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Comenzó como un comedor y hoy es el centro de la lucha contra el trabajo esclavo y las mafias de la trata. Cómo lograron llegar a los medios y para qué.

Cosiendo las noticiasDirectorio y Lacarra. En esta esquina hay un bar. O al menos es lo que parece si se lo mira desde afuera. Al traspasar la puerta, hay mucho más por descubrir. Es mediodía y las mesas están ocupadas por hombres, mujeres y niños que están almorzando en el comedor comunitario. En otra habitación, un grupo de costureras maneja las máquinas de coser con destreza admirable en el luminoso taller textil con vista al parque. A pocos metros, una serie de estantes exhibe coloridas piezas del taller de cerámica. Escaleras abajo, la biblioteca. Pero aquí no se acaba la propuesta. Una cooperativa de trabajadores textiles que produce prendas de vestir con marca propia: Mundo Alameda, la Asamblea Popular 20 de diciembre y una fundación que combate el trabajo esclavo conviven en La Alameda, nombre original del bar que fue rematado a fines de 1998 y luego tomado por la asamblea en 2002, cuando la crisis económica golpeaba duro a los vecinos del barrio y fue utilizado como refugio para albergar la olla popular. El compromiso con la autogestión, la defensa del trabajo digno y las actividades comunitarias son los ejes que la sostienen y le imprimen un sello con una identidad ganada en todos estos años.
Por qué no sirve un comedor
El hambre y la desocupación fueron las cuestiones más urgentes que marcaron el inicio de la asamblea barrial. Más de 250 personas se acercaban al comedor y la colaboración de un grupo de estudiantes lo mantuvo en funcionamiento. Hasta que Hebe de Bonafini y Osvaldo Bayer fueron a dar una charla y la conclusión de Hebe fue contundente: “Un comedor donde la gente no hace nada, no sirve, es clientelismo barato”. La sugerencia fue que todos tenían que aportar algo y de esa manera lo iban a sentir como propio. Desde ese momento, la única condición es participar de una tarea: cocinar, limpiar, servir los platos, recibir la mercadería o hacer el inventario. Gustavo Vera, maestro de escuela en ejercicio y principal referente de La Alameda, cuenta que fueron tiempos muy difíciles: “En el período en el que se cooptaban organizaciones por todos lados, nosotros nos resistimos y pagamos un precio alto, tuvimos muchísimos atentados, órdenes de desalojo, yo estuve procesado por usurpación, después me sobreseyeron. Estuvimos durmiendo cien días acá, esperando la infantería, cuando nos vinieron a desalojar se sorprendieron porque estábamos organizados. La Nación nos sacó dos editoriales en contra, decían que había que extirpar Zanón y un pequeño ejemplo de Zanón urbano, refiriéndose a La Alameda”.
Una gran cantidad de migrantes bolivianos habitan Parque Avellaneda y no es casual que en el barrio haya muchos talleres textiles. Tampoco es casual que la gran mayoría sean clandestinos. La relación de confianza que establecieron hizo que los costureros contaran la manera en que los traían de Bolivia, los engaños, las empresas que estaban detrás de esta explotación. “Pensábamos que los talleres clandestinos eran algo ocasional, marginal, que trabajaban para La Salada y no es así, trabajan para grandes marcas. Descubrimos que había un sistema de coimas muy aceitado en su momento con el consulado y la comisaría, y la megacausa en la que hay 103 marcas denunciadas en fuero federal comenzó a dos cuadras, con dos talleres clandestinos”, detalla Gustavo. En la página web aparece un listado de 81 marcas denunciadas por contratar trabajo esclavo. La mayoría son conocidas: Kosiuko, Awada, Adidas, Puma, Topper, Yagmour, Ona Saez, Normandie, son algunas de las que La Alameda señala, y le consta, como generadoras de abuso laboral.
Llegaron a denunciar más de 150 talleres solamente en Parque Avellaneda. En junio de 2004 inauguraron un taller textil. Una máquina Singer y ganas de trabajar era todo el capital incial. Comenzaron reparando ropa y haciendo dobladillos hasta que se insertaron en el marco del programa Manos a la Obra y se destacaron por ser la única cooperativa participante que no contaba con planes sociales. Gustavo recuerda: “Se asombraron porque había una voluntad muy grande de trabajo, no podían concebir que gente pobre, sin un peso, estuviera organizada. Habían hecho una entrega de maquinarias, pero el 90% había ido a parar a cooperativas que nunca existieron”.
