CABA
¿Qué pasó con Camila? Santa Fe: un femicidio que se intenta ocultar
Camila Flores se fue de San Fernando a vivir en lo de su novio en Santa Fe, pero quiso volver durante la cuarentena porque algo no andaba bien. Antes de que sus padres la buscaran, el novio les envió un mensaje de Whatsapp para decirles que se había suicidado. Ellos habían hablado con ella minutos antes. Los testimonios que revelan el contexto de violencia machista, la causa que no investiga lo que en verdad pasó y el reclamo por una investigación independiente, a kilómetros de distancia. Por Delfina Pedelacq.

La provincia de Santa Fe. El pueblo tiene unas treinta cuadras y está atravesado por la ruta provincial 23.
Tenía 19 años cuando armó la valija y comenzó el viaje. Analía cuenta que en un principio sería solo una visita, pero que después les dijo que se quedaría allá, viviendo con él y su familia. Seis meses después volvió para festejar su cumpleaños, el 5 de febrero de 2020. Se quedó una semana en San Fernando y volvió con su novio. Desde ese momento y con el comienzo de la pandemia y la reducción de la circulación, Camila no regresó.
Diez meses después, el miércoles 9 de diciembre de 2020, cerca de las 23.30hs, Camila se comunicó con su madre para contarle que se quería volver, que “la estaba pasando horrible” pero que no sabía cómo tenía que gestionar el pase sanitario que le permitiría circular. “Le conté cómo era que tenía que bajar la aplicación Cuidar, la bajó pero estaba tan nerviosa que no podía hacer el permiso”, cuenta Analía.
La hora de muerte está fijada a las 00.00 horas del jueves 10 de diciembre, día siguiente de la llamada. Nueve minutos antes habló por teléfono con su madre. “Le dije que me pase el teléfono con Damián. Ella estaba en el baño y yo insistí para hablar con él. Lo que yo quería decirle era que me la cuidara, que la pusiera en un micro y me la mandara o espere que yo la vaya a buscar, se lo quería decir a él, para que ella no se ponga nerviosa” explica Analia. Antes de cortar el teléfono, Camila dijo que en diez minutos la volvería a llamar.
La pregunta es qué sucedió con Camila en ese lapso de diez minutos. “Hacía un ratito nos habíamos acostado, ya estábamos decididos que la íbamos a ir a buscar” cuenta José. Cerca de la 1.30 de la madrugada llegó un mensaje de audio donde Boetti, con una falsa congoja, anunciaba que Camila se había suicidado. Así, sin más que un audio de Whatsapp.
En ese mismo instante, José llama por teléfono. Después de un rato sonando atiende la hermana de Damián Boetti, que es policía en el pueblo. “Pasame con mi hija que quiero hablar con ella” manifiesta José esperando que lo que ese audio expresaba fuese una mentira. Después de una pausa, contesta: “Ella murió” y corta la comunicación. “Volví a llamar y ya nadie atendió”, recuerda José mientras se lleva las dos manos a la cabeza y las desliza por la cara para frotarse los ojos.
En el lugar donde supuestamente Camila se suicidó hay cámaras, pero la familia nunca pudo acceder a ese registro. Después de trasladar el cuerpo de Camila a San Fernando, se solicitó la exhumación y fue llevado nuevamente a Santa Fe. El 4 de enero un portal de noticias de la provincia confirmó que el resultado parcial de la autopsia había determinado “suicidio”. Pero estos resultados nunca fueron comunicados a la familia. La fiscal Hemilce de los Milagros Fissora brindó información a los medios de comunicación antes que a la familia, lo cual los motivó a que se pidiera su apartamiento de la causa.
“Suicidio”, fue la conclusión que también firmó Fissora, al aceptar apresuradamente la determinación de la forense Marianela Barbero, sin siquiera haber realizado una autopsia. Mediante la ayuda de un abogado lograron que se la apartara, pero la fiscal actualmente a cargo, Favia Burella, hace un año que tiene la causa y, según la familia, “no hizo nada todavía”. En su momento la familia pidió que la autopsia se llevara adelante en un lugar neutral, ya que de ninguna manera creen que Camila se haya suicidado y porque en Santa Fe la complicidad de policías, fiscales y jueces que encubrieron a Damian Boetti se sigue sosteniendo.

