CABA
Historia desobediente
Marisa Fogante, productora agroecológica y biodinámica. Es hija de un emblema del agronegocio, Rogelio Fogante, fallecido en 2016. Lo acompañó siempre, debatió con él, y se volcó a los cultivos agroecológicos, proyecto del que su padre formó parte. Idas y vueltas sobre la producción, la elegancia y la vida. Por Sergio Ciancaglini.

Marisa Fogante tiene 51 años, convicciones firmes –aunque asegura también que es una persona colmada de contradicciones–, se lleva de modo a veces inhóspito con parte de su familia y, como todas las personas que transitan este planeta bello y maltratado, tiene una historia muy particular.
Preguntada sobre su familia, la respuesta de Marisa, 51 años, convicciones firmes, etc., fluye en borbotón hacia la vida de Rogelio Fogante, su papá, ingeniero agrónomo fulminado por una neumonía en 2016 cuando estaba por cumplir 80 años, considerado un prócer de los agronegocios en la Argentina, fundador de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (AAPRESID) y de Bioceres, entre otros emblemas del modelo basado en transgénicos, aplicación masiva de pesticidas, contaminación, vaciamiento de campos y concentración económica. Su alianza con Víctor Trucco, otro fundador de dichas entidades, llevó a que los medios más febriles del sector los considerasen los “Lennon-McCartney del agronegocio”.
Tras su fallecimiento, el nombre de Rogelio Fogante fue asignado a la rotonda de entrada a Marcos Juárez, Córdoba, en la que los productores se suman a cortes de rutas, banderazos y otras protestas cuando alguna medida oficial amenaza cierto porcentaje de sus ganancias por exportaciones, cuyo símbolo máximo en los últimos 25 años es la soja transgénica.
Marisa pertenece a otra orilla de la historia: fue la primera productora de bananas orgánicas del país, y hoy se ha transformado en algo mucho más vital: es productora agroecológica de frutas en Formosa, secretaria de la AABDA (Asociación de Agricultura Biodinámica de Argentina) y de la RENAMA (Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología), e integra la Dirección Nacional de Agroecología con una rareza para estos tiempos: aceptó sumarse al equipo conformado por el ingeniero Eduardo Cerdá, pero sin cargo y ad honorem.
El muchacho peronista
Un dicho maderero sostiene que de tal palo tal astilla, pero hay quien canta que la vida es más compleja de lo que parece.
Explica Marisa: “Vengo del campo. Me crie, lo disfruté siempre. Hoy el resto de mi familia es 100% agricultura convencional, transgénica. Pero yo soy 100% agroecología y biodinámica. Eso genera resquemores, he recibido comentarios tipo: ‘estás deshonrando a la familia, al apellido’”. Ella cuestiona semejante acusación: “Mi padre tiene su historia. La conozco porque siempre estuve con él, lo acompañé en AAPRESID, en reuniones de Bioceres, y teníamos largas idas y vueltas de conversaciones en las que yo le planteaba mis dudas”.
La precuela, según Marisa: “Mi abuelo Nazareno vino desde Italia con su hermano Lorenzo y tuvo tres hijos, el del medio fue mi papá, que nació en 1936 en San José de la Esquina, Los Quirquinchos, Santa Fe. Eran pobres, gringos de mucho trabajo que alquilaban un campo. Cuando mi viejo era chico aparece el peronismo. Para él Eva era lo más. Por eso fue peronista siempre, y de izquierda, interesado por lo social. Cuando me sacaba fotos me decía: ‘Tenés el perfil de Evita, tenés que hacer la revolución’. Había tenido que empezar el secundario tres años más tarde porque no tenían plata para mandarlo. Me contó que participaba en los centros de estudiantes, en los reclamos. Mi abuelo falleció y mi tío abuelo lo mandó a estudiar agronomía a Corrientes en los 60. Vivía en una pensión y seguía la militancia peronista. Se recibió, volvió a Santa Fe, fue profesor de genética vegetal y en los 70 llegó a decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de Rosario, y también estuvo en el INTA de Pergamino y en el de Marcos Juárez. Ahí lideró el desarrollo y mejoramiento de variedades de trigo enanas. Lo echaron de todos esos lugares por peronista de izquierda, en la dictadura. Ya habíamos nacido los tres hermanos: Germán, el mayor, yo y Mariela, y la familia no se exilió por dos segundos y medio. Mi viejo zafó, pero tuvo que empezar de cero”.
