Sigamos en contacto

CABA

Cocinando el futuro

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Una fundación y restaurante de Carlos Keen, cerca de Luján, alberga a chicos judicializados que han logrado escapar de ciertos infiernos. Aquí se convierten en chefs de primera, y empiezan a amasar su propia historia.

Cocinando el futuro

Micki carga una enorme y deslumbrante bandeja sobre su hombro derecho: “Tortilla de papa para 25”, informa con media sonrisa tras retirarla del horno de barro, mientras calculo si convendrá atracarlo ahí mismo.
Micki fue un chico de la calle. Tiene 24 años y es un chef capaz de hechizar a los comensales con producciones como los ñoquis de rúcula o el pollo al horno de barro con vegetales asados. No lo hace solo, sino con todo un grupo de chicos que son como lo fue él, niños “judicializados” (bajo la custodia de un juez) porque sus familias no están en condiciones de hacerse cargo de ellos. Son doce, que ahora viven en este lugar sospechosamente parecido a un cuento, pero nada aquí es artificial. Los chicos pululan entre la cocina, los gansos, el sol, la huerta, la tortilla y el horizonte.

Ollas y pelotas
Camino Abierto es una fundación y un hogar para chicos, que tiene como proyecto productivo el restaurante Los Girasoles, en Carlos Keen, a 13 kilómetros de Luján. El proyecto les da de comer a los que trabajan allí dándoles de comer a quienes llegan al pueblito los fines de semana tratando de lijarse la psicosis urbana. Aquí los chicos están dedicados a elaborar cosas tan disímiles como palitos de queso y futuro relleno. Ternera braseada y autoestima fresca de cada día. Raviolones de borraja, opciones de vida y helado de sambayón con dulce de leche, que Leandro (17) prepara hirviendo la leche (de sus propias vacas), con una sabiduría ajena a las empresas. Es quizás uno de los mejores dulces de leche argentinos, realizado por chicos fugados de las hornallas del infierno. El chef Martiniano Molina comparte esta teoría y arriba cada tanto no sólo a dictar talleres y recetas al grupo, sino a llevarse frascos enteros de este dulce por ahora sin logo y sin conservantes. También suele aventurarse por aquí su colega Narda Lepes, que además de colaborar en la capacitación de chicas y chicos, se anota en los picados de fútbol.
A los albergados en Camino Abierto se suman varios adolescentes de Carlos Keen, Ruiz y otros pueblos de la zona, que llegan para compartir tareas y aprendizaje. El resultado es que el visitante puede ver pasar chefs de 12 años que van a cocinar, arrieros de 14 que llevan a pastorear a las vacas lecheras, o mozas de 15 recomendando un conejo a la cazadora. Los padres de estos chicos pueden estar en prisión, ser desahuciados del sistema, haber fallecido por enfermedades causadas por el sida o, en el caso de los vecinos de la zona, ser obreros o empleados. (Miro los conejos y me queda una duda roedora: ¿cuántos bien pensantes urbanos permitirían que sus hijos estudien y compartan vida con estos chicos?).
Hay cumbia y risas en la cocina y entre las hornallas. Carla (15 años) cuenta: “Todos acá nos sentimos importantes. Y decimos: el trabajo en equipo supera cualquier talento”.

