CABA
Cosiendo las noticias
Comenzó como un comedor y hoy es el centro de la lucha contra el trabajo esclavo y las mafias de la trata. Cómo lograron llegar a los medios y para qué.Directorio y Lacarra. En esta esquina hay un bar. O al menos es lo que parece si se lo mira desde afuera. Al traspasar la puerta, hay mucho más por descubrir. Es mediodía y las mesas están ocupadas por hombres, mujeres y niños que están almorzando en el comedor comunitario. En otra habitación, un grupo de costureras maneja las máquinas de coser con destreza admirable en el luminoso taller textil con vista al parque. A pocos metros, una serie de estantes exhibe coloridas piezas del taller de cerámica. Escaleras abajo, la biblioteca. Pero aquí no se acaba la propuesta. Una cooperativa de trabajadores textiles que produce prendas de vestir con marca propia: Mundo Alameda, la Asamblea Popular 20 de diciembre y una fundación que combate el trabajo esclavo conviven en La Alameda, nombre original del bar que fue rematado a fines de 1998 y luego tomado por la asamblea en 2002, cuando la crisis económica golpeaba duro a los vecinos del barrio y fue utilizado como refugio para albergar la olla popular. El compromiso con la autogestión, la defensa del trabajo digno y las actividades comunitarias son los ejes que la sostienen y le imprimen un sello con una identidad ganada en todos estos años.
Por qué no sirve un comedor
El hambre y la desocupación fueron las cuestiones más urgentes que marcaron el inicio de la asamblea barrial. Más de 250 personas se acercaban al comedor y la colaboración de un grupo de estudiantes lo mantuvo en funcionamiento. Hasta que Hebe de Bonafini y Osvaldo Bayer fueron a dar una charla y la conclusión de Hebe fue contundente: “Un comedor donde la gente no hace nada, no sirve, es clientelismo barato”. La sugerencia fue que todos tenían que aportar algo y de esa manera lo iban a sentir como propio. Desde ese momento, la única condición es participar de una tarea: cocinar, limpiar, servir los platos, recibir la mercadería o hacer el inventario. Gustavo Vera, maestro de escuela en ejercicio y principal referente de La Alameda, cuenta que fueron tiempos muy difíciles: “En el período en el que se cooptaban organizaciones por todos lados, nosotros nos resistimos y pagamos un precio alto, tuvimos muchísimos atentados, órdenes de desalojo, yo estuve procesado por usurpación, después me sobreseyeron. Estuvimos durmiendo cien días acá, esperando la infantería, cuando nos vinieron a desalojar se sorprendieron porque estábamos organizados. La Nación nos sacó dos editoriales en contra, decían que había que extirpar Zanón y un pequeño ejemplo de Zanón urbano, refiriéndose a La Alameda”.
Una gran cantidad de migrantes bolivianos habitan Parque Avellaneda y no es casual que en el barrio haya muchos talleres textiles. Tampoco es casual que la gran mayoría sean clandestinos. La relación de confianza que establecieron hizo que los costureros contaran la manera en que los traían de Bolivia, los engaños, las empresas que estaban detrás de esta explotación. “Pensábamos que los talleres clandestinos eran algo ocasional, marginal, que trabajaban para La Salada y no es así, trabajan para grandes marcas. Descubrimos que había un sistema de coimas muy aceitado en su momento con el consulado y la comisaría, y la megacausa en la que hay 103 marcas denunciadas en fuero federal comenzó a dos cuadras, con dos talleres clandestinos”, detalla Gustavo. En la página web aparece un listado de 81 marcas denunciadas por contratar trabajo esclavo. La mayoría son conocidas: Kosiuko, Awada, Adidas, Puma, Topper, Yagmour, Ona Saez, Normandie, son algunas de las que La Alameda señala, y le consta, como generadoras de abuso laboral.
Llegaron a denunciar más de 150 talleres solamente en Parque Avellaneda. En junio de 2004 inauguraron un taller textil. Una máquina Singer y ganas de trabajar era todo el capital incial. Comenzaron reparando ropa y haciendo dobladillos hasta que se insertaron en el marco del programa Manos a la Obra y se destacaron por ser la única cooperativa participante que no contaba con planes sociales. Gustavo recuerda: “Se asombraron porque había una voluntad muy grande de trabajo, no podían concebir que gente pobre, sin un peso, estuviera organizada. Habían hecho una entrega de maquinarias, pero el 90% había ido a parar a cooperativas que nunca existieron”.