Fogante se lanzó a la actividad privada. “Nunca perdió la memoria, su historia familiar, aquel peronismo de Perón y Evita. Eso le hizo ser siempre un tipo muy austero y, a la vez, alguien que trataba de pensar, de aprender. Mi imagen es verlo a las 7 de la mañana tomando mate y leyendo o estudiando antes de que yo fuera al colegio”.
Reconoce Marisa: “En mi familia era la defensora de pobres y ausentes, la que discutía y contradecía, la oveja negra. Me metí a militar ya en el secundario, leía sobre el juicio a las juntas militares, me interesaba todo lo social. Y eso empalmaba con la forma de ser de mi viejo. Yo era muy chica cuando me dijo ‘leé esto’ y me mostró el Mensaje Ambiental a los pueblos y gobiernos del mundo (de 1972) de Perón, que hablaba de la marcha suicida de la humanidad, la contaminación del ambiente y la biosfera, la naturaleza, la destrucción del planeta y los recursos: parece que hablara, por contrapartida, de agroecología. Y mi viejo decía: esto es lo que hay que hacer, cuidar el suelo y cuidar el agua. Esa era su obsesión: hablaba de la materia orgánica en la tierra, del agua, de que los suelos no estuvieran desnudos”.
Fogante venía difundiendo y experimentando desde el INTA en los 70 la siembra directa, también conocida como labranza cero: un modo de proteger los suelos y evitar las roturaciones con arado, nacido de concepciones conservacionistas y ecológicas. “Tenía que vivir y sostener a la familia, asesoraba a productores proponiendo la siembra directa y conoció a Víctor Trucco, bioquímico de San Jorge, Santa Fe, que había heredado un campo” cuenta Marisa.
Tal vez allí comenzó a cambiar la historia. Trucco y Fogante intercambiaron experiencias, ideas y posibilidades, viajaron a Brasil (donde la siembra directa estaba bastante más difundida), fundaron AAPRESID en 1989, en plena hiperinflación de aquellos t – iempos y destiempos, y el envión confluyó en 1996 con la autorización menemista de la soja transgénica impulsada por Monsanto y su llamado “paquete tecnológico” de fertilizantes químicos y pesticidas, empezando por el glifosato. “Eso se llevó puestas todas las buenas ideas de la siembra directa”, plantea hoy Marisa.


El simple arte de matar
El concepto del paquete tecnológico: el veneno mataría todas las malezas exceptuando a la planta genéticamente modificada (y por eso resistente a los pesticidas), facilitando así la producción y el monocultivo de soja transgénica demandada principalmente por China como forraje para alimentar a sus ganados. Todo el proceso acelera los tiempos de cultivo, la aceleración no permite que los suelos se recuperen, se usan cada vez más fertilizantes y más pesticidas. La producción de soja creció más del 500% en pocos años, la superficie cultivada pasó de 5 millones de hectáreas a 20 millones (hoy menos, por la aparición de otro transgénico: el maíz).
Fue el gran negocio para las corporaciones multinacionales vendedoras del paquete tecnológico de agrotóxicos como Syngenta, Monsanto, Bayer, Basf, Dow, DuPont. En medio de otro desastre criollo, diciembre de 2001, nació además Bioceres, empresa de biotecnología de cuya fundación Fogante y Trucco también formaron parte junto a Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman, entre otros. Un sector de productores se enriquecía con el oro verde & afines, otro no: de 333.533 explotaciones agropecuarias que había en 2002 se cayó a 249.663, según el Censo Agropecuario de 2018, lo que significa 83.000 unidades productivas menos en ese lapso de supuesto éxito del modelo, una desaparecida cada dos horas, 100 por semana; los grandes comiéndose a los pequeños.
