Por Susy Shock. Ilustración: Anahí Bazán Jara.

Quizás una de las cosas mas fuertes de este viaje, más conmovedora, haya sido el momento en que las familias de las infancias trans, nos las trajeron, decididas que debían viajar con nosotras, esos pichones cuidados en nidos que intentan, pese a lo aprendido,  no dejar de abrazar,  acompañar sus pasos a medida que cada crianza dice NO y entonces ese papá y esa mamá, hasta allí moldeadas sus cabecitas de la única forma en la que te la hacen, con esos patrones binarios asfixiantes, que no pueden ver otra cosa que no sea binarismo, se levantan y arrinconan al miedo y a la vergüenza y vuelan junto a sus retoños cuando sus retoños vuelan. Y eso les hace merecedores de nuestro amor infinito trava, porque ojalá este tren lleno de muchas de nosotras, curtidas, les hayamos tenido en el regazo de esa infancia perdida, ojalá la canción de cuna hubiera existido y hubiera salido de sus bocas amorosas y no de la censura y el abandono que portamos cada una. Porque la cuna paki expulsa y lastima, y no se hace cargo, ningún cargo, aunque muchas de nosotras a lo largo de la vida, intentemos unir esos cabos después, hasta para darle una vejez digna a los mismos que nos expulsaron de ese nido, porque no les cumplimos el mandato, no les doramos la píldora paki de ese fracaso e intentamos ser nosotras mismas. “¡Ojalá hubiera sido mi vieja Gaby!”, grita la Misha que recibe a Luanita en sus brazos y la lleva al vagón del medio a donde se van sumando tantas y tantas crianzas, que se saludan divertidas, se reconocen en el brillo trans del abrazo, y esa mamá no llora porque sabe que es lo justo, que ella vaya con nosotras, que hasta acá es lo que pudieron, aunque lo pusieron todo, ahora el mundo nuevo es el de ustedes, dice esta leona que sabe que en este tren hay una esperanza, que si hay futuro, es triste y rotundamente solo entre nosotras.

“No voy a parar hasta que estas polillitas lleguen a destino, si antes lo soñaba para nosotras, ahora me agiganta las ganas de que sea para todas”, dice la Misha y se arrodilla con las crianzas y propone una ronda de presentaciones y que cada cual diga su color preferido y ruedan las galletas sabrosas y el mate cocido y un sueño magenta envuelve a ese tren que hasta parece que le nacen alas.