CABA
¿Qué pasó con Camila? Santa Fe: un femicidio que se intenta ocultar
Camila Flores se fue de San Fernando a vivir en lo de su novio en Santa Fe, pero quiso volver durante la cuarentena porque algo no andaba bien. Antes de que sus padres la buscaran, el novio les envió un mensaje de Whatsapp para decirles que se había suicidado. Ellos habían hablado con ella minutos antes. Los testimonios que revelan el contexto de violencia machista, la causa que no investiga lo que en verdad pasó y el reclamo por una investigación independiente, a kilómetros de distancia. Por Delfina Pedelacq.

La provincia de Santa Fe. El pueblo tiene unas treinta cuadras y está atravesado por la ruta provincial 23.
Tenía 19 años cuando armó la valija y comenzó el viaje. Analía cuenta que en un principio sería solo una visita, pero que después les dijo que se quedaría allá, viviendo con él y su familia. Seis meses después volvió para festejar su cumpleaños, el 5 de febrero de 2020. Se quedó una semana en San Fernando y volvió con su novio. Desde ese momento y con el comienzo de la pandemia y la reducción de la circulación, Camila no regresó.
Diez meses después, el miércoles 9 de diciembre de 2020, cerca de las 23.30hs, Camila se comunicó con su madre para contarle que se quería volver, que “la estaba pasando horrible” pero que no sabía cómo tenía que gestionar el pase sanitario que le permitiría circular. “Le conté cómo era que tenía que bajar la aplicación Cuidar, la bajó pero estaba tan nerviosa que no podía hacer el permiso”, cuenta Analía.
La hora de muerte está fijada a las 00.00 horas del jueves 10 de diciembre, día siguiente de la llamada. Nueve minutos antes habló por teléfono con su madre. “Le dije que me pase el teléfono con Damián. Ella estaba en el baño y yo insistí para hablar con él. Lo que yo quería decirle era que me la cuidara, que la pusiera en un micro y me la mandara o espere que yo la vaya a buscar, se lo quería decir a él, para que ella no se ponga nerviosa” explica Analia. Antes de cortar el teléfono, Camila dijo que en diez minutos la volvería a llamar.
La pregunta es qué sucedió con Camila en ese lapso de diez minutos. “Hacía un ratito nos habíamos acostado, ya estábamos decididos que la íbamos a ir a buscar” cuenta José. Cerca de la 1.30 de la madrugada llegó un mensaje de audio donde Boetti, con una falsa congoja, anunciaba que Camila se había suicidado. Así, sin más que un audio de Whatsapp.
En ese mismo instante, José llama por teléfono. Después de un rato sonando atiende la hermana de Damián Boetti, que es policía en el pueblo. “Pasame con mi hija que quiero hablar con ella” manifiesta José esperando que lo que ese audio expresaba fuese una mentira. Después de una pausa, contesta: “Ella murió” y corta la comunicación. “Volví a llamar y ya nadie atendió”, recuerda José mientras se lleva las dos manos a la cabeza y las desliza por la cara para frotarse los ojos.
En el lugar donde supuestamente Camila se suicidó hay cámaras, pero la familia nunca pudo acceder a ese registro. Después de trasladar el cuerpo de Camila a San Fernando, se solicitó la exhumación y fue llevado nuevamente a Santa Fe. El 4 de enero un portal de noticias de la provincia confirmó que el resultado parcial de la autopsia había determinado “suicidio”. Pero estos resultados nunca fueron comunicados a la familia. La fiscal Hemilce de los Milagros Fissora brindó información a los medios de comunicación antes que a la familia, lo cual los motivó a que se pidiera su apartamiento de la causa.
“Suicidio”, fue la conclusión que también firmó Fissora, al aceptar apresuradamente la determinación de la forense Marianela Barbero, sin siquiera haber realizado una autopsia. Mediante la ayuda de un abogado lograron que se la apartara, pero la fiscal actualmente a cargo, Favia Burella, hace un año que tiene la causa y, según la familia, “no hizo nada todavía”. En su momento la familia pidió que la autopsia se llevara adelante en un lugar neutral, ya que de ninguna manera creen que Camila se haya suicidado y porque en Santa Fe la complicidad de policías, fiscales y jueces que encubrieron a Damian Boetti se sigue sosteniendo.

