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Tejer el futuro: comunidades La Puntana, Alto La Sierra y La Nueva Curvita

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En el Departamento de Rivadavia, Salta, zona declarada en emergencia sociosanitaria, estas comunidades confeccionan productos con fibra de chaguar: mochilas, paños, riñoneras, hamacas, yicas (bolsos), muñecas. Un emprendimiento liderado por casi 180 mujeres que pasaron de intercambiar arte por comida a vivir de la venta. La producción contra la discriminación, el cambio de vida y un principio para todas: “Aprendimos a ser valientes”. Por Francisco Pandolfi.

Tejer el futuro: comunidades La Puntana, Alto La Sierra y La Nueva Curvita
María Belén Díaz, de Thañí, con su hija Betania. Fotos: Nacho Yuchark

Acá se habla bajito, pero se sueña en grande. Acá no hace falta levantar la voz ni gritar, para transformar la realidad. No hacen falta maltratos ni modos violentos, para construir emancipación. Acá, es la comunidad wichi La Puntana, municipio de Santa Victoria Este, Departamento de Rivadavia, provincia de Salta. Acá, es tan al norte del país, que a 45 kilómetros se emplaza la triple frontera con Bolivia y Paraguay. Acá el celular marca “sin servicio”; no llega la señal. “La única que a veces engancha es de Bolivia, donde hay conectividad en todo el territorio; estamos a solo un kilómetro”, cuentan en “La casa de las artesanas”, el centro cultural donde reciben a MU.

La falta de servicio no es exclusiva del teléfono. Acá tampoco hay agua potable, ni gas natural. Ni cloacas, ni alumbrado, ni transporte público. Las casas son de adobe y de chapa. Los caminos para llegar son casi intransitables cuando no llueve, e impenetrables los días de lluvia. Esta descripción le cabe casi a la totalidad de las más de 200 comunidades originarias asentadas en la localidad, donde más del 75% de sus 17 mil habitantes es de pueblos ancestrales. La mayoría wichi, la minoría repartida entre chorotes, tobas, tapietes y chulupíes.

La Puntana es un territorio costero, lindante al ingobernable Río Pilcomayo. De cultura nómade, su población wichi se vio obligada a instalarse en uno de los lugares más olvidados del chaco salteño, en un clima semiárido, siempre seco, cuyas temperaturas en invierno oscilan entre mínimas de 9 y máximas de 34 grados. Y en verano superan los 50. Acá hay un monte deforestado, saqueado por las corporaciones madereras que trasladan sus camiones repletos de algarrobos ante las narices de las comunidades, sin pudor, ni escrúpulos, ni controles estatales.

Acá, en medio de la pobreza, a fines de 2017 un grupo de mujeres artesanas creó Thañí, un colectivo que realiza tejidos en fibra de la planta nativa chaguar. “Vivir en el monte no es fácil, pero nos da los alimentos necesarios mediante la caza de animalitos, la recolección de miel. Aunque no hay oportunidades. Hay mucha necesidad de conseguir comida; la salud es escasa, no hay atención médica”, arranca Maribel, de 39 años. Frente a ella, escucha y asiente Claudia Alarcón, de 27, quien es coordinadora de Thañí. Se remonta a sus inicios: “Antes de empezar con el proyecto, sentíamos que no había nada, que estaba a punto de perderse todo lo ancestral. Hacíamos tejidos pero lo intercambiábamos por comida, no había venta, ni compradores locales, hasta que empezamos a reunirnos y hoy somos la primera organización de mujeres de esta comunidad, es un orgullo”.

Vienen del monte

La decisión de crear Thañí tuvo varios motivos para sus integrantes: “Empoderarse como mujeres, generar ingresos para mejorar la calidad de vida y revalorizar nuestra cultura ancestral”. El nombre fue un consenso: “Thañí significa ‘Viene del monte’, porque nosotras somos de acá; sin territorio no tendríamos el chaguar, esta planta sagrada con la que fabricamos lo que vendemos”, explica Claudia.

