CABA
Rompiendo moldes
Un movimiento de trabajadores desocupados se convirtió en un espacio repleto de adolescentes que comparten otras formas de construir proyectos y alegrías. Cambiaron los piquetes por las performances artísticas y los reclamos de planes por festivales de rock y rebeldía. Y crearon su propia escuela, a la que bautizaron Diversalidad.
Mauro parece tímido, pero de pronto mira de frente y dice: “¿Por qué vengo a un movimiento? Porque se aprende albañilería. Y también se aprende a hacer amistades”. Mauro, 18, en la escuela era “inadaptado”.
Paula agrega: “Afuera te controlan todos: los profesores, los padres, la policía. Acá uno toma decisiones para hacer cosas todos juntos. Eso es libertad”. Paula, 19 años, era “violenta”.
Patricia informa: “La experiencia con los chicos es una de las cosas que nos confirman en la decisión de romper nuestro propio molde”. Patricia era “piquetera”.
Una de las amenazas más densas y soterradas que se ciernen sobre la humanidad, según es público y notorio, es la de las etiquetas.
Se etiqueta a alguien como “bueno”, “portero”, “santo”, “vendedor de seguros”, “malo”, “pobre”, “gordo”, “africano”, “intelectual”, “extranjero”, “proctólogo”, “trabajador”, “desocupado”, “chef”, o cualquier otra cosa en femenino o masculino (más etiquetas), y eso implica un sello. Una astucia moderna para eludir tales condenas consiste en usar varias etiquetas, pero el efecto es el mismo: algo vital queda sellado, encerrado en esa o esas palabras que conforman una identidad, individual o colectiva. Queda definido: es tal cosa. El rótulo delimita, determina, fija, modela y moldea. Usted es esto. Ustedes son aquello. Las etiquetas son un modo de momificar la vida, un aperitivo para abreviar el tour hacia el cementerio.
Uno de los dilemas de la batalla contra el sistema etiquetador es que no se libra sólo hacia afuera, hacia el conjunto de culturas, ideologías, poderes, personas e instituciones que intentan sellarnos. También es un asunto interno. Somos operadores del etiquetamiento de los demás y –lo que es aun más sorprendente– de nosotros mismos.
En Río Negro hay un grupo de gente porfiada, que ha decidido comenzar su propia batalla contra las definiciones que les y se habían impuesto –paradójicamente– como un modo de liberarse. Primero, salieron a romper su destino de desocupados, en la etapa más eficiente de exclusión social, vivida alrededor de 2001. Se hicieron piqueteros, salieron a las calles y las rutas a plantarse frente a esa predestinación de parálisis y empobrecimiento. Se organizaron como Movimiento de Trabajadores Desocupados (mtd) y libraron batallas inscriptas en la antología de la revuelta argentina. Ahora, están dedicándose a romper los moldes. La energía que supieron transmitirle a aquellas confrontaciones, hoy la ponen en el trabajo de recrear vínculos sociales en los barrios más pobres de Cipolletti, en inventar espacios culturales, de capacitación, y también de fiesta. De reflexión y de hip hop. De intervenciones callejeras, de pelea contra la degradación social y el paco, y de aprender a hacer amistades. Me dicen, para sintetizarlo: “Había que romper la cáscara”.
Burocracia del piquete
«¿Estamos haciendo lo que queremos, o estamos haciendo lo que quieren que hagamos?” Ese tipo de temibles preguntas disparó hace ya tres años una serie de debates en los Movimientos de Trabajadores de Desocupados de Cipolletti y Allen, en Río Negro, y comenzaron a producir múltiples hallazgos. Patricia, Erwin, Erardo, Vasco, Julieta, Olga y Andrés van narrando ese trayecto, y piden aparecer así, como una voz colectiva. “Se nos planteaba esta cuestión: ¿por qué llamarnos desocupados, si es lo que menos somos? Estamos muy ocupados tratando de mejorar la situación en la que estamos viviendo, la calidad de nuestras vidas. Queremos construir un proyecto de vida distinto. Y no queremos ser sólo trabajadores, sino estar abiertos a los estudiantes, profesionales, docentes, todos los que puedan hacer un aporte al cambio social”.
