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Corazones cautivos
Taller de lectura y pensamiento en la cárcel. Luis Sanjurgo ideó ese espacio para las mujeres presas en Ezeiza y los jóvenes detenidos en Marcos Paz. Parte de esa producción la llevó al Obelisco y la liberó.
“La estrategia de supervivencia más radical es decidir que el sistema no te va a deshumanizar. Así es como las personas terminan descubriendo cosas que no sabían que tenían guardadas”. El que habla es Luis El Chino Sanjurjo, el mismo que todas las semanas pone en movimiento sus pies y se dirige a la Unidad 31 del penal de mujeres de Ezeiza y da varios pasos más para llegar hasta la Unidad 26 de la prisión de jóvenes adultos de Marcos Paz. A ambas penitenciarías lleva un taller de lectura y pensamiento llamado En los bordes andando.
Comenzó a dar talleres en Ezeiza (más tarde, tomó contacto con Marcos Paz) cuando una amiga que trabajaba en el Ministerio de Justicia le comentó que las presas de la Unidad 31 imploraban leer otros textos que no fueran los de autoayuda. Ahí se metió El Chino, redobló la apuesta y apareció en la biblioteca con publicaciones variadas: El Trabajo, de Aníbal Jarkowski; Vigilar y Castigar, de Michel Foucault y La filosofia en el tocador, del Marqués de Sade. Como sospecharán no fueron títulos elegidos al azar. La idea motora fue que las presas y presos recuperaran su voz, hablaran de su sexualidad y pensaran su cuerpo. “La cárcel, como ninguna otra máquina, es verdaderamente cruel. La necesidad de relacionarse con el personal y con sus compañeros hace que los presos nieguen su propia historia. Lo que construyen es un paréntesis muy intenso en su biografía y esa experiencia se vuelve circular y se encierra sobre sí misma”, dirá El Chino, que es docente de la materia Comunicación II de la carrera Ciencias de la Comunicación de la UBA. Sin embargo, al pisar la cárcel se tuvo que enfrentar a su propio conocimiento. Lo primero que aprendió fue a preguntarse: ¿Cómo se da una clase?
Desde adentro
Cuenta: “Los talleres se convirtieron en un espacio para llorar, por ejemplo, por que al hijo lo tiene que criar otra mujer. Pero también para aprender. El año pasado leímos Foucault y al llegar al punto del panóptico –después de haberlo estudiado durante mucho tiempo– recién leyéndolo con ellas entendí el concepto. Te parte la cabeza ver que captan la complejidad de un texto en la primera lectura. Por ejemplo cuando Foucault dice que el disciplinamiento consiste en naturalizar la vigilancia. Lo más interesante de leer a estos autores fue que comprendieron la matriz para pensar cosas que pasan afuera”.
Palabras con alas
En este momento hay varias talleristas que quieren escribir libros y con uno de los chicos que salió en libertad armarán una Asociación Civil. El Chino explica la importancia de la contención en el afuera: “En realidad el 90 por ciento de la gente que está en cana es pobre y el hogar que dejaron –en el caso que tengan uno–, al salir está peor. Es una de las dimensiones más trágicas de las personas pobres y encerradas. La otra es la soledad. Se sienten mucho más solos cuando salen que entre rejas”.
Con el tiempo y como producto de toda la riqueza que apareció como fruto de cada encuentro surgió la revista Elba (título compuesto por las siglas que dan nombre al taller). El Chino recuerda que no era un taller de escritura, pero sin embargo algunas mujeres y hombres descubrieron que escribían. Muchos no habían terminado el colegio y encima lo hacían muy bien. Por ejemplo Lidia Ríos escribió:
…Se sorprendían sus vecinos de ese terrible y pobre final, sin saber que fue tan esperado y hasta deseado para que culmine la rueda de tortura que comenzaba cada amanecer. Un olor ciego seguía inundándolo todo, disipándose de a poco. Como su historia, la que nadie conocía. Desapareciendo en un espacio largo y definitivo, como el delincuente amparado en la noche.
De la cárcel a la calle y viceversa
Se ganaron al silencio y a modo de festejo el Chino junto a ex presas y ex presos intervinieron el miércoles 4 de mayo la ochava del Obelisco, plantaron un árbol, interpelaron a los transeúntes y les pidieron que liberen una carta (que una de las presas, por medio del mágico origami, transformó en pájaros de papel) escrita de puño y letra por las reclusas y reclusos que realizan el taller. Cada uno de ellos eligió plasmar por escrito lo que tuviera ganas: textos propios, fragmentos de sus compañeros, citas de autores. “La única consigna radical y rígida es: tienen que hacer lo que quieran”, sentencia el Chino.
Hay un ingrediente más: música. La banda que El Chino tiene con sus cuatro hermanos apadrinan el taller. Fede toca el trombón, Pablo la percusión, Mati el bajo, Euge la flauta traversa y el Chino canta. La dinámica de la banda se asimila a la del taller. Los talleristas fueron tirando letra y a modo de rompecabezas se armaron dos canciones: En los bordes andando y Tu poder. Las grabaron en la cárcel y pusieron las voces las presas y presos. El resultado fue que el hijo de La Turca (una de las detenidas) lo llamó al Chino agradeciendo porque todos lo días podía escuchar la voz de su mamá a través del CD.
El Chino sostiene que la libertad además de una idea debe ser una práctica concreta. Y si en principio es una idea, se tiene que caminar hacia ella pensando alternativas. Ésta es nada más y nada menos que la misión del taller, la revista y del CD.
Luego de una hora y media de entrevista el Chino me regala una anécdota que fue el disparador que transformó la perspectiva de como encarar el taller y que descubre dónde se encarna la crueldad del encierro. Narra El Chino y con sus palabras te arropa como cuando un padre le cuenta un cuento a su hijo: “Estábamos en noviembre y era temporada de jazmines. Compré doce de ellos como gesto afectuoso para llevar al taller, pero también como excusa para introducir el tema de la memoria del cuerpo. Y me llamó la atención que una de las chicas más peleadoras, que me había impresionado por su dinámica y que siempre tenía algo para decir, se recluyera en un rincón callada. Me acerco, le pregunto si estaba bien, si había dicho algo que la había ofendido. Y ella me responde: ´Es que hace ocho años que no sentía el olor de un jazmín”.
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