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Puro cine
Tetsuo Lumiere. Ganó dos festivales con un corto grabado con un celular y el premio mayor en Mar del Plata con su primer largo. No tiene cámara ni compu: su recurso es…
Es uno de esos días donde el caos vehicular que tanto irrita a los taxistas llega a niveles inhóspitos. A pesar del retraso, llegamos al barrio de La Paternal, sin dudas mucho más amable que el microcentro porteño. La cita es en la casa de nuestro entrevistado, que en este mismo instante está luchando con la puerta para dejarnos pasar. Ya vencedor, nos saluda con una sonrisa tímida y respondemos inmediatamente con una disculpa por la demora. “No importa, estaba editando mi último corto así que podían tardar diez horas que ni me iba a enterar”. Con estas palabras la tensión del viaje se disipa y nos preparamos para embarcarnos en otro viaje: bienvenidos al mundo de Tetsuo Lumière.
Tomemos como referencia dos hitos que, si bien están separados por más de 100 años, son indispensables para entender este mundo:
a) En 1895 los hermanos Lumière, considerados junto con Thomas Edison los creadores del cine, dieron la primera proyección cinematográfica de la historia.
b) En 2005 tres ex empleados de una empresa dedicada al comercio electrónico crearon Youtube.
El Lumière versión siglo 21, ahora sentado frente a mí, sintió desde el principio un deseo imperioso de entregarse a ese maravilloso arte de captar imágenes y ponerlas en movimiento: “Yo empecé de chico y no podía entrar a ninguna escuela de cine, porque tenés que tener más de 18 años. Una vez que tuve esa edad, ya no me interesaba estudiar”. Lumière comprendió, sin demasiadas vueltas, que el mejor método consistía en agarrar una cámara y ponerse a filmar: “Hice cursos, fui a charlas, aprendí cosas, me junté con gente. Eso siempre ordena los conocimientos que uno tiene. Pero no fui a una escuela a cursar, a dar exámenes y todo eso. Alguna vez tuve la posibilidad de recibir una beca pero, la verdad, eso de estar sentado escuchando… no podía, loco, no me daba la cabeza. Además necesitaba trabajar, y en el tiempo libre que me quedaba me dedicaba a filmar”.
Lumière filmó y siguió filmando con un único objetivo, que hasta el día de hoy lo que sigue teniendo claro: divertir y divertirse. Lo cierto es que tenía algunos problemas a la hora de mostrarle al mundo sus creaciones. Comenzó confiándoselas a unos pocos amigos para romper con la vergüenza, y luego las dejó rodar por un circuito alternativo (y un tanto clandestino) de bares y teatros. Lumière recuerda aquella época como una tortura: “Eras vos solo contra el mundo”. Sin embargo, en ningún momento se frustró, y siguió forzando esas puertas que se resistían a abrirle nuevos caminos. El joven Tetsuo ni se imaginaba que ese mundo contra el que luchaba en soledad terminaría poniéndose de su lado.
Luz
Lumière necesitó de la creación de un nuevo mundo: “Si no fuera por Internet, no sé qué hubiera hecho. Empecé a meterme en un montón de foros de cine, teatro, directores y actores. Todavía no existía Facebook, así que mandaba mails masivos o notas de prensa a todos lados”. Reconoce que en un principio estaba un poco desesperado y llegó a meterse en foros de Harry Potter. Pronto le tomó la mano al asunto y comenzó a entender a ese monstruo capaz de reducir el universo a un par de clicks. Su estrategia consistía en seleccionar los lugares en los que difundir sus sueños. Pero no todo era tan sencillo: las páginas de videos le permitían colgarlos por un tiempo limitado o le cobraban y la velocidad de la red no se caracterizaba precisamente por su rapidez. Cuenta Lumière: “En 2005 empezó a explotar todo y apareció Youtube. Empecé a subir mis videos y a los tres meses ya tenían más de 500 visitas. Hoy en día ya tienen miles de reproducciones. ¿Cómo hubiera hecho antes para juntar 2.000 personas a ver un video de un minuto? Es increíble”. Este pasaje de los bares clandestinos al ciberespacio le permitió hacerse un poco más conocido y le dio confianza para filmar su primer largometraje: TL-1 Mi reino por un platillo volador, que sería la primera parte de una trilogía sobre la vida de Tetsuo Lumière, un director obsesionado por filmar su película de platillos voladores que atacan a la ciudad de Buenos Aires. Pienso en el viaje desde el microcentro: la idea no está nada mal.
¿Cómo surgió tu nombre?
Cuando era más pendejo me decían en joda Lumière, por mis películas mudas. Me gustó y lo terminé adoptando. Y Tetsuo es porque necesitaba un nombre que no me relacionara con nada del mundo. Es un nombre japonés.
