CABA
Rompiendo moldes
Un movimiento de trabajadores desocupados se convirtió en un espacio repleto de adolescentes que comparten otras formas de construir proyectos y alegrías. Cambiaron los piquetes por las performances artísticas y los reclamos de planes por festivales de rock y rebeldía. Y crearon su propia escuela, a la que bautizaron Diversalidad.
Mauro parece tímido, pero de pronto mira de frente y dice: “¿Por qué vengo a un movimiento? Porque se aprende albañilería. Y también se aprende a hacer amistades”. Mauro, 18, en la escuela era “inadaptado”.
Paula agrega: “Afuera te controlan todos: los profesores, los padres, la policía. Acá uno toma decisiones para hacer cosas todos juntos. Eso es libertad”. Paula, 19 años, era “violenta”.
Patricia informa: “La experiencia con los chicos es una de las cosas que nos confirman en la decisión de romper nuestro propio molde”. Patricia era “piquetera”.
Una de las amenazas más densas y soterradas que se ciernen sobre la humanidad, según es público y notorio, es la de las etiquetas.
Se etiqueta a alguien como “bueno”, “portero”, “santo”, “vendedor de seguros”, “malo”, “pobre”, “gordo”, “africano”, “intelectual”, “extranjero”, “proctólogo”, “trabajador”, “desocupado”, “chef”, o cualquier otra cosa en femenino o masculino (más etiquetas), y eso implica un sello. Una astucia moderna para eludir tales condenas consiste en usar varias etiquetas, pero el efecto es el mismo: algo vital queda sellado, encerrado en esa o esas palabras que conforman una identidad, individual o colectiva. Queda definido: es tal cosa. El rótulo delimita, determina, fija, modela y moldea. Usted es esto. Ustedes son aquello. Las etiquetas son un modo de momificar la vida, un aperitivo para abreviar el tour hacia el cementerio.
Uno de los dilemas de la batalla contra el sistema etiquetador es que no se libra sólo hacia afuera, hacia el conjunto de culturas, ideologías, poderes, personas e instituciones que intentan sellarnos. También es un asunto interno. Somos operadores del etiquetamiento de los demás y –lo que es aun más sorprendente– de nosotros mismos.
En Río Negro hay un grupo de gente porfiada, que ha decidido comenzar su propia batalla contra las definiciones que les y se habían impuesto –paradójicamente– como un modo de liberarse. Primero, salieron a romper su destino de desocupados, en la etapa más eficiente de exclusión social, vivida alrededor de 2001. Se hicieron piqueteros, salieron a las calles y las rutas a plantarse frente a esa predestinación de parálisis y empobrecimiento. Se organizaron como Movimiento de Trabajadores Desocupados (mtd) y libraron batallas inscriptas en la antología de la revuelta argentina. Ahora, están dedicándose a romper los moldes. La energía que supieron transmitirle a aquellas confrontaciones, hoy la ponen en el trabajo de recrear vínculos sociales en los barrios más pobres de Cipolletti, en inventar espacios culturales, de capacitación, y también de fiesta. De reflexión y de hip hop. De intervenciones callejeras, de pelea contra la degradación social y el paco, y de aprender a hacer amistades. Me dicen, para sintetizarlo: “Había que romper la cáscara”.
Burocracia del piquete
«¿Estamos haciendo lo que queremos, o estamos haciendo lo que quieren que hagamos?” Ese tipo de temibles preguntas disparó hace ya tres años una serie de debates en los Movimientos de Trabajadores de Desocupados de Cipolletti y Allen, en Río Negro, y comenzaron a producir múltiples hallazgos. Patricia, Erwin, Erardo, Vasco, Julieta, Olga y Andrés van narrando ese trayecto, y piden aparecer así, como una voz colectiva. “Se nos planteaba esta cuestión: ¿por qué llamarnos desocupados, si es lo que menos somos? Estamos muy ocupados tratando de mejorar la situación en la que estamos viviendo, la calidad de nuestras vidas. Queremos construir un proyecto de vida distinto. Y no queremos ser sólo trabajadores, sino estar abiertos a los estudiantes, profesionales, docentes, todos los que puedan hacer un aporte al cambio social”.
