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Un mundo sin Carla, por Selva Almada

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Selva Almada relata la historia de Carla Soggiu. La escritora narra para MU sus reflexiones y conversaciones con la familia de una víctima de femicidio: Carla Soggiu. La vida de sus padres y de sus hijos, hoy. La cadena de violencias que termina en el desastre. La responsabilidad del Estado, y la memoria como magia. Por Selva Almada.

Un mundo sin Carla, por Selva Almada
El mural dedicado a Carla en Pompeya. Foto: Lina Etchesuri

La familia Soggiu sigue viviendo en la calle Domingo Cabred, en el barrio de Pompeya, donde crecieron sus hijas. Enfrente vivía Carla con su pareja y sus dos hijos. Y en la esquina su hermana menor, Giuliana. El 19 de enero de 2019 Carla llevaba cuatro días desaparecida. Rosana y Alfredo, sus padres, estaban en lo de Giuliana, que estaba embarazada y había comenzado con los dolores de parto. Desde el primer piso de la casa se puede ver la calle, y desde esa ventana Alfredo vio cómo se juntaban vecinos y aparecía un patrullero. Bajó sin decirle nada a su otra hija y caminó hasta el pequeño tumulto, hacia la peor noticia de su vida. Habían encontrado a una muchacha muerta en el Riachuelo y podía ser Carla. La reconocieron por fotos: un tatuaje, un piercing… fragmentos chiquitos del cuerpo de su hija que ya no estaba en ese cuerpo.

Giuliana se fue a parir sin saber nada y cuando llegó al sanatorio, en el plasma de su habitación vio la noticia. Su hija llegó al mundo sin su tía. El cuerpo de su hermana empezaría a ser solo eso, deshabitado de ella, “el cuerpo hallado sin vida” de los titulares de diarios y noticieros; el cuerpo en la morgue; el cuerpo objeto de una autopsia.

Tres años después, Giuliana también se fue del barrio: dejó un buen trabajo, se fue a vivir al sur. No soportaba seguir pasando por todos los lugares donde pasó miles de veces con su hermana.

Un mundo sin Carla, por Selva Almada
La puerta de la casa de los Soggiu.

De la puerta de la casa cuelga un pañuelo blanco estampado con la cara de Carla (el cabello corto, anteojos, una sonrisa luminosa) y las palabras “verdad y justicia”. Amaneció lloviendo y todavía chispea. Los fresnos de la calle tienen las hojas amarillas. Un día típico de comienzos del otoño. Golpeamos y Alfredo entreabre la puerta, conteniendo a tres perritos blancos que ladran y quieren salir a la vereda. Nos pide que esperemos un momento, se lleva a los perros, vuelve, nos hace pasar. Es la casa de su cuñado, antes fue la del padre de Rosana. Ellos viven atrás, pero justo Alfredo, de vacaciones, está pintando la cocina.

Pregunta si queremos café, lo tiene ya preparado; si queremos agua: saca de la heladera un par de botellitas de agua mineral… dice que tuvo que aprender que hay que tener agua y café para recibir a los periodistas y sonríe, una sonrisa rápida. También en estos años aprendió a ir a los juzgados, a reclamar, a golpear puertas, a hablar con funcionarios, a pedir audiencias, a hacer trámites, a juntarse con otras familias a las que también les mataron una hija.

“La primera vez que abracé a Marta (la mamá de Lucía Perez) no tuvimos que decir nada. Cientos de personas me dijeron: lo siento, te acompaño, pero Marta sabe”.

Un mundo sin Carla, por Selva Almada

En la agrupación Familiares Sobrevivientes de Femicidio, los padres de Carla encontraron acompañamiento, información, fuerza para seguir peleando por justicia. Alfredo dice que esto no es solo por sus hijas, sino por las hijas de todos, “por las que vendrán”, dice. La estadística confirma esa certeza amarga: el año en que murió Carla hubo 252 femicidios (253 porque su muerte no fue considerada un femicidio por la justicia); 310 en 2020; y 325 en 2021. Desde la agrupación le escribieron ya veinte cartas al presidente Alberto Fernández: le piden una audiencia, que los reciba, que los escuche. Sin embargo ninguna de estas cartas tuvo respuesta.

“La última que le mandamos lo felicité por el nacimiento de su hijo. Porque una cosa no quita la otra. Y porque pensé que así tal vez lo conmovía”.

Un mundo sin Carla, por Selva Almada

Rosana entra a la casa, a la conversación, con el pelo largo, suelto, mojado y con el barbijo puesto. Durante un rato solamente veré sus ojos, sin saber cómo es el resto de su cara. Acepta sentarse con nosotros solo un momento porque tiene que ir a buscar a su nieta a la escuela. 