El pueblo wichi, originalmente cazador y recolector, utilizó la fibra del chaguar desde tiempos inmemoriales para confeccionar diversos objetos en pos de la subsistencia, como ropa, bolsos, redes para pescar, hamacas. Hoy, la historia continúa por esa senda y se aprecia en el vasto catálogo de venta al público: mochilas, paños, riñoneras, caminos de mesa, hamacas, yicas (bolsos), paneras y muñecas.

“Aprendemos de nuestros antepasados a sobrevivir gracias a la tierra, a alzar una planta como la chagua. Obtenerla es un proceso largo, debemos caminar muchos kilómetros. Una vez que sacamos la materia prima debemos machucar la hojita –o sea, desfibrarla–, dejarla secar, pintarla, volver a secarla y recién ahí, ya con el hilo listo, fabricar lo que se quiere”, comenta Maribel, con un tono de voz tan bajo como claro y dulce. Para teñir los hilos utilizan semillas, hojas, yuyos, raíces o resinas de diferentes plantas, según el color que necesiten.

El chaguar es una planta de hojas largas y verdes, con espinas, que crece en el norte del país, en Bolivia y Paraguay. “Solo cortamos las plantas madres para que sus ‘hijitas’ sigan creciendo”, describen las mujeres sentadas en ronda, la mayoría con polleras multicolores.

Para el primer empujón, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Santa Victoria Este brindó talleres de formación, sobre todo vinculados a las nuevas tecnologías. La creación en La Puntana dio sus frutos en dos territorios más: La Nueva Curvita y Alto La Sierra, que hoy también integran el emprendimiento colectivo.

Melania Pereyra vive en la comunidad wichi de Alto La Sierra, pegada a la provincia de Formosa, a 70 kilómetros al sudeste de Santa Victoria Este. Tiene 24 años, una hija y un hijo. Fue una de las primeras que se sumó a Thañí: “El grupo de nuestra comunidad se llama Suwanhas, que significa hormigas; le pusimos así porque trabajamos en conjunto y no tenemos notoriedad”. Expresa con una vocecita que se le llena de emoción: “Me pone muy feliz ver cuánto avanzamos, hoy somos más de 70 mujeres solo de nuestra zona. Antes yo manejaba todo: pedidos, distribución, ahora nos dividimos en cinco grupos y cada uno tiene su representante”. Pide por favor no olvidar el principio: “Fue fundamental una ex técnica del INTA, Andrea Fernández, que no solo buscó organizarnos; sobre todo, nos ayudó a ser valientes”.

Andrea Fernández es artista plástica, tiene 38 años y permanece vinculada a Thañí desde lo artístico y lo emocional. Las comunidades la ponderan como referencia por su acompañamiento permanente. Desde Salta capital, donde vive, narra: “Llegué al Pilcomayo como tallerista del INTA para responder como Estado a las demandas de Lhaka Honhat (asociación histórica que nuclea a varias comunidades) y en especial escuchar a las mujeres, quienes no estaban participando del proceso de consulta y gestión territorial que se estaba llevando a cabo. Desde 2017 comenzamos este camino cuyo desafío era pensar cómo transformar la falta de trabajo de las chicas, sus saberes y la importancia de que se respeten, valoren y se paguen sus tejidos. De esa necesidad nació esta marca colectiva que fue creciendo”. Suspira, como quien emite palabras con el alma: “Hoy estoy en un rol de curadora, abriendo caminos en ferias, exposiciones, porque lo que se hace excede a la economía social; los tejidos se realizan como memoria, como testimonio, similar a lo que para los blancos es el arte. Y ese espacio también hay que disputarlo para ganar derechos”. Habla tierna, habla profundo: “Cuando me conocieron me decían ‘suluj’, mujer blanca, ahora para ella soy ‘chisuk’, una mujer loca, una mujer rebelde. Es una experiencia que me cambió la vida, fue lo más hermoso que me pasó; Thañí es una historia de amor, donde encontré que tenía algo para dar, ser útil, estimular la imaginación, los sueños. Había que acompañar ese grito”.