Para colmo, la idea original de eliminar a las llamadas malezas se hizo humo. De 2 o 3 kilolitros de herbicidas por hectárea en el nacimiento de este sistema, se pasó a 13, mezclando al glifosato con tóxicos más nocivos aún como 2-4D, dicamba, endosulfán, atrazina: lo que el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá define como “campos drogados”, que necesitan cada vez más químicos para lograr lo mismo o menos. De una maleza en los 90, se pasó a más de 30 actualmente, y siguen creciendo: una dinámica de resistencia de la naturaleza frente a la cual el “paquete” solo propone envenenar y matar cada vez más.
El agronegocio produjo obviamente divisas en los últimos 25 años, pero pese a su apogeo y al enriquecimiento de determinados sectores, el país no salió de ninguna de sus crisis, ni creció, ni mejoró, atado siempre a un esquema esencialmente –y como siempre– exportador de materias primas (agropecuarias, petroleras, mineras, pesqueras y todo lo extraíble del territorio), mientras los resultados sociales son conocidos en términos de mayor pobreza y desigualdad. Quedan por contabilizar los desequilibrios visibles del presente: contaminaciones masivas, crisis climáticas, violencia socioambiental, desmontes históricos para transgénicos, sequías bíblicas, suelos destruidos, agua en peligro o extinguida en distintas geografías, vaciamiento de los campos, deuda eterna, cimbronazos a la salud, y lo que cada quien quisiera agregar.

Taiwaneses y bananas
Mientras esa historia avanzaba, o retrocedía, la vida de Marisa había transcurrido por otras dimensiones. “Estudié Derecho en Córdoba, no terminé y me entusiasmó Trabajo Social, la idea de hacer algo menos discursivo, más real. Y me recibí”. Por diversos contactos la veinteañera logró viajar a México en 1996 con el aval paterno. “Trabajaba con derechos de la infancia y surgió el tema de las migraciones rurales. Recorrí mucho, veía esa producción vinculada a los indígenas y campesinos del sur mexicano. Empecé allí a conocer la cuestión de la producción orgánica y luego fui a Estados Unidos, donde el tema también estaba muy presente”.
Volvió a la Argentina en 2001, orbitando otra vez en torno a su padre: “Todos los hermanos fuimos muy dependientes de él. Me gustaba acompañarlo, lo ayudaba con los congresos de AAPRESID y varias veces estuve en las reuniones de Bioceres”. Marisa enraizó su vida desde entonces en Rosario. “Pero iba seguido a Marcos Juárez y como él era muy fanático de los Excel me daba para cargarle los insumos que usaba en los campos. Era tremendo, que el glifosato de acá, que la atrazina de allá, todo lo que te imagines. Y en cantidades impresionantes. Con lo que yo venía conociendo y leyendo le decía: ‘Esto es como mucho, papi. ¿Qué pensás?’. Me contestaba con su estilo de siempre, tranquilo, sin nunca levantar la voz: ‘Puede ser que estemos haciendo un uso excesivo, pero los suelos están tan hechos mierda que tenemos que ver si podemos mejorarlos con esto’”.
Marisa seguía rumiando el tema ante quien no solo era su padre sino que ya aplicaba como bandera del agronegocio. Dice hoy: “Su mirada era rara o mejor dicho, era la del paquete tecnológico. Era abierto, dispuesto y siempre interesado en entender otras lógicas, pero pensaba según lo que había venido siendo educado y formado. Imaginate que fue amigo y trabajó mucho con Norman Borlaug (estadounidense, símbolo de la llamada “Revolución verde” promovida por la Fundación Rockefeller en los 60, industrialización que enriqueció a laboratorios y corporaciones a la que falsamente se adjudica haber salvado millones de vidas de las hambrunas en países como la India). Yo misma estuve con Borlaug en una de sus visitas a AAPRESID y le pregunté si tenía alguna autocrítica que hacerse de acuerdo a todo lo que se cuestionó de esa revolución verde. Me dijo que él se podía hacer cargo de cosas que se hicieron mal, que se le fueron de las manos, pero creía que el problema también fueron los gobiernos que no pusieron límites a las empresas que hacen las cosas por dinero, y que era a quienes había que reclamarles el cuidado de los derechos de los trabajadores, los campesinos o quien sea”.
