#NiUnaMás
Había una vez
El caso de la niña de 15 años violada por un gendarme. Un barrio del conurbano fue escenario de un abuso que revela la brutal diferencia entre los discursos y las prácticas de un Estado que no tiene respuestas para estas violencias.
En 2010 comenzó el Operativo Centinela.
El Operativo Centinela fue un proyecto de la Nación.
La Nación, buscando incrementar la seguridad, pobló las villas del Conurbano de Gendarmes.
Los Gendarmes, en un barrio de sur del Conurbano, por ejemplo, instalaron su destacamento en un polideportivo.
En el polideportivo jugaban, en enero de este año, niños y niñas.
Los niños y las niñas de vez en cuando iban al baño.
El baño estaba ubicado donde se alojaban los Gendarmes.
Los Gendarmes tiraron al suelo algunos colchones.
A esos colchones arrojaron también a una Niña de 15 años.
La Niña no pudo defenderse de uno de los Gendarmes.
El Gendarme había sacado su arma reglamentaria para amenazarla, y la violó mientras otros dos Gendarmes lo protegían (a él) haciendo de campanas.
La campana sonó luego de media hora, dijo la Niña, que se lo contó a su Mamá.
Su Mamá la llevó a la salita del barrio para que la viera la Ginecóloga.
La Ginecóloga sólo le dio la pastilla del “día después” y no cumplió con aquello que, en casos de denuncia de violación, indica cualquier protocolo médico.
El protocolo tampoco lo cumplieron los Gendarmes que iban a cuidar el barrio.
En el barrio vive una mujer que trafica drogas ilegales, una Transa.
La Transa -cuentan- les entregó a los Gendarmes, a la Niña y a su Prima, de 13 años, como parte de pago para seguir transando en el barrio.
La Prima de 13 años pudo escapar, no así la Niña.
La Niña fue con su Mamá y su Tía (la mamá de la Prima que escapó de la violación) a una Comisaría de la Mujer de la Policía Bonaerense para hacer la denuncia.
La denuncia la tomó una Sargento.
El Sargento interrumpió la declaración porque llegaron a la Comisaría los Gendarmes.
Los Gendarmes hablaron con la Sargento.
La Sargento volvió y le dijo a la Niña: “Yo no tengo uniforme de payaso, a mí no me mientas”.
“No miento”, dijo la Niña, y le dieron turno para el peritaje por violación: dos meses después.
“Dos meses después es tarde”, dijo el Papá de la Niña.
El Papá, tratando de que alguien se hiciera eco del tema, contactó a una Diputada provincial.
La Diputada le ofreció plata y trabajo al Papá, a cambio de silencio hasta las elecciones.
“Las elecciones importan más que una niña violada”, dice ahora el Papá.
El Papá no aceptó plata ni trabajo, y buscó Abogados.
Los Abogados quieren intervenir, pero no los deja el Poder Judicial, a través de un Juzgado.
El Juzgado no citó a nadie a declarar, ni tampoco la Fiscalía.
“La Fiscalía no se mueve”, dicen los Abogados.
Los Abogados buscaron entonces apoyo en un Programa de nivel nacional, que promociona con avisos en la tevé “la atención a las víctimas de abusos o malos tratos causados por ejercicio de violencias, cualquiera fuese su naturaleza, e intenta brindarles un ámbito de contención, seguridad y garantía de sus derechos, incluyendo la lucha contra el maltrato infantil”, dice el Programa.
El Programa de Nación respondió a los Abogados que no podía tomar el caso, por falta de recursos.
No tiene recursos, explicaron, porque los pocos que tiene los destina a atender “sólo urgencias que ocurran en la Ciudad de Buenos Aires”.
La Ciudad de Buenos Aires no es el Conurbano.
El Conurbano es donde vive la Niña.
La Niña fue violada por un Gendarme, ¿eso no es una urgencia?
El Programa de Nación respondió que notificaría al Ministerio de Seguridad.
Del Ministerio de Seguridad dependen los Gendarmes.
Uno de sus Gendarmes, con la complicidad de otros dos, violó a una niña de 15 años.
La Niña de 15 años tuvo que ir entonces hasta La Plata.
En La Plata le hicieron un peritaje.
El peritaje duró 1 hora y 12 minutos.
1 hora y 12 minutos se prolongó la humillación.
La humillación no consta en la conclusión.
La conclusión del peritaje plantea textualmente: “La niña presenta desgarros cicatrizados incompletos que pueden haber sido causados por la penetración por vía vaginal de elemento romo y duro como pene en erección similar”.
En erección similar sigue desplazándose el Operativo Centinela.
El Operativo Centinela reemplazó por otros Gendarmes a los tres que intervinieron en la violación, quienes aparentemente pasaron a disponibilidad por violar a la Niña.
La Niña, su Papá, su Mamá, su tía, su Prima, y también la Transa, siguen viviendo en el barrio.
En el barrio comenzaron las pintadas que denuncian que a la Niña “la violaron los Gendarmes”.
Los Gendarmes, la Policía, la Ginecóloga, el Programa de Nación, la Diputada, el Poder Judicial son parte del Estado.
El Estado ha violado.
el Estado no ha dado hasta ahora una respuesta.
Una respuesta a la sociedad, al barrio.
Una respuesta a la persona que nadie debería olvidar en este caso: una Niña de 15 años.
#NiUnaMás
La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
#NiUnaMás
Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?

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