Infierno grande
La familia de Camila sigue sin tener un abogado para afrontar esta pelea y sin siquiera saber el resultado final de la autopsia. El problema es en parte por la distancia: estando tan lejos tienen que conseguir un abogado con jurisdicción en Santa Fe pero también afirman que debe ser alguien que pueda hacerle frente a todo el entramado de complicidades en esa parte de la provincia, “y que se anime a todo lo que hay atrás: siempre que hay alguien que nos dice que nos va a ayudar, miran la causa y desaparecen”, cuenta Analía.
A partir de una convocatoria por redes sociales que inició la familia para realizar una marcha, diez días después de la muerte de su hija, vecinos y vecinas del pueblo San Guillermo se enteraron quién era Camila y de que tenía una familia. Ni siquiera sabían su nombre: la conocían como la “chica de pelo rojo”. A partir de esto se pusieron en contacto para contar lo que habían visto y lo que sabían; “de antemano afirmaron tener miedo”.
“La gente nos dijo que vieron salir a Damian Boetti con otras personas con un bulto en bolsas negras en una carretilla hacia el lugar donde después dijeron que Camila se suicidó”, revela la familia. También expresaron que había noches en las que los gritos y golpes dentro de esa casa se escuchaban en el barrio. Por más que las autoridades policiales hayan expresado que Camila no sufría violencia de género, varios testigos la vieron golpeada en distintas oportunidades. Camila llegó a contarles a algunas personas lo que estaba viviend. Nadie la ayudó.
Damián Boetti trabaja en la Municipalidad de San Guillermo cortando el pasto y arreglando los árboles; mucha gente le contó a la familia que a Camila la hacía hacer su trabajo. “La llevaba y ni una botella de agua le dejaba, la sacaba para eso nada más. No la dejaba tener contacto con nadie”.
Analía y José afirman tener suficientes pruebas de que Camila no se suicidó, y que en el pueblo hay siete muertes previas a la de Camila sin resolver, con la participación de la misma policía, fiscal y juez.
Desde octubre de 2021 Analía foma parte del colectivo “Familiares Sobrevivientes de Femicidio”, un grupo de familiares que se da cita los primeros miércoles de cada mes en la Plaza de Mayo para recordar a las víctimas y pedirle una reunión al Presidente. El objetivo es acercar una serie de propuestas, paridas desde la experiencia de haber pasado por situaciones de desidia, complicidad estatal e impunidad judicial. Si bien eso nunca se concretó – al cierre de esta edición iban 17 encuentros- Analía cuenta que es un espacio de contención para encontrarse con personas que están pasando o pasaron situaciones parecidas, y luchar en red por justicia.
Sobre su causa particular, cuenta: “Está todo como al principio, no avanzó nada”. Analía afirma que quienes llevan adelante la causa se comprometieron a investigar la idea de la “instigación al suicidio”. Pero luego de esa promesa, nadie les atiende el teléfono. Por eso están realizando un petitorio en el que le exigen a la fiscal que cualquier avance en la investigación sea comunicado a la familia. Analía: “La distancia nos juega en contra y hay tantos que quieren que las cosas queden así, en nada, que simplemente no sabemos cómo seguir”.

La voz de Camila
Camila medía 1.70 y tenía una contextura “grandota, como yo” cuenta José y señala uno de los tantos portarretratos que tienen en la pared del living. Sobre la biblioteca, llama la atención una de cuando visitó el zoológico de Luján, “mucho tiempo antes de que lo cerraran” dicen. Está sentada sobre un tronco con una sonrisa que le salta de la cara y dos guacamayos verdes y amarillos parados uno en cada hombro. Hay algo distintivo en todas las imágenes, algo que pareciera que las conecta: en todas las fotos Camila rodea con sus brazos el cuello de su padre o madre. “Vivía demostrándonos amor”, dicen.
“Era muy inocente: creía en las personas pero eso, esta vez, le jugó en contra” afirma Analía, mientras busca en su teléfono un video que quiere mostrar. “Iba al hospital de San Fernando con sus compañeras disfrazadas de payaso para hacer reír a la gente que estaba internada”, cuenta José y esboza una sonrisa.
Analía encuentra lo que estaba buscando en su teléfono y antes de darle play, anticipa: “Le gustaba mucho cantar”. El video retrata a Camila y a su padre sentados en dos reposeras; de fondo una carpa con la que habían salido de vacaciones a Entre Ríos, algunos años antes. José con los ojos cerrados y recostado sobre el respaldo disfruta la voz de su hija. Es una canción de Casi Angeles y por un momento Analía y José vuelven a ese instante, con los ojos vidriosos y una sonrisa apretada. Mientras Camila canta: “y si te vas, también me voy, y si no estas tampoco estoy y nada importa nada sirve nada vale, nada queda sin tu amor”.
El primer equipo de música se lo compraron con un objetivo: que pudiera practicar con su micrófono. “La habíamos anotado en la academia de Valeria Lynch, que tiene una sede en Tigre”. Fue un año y en el espectáculo que hicieron para fin de clases, a Camila le tocó cantar a dúo. “Estaba medio molesta porque quería cantar sola, para lucirse” cuenta José. Pero en la casa familiar todos los días era un espectáculo: cantaba todo el tiempo, con y sin auriculares; su principal recorrido era desde su pieza hasta el baño.
La pieza tiene una puerta azul que parece recién pintada. La cama está hecha y sobre la almohada está extendida una remera con su foto y una consigna: “Fue femicidio. Justicia por Camila”. El diploma de la academia de comedia musical, canto y baile está colgado en la pared rosa con un marco rojo. Sobre el placard está la valija envuelta en una bolsa de consorcio negra. “Esa fue la que se llevó, y así como está la trajimos” dice Analía. El techo está prácticamente cubierto con posters de Justin Bieber y otros cantantes. Su escritorio es más parecido a un altar: santos, estampitas y una foto de Cami cuando era chiquita. Sobre el marco de la puerta, con un marcador claro que apenas se distingue, se lee: “No debes jugar con los sentimientos de alguien solo porque estás inseguro de los tuyos”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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