Ámbar tenía 2 años cuando murió Carla, todavía no había dejado los pañales ni sabía hablar. El día que su padre ató a su madre, la golpeó ferozmente en la cabeza y la violó, la nena estaba en la casa con ellos. Ese día justo después de Navidad, el 26 de diciembre y cuando faltaban apenas cinco días del plazo que se habían dado Carla y Sergio Fuentes para separarse definitivamente, tal vez porque faltaba tan poco para dejar de tenerla al alcance de su mano, Fuentes puso en escena la última demostración de su violencia machista. Cuando Carla logró liberarse, tomó a su hijita en brazos y no fue a la casa de sus padres, que quedaba cruzando la calle, sino que encaró decidida hacia la comisaría a denunciarlo.

Un mundo sin Carla, por Selva Almada
Selva Almada (centro) con Alfredo y Rosana, que crían a sus nietos mientras siguen reclamando justicia.

Ángel, su otro hijo, tenía 5 años y pasaba mucho tiempo en lo de los abuelos. Alfredo dice que el nene hablaba hasta por los codos y que Fuentes lo sacaba de la casa para que no viera ni contara lo que le hacía a Carla. En un par de semanas Ángel va a cumplir 9 años, fue elegido el mejor compañero en el colegio y en la escuelita de fútbol. Festejar el cumpleaños después de la muerte de su mamá y tras dos años de pandemia es todo un evento para él y también para Rosana. Ella cuenta, como quien cuenta una travesura, que ya prepararon todo, las sorpresitas, las invitaciones, todo.

Son dos ansiosos, dice Alfredo: cuando llegue el día las golosinas en las bolsitas van a estar húmedas. 

A Fuentes lo detuvieron enseguida. Sin embargo, los días posteriores en la vida de Carla fueron de mucho ajetreo: los trámites; trabajar volanteando y limpiando casas; soportar el acoso de la familia de su ex marido que la interceptaba en la calle pidiéndole explicaciones, amenazándola, diciéndole que cómo había sido capaz de hacerle eso a Sergio. En ese torbellino de cosas dejó para después, cuando estuviera más tranquila, la visita al médico. Porque luego de la golpiza, sobre todo golpes en la cabeza, ahí donde Fuentes sabía que tenía la válvula, Carla de a ratos se sentía mareada, confusa. Rosana le insistía para que fueran a consultar al médico y ella que sí, que pronto, cuando escampara un poco.

A los 15 años le habían detectado una hidrocefalia avanzada. 

Le hicieron una tomografía y ahí vieron que tenía un monstruo, dicen sus padres. Los especialistas no se explicaban cómo no estaba parapléjica. Había que operarla con urgencia y la familia movió cielo y tierra para hacerlo. Les pregunto si ella tenía miedo y me dicen que no, al contrario, ella les daba ánimos a ellos. La cirugía fue un éxito.

El especialista que la atendió les había dicho que después de la operación Carla sería otra, una nueva, diferente. Y en cierto modo fue así. Alfredo no sabe si por la cirugía en sí o porque justo coincidió con la adolescencia, los cambios en el cuerpo, los primeros chicos.

Tiempo después conoció a Fuentes, un muchacho rollizo, hijo de un policía, que trabajaba medio tiempo en un supermercado. Aunque no les caía bien ni entendían por qué Carla se había enamorado de él, sus padres no se opusieron. Habían criado a sus dos hijas con libertad, les habían enseñado que eran dueñas de sus destinos, que ellas decidían.

Un mundo sin Carla, por Selva Almada

Rosana sale y vuelve al ratito con Ámbar. La nena se pone tímida cuando nos ve y recién saluda a Alfredo cuando él le reclama dulcemente: ¿no vas a saludar al abuelo? Cuando ella se acerca para abrazarlo, él le dice “mirá, trajiste una hoja pegada en la suela”, y saca la hoja de fresno, un pedacito de otoño en los pies de su nieta. Ángel va a una escuela de jornada completa, todavía faltan unas horas para la salida. Rosana reparte su tiempo entre las escuelas de los chicos, llevarlos, traerlos, y las actividades de cada uno: patín, fútbol. Antes tuvo la misma dinámica con Carla y Giuliana: estudiaban dibujo, idiomas. Pero además de la escolaridad de los chicos, también se ocupa de tramitar una y otra vez, cada dos, cada seis meses, la Asignación Universal, la única ayuda económica que los hijos de Carla reciben del Estado. Como su muerte no se caratuló como femicidio, los nenes no pueden acceder a la pensión de la Ley Brisa.

En 2018 a Rosana le diagnosticaron cáncer y estuvo buena parte del año con un tratamiento. Alfredo reunió a sus hijas y les pidió ayuda. Ahora los dos piensan que estuvieron tan pendientes de la salud de Rosana que no pudieron ver que a pocos metros su hija vivía la última parte de su infierno doméstico.

