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Por las ramas

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Ombúpolis. El Grupo Pleimóvil sube a escena en el ombú de una plaza para intervenir el espacio público con danza y teatro. Aire libre para viejas historias recuperadas.

Por las ramasUna de las zonas más interesantes de Buenos Aires, el actual Parque Rivadavia, supo ser hasta comienzos del siglo pasado una quinta privada y selvática en manos de los Ambresio Lezica, familia históricamente pudiente. Entre el batallón de sirvientes de esa casa ilustre había una mulata planchadora y, según la leyenda, amante exquisita. Para que no distrajera las voluntades de los jóvenes patricios que asistían los martes a las “fiestas de té y baile”, la señora de la casa ordenaba que la negra se retirase al patio trasero. Con todo, sin perder ocasión para los placeres del mundo y sin haber leído a Shakespeare, la planchadora recibía con cariñosa cortesía a diversos Romeos que -obviando toda ceremonia previa- se daban un pequeño, rápido gusto y se iban. Un martes de 1861, la hedonista fue asesinada: un pretendiente borracho -rechazado por esa mujer que se le negaba a pocos o a nadie, ofendida su frágil masculinidad- la degolló y dejó el cuerpo tirado al lado del magnífico ombú que todavía hoy perdura sobre uno de los costados del Parque. Semejante historia es tierra fecunda para mitologías: se cuenta que el homicida se llevó la cabeza agarrada de los negros rulos y que los martes por la noche algún par de ojos alucinado puede ver a la mujer sin cabeza paseando cerca del ombú, sosteniendo una plancha al rojo vivo. Tal es el mito que, por cierto, perdura sin haber incorporado nunca la mirada mulata sobre esta historia.
Luego de sucesivas decadencias, la finca fue quedando, poquito a poco, abandonada. Durante la presidencia de Alvear -año 1927- el terreno se inauguró como espacio y parque público. De esa finca de recreo hoy todavía perduran la calesita -o “noria”, para los exquisitos-, un ejemplar de eucalipto traído de Australia y donado por Sarmiento a la familia Lezica, y también el gigantesco ombú que nos deja, luego de este paréntesis introductorio, directamente en el centro del asunto.
El ombú, hoy
Exactamente 150 años después del crimen una obra independiente del Grupo Pleimóvil se estrena alrededor del ombú del Parque Rivadavia. Desarrollando aspectos de lo que, a falta de un nombre más esclarecedor, se ha dado en llamar danza contemporánea -donde el límite parece estar difuminado entre la imaginación del director y la tendencia a improvisar de los actores- el espectáculo se presenta en 12 escenas que no se unen mediante un hilo de tensión, sino que tienen como intención dramatizar y espejar lo que sucede todos los días alrededor del árbol. Personas que pasean distraídamente, hombres jugando al fútbol, bicicletas y patines que lo rodean, niños en triciclo escoltados por madres impacientes, gimnastas a veces haciendo ejercicio, a veces en simulacro, y por supuesto -recordando a nuestra negra- el encuentro de parejas que se citan con la esperanza de un amor. Con música de Louis Armstrong, temas de la película Amarcord, de Fellini, y Leonardo Favio entre otros, es por lo tanto una representación apta también para ciegos.
La obra se llama Ombúpolis (polis, ciudad, y ombú, voz guaraní que significa sombra o bulto oscuro) y fue estrenada el año pasado, pero con otro contenido. Esta vez serán 8 funciones de 40 minutos.
La versión 2011 está dirigida por Ollantay Rojas, persona que a sus 31 años, de tan movediza y polifacética, podría encuadrar en esa antigua categoría de “hombre del Renacimiento”: es director y actor, pianista, simpático -lo cual ya es todo un oficio-, bailarín de tango y hace quince días se recibió de abogado. La profesión, al igual que el nombre, no es casual: su padre, santiagueño, promotor de la cultura precolombina, oficiaba como abogado defensor de asuntos indígenas en Buenos Aires. Ollantay es el nombre quechua de un guerrero del imperio con dificultades para conquistar a la princesa, hija de Pachacutec, el Inca. De esa historia se creó una obra anónima en tres actos, publicada por primera vez en 1857 en idioma quechua y alemán. Más tarde, Ricardo Rojas haría una versión en nuestro país. Nuestro Ollantay busca sus raíces en un ombú y no es casual: “No estamos en el árbol sin por qué, sin sentido. Estamos contando algo. Queremos convertir el espacio convencional en uno escénico y eso está dado por la teatralidad que ponemos en juego.”
Escena y escenario
¿Qué significa hoy hacer teatro independiente al aire libre?
Significa una gran apuesta y un gran desafío. Surgen muchos imprevistos y, por ser danza independiente, se cuenta con escasos recursos para sobrellevarlos. Por lo tanto, nuestro capital es la paciencia. Tenemos como facilidad contar con el espacio para ensayar, y probar las cosas directamente en el lugar donde se van a realizar las funciones. El mayor beneficio: puede ver la obra mucha gente, sin que tenga impedimentos económicos, ya que las funciones son gratuitas. Estar ahí representa en sí mismo una elección y una apuesta. Elegimos el lugar y apostamos a que la gente nos acompañe.
¿Cómo se organiza el grupo?
A modo de cooperativa, o sea que todos participan de los costos y de los beneficios. Para el desenvolvimiento del grupo se fueron dando subdivisiones del trabajo en diversos sectores, como por ejemplo técnica, cuentas, dirección, gráfica, etc. Pero el proceso creativo es grupal.
¿Creés que tiende a desaparecer el rol de director?
Creo que no, si el director marca justamente una dirección hacia la cual el grupo quiere ir. La intervención activa de cada integrante es muy productiva, cumpliendo un rol de intérprete-creativo y no el de intérprete-instrumento. Puede ser beneficioso, siempre y cuando no se pierda el horizonte: que el esfuerzo se diriga en beneficio del proyecto creativo.
En los tiempos previos a la creación de los anfiteatros, los griegos asistían a obras que se representaban en las plazas; aunque es cierto que al comienzo un solo actor o un rapsoda pronunciaba un largo monólogo. En el caso del primitivo teatro africano la locación no era específicamente una plaza, pero era también pública; y en las ceremonias religiosas, lentamente el mago o brujo se convertía en actor, mientras que el rito abría paso al mito. La lenta profesionalización fue encerrando a los actores en escenarios fijos, corralones, teatros pequeños y otros inmensos. Parecería que el arte moderno e independiente tiende ahora a salir a la calle a buscar aire.
No es mi intención debatir con los historiadores del teatro, pero mis preguntas son estas: ¿asistimos a la recuperación del espacio público a través del arte, que es la trinchera desde la cual hoy se sostiene esa pelea? ¿Se trata tan solo de una resistencia coyuntural, porteña, o es tan sólo algo que sucede desde siempre y no debo extrañarme al ver gente danzar entre las ramas del ombú de un parque enrejado? Cuando me senté a ver el ensayo de Ombúpolis, al principio no podía distinguir si eran personajes actuando o personas conversando, lo que habla tan bien de la actuación como mal de mi sensibilidad para capturar la vida. También habla de otras cosas. Ombúpolis, entonces, nos conversa sobre aquello que quizás habíamos olvidado.

