CABA
Sagrados corazones. Clínica recuperada, en Hurlingham
Sesenta familias iniciaron el camino de conformar una cooperativa para recuperar las fuentes laborales de la Clínica Sagrado Corazón de Jesús, en Hurlingham. Tuvieron que afrontar despidos, salarios impagos, cierre de áreas, la precarización, amenazas de barras de Boca y River, y hasta impedir que los dueños levantaran un muro frente a la institución. ¿Cómo conseguían agua caliente y medicamentos? El comienzo de un camino donde se proponen recuperar mucho más que el trabajo. Y un panorama sobre cómo la autogestión puede mejorar a la salud pública. Por Lucas Pedulla.

Hay quienes dicen que se trata de la especialidad médico-quirúrgica que se encarga del abordaje de las enfermedades y lesiones que afectan a los huesos, músculos y tendones, pero cuando al técnico radiólogo Gustavo Scardacione lo encerraron con cinco barrabravas de Boca y de River en el consultorio de Traumatología de la Clínica Sagrado Corazón de Jesús, en Hurlingham, el consejo que le dieron no sonó a prevención profesional: “Sabemos dónde vivís y los movimientos de tus hijas. Fijate lo que hacés: el que avisa no traiciona”.
La escena ocurrió en 2016, no había pandemia. La salud –según las fuentes– no era considerada “esencial”, y habla de un momento en el que matones deambulaban por los pasillos de una institución sanitaria mientras la gerencia despedía a sus trabajadoras y trabajadores, al mismo tiempo que áreas como Obstetricia, Pediatría y Maternidad desaparecían.
Gustavo nació en esa misma clínica 52 años atrás, y allí se crio, donde su madre trabajó durante más de tres décadas como empleada administrativa. En 1998 ingresó en el área de Radiología, y en 2006, ya como delegado por la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA), empezó a formalizar las denuncias que junto a sus compañeros y compañeras visualizaban desde 2001,y que conformarían una tríada de vaciamiento durante los siguientes veinte años: pagos atrasados, aguinaldos inexistentes, insumos de fantasía.
En mayo de 2020 las condiciones llegaron al extremo cuando el PAMI, la obra social que brinda asistencia a más de 5 millones de jubilados de todo el país y que derivaba el 98% de los pacientes del Sagrado Corazón, rescindió el contrato con la clínica, luego de denuncias por las condiciones de atención a los afiliados.
Seis meses después, el hijo del dueño levantó un muro para sacar a la gerenciadora, y les dijo a lxs trabajadorxs que no la podía mantener más. Tampoco se haría cargo de la deuda millonaria en salarios. Y así, en plena crisis sanitaria, los responsables de la clínica más grande del municipio tapiaban un “elefante blanco” con disponibilidad de 120 camas.
Entonces, sus trabajadores y trabajadoras entraron.
Y así, a 52 años de su nacimiento en este lugar, Gustavo será el presidente de la Cooperativa Clínica Privada Ricchieri, que se propone recuperar algo más que el trabajo, en una historia que recién empieza a escribirse.
Vaciamiento y caderas rotas
La Clínica Sagrado Corazón de Jesús está ubicada en Ricchieri 1634, en el municipio de Hurlingham, al oeste del conurbano bonaerense. Ocupa media manzana y sobre sus paredes blancas, de cara a la calle, una leyenda grita: “Con la familia no se jode”. Dentro, más de 20 trabajadores y trabajadoras están realizando su segunda asamblea. Los pasillos vacíos guardan huellas del abandono que se mide en los escombros desparramados y en las camas vacías.
Gustavo abre un cuaderno en el que contabiliza la última parte del derrotero: “En noviembre de 2019 cobramos sueldo y medio. En diciembre, $5.500: 3.000 antes de las fiestas y el resto antes de Año Nuevo. En enero de 2020, $1.400. En febrero, $7.700, y a fin de mes completamos hasta $15.000. En marzo, $5.000, y otros $15.000 a fin de mes. El 4 de mayo, un proporcional, y el 29 de mayo fue el último pago que nos hicieron: $1.000”. Cuentan que de 170 profesionales que supieron ser, a mayo llegaron a 100: la deuda total la calculan en 50 millones de pesos.