Pero hasta ese concepto que formaba parte de la genética de los mtd (“trabajo, dignidad y cambio social”) entró en crisis. “De golpe nos sentimos repitiendo el modelo de asistencialismo estatal. O sea, el centro de la lucha era por los planes sociales y la comida. Y la consigna ‘cambio social’ quedó vaciada. Un eslogan bonito”. Ronda el mate en el galpón que construyeron con el aporte crucial de chicas y chicos de lo que podría denominarse el “sub 20” de uno de los barrios más pobres de Cipolletti: Las 1.200 (lo llaman así porque se hizo a partir de 1.200 viviendas). “Éramos un movimiento defensivo, reivindicativo, que luchaba por los planes, por una forma de salir de la postración. Era la reivindicación de las tripas, pero eso mismo nos limitaba, achataba nuestra creatividad y no nos permitía tener un desenvolvimiento propio. Yo diría inclusive que hubo un modelo de mtd para el país, que fuimos gestando entre todos, pero se autorreproducía y se copiaba”.
¿Cómo era ese modelo?
Quedamos dentro de una lógica totalmente capturada por la política. Copiamos un modelo de organización atado al Estado, al asistencialismo y al piquete.
¿Al piquete?
Claro, porque había sido una herramienta válida en los 90 y poco más, pero para nosotros hubo una redefinición de los ámbitos y el carácter de las luchas, porque el piquete como forma se había malversado, desgastado y burocratizado. Ni qué decir ahora con los piquetes agrarios, que confirman lo que veníamos diciendo. Había que buscar otras formas de expresión, otras lógicas.
¿Por ejemplo?
Un producto concreto de todo este cambio fue cambiarnos el nombre: ahora nos llamamos Movimiento Social Dignidad. Lo más fuerte fue romper cierta añoranza por el piquete, la goma y la capucha, para abrirnos a lo que empezábamos a construir nosotros mismos.
¿De qué está hecho el poder?
Dignidad comenzó a entrelazarse cada vez más con movimientos feministas denunciando los asesinatos de mujeres en el sur, con organizaciones mapuches y sus reivindicaciones, con temas de medio ambiente, con los gremios docentes, los organismos de derechos humanos, y mantuvo la ya casi eterna reivindicación por mantener la fábrica de cerámicos Zanon sin patrón, so lo por nombrar algunas cosas por las que este movimiento se ha estado, justamente, moviendo. Inauguraron formas nuevas de participar en las marchas, creando representaciones y obras de teatro con muñecos de hasta cuatro metros de altura para señalar por ejemplo “el último día de libertad de los pueblos originarios”, que se instauró cada 11 de octubre. Le pusieron un parche al monumento a Colón, armaron carabelas y así recorrieron Cipolletti, actividad que luego fue convocada por diversas escuelas para entender el lado oculto de la historia. Otros enormes muñecos se han sumado a las marchas del 24 de marzo o recordando La Noche de los Lápices (la desaparición de estudiantes platenses que reclamaban por el boleto estudiantil durante la dictadura). Allí puede verse al Militar como una simple marioneta del Poder, encarnado por un muñeco gordo hecho con una estructura de hierro cubierta de gomaespuma, con el signo $ en la galera. La Justicia tiene la balanza inclinada siempre para el mismo lado y la venda no le tapa los ojos. Un muñecote con cabeza de televisor –los Medios– también es títere del gordo. El Político va de traje, con una urna en la mano y una nariz muy, muy larga. Y el Obispo absuelve a todos, que se persignan. La perfomance se completa con un cortejo fúnebre: la sociedad, el pueblo, las personas, que primero desfilan como muertas, pero luego empiezan a gritar, a cantar, a agruparse, hasta arrinconar al Poder. “A la gente le gustó mucho. También nos invitaron de los colegios para mostrar eso. Se enojaron algunos padres que eran jueces, pero la representación se hizo de todos modos” cuentan. “Salimos así de los clásicos actos de derechos humanos, con 20 grupos peleándose para decir cada uno su discurso. Salimos también de esas marchas a las que siempre van los mismos. Nos abrimos a algo nuevo”. Habían hecho una secuencia que denunciaba la historia de crímenes contra indígenas, la conquista del desierto, los anarquistas, la Patagonia rebelde, los negros y mulatos, los bombardeados del 55, los desaparecidos, los chicos de Malvinas, Darío y Maxi. Cuando ya casi estaba terminada, tuvieron que agregar a Carlos Fuentealba.