Pero hasta ese concepto que formaba parte de la genética de los mtd (“trabajo, dignidad y cambio social”) entró en crisis. “De golpe nos sentimos repitiendo el modelo de asistencialismo estatal. O sea, el centro de la lucha era por los planes sociales y la comida. Y la consigna ‘cambio social’ quedó vaciada. Un eslogan bonito”. Ronda el mate en el galpón que construyeron con el aporte crucial de chicas y chicos de lo que podría denominarse el “sub 20” de uno de los barrios más pobres de Cipolletti: Las 1.200 (lo llaman así porque se hizo a partir de 1.200 viviendas). “Éramos un movimiento defensivo, reivindicativo, que luchaba por los planes, por una forma de salir de la postración. Era la reivindicación de las tripas, pero eso mismo nos limitaba, achataba nuestra creatividad y no nos permitía tener un desenvolvimiento propio. Yo diría inclusive que hubo un modelo de mtd para el país, que fuimos gestando entre todos, pero se autorreproducía y se copiaba”.
¿Cómo era ese modelo?
Quedamos dentro de una lógica totalmente capturada por la política. Copiamos un modelo de organización atado al Estado, al asistencialismo y al piquete.
¿Al piquete?
Claro, porque había sido una herramienta válida en los 90 y poco más, pero para nosotros hubo una redefinición de los ámbitos y el carácter de las luchas, porque el piquete como forma se había malversado, desgastado y burocratizado. Ni qué decir ahora con los piquetes agrarios, que confirman lo que veníamos diciendo. Había que buscar otras formas de expresión, otras lógicas.
¿Por ejemplo?
Un producto concreto de todo este cambio fue cambiarnos el nombre: ahora nos llamamos Movimiento Social Dignidad. Lo más fuerte fue romper cierta añoranza por el piquete, la goma y la capucha, para abrirnos a lo que empezábamos a construir nosotros mismos.
¿De qué está hecho el poder?
Dignidad comenzó a entrelazarse cada vez más con movimientos feministas denunciando los asesinatos de mujeres en el sur, con organizaciones mapuches y sus reivindicaciones, con temas de medio ambiente, con los gremios docentes, los organismos de derechos humanos, y mantuvo la ya casi eterna reivindicación por mantener la fábrica de cerámicos Zanon sin patrón, so lo por nombrar algunas cosas por las que este movimiento se ha estado, justamente, moviendo. Inauguraron formas nuevas de participar en las marchas, creando representaciones y obras de teatro con muñecos de hasta cuatro metros de altura para señalar por ejemplo “el último día de libertad de los pueblos originarios”, que se instauró cada 11 de octubre. Le pusieron un parche al monumento a Colón, armaron carabelas y así recorrieron Cipolletti, actividad que luego fue convocada por diversas escuelas para entender el lado oculto de la historia. Otros enormes muñecos se han sumado a las marchas del 24 de marzo o recordando La Noche de los Lápices (la desaparición de estudiantes platenses que reclamaban por el boleto estudiantil durante la dictadura). Allí puede verse al Militar como una simple marioneta del Poder, encarnado por un muñeco gordo hecho con una estructura de hierro cubierta de gomaespuma, con el signo $ en la galera. La Justicia tiene la balanza inclinada siempre para el mismo lado y la venda no le tapa los ojos. Un muñecote con cabeza de televisor –los Medios– también es títere del gordo. El Político va de traje, con una urna en la mano y una nariz muy, muy larga. Y el Obispo absuelve a todos, que se persignan. La perfomance se completa con un cortejo fúnebre: la sociedad, el pueblo, las personas, que primero desfilan como muertas, pero luego empiezan a gritar, a cantar, a agruparse, hasta arrinconar al Poder. “A la gente le gustó mucho. También nos invitaron de los colegios para mostrar eso. Se enojaron algunos padres que eran jueces, pero la representación se hizo de todos modos” cuentan. “Salimos así de los clásicos actos de derechos humanos, con 20 grupos peleándose para decir cada uno su discurso. Salimos también de esas marchas a las que siempre van los mismos. Nos abrimos a algo nuevo”. Habían hecho una secuencia que denunciaba la historia de crímenes contra indígenas, la conquista del desierto, los anarquistas, la Patagonia rebelde, los negros y mulatos, los bombardeados del 55, los desaparecidos, los chicos de Malvinas, Darío y Maxi. Cuando ya casi estaba terminada, tuvieron que agregar a Carlos Fuentealba.
