en el edificio. Y suma un aspecto central: “La Asamblea dio lugar para que la gente pueda acceder a una vivienda de una forma que, si no, no podría costear”. Da un ejemplo: una amiga le contó que le están cobrando 15 mil pesos por una pieza con un baño en un hotel en San Telmo. Aquí pagan 2.000 pesos, contando servicios.
Algunos datos del 2° Censo Popular -realizado por organizaciones sociales y organismos de derechos humanos- ayudan a entender el peso político de este tejido:

  • En la Ciudad existen 7.251 personas en situación de calle.
  • Más de 5.400 duermen en plazas, veredas o entradas de edificios.
  • 871 son niñes y adolescentes.
  • 8 de cada 10 son varones. El 19% son mujeres (40 están embarazadas). El 1% declaró ser travesti/trans.
  • Los fríos números representan un aumento del 65% respecto a 2017.

Yiya: “A muchos les molesta ver a los pobres. Yo les contesto: ‘Llevalos entonces a tu casa y dales de comer’. Son compatriotas que el sistema dejó afuera”. Analía suma: “Lo más jodido es la naturalización del desalojo para hacer los negocios que nos tienen acostumbrados. Porque nosotros partimos desde otro lugar: la solidaridad que nos permite sobrevivir y proyectar lo cotidiano que implica la comida, un techo y resolver cuestiones como bancar que un compañero quiera estudiar. Sin esa red, todo sería más complejo y la situación se desbordaría aún peor, porque a nosotros ya se nos desborda. Pero podemos seguir, porque no pensamos en individual: pensamos en colectivo”.
Son las 6 de la tarde y en el merendero empieza el taller de candombe que coordina Lindo Quilombo, un colectivo de comparsas autogestivas que realiza llamadas por las calles de Montserrat y San Telmo. Es otra de las actividades en el edificio de México 640. Carmen López, la coordinadora, marca el ritmo a lxs niñxs y cuenta la historia: “Esta es zona de candombes, zona de conventillos: de ahí vienen todos los niños. El momento de toque es especial. Encierra las dificultades que sufren hoy y se coordinan, se enseñan, se aprenden. Es un momento que tienen de ser felices”. Desde ese ojo, es posible escuchar qué nos grita en la cara esta historia pero, también, con qué música se le contesta.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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