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Paren de fumigar

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Este es un breve resumen de los informes que en diferentes localidades elaboraron médicos y científicos. Tienen en común la seriedad de las fuentes y la coincidencia de los resultados. Señalan que existe una relación entre el aumento de casos de cáncer, malformaciones congénitas y leucemia en las zonas de mayor fumigación con agrotóxicos. Por el momento son los únicos que trascendieron y con mucha dificultad para su difusión, sobre un tema que preocupa y moviliza a los vecinos de las zonas afectadas, principales motores de campañas y denuncias judiciales que lograron hasta ahora resultados parciales y provisorios. El debate de fondo es el modelo agroindustrial que afecta hoy a todo el campo argentino.
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La peste

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Paren de fumigar. Un caso raro, una sospecha, un diagnóstico: médicos, pediatras y científicos de distintas provincias inundadas por el monocultivo y el glifosato fueron, casi siempre en soledad, el amplificador de una realidad silenciada al detectar que el crecimiento exponencial de malformaciones de bebés, cáncer y abortos a repetición, no es una plaga sobrenatural sino el efecto de un tipo de modelo productivo. En Chaco un informe impulsado por una pediatra oficialista (pero no obsecuente) determinó un 300% de aumento de casos de cáncer y 400% de malformaciones en zonas altamente fumigadas. Algunas de las voces que no se resignan a estas epidemias.
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Un sistema enfermo

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La salud en la Argentina. “Cómo uno vive, se enferma y se muere” abrevia Gonzalo Basile, presidente de Médicos del Mundo, para referirse a lo que está en juego cuando se habla del sistema de salud que rige en nuestro país y los intereses que lo amenazan hoy.
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