Andrés, un estudiante chileno de 20 años ya instalado en la zona del Comahue, describe: “Para mí es una forma de participación re linda, donde se deja un mensaje sin caer en lo retórico y lo panfletario. Esto es un modo totalmente diferente de acción y, a la vez, de relación entre nosotros. De romper esa violencia y maltrato que hay en la sociedad”.
Donde los arqueros no llegan
La búsqueda generó otros hallazgos. El más notorio es el recambio de generaciones que le dio al movimiento nuevos horizontes. El cambio puede resumirse en la creación del Festival de las Rebeldías: “La idea surgió un poco por eso de que en todas partes, después de Cromañón, las bandas no tenían donde tocar, pero también porque todos los espacios de diversión son disciplinarios, con policías y patovicas, o carísimos para los chicos. El festival fue totalmente autogestionado por los chicos y se convirtió así en otra apertura”. Entre otros, tocaron La Orquesta Roja, La Puta Madre, y Donde los arqueros no llegan.
El movimiento generó además talleres de murales, de hip hop y de música. Mantuvo proyectos productivos como el lavadero de autos o la panadería, y lanzó un ambicioso proyecto: la Diversalidad, un espacio de formación dentro del cual durante el ciclo 2008 se está realizando el Diplomado en Gestión de Medios de la Cátedra Autónoma de Comunicación Social de lavaca.
¿Cómo definir esta especie de celebración de lo diverso? “La Diversalidad es esa posibilidad de encuentro, de reflexión, de capacitación y también de fiestas, bailes y trabajo”.
Lógicamente, tanto movimiento produjo un desfasaje entre viejos integrantes del mtd, y las novedosas turbulencias que generaba semejante apertura. Hoy el Dignidad está formado por unas 80 familias, a las que se les ha sumado la sísmica incorporación de más de 60 chicos de los barrios Mapu y Las 1.200, que se reunen en el galpón donde funciona la Diversalidad.
La trituradora de vidas
Los chicos –esos flamantes integrantes del Dignidad– tienen entre 12 y 20 años. El movimiento ha establecido algunos acuerdos de comportamiento. “No violencia, no droga, no alcohol. Si vamos a celebrar se toma algo, pero sin pasarse” cuenta Erwin. Ahora, para la charla, se animan unos 20, que se sientan en ronda, como en la asamblea que hacen cada lunes. Algunas frases: “En el barrio hay mucha violencia”; “Los pibes se ponen locos con el paco”; “Les dijimos: acá podés cambiar la forma de ser”; “La gente es muy nerviosa. Acá no, acá hablamos”. Paula explica la diferencia entre las normas de convivencia que exigen en la escuela y las del Dignidad: “Acá es no insultarte, ayudar al otro, que los varones también cocinen y las mujeres también levanten paredes. Que no te mames. En la escuela ‘comportamiento’ es solamente que no les faltes el respeto a los profesores”.
Espacio abierto
El grupo de viejos integrantes del Dignidad está con todas las antenas paradas frente a este nuevo aspecto de su militancia. “Se ve clarito la trituradora de carne que es el capitalismo. Los chicos se van contagiando de toda esa porquería: violencia, machismo, desvalorización. La manifestación de lo destructivo, el reviente, quemarse la vida en una dinámica social de mierda, que empieza por ser lo que se ve en los medios. Aquí empiezan a ver que hay otra posibilidad”. ¿Cuál es? “Construir actitudes, y para eso, uno mismo tiene que poder dar el ejemplo. ¿Cómo? Por ejemplo evitando que la asamblea sea un espacio de hipocresía y mensajes tramposos. Dijimos: más allá de los discursos vamos a leer los cuerpos. Ver qué nos están diciendo con lo que hacen más que con lo que dicen”.
En este lugar, al sur del sur, los más chiquilines no hablan de política. Quizá haya que leerles los cuerpos, y entender la gramática de las risas cuando van a preparar juntos la próxima comida, la sintaxis del entusiasmo cuando ajustan un equipito de música para un futuro festival, y la conjugación de un futuro que no está etiquetado: mañana hay un encuentro de la Diversalidad.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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