El enfoque es conocido: si sale bien es gracias a las corporaciones, si sale mal es culpa del Estado que las deja actuar. Marisa: “No me pareció malintencionado y no lo digo por defenderlo ni justificarlo; lo real es que se le fue todo al carajo”.
El contrapunto hija-padre continuaba: “Le propuse hacer una experiencia de soja orgánica, y él aceptó con la actitud de decir: hagamos un ensayo. Me dio un lote de su campo Nazareno, en Marcos Juárez, era 2003. Fue un desastre, yo no sabía ni me había asesorado, la soja orgánica era la peor opción ahí, pero el problema no era la idea de una producción sin pesticidas, sino que yo no estaba preparada para concretarla”.
Otra oportunidad: “Un día estábamos viendo tele con mi ex, y sale un chino que estaba en Formosa, José Cheng, con mangos, lichis, ojos de dragón, bananas y otras frutas. Era en Laguna Nainek. Fuimos y me gustó mucho. Cuando le conté a mi papá se entusiasmó, porque había estado con lo del trigo en Formosa”. Fogante padre e hija comenzaron una extraña danza entre bananales abandonados y chacras en venta. El ex desarrollador de trigos enanos se conectó con taiwaneses de la familia del restaurante porteño “Todos contentos” para experimentar con su hija el cultivo ecológico de frutas con nombres de dragón y gustos exóticos, cual novela de César Aira. El nombre del emprendimiento: Isla Puen.
“Además de lo económico, mi padre se comprometió con el proyecto trabajando: revisaba los cultivos, podaba, cosechaba, embalaba, se subía al tractor, organizaba la producción. Los de Bioceres me contaban: ‘Tu papá nos voló la cabeza con lo que están haciendo en Formosa’. Él no hablaba de agroecología, pero era eso. No usábamos ningún pesticida ni fertilizante químico y aplicábamos los preparados biodinámicos. Fue de las cosas que más lo entusiasmaron los últimos años de su vida, incluso por la interacción con la comunidad y los pequeños productores”.
Para comprender:
> El alimento orgánico implica una certificación privada que sube su precio convirtiéndolo en un nicho de mercado caro. “Pero además, te certifican en base a una declaración jurada en la que podés poner cualquier cosa” dice Marisa.
> Lo agroecológico es un enfoque científico que rediseña la producción considerando los cultivos a partir de la la salud del suelo, la biodiversidad, el cuidado ambiental y del agua, y un componente ético y vital sobre cómo relacionarnos con el planeta y entre las personas.
> Lo biodinámico agrega una dimensión y comprensión sobre las energías ambientales (planetarias, por ejemplo) que inciden en el desarrollo de la vida, con resultados sorprendentes para las producciones.
Marisa cree que la actitud de su padre en Formosa, demuestra que era un hombre inteligente. “No era un fundamentalista ni un negacionista. Otra gente de mi propia familia, en cambio, dice: ‘Vos siempre con esas boludeces que hacés’”.
Rogelio Fogante murió en enero de 2016. Su hija habló en un acto de homenaje posterior. “De él aprendimos el sentido de la elegancia para escuchar porque siempre se puede aprender del otro, la elegancia de la paciencia y la suavidad al hablar, de la austeridad, la simplicidad”, dijo aquella vez. Cada quien puede imaginarse muchas cosas sobre Fogante, su cambiante historia, lo que hizo y lo que no.