De la calle
Ricki es el apodo de Eleazar Amado. Apellido ilustre. El brasileño Jorge Amado fue un novelista que supo cantar –y si es que existen las casualidades– a la cocina bahiana (Doña Flor, la de los dos maridos, sobrevivía como profesora de la escuela culinaria Sabor y arte) y también al desamparo de los chicos de la calle bahianos, a quienes llamó los capitanes de la arena. Micki está sentado en el parque, mientras van y vienen –y me invitan con un tiramisú de novela– los capitanes de la huerta.
“Estoy aquí hace 16 años. Con mis hermanos Emanuel y Lucas, fuimos los primeros que llegamos” cuenta Micki, con un estilo que siempre es preciso, veloz y denso a la vez. “Mis padres no nos pudieron tener, por razones de ellos. Vivíamos en casas tomadas, y también en la calle. Como podíamos. Pedíamos monedas, pedíamos comida. A mis padres no les gustaba trabajar. Fallecieron de sida por una cuestión de su vida, nada más”.
Los chicos vivían y ambulaban por Flores. “Era la primera época de Menem. Todo perfecto, todo color de rosa, primer mundo”, dice Micki con media sonrisa de sarcasmo. El entonces Presidente calmaba conciencias diciendo que pobres hubo siempre. Micki parece oler algo en mal estado: “Seguro. Y nadie hacía nada por los pobres, ni por los pibes”.
El hermano mayor de Micki, Emanuel, tenía 10 años cuando conoció en un hospital a Susana Esmoris, o viceversa. “Ella decidió hacer algo por él que estaba en situación de riesgo y por nosotros también”. Se queda pensando y pronuncia una frase asombrosa: “En lugar de dedicarse a ganar plata, decidió hacer algo por ella misma”.
Micki acelera su relato: “Cuando nos instalamos aquí empezamos a hacer dulces hasta que Susana tiró la idea de hacer un restaurante. Empezó en el año 2000 ó 2001, era un éxito tener 20 personas y hoy vienen unas 120 entre sábado y domingo. Vinieron los chefs a pasarnos experiencias. A cada uno hay que aprovecharle su jugo. Y nos consiguieron hacer pasantías en restaurantes de la Capital. Los chicos van y aprenden cómo pelar una papa, una cebolla, con gente especializada. Nos reciben con onda”.
Micki dirige la parte de gastronomía de Los Girasoles. “Pero esto es un conjunto, el que cría los chanchos, el que hace la huerta. El asunto siempre es el mismo: meterle entusiasmo”. Entusiasmo y otros secretos. “Vos pensá que todo es casero, y todo producido acá: los lechones, la leche, el pollo, la ricota, los quesos… todo le da un toque al plato, que no lo podés manejar con los productos comprados”. Estos chicos hablan con orgullo de artistas.
Alejandra me cuenta que una vez una clienta desconfió de que semejante flan con dulce de leche fuera íntegramente producido por esos chiquilines. Le mostraron todo, le presentaron a Leandro, el imberbe maestro repostero, y lograron que la señora se dedicara a dos cosas saludables: callar y seguir comiendo.
Micki explica algo que tal vez no convenga leer cerca del mediodía: “Tenemos varios platos principales. El conejo a la cazadora se hace a la cacerola, grillado, con morrones, cebollas y zanahorias y vino blanco. O los ñoquis de rúcula, que es una especie de lechuga similar a la radicheta, se puede comer con ajo… y es espectacular”, dice mirando hacia los árboles y dudando que yo entienda la magnitud de lo que acaba de revelarme. En el lugar se preparan hasta la limonada y los panes. “Nosotros vamos agarrando cada receta que nos dan y la damos vuelta, la afinamos”. Tal vez haya que entender a Micki como un músico: “Lo lindo de la cocina es que sea abierta, creativa, cada uno le tiene que dar su toque”.
En Los Girasoles agregaron un extra: el popurrí, que permite probar y compartir todos los platos, saborear todos los enigmas. El chico que pedía comida, ahora es uno de los que dan de comer: “Es lindo, porque significa conocer gente, estar en contacto. Y nos permite vivir a nosotros y a los pibes”. Anuncia, muy serio: “Es una satisfacción”.

Consumo de sociedad
Emanuel, el mayor de los tres hermanos, trabaja en una fábrica de cartón corrugado. “Tiene un hijo y está juntado, por suerte”. Lucas viaja: “Es medio hippy, hace artesanías, talla en madera, va y viene. Y yo soy el que me quedé, aunque ya no vivo acá, alquilo una casita en Carlos Keen” cuenta Micki y la charla entra en un terreno de definiciones diferentes a la “gourmetología” convencional: “Acá hay verde, aire, te jugás un fútbol a cualquier hora, te vas al arroyo y todo sin gastar plata, sin meterte en la sociedad de consumo, que todo te lo vende. Porque decime, ¿qué es la Capital? Letreros, todo para atraerte. Y para ser igual que todos los demás”.
¿Iguales?
Claro. Todos compran, todos hacen lo mismo. Muñequitos.
¿Y qué pensás de eso?
Que te venden todo, el alcohol, la droga, el sexo. Yo voy un rato, ando por la Capital, pero no me la compro. Eso no es vida.
¿Y qué es vida?
Lo que se hace acá. Dar apoyo, darte cuenta de que se puede salir adelante. Crear, compartir, trabajar. Está en uno ser abierto y dejarse llevar. Aprender. Fijate que en la universidad hay montones de pibes que estudian no-se-sabe-qué y después no sirven para nada. Inútiles que estudian carreras, pero no saben hacer nada, y lo que buscan de la vida, ¿qué es? Un laburito para comprar el mejor teléfono, pilcha, banda ancha. Todo consumo. ¿Eso es vida?