Lejos de desanimarse, salieron a competir. El comienzo fue arduo, pero La Alameda empezó a ser conocida por sus denuncias de trabajo esclavo y esa incipiente notoriedad hizo que aparecieran pequeños fabricantes que querían pagar un precio justo. Desde ese momento tienen trabajo y la autogestión es posible, además de gratificante. Reparto equitativo de las ganancias, zona libre de patrones y el ejercicio de la democracia directa son las virtudes que acompañan las tareas cotidianas.
Mundo Alameda, la marca de indumentaria de la cooperativa textil, formó una alianza con su par tailandesa, la cooperativa Retorno a la Dignidad. Se encargan del diseño, corte, costura, todos los pasos imprescindibles para confeccionar una prenda. Comercializan el 30% de la producción en distintos locales y el resto lo venden a sus clientes estables. Gustavo declara con entusiasmo que el taller, que actualmente cuenta con catorce costureros, paga el doble que cualquier otro y el triple que uno clandestino. Además, se organizó una rama gremial en defensa de los derechos de los trabajadores y un consultorio jurídico gratuito. Lograron así que muchos de los trabajadores que rescataron de los talleres clandestinos ahora trabajen en talleres en blanco y tengan delegados. Los cartoneros del MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos), que provienen de la Asamblea de Almagro y organizan a 2.500 cartoneros en la ciudad de Buenos Aires, decidieron encargarles la confección de sus uniformes azules.
Fabricar la noticia
La actividad que viene realizando La Alameda logró trascender en distintos medios. Las investigaciones y denuncias contra el trabajo esclavo en talleres y en prostíbulos tuvieron eco y la llevó a constituir una fundación, que es el requisito legal para ser querellante. Así promueve 103 causas penales contra marcas de ropa por basar su producción en el trabajo esclavo, 24 contra empresas agropecuarias que utilizan trabajo infantil y 13 contra redes de prostitución. Es querellante en la causa de la empresa avícola Nuestra Huella, por la muerte de Ezequiel Ferreyra, el niño de 7 años que sufrió un tumor cerebral debido a la manipulación de elementos cancerígenos en la granja avícola donde “trabajaba”.
“Siempre tuvimos presente el mapa de los medios, recurrimos a ellos. Al comienzo dependíamos de alguna productora que nos hacia la edición, ahora producimos materiales propios y logramos instalar algunos temas”, señala Gustavo, a propósito de la repercusión que tienen desde que tomaron la decisión de mediatizar sus investigaciones.
En estos años aprendieron que la utilización de herramientas como la cámara oculta y el escrache son útiles por sus efectos. Lucas Scherer es periodista y colabora con La Alameda desde hace más de dos años. Es el encargado de convertir en notas periodísticas las investigaciones que la asamblea realiza.
Define Vera: “Queremos que las herramientas de comunicación estén a favor de las causas por las que uno lucha. y lo conseguimos. Jugarte la vida haciendo una cámara oculta y distribuirla en todos los medios genera el escándalo. No lo hacemos para figurar, sino que buscamos un resultado. Es una cuestión de conciencia. Esa pelea permanente, esa exposición pública, el escrache, el escándalo, la movilización y el trabajo con las organizaciones sociales lograron esto, que está marcado por los hechos además de las palabras porque lo que se dice con la boca se banca con el lomo”.
La fórmula
El balance de estos diez años recorridos es para Gustavo una lección: “Cuando surgió todo el movimiento de 2001, planteamos que había una historia de lucha popular atrás, porque muchas asambleas creyeron que eran lo nuevo y que lo viejo era inservible. A nosotros nos parecía que las asambleas habían surgido en Tartagal, en Cutral-Có, en Mosconi y nos propusimos ser humildes replicadores de esas experiencias en territorio urbano. Esas experiencias mostraban que la clave era buscar reinsertar a los trabajadores en la estructura productiva. Muchas organizaciones cayeron en la euforia del reparto de planes, de subsidios y creo que esto fue un error grave”.
Acerca de los logros de La Alameda, Gustavo describe lo que considera relevante para la experiencia que vienen sosteniendo con pasión y coraje: “Pudimos golpear fuerte, volteamos varios jefes de policía, rescatamos mucha gente de la esclavitud, pusimos a muchas marcas en la picota, le hicimos un daño terrible a la imagen y el marketing de grandes explotadores, ayudamos a armar cooperativas con un sentido digno, armamos una marca global sin un mango. Queremos demostrar que se puede recuperar los sindicatos; puede llevar mucho tiempo pero sabemos que lo vamos a hacer. Hay mucho mito que ha fabricado el enemigo para que no hagas nada”. ¿Cuál es, entonces, la fórmula que les permitió hacer tanto?. Gustavo lo define en una sola frase: “Nosotros no mentimos”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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