Contra la corriente

El 26 de junio de este año las vecinas de La Puntana inauguraron “La casa de las artesanas”, su lugar de encuentro. Comparte Claudia: “Ese día nosotras hicimos historia; me sentí muy contenta de ver el fruto de nuestro trabajo. Estoy muy feliz de pensar que empezamos menos de 20 y hoy en nuestra comunidad somos más de 80 mujeres las que trabajamos”. ¿Cómo se sostienen económicamente? “Con la tienda virtual que abrimos en 2020 (www.vienedelmonte.com.ar), donde la gente puede comprar y se le envía a su domicilio; en ferias cercanas o cuando nos invitan a otras ciudades”, detalla.

El proceso para evitar a los intermediarios no fue sencillo. A través de las capacitaciones del INTA se sumergieron en el uso de computadoras, teléfonos y redes sociales, así como en manejar y hacer crecer los contactos. Álvaro Penza es el Jefe de la Agencia de Extensión Rural del INTA en Santa Victoria Este. Recuerda: “También debieron construir el precio justo de sus productos, porque siempre las cagaban. En un principio, vendían una yica que les lleva un mes de trabajo por dos paquetes de azúcar. Cuando les pagaban con dinero, los intermediarios se aprovechaban y les daban miseria; en una tienda de Buenos Aires aparecía la artesanía a un valor 6 veces más del que se pagaba en el territorio”. 

En la página web aparecen los logos de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, del ENACOM, así como los Ministerios de Ambiente, de Agricultura, Ganadería y Pesca, y de Desarrollo Social. Arremete Claudia: “Figuran que nos acompañan pero no sucede nada de eso. Tampoco tenemos apoyo del intendente municipal ni del Estado provincial o nacional. Estamos totalmente solas”.

Álvaro Penza ratifica: “La ayuda que se recibe es cero desde el Municipio y la Provincia. Las mujeres se mueven solas; buscando compradoras, viajando a las ferias; cuando podemos las apoyamos para que hagan algún viaje, pero en materia económica nuestro apoyo es chico. Desde 2016 en adelante, atravesamos todo el macrismo sin guita ni para la asistencia técnica, por lo que debimos buscar fondos extrapresupuestarios para el acompañamiento”. 

El titular del INTA amplía: “Los logos se pusieron para diseñar la página y que se financie el mantenimiento, pero por fuera de eso el apoyo no existe. A veces pienso que tampoco lo necesitan, porque cuando se introducen recursos mal distribuidos, generan más quilombos. El crecimiento de Thañí es enorme, y así también son las tensiones, más aún cuando en un proceso como este, de autogestión, autonomía, pautas de cooperación, acción colectiva, irrumpen prebendas. De hecho pasó que nos llevó puesto la misma provincia con un proyecto de Desarrollo Social de Salta, que bajó 16 tablets para 150 artesanas. Dejó un tendal, las rompió internamente. Por eso, o hay para todas o no hay para ninguna”. 

Maribel, tejedora de La Puntana, exterioriza su bronca por una reciente donación de tinacos para almacenar el agua, que le mejoró la vida a un montón de personas, aunque no cubrió a todas las familias de su comunidad y de Alto La Sierra: “Es mejor que no vengan si no hay para cada una. Las divisiones no nos hacen bien. Lo mismo pasa con el Estado cuando empezó a traer bolsones alimentarios: no alcanzaban y eso hizo que nos dividiéramos”.

La necesidad de que llegaran los tanques evidencia un derecho básico incumplido, como el acceso al agua potable. “El agua es lo más importante para el ser humano, pero no nos llega; no tenemos respuesta por parte de los gobiernos. Siete pozos hicieron el año pasado en distintas comunidades cercanas y no se sabe qué pasó; lo único que sí sabemos es que seguimos sin agua. También vinieron a poner un tanque a nuestra comunidad y al día siguiente se cayó; no lo solucionaron”, dice Claudia, que le da pie a Maribel: “Los pozos que hay no son profundos, entonces la poca agua que hay tiene arsénico, lo que genera vómitos, diarrea, esa es nuestra real inseguridad”. Y repite Maribel, sin levantar la voz, porque lo vital es el contenido: “En el monte hay víboras y arañas venenosas, leones, tigres, pero lo que nos da inseguridad y nos hace infelices es cuando alguien viene y no cumple su palabra. Estamos acostumbradas a soportar el dolor; cuesta mucho sobrevivir acá, más siendo mujeres”.