De la pileta climatizada al campo
La historia cuenta que el señor Carlos Keen tuvo tres oficios de los que Micki podría incluir entre sus inútiles a la carta: abogado, militar y periodista. Keen no conoció este lugar, al que Dardo Rocha le dio nombre por cuestiones de amistad, dicen. El pueblo nació en el siglo 19, llegó a tener 4.000 habitantes alrededor de la producción agraria y el ferrocarril, y casi falleció en los 70 cuando el tren dejó de llegar. Hoy, sus 400 habitantes lo han revitalizado a fuerza de restaurantes, hospitalidad, artesanías y espectáculos. El lugar es de una serena belleza rústica, no impostada y poco “reciclada”, que enamoró también a Susana Esmoris, la impulsora del proyecto Camino Abierto y Los Girasoles. Con ella aparece otro costado de esta aventura. “Siempre me ponen la etiqueta: empresaria exitosa que dejó todo para dedicarse a los chicos. Bueno, es cierto. Yo tenía una empresa de equipamientos de oficina, tenía 40 operarios, hacía buenos negocios, estoy casada desde hace 42 años, tenía dos hijas ya grandes, ganaba muy bien, viajaba”. Pero siempre hay un pero: “Me pasó algo. Me di cuenta de que no era feliz”. En una persona activa y práctica como Susana los alcances de ese descubrimiento fueron inesperados. “Yo vivía con la máscara de ‘está todo bien’, pero pensé: ¿ése es el sentido de la vida? Sentía que no. Lo sentía en el cuerpo. Me enfermaba, estaba mal, preocupada, histérica. Pensé: pucha, esto no es para mí”.
Susana decidió divorciarse, pero no de Hugo, su marido que la acompaña también en esta historia, sino de ese malestar que la perseguía, y la alcanzaba.
“Dije basta. Bajé la persiana, me pasé un tiempo yendo a pileta climatizada y gimnasio, no sabía qué hacer”. Puso un bar, lo vendió. Era más de lo mismo. “Un día estaba cuidando a mi hermano en el hospital y había un chiquito que iba y venía, jugaba, hacía lío”. Emanuel tenía 10 años. “Yo hablaba con él, venía a jugar conmigo. Lo veías y te dabas cuenta que era un chico que quería otra cosa para él”. Conoció a la madre. “Se llamaba Claudia. Tenía sida. Vivían en una casa tomada. Para mí era una buena madre que amaba a sus hijos. Por eso me propuso que yo me hiciera cargo, para sacarlos de todo eso, porque se dio cuenta de que ella no podía. Llevé primero a Emanuel, luego a Lucas y a Micki. Mi casa de Villa del Parque no era un lugar donde criarlos. Conocí este lugar, y lo compré hipotecando mi casa. Traje a los chicos, y como siempre estoy pensando cosas para hacer, me imaginé que podía ser un hogar para otros chicos como ellos”.

