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Contar ciento uno
Juana de Pargament. Es la Madre de Plaza de Mayo que más edad tiene y también una de las primeras. Cada jueves da vueltas en la Plaza de Mayo dese hace 38 años.
Camina, Juanita. Da pasos lentos, pero firmes. Todo el tiempo parece que está por caerse y siempre logra mantenerse firme. Tiene la estabilidad de un potrillo recién nacido e idéntico deseo de galopar.
Es jueves, son las tres y media de la tarde y el suelo que pisa es el de la Plaza de Mayo. Esas coordenadas indican que Juana de Párgament está marchando junto a sus compañeras alrededor de la Pirámide.
Juanita es una Madre de Plaza de Mayo.
En cada paso sobre esas baldosas, que pisa incansablemente cada jueves desde hace 38 años, transporta su propia historia y también la colectiva.
Juanita, además, empuja 101 años.
Es la Madre de las Madres: la más viejita.
Las tres cifras resuenan por sí mismas y no le dan posibilidad de fraguar el número y restarse algunos años como, coqueta como es, alguna vez supo hacer.
Antes de que la desaparición de su hijo Alberto partiese su vida en dos y se convirtiera en una Madre, Juanita era una mujer que trabajaba como dactilógrafa y criaba dos hijos. Por el trabajo, que requiere una mala postura para llevarlo a cabo, tiene la espalda encorvada: una joroba que nunca logró doblegarla.
Caminar la vida
Alberto y su compañera, embarazada, se los llevaron en 1976. A partir de allí, Juanita recorrió cuarteles, iglesias, juzgados, incluso antes de que las Madres existieran como tales.
Caminó, Juanita.
Y en ese camino, se encontró con otras madres.
Ana María Sabio es una militante que también sufrió la dictadura. Por eso, se exilió en Suecia, en donde formó uno de los Grupos de Apoyo de las Madres de Plaza de Mayo. Todos los años, Ana María suele volver a Buenos Aires, para colaborar un par de meses con las Madres. Conoce a Juanita desde hace muchísimo tiempo. Así la define: “En la Plaza ella conversa con jóvenes, estudiantes y trabajadores y les cuentan que todo es posible, que las utopías se alcanzan”.
Ana María pone en palabras lo que muchos ven en Juanita: la perseverancia de la vida. “Es el testimonio de que por largo y difícil que sea el camino, nunca será inabordable, ni en vano recorrerlo. Esa es el significado de su larga vida: no decaer, no bajar los brazos, soñar con la certeza de que los sueños son posibles”.
Juana de Párgament no sólo es la Madre que más años tiene, sino una de las que participa desde el inicio, desde aquellos años atroces. Pese al riesgo que implicaba, en plena dictadura fue una de las primeras en ofrecer su casa para las reuniones con sus compañeras: “Era un deber”, dice.
Rafa Tano, editor de la revista de las Madres, rescata una frase emblemática de Pablo Picasso: “Lleva tiempo llegar a ser joven. Cada vez que la veo a Juanita me acuerdo de la frase ”.
Lo gigante
Juanita habla un inglés fluido, que en los primeros años de lucha fue clave para dar a conocer las denuncias en el exterior, y que ahora le permite recibir a decenas de personas –turistas, en su mayoría– ávidos de conocer detalles sobre la organización. Los recibe en la Casa de las Madres, el espacio donde se juntan todos los días y en donde llevan adelante sus actividades, además de compartir el desayuno, el almuerzo y la merienda.
Para ir, una camioneta la pasa a buscar por su casa de Balvanera. Si se retrasa cinco minutos, llama ansiosa para saber qué pasó. En la Casa, lee dos diarios con detenimiento. Está más informada que muchos de los ojos que leen esta línea.
Andrés Paul, El Vasco, es el responsable del área Audiovisual: “Es la más viejita de todas, pero tiene esa ansiedad y ganas de una niña que quiere llegar a la escuela para ver a sus compañeras. Es tierna y fuerte a la vez, es joven y vieja a la vez; es sensible y es tenaz; es paciente y perseverante; es chiquita, pero también es gigante. Juanita es un ejemplo”.
Un ejemplo.
¿De qué? De no parar.
Cuerpo y alma
El inicio de la lucha, sus conocimientos dactilógrafos fueron claves para propalar las denuncias de las Madres en el exterior. Como era muy rápida al escribir a máquina –incluso había participado en competencias de dactilografía– tuvo un rol clave en sistematizar las denuncias, las cartas y las presentaciones que inundaron juzgados, medios de comunicación, iglesias y embajadas, con diverso eco.
Juanita dice: “La Plaza es el compromiso”. Su voz parece la llama de un fósforo recién prendido: se enciende enérgica y, luego, se va apagando. Tiene la cadencia de un subibaja. “Ese compromiso está localizado en el cuerpo y en el alma”. Con tono pausado, sostiene: “Las Madres comenzamos con una caminata silenciosa que terminó siendo el grito más fuerte que cruzó todos los tiempos”.
Este ritual, el medio de comunicación potente que se haya creado, no requiere ninguna palabra más para ser descrito. Sólo cabe advertir que Juanita y las Madres siguen caminando.Y agradecerles la huella.
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