El cine de Lumière, al igual que su nombre, desboca creatividad no tanto por sus elementos, sino por la forma de conectarlos. Los mejores ejemplos son sus dos películas experimentales en los que mezcla diferentes videos de Youtube –que abarcan desde Carmen Barbieri hasta Los tres chiflados– a través de un remontaje. La técnica consiste en unir los diferentes segmentos y, de este modo, crear un nuevo significado y una nueva historia, haciendo una relectura de aquello que ya se había visto.
Lumière tiene también una veintena de cortos, la mayoría de ellos colgados en la web. El espectro va desde cine de animación digital, como Las 1.000 formas de destruir el Congreso Nacional y llega hasta Rojo en el bosque sangriento, que fue filmado con un (1) celular en un (1) día de rodaje, contó con un presupuesto de dos (2) panchos y ganó dos (2) premios: el Celu film Fest (primer festival de películas hechas con celulares, que le dió una retribución económica de mil dólares) y el JVC Tokio Video Festival, celebrado en tierras niponas, donde su nombre no sonaría tan raro como en estas pampas.
Su primer largometraje fue bastante exitoso: llegó a exhibirse en el Malba durante cuatro meses y le brindó cierta legitimación dentro del mundillo del cine. Cuando presentó la secuela TL-2 La felicidad es una leyenda urbana –que fue rechazada por el BAFICI– ya era medianamente conocido. Tetsuo Lumière, armado de su imaginación como presupuesto, su creatividad como tecnología y su amor al cine como incentivo, ganó el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata como mejor director argentino en el año 2010.
Cortos filmados con celulares, experimentos con videos de Youtube y películas en las que prácticamente no hay palabras: ¿qué nos está diciendo Tetsuo Lumière?
Cámara
Lumière recurre al curioso método del “mangueo” para atraer coproductores –o mejor dicho, gente con ganas de ayudar– que quieran participar en sus películas a través de Facebook. ”La gente que dice que no funciona o que es una boludez es porque no lo sabe usar: yo conocí chicas y conseguí trabajo. Le debo casi toda mi vida a Facebook. Lo que hacemos es ayudamos entre todos. Si me piden que actúe para tal corto, bueno, dale, vamos. Son como sistemas de trueque. Y es la única manera de saltar los límites”.
En este momento está en una etapa de pleno crecimiento. Se lo ve ansioso por dar el gran salto y empezar a filmar de forma más profesional. Lo cierto es que aquellos límites que él dice querer saltar son, precisamente, una de sus fuentes de creatividad: si, como decía Leonard Cohen, nada es perfecto, todo tiene sus rendijas y a través de ellas es por donde entra la luz, Tetsuo Lumière retuerce esas rendijas y las pisotea y las corrompe hasta transformarlas en enormes agujeros por donde avanza una luz descontrolada que nos jaquea las pupilas y nos sacude la cabeza.
Acción
Un árbol se transforma en dinosaurio, derroca al Presidente y decreta: “recreo para toda la vida”. Un tiburón inflable ataca a una mujer en su pileta con un tenedor. Un par de dedos se suicidan con un teléfono de disco. Una bolsa de basura se niega a ser tirada a la calle. El cine de Lumiére toma la estética y la gramática de la comedia muda y el estilo slapstick (humor físico) –reconoce a Chaplin y Buster Keaton como grandes inspiradores–, les da un toque de delirio criollo y lo representa con una variedad de formatos que hacen de su obra algo novedoso.
¿Qué buscás con tus películas?
Que la gente se muera de risa, nada más. Que digan: “No puedo creer lo que estoy viendo” o “Qué loco que está este chabón”. Para mí es un placer escuchar que la gente se ría durante mis proyecciones.
No alcanza con definir al cine de Lumière como absurdo o delirante (sin duda lo es). Yo diría que es un cine mutante. Parte de una (anti) regla general y anárquica mediante la cual todos los objetos que lo componen pueden transformarse en otra cosa: Lumière ha creado un mundo con reglas propias porque sabe que todo es posible en ese universo paralelo que es el cine. ¿Cómo? Tomando un género que estaba muerto con la osadía del científico loco para darle vida a sus criaturas. Lumière vuelve a los estadíos primitivos –a los comienzos del cine, al espíritu lúdico de la infancia– para partir desde allí hacia nuevos rumbos.
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El ingenio Blaquier
La marca Ledesma es sinónimo de azúcar y papel y el apellido Blaquier, de aristocracia. Han acumulado dinero y lo demuestran. Por ejemplo, comprando 7 yates o destinando una mansión de 17 mil metros cuadrados exclusivamente a cenas de negocios. La pasión por el arte es otra de las virtudes de Carlos Pedro Blaquier, presidente del grupo y también filósofo y poeta. Cómo enfrenta una familia de tan alto perfil social los hechos que la vinculan con los crímenes de la dictadura militar en el ámbito de su Ingenio y los asesinatos que se cometieron hoy para defender sus tierras.
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El Ledesmazo
35 años y 1 día después de aquel apagón, hubo 4 muertos más en esas tierras de impunidad. Fue el saldo de la batalla que libran allí “los desesperados contra la política y los negocios”, como ellos mismos definen. Algo huele mal y es Ledesma.
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