Infierno grande
La familia de Camila sigue sin tener un abogado para afrontar esta pelea y sin siquiera saber el resultado final de la autopsia. El problema es en parte por la distancia: estando tan lejos tienen que conseguir un abogado con jurisdicción en Santa Fe pero también afirman que debe ser alguien que pueda hacerle frente a todo el entramado de complicidades en esa parte de la provincia, “y que se anime a todo lo que hay atrás: siempre que hay alguien que nos dice que nos va a ayudar, miran la causa y desaparecen”, cuenta Analía.
A partir de una convocatoria por redes sociales que inició la familia para realizar una marcha, diez días después de la muerte de su hija, vecinos y vecinas del pueblo San Guillermo se enteraron quién era Camila y de que tenía una familia. Ni siquiera sabían su nombre: la conocían como la “chica de pelo rojo”. A partir de esto se pusieron en contacto para contar lo que habían visto y lo que sabían; “de antemano afirmaron tener miedo”.
“La gente nos dijo que vieron salir a Damian Boetti con otras personas con un bulto en bolsas negras en una carretilla hacia el lugar donde después dijeron que Camila se suicidó”, revela la familia. También expresaron que había noches en las que los gritos y golpes dentro de esa casa se escuchaban en el barrio. Por más que las autoridades policiales hayan expresado que Camila no sufría violencia de género, varios testigos la vieron golpeada en distintas oportunidades. Camila llegó a contarles a algunas personas lo que estaba viviend. Nadie la ayudó.
Damián Boetti trabaja en la Municipalidad de San Guillermo cortando el pasto y arreglando los árboles; mucha gente le contó a la familia que a Camila la hacía hacer su trabajo. “La llevaba y ni una botella de agua le dejaba, la sacaba para eso nada más. No la dejaba tener contacto con nadie”.
Analía y José afirman tener suficientes pruebas de que Camila no se suicidó, y que en el pueblo hay siete muertes previas a la de Camila sin resolver, con la participación de la misma policía, fiscal y juez.
Desde octubre de 2021 Analía foma parte del colectivo “Familiares Sobrevivientes de Femicidio”, un grupo de familiares que se da cita los primeros miércoles de cada mes en la Plaza de Mayo para recordar a las víctimas y pedirle una reunión al Presidente. El objetivo es acercar una serie de propuestas, paridas desde la experiencia de haber pasado por situaciones de desidia, complicidad estatal e impunidad judicial. Si bien eso nunca se concretó – al cierre de esta edición iban 17 encuentros- Analía cuenta que es un espacio de contención para encontrarse con personas que están pasando o pasaron situaciones parecidas, y luchar en red por justicia.
Sobre su causa particular, cuenta: “Está todo como al principio, no avanzó nada”. Analía afirma que quienes llevan adelante la causa se comprometieron a investigar la idea de la “instigación al suicidio”. Pero luego de esa promesa, nadie les atiende el teléfono. Por eso están realizando un petitorio en el que le exigen a la fiscal que cualquier avance en la investigación sea comunicado a la familia. Analía: “La distancia nos juega en contra y hay tantos que quieren que las cosas queden así, en nada, que simplemente no sabemos cómo seguir”.

La voz de Camila
Camila medía 1.70 y tenía una contextura “grandota, como yo” cuenta José y señala uno de los tantos portarretratos que tienen en la pared del living. Sobre la biblioteca, llama la atención una de cuando visitó el zoológico de Luján, “mucho tiempo antes de que lo cerraran” dicen. Está sentada sobre un tronco con una sonrisa que le salta de la cara y dos guacamayos verdes y amarillos parados uno en cada hombro. Hay algo distintivo en todas las imágenes, algo que pareciera que las conecta: en todas las fotos Camila rodea con sus brazos el cuello de su padre o madre. “Vivía demostrándonos amor”, dicen.
“Era muy inocente: creía en las personas pero eso, esta vez, le jugó en contra” afirma Analía, mientras busca en su teléfono un video que quiere mostrar. “Iba al hospital de San Fernando con sus compañeras disfrazadas de payaso para hacer reír a la gente que estaba internada”, cuenta José y esboza una sonrisa.
Analía encuentra lo que estaba buscando en su teléfono y antes de darle play, anticipa: “Le gustaba mucho cantar”. El video retrata a Camila y a su padre sentados en dos reposeras; de fondo una carpa con la que habían salido de vacaciones a Entre Ríos, algunos años antes. José con los ojos cerrados y recostado sobre el respaldo disfruta la voz de su hija. Es una canción de Casi Angeles y por un momento Analía y José vuelven a ese instante, con los ojos vidriosos y una sonrisa apretada. Mientras Camila canta: “y si te vas, también me voy, y si no estas tampoco estoy y nada importa nada sirve nada vale, nada queda sin tu amor”.
El primer equipo de música se lo compraron con un objetivo: que pudiera practicar con su micrófono. “La habíamos anotado en la academia de Valeria Lynch, que tiene una sede en Tigre”. Fue un año y en el espectáculo que hicieron para fin de clases, a Camila le tocó cantar a dúo. “Estaba medio molesta porque quería cantar sola, para lucirse” cuenta José. Pero en la casa familiar todos los días era un espectáculo: cantaba todo el tiempo, con y sin auriculares; su principal recorrido era desde su pieza hasta el baño.
La pieza tiene una puerta azul que parece recién pintada. La cama está hecha y sobre la almohada está extendida una remera con su foto y una consigna: “Fue femicidio. Justicia por Camila”. El diploma de la academia de comedia musical, canto y baile está colgado en la pared rosa con un marco rojo. Sobre el placard está la valija envuelta en una bolsa de consorcio negra. “Esa fue la que se llevó, y así como está la trajimos” dice Analía. El techo está prácticamente cubierto con posters de Justin Bieber y otros cantantes. Su escritorio es más parecido a un altar: santos, estampitas y una foto de Cami cuando era chiquita. Sobre el marco de la puerta, con un marcador claro que apenas se distingue, se lee: “No debes jugar con los sentimientos de alguien solo porque estás inseguro de los tuyos”.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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