Empoderadas

Entre las comunidades La Puntana, Alto La Sierra y La Nueva Curvita, casi 180 mujeres conforman Thañí. Los distintos grupos organizan qué van a tejer para evitar la competencia y ampliar el catálogo. Se organizan para su independencia económica, se organizan para decir. Dice Andrea Fernández: “Las mujeres wichi no suelen hablar en español. Son los varones quienes están en contacto con los criollos, entonces era muy difícil saber lo que pensaban las mujeres porque no querían hablar, no sentían que podían hacerlo frente a los blancos, como nos dicen. Fue transformador cuando se animaron”. Dice Claudia: “Antes de que empezáramos con Thañí, no podía hablar, no podía sacar los sueños. Ahora, de a poco van saliendo”.

Dice Melania –a quien se le entiende perfecto el castellano–, no sin antes aclarar que le cuesta el idioma español, porque no es el suyo: “De a poco estamos perdiendo la timidez; como antes no teníamos participación, no decíamos nada, no teníamos derecho de hablar, de participar en reuniones. Desde que nos juntamos, eso está cambiando”.

El sentimiento de pertenencia construido es notorio, palpable, oíble. El lugar de la mujer ha mutado y es hora de exteriorizarlo. Claudia: “La unión nos permite soñar con más fuerza, levanta el ánimo apoyarnos entre todas y tomar nuestras propias decisiones. Estamos demostrando que las mujeres indígenas sí podemos”. Maribel: “Con Thañí se sorprendieron. Recién ahora nos sentimos respetadas, escuchadas”. Melania: “Antes las mujeres no teníamos participación en nada, solo los hombres hacían proyectos, solo a ellos les daban trabajo”.

A la discriminación, se le suma una lógica instaurada en las provincias del norte argentino, basada en violaciones a mujeres originarias por parte de criollos. Se trata de una práctica que conjuga el machismo con el racismo denominada “chineo”. No se calla Melania: “La fuerza de Thañí nos ayudó a denunciar la discriminación por parte de los criollos y el chineo. Sufrimos violencia de género y todo tipo de violencias. Gracias al grupo aprendimos a defendernos, nos hicimos más valientes”. Los abusos no son exclusivos del afuera, también existen intracomunidad. No se calla Maribel: “Yo me siento abusada como mujer, porque para muchos hombres aborígenes tampoco somos nada”. No se calla Andrea: “Se viven muchas violencias cotidianas sobre todo en el contacto con los criollos que llegan de afuera. Incluso quienes lo hacen con las mejores intenciones, pero sin paciencia, imponiendo su ritmo, su idioma. No se da el tiempo de esperar al tiempo que ellas digan. Lo mismo con las instituciones cuando suponen…, y en general, se cometen errores suponiendo”.

El horror

En este territorio empobrecido y postergado conviven el espanto y la resiliencia; el terror y la vida; el dolor y la fuerza colectiva. Acá, se multiplican los embarazos prematuros, muchos por abusos sexuales. Abundan las madres niñas, las madres y los padres adolescentes. “No hay educación sexual integral y sí hay un montón de niñas embarazadas… embarazos que en la mayoría de los casos no son consentidos”, afirma Valentina Fernández Alberdi, pediatra que trabaja junto a las comunidades de Santa Victoria. En esta zona perteneciente al Departamento de Rivadavia –y al igual que en los Departamentos de Orán y San Martín– desde el 29 de enero de 2020 se declaró la emergencia sociosanitaria tras la muerte de seis niños y niñas wichi. La emergencia continúa; las infancias fallecidas también.