Sobre la libertad y la diversión
¿Cómo planificó todo esto? Otra respuesta sorpresiva: “Las cosas pasan, sin tener ninguna programación. Se van abriendo posibilidades, y vos tenés que decidir qué hacer. Te digo más. Al propio Emanuel, con 10 años, ya le veías que quería otra cosa para su vida”. Susana aplicó todo su esfuerzo a crear Camino Abierto como una fundación, a conseguir fondos, donaciones y apoyo. “Puse en alquiler el edificio de mi empresa y vivo de eso. Y todo lo que se consigue es para el proyecto”.
Logró despertar el interés de empresas grandes, a veces dispuestas al marketing. “Yo sé que hay como ataques de solidaridad, y después se van y se olvidan. Hay que aprovechar esos ataques y que sirvan para invertir y lograr sostener este proyecto para cuando se acaben los brotes solidarios. Si pido para dar de comer, nadie me da nada. Pero si pido para máquinas o equipos, sí”.
El restaurante fue una forma de convertir al proyecto en autogestivo, y la idea de Susana terminó además empujando a todo Carlos Keen a ser una especie de pueblo gastronómico y agroturístico, saliendo del ataúd en el que lo había metido el fracaso del progreso. El proyecto cuenta además con dos cabañas que pueden alquilarse y están construidas con materiales y criterios ecológicos, hasta en los desagües. Todo este menú quedó servido a partir de aquellas chispas de afecto y juegos en el pasillo de un hospital, entre un chiquito y una señora tácitamente conjurados en algo: sabían lo que no querían.
Diversas recetas para comprender Camino abierto, según lo que va diciendo Susana:
“Estamos en un sistema perverso que confunde a la gente y a los chicos. El modelo más claro es la televisión. Aquí no vemos televisión. Tenemos un televisor grande, pero lo usamos para ver las películas que nosotros alquilamos. Comedias, documentales, lo que nos guste, y después charlamos entre todos. Lo hacemos los viernes y sábados, porque al día siguiente no hay clases”.
“La televisión te vende que no seas participativo. Que seas pasivo. La televisión es que un chico no ande en bicicleta, que no piense solo, que no comparta con los demás”.
“Con las tecnologías actuales, los chicos no son libres. Quedan atados al televisor, el celular, la computadora”.
“Aquí no despachamos comida. Cada plato, decimos siempre, debe tener textura, color y sabor. La clave es divertirse y disfrutar en la cocina. Si no, nada sirve”.
“Todos son igual de importantes. El bachero es el que está en la bacha limpiando cientos de platos para que todo pueda funcionar. Tiene la misma importancia que el cocinero, o que el que baldea la cocina”
Susana se divierte con la idea de que ella es como un entrenador, o un director técnico, que ayuda a organizar a los chicos, y a que encuentren su lugar. Diana Lisman es arquitecta y también se instaló en Carlos Keen y en todo este proyecto: “Hay gente que nos pregunta como con horror si esto es trabajo infantil. Primero, nadie está obligado. Segundo, es un aprendizaje. Y además yo pregunto: mientras un chico sale a pastorear las vacas o prepara una comida, y otro en la ciudad mira televisión, ¿qué es preferible? ¿Cómo se entiende que estemos en una época con enfermedades como las depresiones y las angustias infantiles, justamente en esos chicos tan conectados a la tecnología?”. El debate: un chico que no trabaja pero vive frente al televisor tal vez es metido de cabeza –literalmente– en ese sistema que Susana Esmoris huele como perverso. El tema no se clausura. Este lugar parece destinado, como su nombre lo indica, a abrir, y no a cerrar.

Relatos
Uno de los chicos con los que hablé me contó: “A los 5 años empecé a escaparme de mi casa. Me maltrataban, y esas cosas. Yo digo: si no te sentís bien lo único que podés hacer es escaparte”. A esa edad se iba a la estación de José León Suárez, se colaba en el tren y aprovechaba para dormir ahí arriba sin tener tanto frío. Iba a la casa de su hermana, y ahí lo mandaban de nuevo a la casa. “Y yo volvía a escaparme”. ¿Estás arrepentido? “No. Fue lo mejor que pude hacer. Dejaron de buscarme, y la justicia empezó a mandarme a hogares. Estuve en varios. Éste es lo mejor, porque hay respeto, todos se conocen, tenés amigos en el pueblo, vienen y están con vos, o vos vas a dormir a la casa de ellos”.
Otro de los chicos –12 años– me habló muy serio, guapo, como bancándose cada cosa que contaba: “Yo no tenía problemas, y estuve bien, hasta los 2 años. Ahí pasó que mi papá hacía tratos, negocios, no sé muy bien, pero perdió todo. Se puso mal, medio loco, tomaba. Y nos pegaba. Nos echaba de mi casa. Iba a la casa de un hermano que tenía 24 años. Hoy tendría 30, pero falleció. Tenía una bolsa de dormir. Suponete que estuvimos dos noches con mi hermana. Él nos hizo volver. Mi papá pidió disculpas. Creo que le dijimos: ‘te disculpamos pero no nos eches ni nos pegues’. Un día me dejó salir con mi hermana a andar en bicicleta. Me cai y me quebré la clavícula. Y lloraba, y eso (me lo dice como aclarándome que lloraba solamente porque era chiquito). Mi papá le dijo a mi hermana ‘andá a buscar esa pastilla’ para ver si yo paraba de llorar. Mi hermana no alcanzaba, agarró las pastillas, me las dieron, pero era una droga, y no me la banqué porque era chico, y estuve en coma. Tenía 4 años”.
Habla al lado de la huerta, soplándose el flequillo, otros de sus amigos del grupo lo escuchan. “Después me puse bien, y andaba mucho en la calle. Jugaba con mi hermana como todos los chicos, a tocar el timbre y salir corriendo. Una vez nos agarró la policía, y nos llevó de nuevo a lo de mi papá. Él nos pegaba de nuevo y hacía otras cosas así. Me escapé, me mandaron a un instituto en Morón, a uno de monjas en San Fernando, y ahora que cumplí 12 años me pude venir para acá”. El instituto de Morón era lindo, “pero no te dejan hacer nada salvo mirar televisión todo el día para que estés tranquilo. Y a mí no me gusta, me aburre. Me gusta estar acá, con la huerta y los animales. A la noche tocamos la guitarra, o hacemos la tarea de la escuela, o jugamos a las cartas. Mi papá falleció. Mi mamá me viene a visitar. Yo puedo estar un rato con ella y eso me gusta. Pero no quiero volver a mi casa”.
¿Por qué? “Por la drogadicción. Acá nadie toma ni te pega. Nadie hace nada malo. Si me vuelvo a mi casa, soy un boludo”. Le pregunto qué piensa hacer hacia adelante: “Me gustaría ser profesor de educación física, y vivir acá. En Buenos Aires no. Están todos locos”.
Los chicos me dejan solo y sacudido por cada palabra que han tenido el coraje de pronunciar. Hay pájaros (¿serán música funcional?) y es una tarde templada. Los gansos navegan por el lago. Un grupo de chicos va con una pelota a la canchita a jugar fútbol. Hay silencio de viento y árboles. Hasta que suena mi celular, con un típico mensaje urgente, e irrelevante. Un ganso me mira. Sospecho que se está apiadando de mí.

