Tulliworld, por Nancy Arruzza.

La expresión persona en situación de discapacidad y el paradigma del modelo social de la misma, proponen que aquello que se percibe como discapacidad en una persona se vincula con interacciones sociales (con otras personas y con el medio) que la oprimen y la determinan como discapacitada. Si fuera publicista acuñaría el eslogan “No es que no puedo, sino que no me dejan”. Estos conceptos surgieron para cuestionar el modelo médico que marcó cuerpos como “discapacitados” o “normales” ateniéndose únicamente a una perspectiva biologicista, individual. Dicho sea de rodada, el criterio médico se usó para respaldar lo que primeramente determinaba el valor de los cuerpos: su capacidad para funcionar en el engranaje capitalista. Cuerpos que podían producir y reproducir ciertas condiciones materiales y subjetivas históricamente demandadas, normales; cuerpos que no podían, fuera bicho. 

En la mayor parte de los espacios, la accesibilidad está garantizada solo para cuerpos con características que se consideran normales, por lo tanto, deseables, mientras que los cuerpos indeseables son resistidos (no eliminados, al menos si no hay consenso social, porque siempre alguna ganancia se les extrae).

Desde que empecé a usar ruedas, lo antitullido es lo que principalmente me limita, pero también hay cosas que antes podía hacer y ya no puedo, cosas que nunca pude y otras que presentan riesgos inusitados para mí y que, con el tiempo, presentarán aun más. Ejemplo ya mentado en otra columna: mi baño está adaptado y aun así a veces me caigo.   

Si asumiera que solo la inaccesibilidad es lo que me impide desarrollar ciertas actividades estaría suponiendo que, sin barreras externas, podría realizar cualquier acción que me propusiera; además, estaría olvidando que todos los cuerpos son frágiles, que ciertos cuerpos lo son aun más y que yo no saqué ningún número ganador en la rifa de atributos físicos.

Que la accesibilidad sea un tema que solo interesa a tullidos y personas cercanas prueba, entre otras cuestiones, que quienes se autoperciben normales hoy, creen que seguirán en el mismo bando hasta que mueran.

Ningún cuerpo podrá lo mismo durante toda su existencia: el devenir tullido no es excepcional. La fragilidad es una condición permanente en todes: lo único que varía es su intensidad.