Dulce de leche freezado
¿Cómo ve hoy su hija a Rogelio Fogante? “Es muy difícil responder. Tenía ideas y preocupaciones sociales, tuvo que bancar a su familia, le fue bien económicamente y fue siempre generoso con la gente que trabajó con él. Creyó y desarrolló algo que creía que sería para mejorar los suelos, cuidar el agua y los cultivos, pero entró en algo que a él mismo le hizo pensar, mucho después, si no habría otras formas de producir. En Formosa empezó a ver cómo eso era posible, fue el comienzo de un camino, algo que lo revitalizó, lo rejuveneció. Contaba lo lindo del lugar, cómo cultivar sin químicos, el entusiasmo de estar empezando algo nuevo. Pero quedó ahí. No le dio el tiempo. Nadie puede saber cómo hubiera seguido la cuestión. Eso veo hoy, con una estructura que pude consolidar por mí misma y ya no como hija ni como esposa, porque me separé después de 17 años de mi ex, sino por mi propio trabajo y todo lo que me permití abrir estos últimos años”.
Sostiene: “No sé si lo mío fue desobediencia, porque yo ya había discutido con él mis ideas antes. Lo que sí siento es que al irse él yo pude juntar todas mis partes, aprender a estar sola con mi alma sin poder levantar el teléfono para preguntarle: ‘papi, ¿te parece si hago esto?’. De repente, un vacío. Y empezar a juntar mis ideas, sentimientos, y mi deseo”.
Además de sus producciones de frutas en Formosa y sus funciones en la RENAMA, la AABDA, y la Dirección Nacional de Agroecología, Marisa heredó un campo en Córdoba que espera convertir en agroecológico en 2022 con familias que se incorporen a la producción. Participa en un proyecto de agroecología para jóvenes de barrios periféricos de Rosario y es una de las fundadoras de Suelo Común, que en el Mercado del Patio rosarino comercia y distribuye verduras agroecológicas del cinturón verde de la ciudad, frutas de distintas provincias, aceites, dulces, arroces, harinas, granos, “todo exclusivamente agroecológico, biodinámico u orgánico”.
No siempre hay suelo común. Es difícil de imaginar uno para un modelo genéticamente destinado a matar, contaminar, concentrar y hacer negocios, frente a otro que aplica una tecnología de fertilidad y diversidad de vida, pensando en justicia y en salud, en productores y consumidores al mismo tiempo. Incluso en rentabilidad, tanto para la producción intensiva de alimentos, como para la extensiva en superficies mayores como las que integran la RENAMA. En todo caso el suelo común dependería de formas de ser, de sentir y de actuar.
“Con la agroecología y la biodinámica lo principal es hacer, mostrar y demostrar, como hasta ahora. El potencial es cada vez mayor, aunque cueste, como pasa con todo nuevo paradigma. El propio Estado puede cumplir un rol importante, aunque muchas veces es una remada en dulce de leche freezado. Además, la industria está cada vez más presente con los procesos de concentración, entonces es una batalla, pero una batalla del hacer más que de lo discursivo. Nos moviliza el entusiasmo, el contagio, ver que somos cada vez más, porque se entiende que ya es de vida o muerte tener una nueva forma de vinculación con la naturaleza y con la producción. Pero la agroecología no está separada de lo que se hace contra la megaminería, las petroleras, la defensa de los humedales, la ley de etiquetado, la ley de semillas: es todo eso junto. Todo eso somos, y todo eso nos cruza como seres humanos. Son los pasos que nos van construyendo –dice Marisa–: esa es la marea imposible de frenar”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

- Revista MuHace 2 semanas
Mu 205: Hay futuro
- CABAHace 2 semanas
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”
- ActualidadHace 1 semana
Mendoza movilizada: sábado de caravanazo contra la minera San Jorge
- #NiUnaMásHace 1 semana
Femicidios en julio: la noticia es el horror
- ActualidadHace 3 semanas
Mapuches en Neuquén: 10.000 personas movilizadas contra la represión y en apoyo a las comunidades originarias