Lorenzo tenía 2 años hasta el 13 de julio pasado. Cuando nació, su mamá tenía 12, su papá 14. Lorenzo llegó al mundo en la comunidad originaria Vertientes Chicas, de donde Lucinda Romero es la única enfermera. Cansada de denunciar el vacío sanitario y de políticas públicas, llora del otro lado del teléfono: “Es muy triste lo que sigue pasando, este tipo de cosas atroces suceden siempre en la zona. Cuando nació el niñito estuvo un tiempo en Tartagal, internado en incubadora, hasta que se recuperó. Acá le hacíamos controles permanentes porque necesitaba muchos cuidados. Luego los papás se separaron y la mamá de la nena se llevó a su hija y a su nieto a la comunidad Pozo El Toro y ahí perdí el día a día. Cuando murió, hacía cuatro meses que el niñito estaba enfermo”. Se frena el relato por un sollozo. Pide disculpas. Sigue: “Los agentes sanitarios fallaron, era un niñito sin control, de bajo peso, con baja talla toda la vida. Murió desnutrido, con bronquitis, fiebre, tos, inflamación en su garganta, en su lengua, con retenciones de gases porque tenía el abdomen distendido; no comía hace tiempo, no podía tomar la leche, alguien lo tenía que haber visto. Ya no aguanto más, es mucha la injusticia”.

Se le entrecorta la voz. Dice que está angustiada, enojada, dolorida. Continúa: “La mañana en que murió, me fueron a avisar que el niño estaba muy mal, que vaya; fui, pero el chiquito ya había fallecido y también lo habían sepultado. Lo comuniqué al hospital y al rato llegó la policía, que no examinó el cadáver porque para hacer el acta de defunción necesitaban la orden del juez, que en vez de hacerla automáticamente se demoró. Seis días después, el abuelo paterno me fue a buscar para decirme ‘habían sacado los trapitos de donde estaba enterrado’ su nieto. Informé la situación y recién ahí fueron las autoridades, quienes encontraron que al cuerpito se lo habían comido los chanchos y los perros”. Para. Llora. Sigue, porque necesita contarlo para que algún día la crueldad termine: “Es una noticia escalofriante. Yo no me puedo recuperar, la sensación que tengo es bronca, impotencia, está todo mal, me duele tanto”. Desde hace tres meses los pedidos de entrevista por parte de MU al gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, y al Intendente de Santa Victoria Este, Rogelio Nerón, nunca fueron contestados.

Una luz llamada Thañi

Para que no se corte el fino hilo de la vida, cada uno de sus tejidos es 100% artesanal, único e irrepetible. Hechos a mano, no hay dos iguales. “Cada pieza tiene un por qué, un significado ancestral; en cada artesanía que hacemos, está nuestra historia, nuestra cultura”, dicen en ronda. Avizoran un futuro más esperanzador, integrando a las más jóvenes: “La iniciativa nos está permitiendo generar un diálogo con las adolescentes para que se acerquen a las costumbres milenarias. El estímulo es diferente cuando existe una salida concreta”.

Thañí crece para afuera y para adentro. La experiencia de este emprendimiento colectivo ha salido fuera de Salta, con participación en ferias de distintas provincias y en otros países, como en Paraguay hasta Alemania. En junio del año pasado, sus creaciones integraron la muestra “La escucha y los vientos” en Ifa-Galerie, Berlín, la galería de arte del Instituto de Relaciones Exteriores alemán. Recuerda Andrea Fernández, porque lo que verdaderamente tiene valor, nunca se olvida: “Para esa exposición, las mujeres confeccionaron tres tejidos enormes, como banderas. Debían elegir un mensaje unificador. ‘Que estamos vivas’, definieron. Y cuando les pregunté si valoraban más el haber hecho tejidos grandes, me miró Claudia y me dijo: ‘Para nosotras es lo mismo el tamaño. Siempre vimos la belleza y la importancia de nuestros tejidos; los hicimos grandes para que ustedes los vean’”.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro.

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro.

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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Foto: Juan Valeiro.

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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