Lejos de desanimarse, salieron a competir. El comienzo fue arduo, pero La Alameda empezó a ser conocida por sus denuncias de trabajo esclavo y esa incipiente notoriedad hizo que aparecieran pequeños fabricantes que querían pagar un precio justo. Desde ese momento tienen trabajo y la autogestión es posible, además de gratificante. Reparto equitativo de las ganancias, zona libre de patrones y el ejercicio de la democracia directa son las virtudes que acompañan las tareas cotidianas.
Mundo Alameda, la marca de indumentaria de la cooperativa textil, formó una alianza con su par tailandesa, la cooperativa Retorno a la Dignidad. Se encargan del diseño, corte, costura, todos los pasos imprescindibles para confeccionar una prenda. Comercializan el 30% de la producción en distintos locales y el resto lo venden a sus clientes estables. Gustavo declara con entusiasmo que el taller, que actualmente cuenta con catorce costureros, paga el doble que cualquier otro y el triple que uno clandestino. Además, se organizó una rama gremial en defensa de los derechos de los trabajadores y un consultorio jurídico gratuito. Lograron así que muchos de los trabajadores que rescataron de los talleres clandestinos ahora trabajen en talleres en blanco y tengan delegados. Los cartoneros del MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos), que provienen de la Asamblea de Almagro y organizan a 2.500 cartoneros en la ciudad de Buenos Aires, decidieron encargarles la confección de sus uniformes azules.
Fabricar la noticia
La actividad que viene realizando La Alameda logró trascender en distintos medios. Las investigaciones y denuncias contra el trabajo esclavo en talleres y en prostíbulos tuvieron eco y la llevó a constituir una fundación, que es el requisito legal para ser querellante. Así promueve 103 causas penales contra marcas de ropa por basar su producción en el trabajo esclavo, 24 contra empresas agropecuarias que utilizan trabajo infantil y 13 contra redes de prostitución. Es querellante en la causa de la empresa avícola Nuestra Huella, por la muerte de Ezequiel Ferreyra, el niño de 7 años que sufrió un tumor cerebral debido a la manipulación de elementos cancerígenos en la granja avícola donde “trabajaba”.
“Siempre tuvimos presente el mapa de los medios, recurrimos a ellos. Al comienzo dependíamos de alguna productora que nos hacia la edición, ahora producimos materiales propios y logramos instalar algunos temas”, señala Gustavo, a propósito de la repercusión que tienen desde que tomaron la decisión de mediatizar sus investigaciones.
En estos años aprendieron que la utilización de herramientas como la cámara oculta y el escrache son útiles por sus efectos. Lucas Scherer es periodista y colabora con La Alameda desde hace más de dos años. Es el encargado de convertir en notas periodísticas las investigaciones que la asamblea realiza.
Define Vera: “Queremos que las herramientas de comunicación estén a favor de las causas por las que uno lucha. y lo conseguimos. Jugarte la vida haciendo una cámara oculta y distribuirla en todos los medios genera el escándalo. No lo hacemos para figurar, sino que buscamos un resultado. Es una cuestión de conciencia. Esa pelea permanente, esa exposición pública, el escrache, el escándalo, la movilización y el trabajo con las organizaciones sociales lograron esto, que está marcado por los hechos además de las palabras porque lo que se dice con la boca se banca con el lomo”.
La fórmula
El balance de estos diez años recorridos es para Gustavo una lección: “Cuando surgió todo el movimiento de 2001, planteamos que había una historia de lucha popular atrás, porque muchas asambleas creyeron que eran lo nuevo y que lo viejo era inservible. A nosotros nos parecía que las asambleas habían surgido en Tartagal, en Cutral-Có, en Mosconi y nos propusimos ser humildes replicadores de esas experiencias en territorio urbano. Esas experiencias mostraban que la clave era buscar reinsertar a los trabajadores en la estructura productiva. Muchas organizaciones cayeron en la euforia del reparto de planes, de subsidios y creo que esto fue un error grave”.
Acerca de los logros de La Alameda, Gustavo describe lo que considera relevante para la experiencia que vienen sosteniendo con pasión y coraje: “Pudimos golpear fuerte, volteamos varios jefes de policía, rescatamos mucha gente de la esclavitud, pusimos a muchas marcas en la picota, le hicimos un daño terrible a la imagen y el marketing de grandes explotadores, ayudamos a armar cooperativas con un sentido digno, armamos una marca global sin un mango. Queremos demostrar que se puede recuperar los sindicatos; puede llevar mucho tiempo pero sabemos que lo vamos a hacer. Hay mucho mito que ha fabricado el enemigo para que no hagas nada”. ¿Cuál es, entonces, la fórmula que les permitió hacer tanto?. Gustavo lo define en una sola frase: “Nosotros no mentimos”.

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