No me hubiese contado para no preocuparme, dice Rosana. “Siempre entraba dando un portazo. Hola, bruji, me gritaba desde la puerta”. Ese año pasaron mucho tiempo juntas porque Carla la ayudaba con las tareas de la casa.

Yo no iba casi nunca a su casa, dice Alfredo. Solo en ocasiones obligadas como un cumpleaños o una navidad. No soportaba verlo a él jugando a la play todo el día, sentir la suela de los zapatos pegándose en los pisos. La degradación lenta de la violencia de género: expulsar a la familia, cortar lazos, aislar a la víctima.

Alfredo reflexiona que al fin y al cabo la lógica del Estado se parece bastante: a quien se la aísla en un refugio, la que tiene que esconderse y cambiar sus rutinas y las de sus hijos, es la mujer violentada mientras los abusadores siguen en la calle.

Rosana sospechaba que pasaban otras cosas: dos por tres su hija tenía moretones visibles y cuando le preguntaba Carla le restaba importancia: se había golpeado contra un mueble. Cuando la llamó desde la comisaría ese 26 de diciembre de 2018 para decirle que Fuentes la había golpeado y violado y que estaba allí para denunciarlo, las sospechas se volvieron certezas. La conmovió tanto lo que Carla le estaba contando como su valentía: le había pasado, pero iba a denunciarlo, lo iba a meter preso.

La posibilidad de una vida nueva, empezar de nuevo, salir fortalecida. Fuentes detenido y ella con un botón antipánico, el amuleto que le dio el Estado para protegerse. Este pequeño dispositivo que permite auxiliar a una mujer en problemas empezó a utilizarse en la ciudad de Buenos Aires cuando Mauricio Macri era Jefe de Gobierno. Carla lo recibió unos años después, cuando Macri era presidente y Horacio Rodríguez Larreta llevaba su primer período al frente de la ciudad.

El día que Carla no pudo volver a su casa, activó cinco veces el botón antipánico que aparte de geolocalizar a quien lo acciona tiene la capacidad de registrar conversaciones o sonidos del ambiente que luego pueden utilizarse como prueba en un juicio, por ejemplo. Carla logró comunicarse con el operador: estaba perdida, sabía dónde vivía pero no cómo llegar, estaba en una villa, había barro, estaba sentada en el barro, no sabía cómo salir de ese sitio. Cada vez que ella accionó el botón, el GPS (que no funcionaba porque el contrato con la compañía que se encargaba de que funcionara se había terminado unos días antes y el Gobierno de la Ciudad no lo había renovado ni había contratado a una compañía nueva) condujo al patrullero una y otra vez a la puerta de la casa de Carla, justo allí adonde ella no sabía cómo llegar.

Lo último que registró el aparato fue el sonido del agua. El Riachuelo, donde cuatro días más tarde un empleado municipal encontró su cuerpo.

Aunque la sucesión de hechos es tan clara para cualquiera, para la justicia una cosa no tiene que ver con la otra: Sergio Fuentes fue condenado a seis años de prisión por violar a su ex pareja pero no se tuvo en cuenta el agravante del vínculo. Tampoco se tuvo en cuenta que la paliza que le dio antes o durante la violación dañó la válvula que Carla tenía en la cabeza y que le permitía llevar una vida normal. Ni que, dañada la válvula, ella tuvo el episodio que la llevó a morir ahogada en el Riachuelo. Ni que también falló el botón antipánico, el aparatito al que Carla se aferró hasta el último minuto.

Rodríguez Larreta y Santilli son culpables, sostiene Alfredo. El Jefe de gobierno de la ciudad y su entonces vicejefe son el Estado que debió proteger a Carla y a las tres mil mujeres que en ese momento tenían un botón antipánico.

Mientras charlamos dejó de llover y salió el sol. Caminamos con Rosana, Alfredo y Ámbar unas cuadras hasta el mural que le hicieron a Carla en el barrio: ella sonríe entre flores y colores alegres. Ámbar sabe que esa chica del dibujo es su madre. ¿Qué recordará de ella? ¿Se acordará de ese día, de su padre golpeando y violando a su mamá? Ella estuvo ahí con Carla. El Estado, además de desestimar su muerte como femicidio, además de ser responsable de que el GPS del botón antipánico no funcionara, además de no ayudar económicamente a Ámbar y a su hermano Ángel, tampoco les dio contención ni asistencia psicológica. Entonces nadie sabe qué recuerda Ámbar ni qué impacto tendrán esos recuerdos a lo largo de su vida. Ojalá, a pesar de todo, los recuerdos luminosos logren imponerse sobre los otros, ojalá sea como escribió Ángel hace unos días, en una tarea de la escuela por el Día de la Memoria: “Los recuerdos pueden ser mágicos. Como me pasó a mí cuando recuerdo a mi mamá que ya no está con nosotros, todavía la puedo ver en mi corazón”.

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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