Cómo se hace el pan
Carla tiene 15 años: “Soy moza, mi casa está en Carlos Keen, pero prácticamente vivo acá. Aprendo a cocinar. Vivo con mis hermanos. Ellos vivían acá y me trajeron. Mi mamá falleció y mi papá no vive con nosotros”. Traducción: los hermanos de Carla fueron chicos judicializados, que lograron lo que Susana define así: “En vez de volver a un entorno que los perjudica, muchas veces pasa al revés, son los chicos los que empiezan a escribir una historia nueva y traen a la familia”. A Carla le entusiasma charlar: “Me encanta ser moza, y aprender a cocinar para defenderme en la cocina, y en la vida”. Su visible compinche es Alejandra: “Yo tengo 16, también soy moza, pero me gusta más la cocina. Estamos inventando un emprendimiento entre las dos. Vamos a vender panes hechos por nosotras”.
Les pregunto cómo se hace un pan: “Harina, manteca, 50 gramos de levadura, agua leche. Pero lo principal es amasarlo con buena onda”. Les pregunto si lo dicen en serio, o si es marketing del microemprendimiento a dúo. Se ríen de mi ignorancia: “Mirá, lo hemos visto. Si venís de mala onda, el pan sale horrible”.
Susana pasa para avisarles que van a tomar, todas juntas, unas clases de teatro para inaugurar en algún momento una obra que se llamará Humor al dente. ¿No teme que con esa teoría sobre las tecnologías como modelo de falta de libertad la consideren reacia a las innovaciones? Responde: “No, porque esto es el futuro. Este modo de organizarse, de producir, de salir de la perversión y de la locura”.

Última receta
Tal vez Carla y Alejandra puedan explicarme la receta para que, como el pan, también salga bien la vida. Se ponen serias. Entre las dos van enumerando: “Buena onda, pasarla bien. Hacer las cosas con otra gente”. Alejandra propone: “Para que la vida salga bien hay que hacer lo que a uno le gusta, y tratar de vivir de eso”. Pasan Abraham, Diego y otros chicos que se van a pasear al pueblo. Las chicas se van a hacer teatro. Leandro está feliz: me avisa que el dulce de leche está saliendo mejor que nunca. Acaso se trate de saber elegir con cuáles de los hallazgos que aquí se pueden ver, tocar, oler, sentir, gustar, pensar y escuchar, prefiere alimentarse cada uno de los que conozcan esta historia.

Portada

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Seguir leyendo

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
Seguir leyendo

CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Seguir leyendo

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente. ©2025 Agencia lavaca.org. Riobamba 143, Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Editor responsable: Cooperativa de Trabajo Lavaca ltda. Número de propiedad intelectual: 50682265 - [email protected] | Tel.: +54 9 11 2632-0383

Vistas el día de hoy: 37.045