A pesar de los cambios de gerenciamiento, la clínica mantuvo la razón social, pero la situación fue precarizándose a través de los años y las especialidades se redujeron: “Quedamos PAMI-dependientes: el 98% de los pacientes que teníamos nos llegaban de PAMI”. En la comunidad, un mote pesado comenzó a ceñirse sobre la clínica, como ocurre con muchas instituciones del conurbano que trabajan con PAMI: la llamaban “Camino al Cielo”. En Facebook hay armados grupos de familiares que denunciaban las condiciones sanitarias y de atención, que llegó a su punto máximo cuando en mayo del año pasado el subdirector del PAMI y extitular del Consejo Deliberante de Hurlingham, Martín Rodríguez, anunció que la obra social rescindía el contrato.
La precarización narrada por lxs trabajadorxs se conjugaba con el estado de salud de los jubilados con esa obra social. En 2017, dos enfermeras despedidas denunciaron ante el Concejo local las irregularidades, como consigna una nota en el portal local Oeste Noticias: “Cada enfermero atendía 20 pacientes por turno, con los despidos la clínica quedó con 2 enfermeros para atender 50 pacientes”, denunciaron.
Liliana Cabrera, 45 años, 7 como enfermera, completa a MU: “La falta de insumos era terrible y lo padecés con el paciente y los familiares, que no lo saben y te increpan. Trabajábamos con todos gerontes y los pañales eran una necesidad básica: con suerte daban 25 para una guardia de 12 horas y teníamos que seleccionar las horas donde cambiar, cuando a cada adulto hay que cambiarlo cada 3 o 4. Tampoco teníamos sábanas. Son pacientes muy añosos, muchas veces los traen de los geriátricos en muy malas condiciones, con escaras, con sarna”.
Mónica Cárdenas, 39 años, 15 como mucama: “Daban un litro de lavandina para un edificio de dos plantas. Vivía comprando perfume, lavandina y trapos de piso”.
Marianela Heintz –32– y Yanina Horno –28–, ambas técnicas en radiología: “El procesador de la máquina tiene un revelador, fijador y agua. Se tiene que cambiar cada 15 días, si no se empieza a agotar, y cuanto más pasa, menos nítida es la imagen. Cuando perdés nitidez, perdés un montón de patologías. No solo no entregaban los líquidos sino que tampoco había placas de tamaño grande, por lo que hacías malabares para sacarlas como podías y ver dónde es que dolía más. Hemos llegado a entregar placas sin diagnosticar. Y había placas con fracturas de cadera groseras que no se podían ver. Imaginate las cosas chicas”.
Martín Jansen, 37 años, 17 en laboratorio: “El laboratorio era lo único que más o menos funcionaba, porque era tercerizado, y podíamos prestarles insumos a otras áreas”.
Paula Giménez, 46 años, 3 en Hemoterapia: “Teníamos que hacer vaquita para poder almorzar. Algunas chicas tenían marido u otro trabajo, pero otras no podían pagar”. Liliana suma: “Yo salía cargada de mi casa con mate, té, café y pava eléctrica porque no tenía nada para hacer guardias de 12 horas”. La pava eléctrica –cuentan–no era solo para el mate: “Como no teníamos agua caliente, la higiene del paciente la hacíamos calentando agua en la pava”.
Algunas hasta tenían que traer medicamentos de otros lugares. Petrona Zapata, 69 años, 24 como enfermera, era una de ellas: “Muchos tenían que tomar Levotiroxina, un medicamento para la tiroides, que se toma sí o sí en ayunas, pero no había”.
¿Y qué hacías?
–Les daba de la mía.
Pandemia Barrabrava
María Duarte dice que se llama así, pero sin el Eva y sin el Perón. Tiene 60 años, 16 como administrativa, y una precisión para lo que viene: “Lo más importante es que estemos organizados y seamos compañeros. El resto viene después”.
Gustavo cuenta que recuperar este “elefante blanco” es crucial para el distrito: “Es una clínica con 120 camas. En Hurlingham está el Hospitalito, que tiene 20 camas y 6 de terapia, pero después no tenés otro lugar asistencial, ni público ni privado”.
Cuentan que el intento de levantar un muro en la entrada derribó todas las máscaras. Eduardo Gil, 58 años, 4 como empleado de mantenimiento y seguridad, estaba de guardia esa mañana: “Fue en noviembre. Eran las 7 de la mañana. Empujan la puerta y el dueño me dice que agarre mis cosas y me vaya. Estaban también algunos de los barrabravas. Se me meten adentro del auto. Me dice: ‘Más vale hacé caso porque te van a llevar a cualquier lado’”. Lo llevaron hasta una estación de servicio y le quisieron dar plata para que no hablara. Dijo que no.