Andrés, un estudiante chileno de 20 años ya instalado en la zona del Comahue, describe: “Para mí es una forma de participación re linda, donde se deja un mensaje sin caer en lo retórico y lo panfletario. Esto es un modo totalmente diferente de acción y, a la vez, de relación entre nosotros. De romper esa violencia y maltrato que hay en la sociedad”.
Donde los arqueros no llegan
La búsqueda generó otros hallazgos. El más notorio es el recambio de generaciones que le dio al movimiento nuevos horizontes. El cambio puede resumirse en la creación del Festival de las Rebeldías: “La idea surgió un poco por eso de que en todas partes, después de Cromañón, las bandas no tenían donde tocar, pero también porque todos los espacios de diversión son disciplinarios, con policías y patovicas, o carísimos para los chicos. El festival fue totalmente autogestionado por los chicos y se convirtió así en otra apertura”. Entre otros, tocaron La Orquesta Roja, La Puta Madre, y Donde los arqueros no llegan.
El movimiento generó además talleres de murales, de hip hop y de música. Mantuvo proyectos productivos como el lavadero de autos o la panadería, y lanzó un ambicioso proyecto: la Diversalidad, un espacio de formación dentro del cual durante el ciclo 2008 se está realizando el Diplomado en Gestión de Medios de la Cátedra Autónoma de Comunicación Social de lavaca.
¿Cómo definir esta especie de celebración de lo diverso? “La Diversalidad es esa posibilidad de encuentro, de reflexión, de capacitación y también de fiestas, bailes y trabajo”.
Lógicamente, tanto movimiento produjo un desfasaje entre viejos integrantes del mtd, y las novedosas turbulencias que generaba semejante apertura. Hoy el Dignidad está formado por unas 80 familias, a las que se les ha sumado la sísmica incorporación de más de 60 chicos de los barrios Mapu y Las 1.200, que se reunen en el galpón donde funciona la Diversalidad.
La trituradora de vidas
Los chicos –esos flamantes integrantes del Dignidad– tienen entre 12 y 20 años. El movimiento ha establecido algunos acuerdos de comportamiento. “No violencia, no droga, no alcohol. Si vamos a celebrar se toma algo, pero sin pasarse” cuenta Erwin. Ahora, para la charla, se animan unos 20, que se sientan en ronda, como en la asamblea que hacen cada lunes. Algunas frases: “En el barrio hay mucha violencia”; “Los pibes se ponen locos con el paco”; “Les dijimos: acá podés cambiar la forma de ser”; “La gente es muy nerviosa. Acá no, acá hablamos”. Paula explica la diferencia entre las normas de convivencia que exigen en la escuela y las del Dignidad: “Acá es no insultarte, ayudar al otro, que los varones también cocinen y las mujeres también levanten paredes. Que no te mames. En la escuela ‘comportamiento’ es solamente que no les faltes el respeto a los profesores”.
Espacio abierto
El grupo de viejos integrantes del Dignidad está con todas las antenas paradas frente a este nuevo aspecto de su militancia. “Se ve clarito la trituradora de carne que es el capitalismo. Los chicos se van contagiando de toda esa porquería: violencia, machismo, desvalorización. La manifestación de lo destructivo, el reviente, quemarse la vida en una dinámica social de mierda, que empieza por ser lo que se ve en los medios. Aquí empiezan a ver que hay otra posibilidad”. ¿Cuál es? “Construir actitudes, y para eso, uno mismo tiene que poder dar el ejemplo. ¿Cómo? Por ejemplo evitando que la asamblea sea un espacio de hipocresía y mensajes tramposos. Dijimos: más allá de los discursos vamos a leer los cuerpos. Ver qué nos están diciendo con lo que hacen más que con lo que dicen”.
En este lugar, al sur del sur, los más chiquilines no hablan de política. Quizá haya que leerles los cuerpos, y entender la gramática de las risas cuando van a preparar juntos la próxima comida, la sintaxis del entusiasmo cuando ajustan un equipito de música para un futuro festival, y la conjugación de un futuro que no está etiquetado: mañana hay un encuentro de la Diversalidad.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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