Avisado, Gustavo llegó a la clínica y discutió con el hijo del dueño, que le reconoció que no les pagaría un centavo. Allí arrancó un sueño que hoy se está formalizando.
Por qué una cooperativa: “Vimos que esto iba a quedar vacío y nuestra intención era seguir con las fuentes laborales. Queremos seguir apostando. Hay compañeros y compañeras que están sin nada. Empecé a investigar, a indagar y a alimentar la expectativa de los que estamos acá”.
Son 60 familias que están apostando a este nuevo presente, con la perspectiva de sumar más. Conocieron al referente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, Eduardo Vasco Murúa, a cargo también de la Dirección Nacional del área en la Secretaría de Economía Social, que les brindó apoyo y asesoramiento, y ya se encuentran tramitando la matrícula ante el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social.
Luego, vendrá otro debate respecto al futuro, que ya se avizora: “Hay distintas propuestas de trabajo que están llegando. Hay algo que pasa en salud, que es muy feo, pero que lamentablemente funciona así: si vos trabajás con PAMI, hay otras obras sociales que ya no se acercan. Y el motivo es cruel: la gente joven no quiere estar al lado de la gente mayor. Así te lo manifiestan. Las que tienen PAMI están sentenciadas a tener solo PAMI. Si optamos por ese camino, tenemos las habitaciones y los equipos para funcionar. Hay muchas variables que tenemos que analizar en asamblea”.
Como sea, y a la espera de la matrícula, saben que ahora la decisión está en sus manos. Por eso, Gustavo grafica en una palabra lo que viene: “Ilusión”.
Salud & Autogestión
El Registro Nacional de Empresas Recuperadas (RENACER, dependiente de la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas) contabiliza ocho clínicas y/o sanatorios recuperados en todo el país. La Cooperativa Clínica Mosconi, en el partido bonaerense de Ensenada, recuperada en 2007, es un ejemplo. “Arrancamos siendo 55 y hoy somos 130, mientras que pasamos de 5.000 pacientes por mes a 23.000”, dimensiona su presidente, Salvador Espósito, los 14 años de recorrido autogestivo. “No fue fácil. Era esto o la calle, y hubo que salir a contarle al paciente de qué se trataba, porque esto era un desprestigio que nadie te cree”. La cooperativa hoy trabaja con PAMI, IOMA y mutuales varias. El secreto: “Lo primero que hay que hacer es empaparse de empatía, porque esto no es un kiosco, y el abuelo es el ser humano más desprestigiado por todos lados. Los rechazan, los discriminan, los usan. Y desde el amor al prójimo, desde ese cariño al abuelo, generamos trabajo”.
La calidad de atención mejoró, armaron un comedor, y tienen una ambulancia propia para llevar a les abueles de la clínica a sus casas, además de una camioneta para trasladar a profesionales en caso de contratiempos. “Somos dueños de nuestro propio destino y hace 14 años que somos una molestia para el mercado corporativo”, grafica Espósito.
Otro caso que demuestra la potencialidad del sector ocurrió en enero: la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) aprobó el primer test local que detecta Covid-19 en 5 minutos, desarrollado por el Conicet, pero que será producido y comercializado por la Cooperativa Farmacoop, el primer laboratorio recuperado del mundo, ubicado en Villa Luro. La gestión fue motorizada por la Dirección de Empresas Recuperadas de la Secretaría de Economía Social, y la inversión de capital (más de 100 mil dólares para importar tres máquinas de Estados Unidos) fue realizada por la empresa privada Alimentos Proteicos. “El objetivo es producir 100 mil por semana”, explica el presidente de Farmacoop, Bruno Di Marco. “Es el primer test de este estilo que se fabrica en el país, el resto son todos importados. También es la primera vez que el Conicet hace una transferencia de tecnología a una cooperativa. Es un ejemplo y un caso de éxito de una línea de trabajo que sostiene la Dirección, pero que en realidad es una política de todo el movimiento, y que implica Sustitución de Importaciones por Autogestión: identificar productos que se estén importando para poder fabricarlos en nuestro país. La idea es continuar para que el Estado facilite estos convenios, y desde las cooperativas, facilitar el espacio físico y el know-how”.
Según especifican, la herramienta se creó para hallar personas contagiadas y trazar redes de contacto.
Las características de producción –indican– son similares a las de los conocidos tests de embarazo.
El dispositivo se comercializará bajo el nombre de FarmaCov Test.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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