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Adiós a Pablo Levin: la economía, Kicillof, Baremboim, el Quijote, y la batalla contra los reducidores de cabezas

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La nota “Marxismo Levinismo”, la teoría sobre los jíbaros, y otros laberintos de un hombre generoso y talentoso.   

Fue titular de Historia del Pensamiento Económico y de Economía Marxista en la Facultad de Ciencias Económicas, en la que además fue Profesor Consulto. Pablo Levin fue un maestro querido por sus alumnos, le gustaba salir del molde y armar grupos de reflexión “en las catacumbas”, o convocar a estudiantes (y periodistas) a caminatas o “camicharlas” por la Reserva Ecológica para discutir y reflexionar en movimiento sobre la política, la economía, y el futuro.

Programó en su momento un curso en MU: “Teoría de la Planificación Obrera (TPO)-Para personas no obcecadas, dispuestas a reflexionar sobre las perspectivas de la humanidad”. Asesoró durante un tiempo a los obreros de FaSinPat (Fábrica Sin Patrón, de Neuquén) cuando se hicieron cargo de la empresa de cerámicos Zanon.  

Aquí publicamos la última de las notas a Pablo realizadas para MU. Antes, un recuerdo no publicado. Ante la pregunta sobre qué cosas rescataba de lo que veía alrededor nos contó algo que tal vez sea una enseñanza sobre qué significa ser maestro: “El campo es bastante desolador. Pero si me preguntás qué veo alrededor que me gusta, yo te nombraría cosas que no tienen mucho que ver con lo que estamos hablando. Me emocionó mucho ver una clase de música que estaba dando Daniel Baremboim. Me pareció una cosa maravillosa y tiene vigencia siempre. Me impactó la creación viva de música. Algo que es justamente lo que falta, por ejemplo, en la izquierda. No un maestro que se pone a prescribir la forma en que hay que sentarse y poner los dedos, ni agarra una vara para pegarle en las manos al alumno. Ni está con el manual de cómo interpretar la partitura. Sino que está junto con el estudiante, no alumno sino estudiante, haciendo música. Eso es lo que no hay, como actitud, y eso es lo que tendría que haber. Pero no me hago demasiadas ilusiones”.

Esta nota publicada en MU 73, en febrero de 2014, sirve para comprender el contexto de muchas de las cosas que pensaba Pablo, que podía combinar su percepción de la sociedad rumbo a un desastre anunciado, con hacerse algunas ilusiones sobre el futuro. Una nota que en muchos sentidos anticipa lo que ocurrió después y lo que ocurre hoy, siempre que quiera leérsela en presente sin quedar a merced de los jíbaros.    

Marxisimo Levinismo

Foto: Lina M. Etchesuri

Pablo Levin, experto en economía marxista, resume el panorama actual con una ironía: «Estamos como si pusiéramos a Don Quijote en medio del tránsito porteño». ¿Qué hacer? por Sergio Ciancaglini

La Facultad de Ciencias Económicas linda con lo que fue la Morgue Judicial. Por eso, en uno de sus patios, se eleva una enorme chimenea que solía humear difuntos, que se bordea a través de una pasarela de unos 8 metros de altura, como un laberinto aéreo, para llegar al CEPLAD, Centro de Estudios para la Planificación del Desarrollo.    

El director es Pablo Levin, y como subdirector figura Axel Kicillof, según el no muy actualizado sitio web: Kicillof, en realidad, está de licencia sin goce de sueldo. Fue, además, ayudante de cátedra de Levin, pero hoy es ministro de Economía, y Levin sigue siendo titular de Historia del Pensamiento Económico y de Economía Marxista. Estos antecedentes encendieron la alarma de los opinadores que decretan que Kicillof es “marxista”, aunque diga que no: tal vez cree que sabe más de sí mismo que los columnistas y panelistas mediáticos.

¿Qué es lo que piensa alguien que sí puede ser considerado “marxista” (aunque la considera una teoría inacabada) que además fue premio nacional de Economía, es Profesor Consulto (distinción otorgada por el Consejo Superior de la UBA), y uno de los más respetados y acaso polémicos teóricos de estos laberintos?

Levin acepta la charla a condición de no hablar de Kicillof: “No quiero poner ninguna piedra en el camino. Discutir qué hace un ministro en este gobierno, en este Estado, es entregarse a conjeturas absolutamente estériles. Hará un poco más o menos, pero nada importante”. Dice que el panorama es inédito, y que estamos como si pusiéramos a Don Quijote en medio del tránsito porteño: “No entendería lo que ocurre a su alrededor. Sus patrones interpretativos no le servirían. Este momento exige desprenderse de formas arcaicas de interpretar la realidad. Entonces, ¿qué puedo decir de una tripulación que, de pronto, se ve al mando de un buque fantasma que anda sin timón, a la deriva, tengan o no ellos la habilidad o la intención de orientarlo a un puerto? ¿Para qué están ahí?”

Ni x 4

Se supone que están para que el barco de la economía no se hunda y vaya a alguna parte, le digo. Levin me observa como a un personaje del siglo 17. “Algo que hay que entender es que hasta Marx cayó en la ficción de creer que la economía está en la sociedad civil, y el Estado está afuera, como un ente que interviene cuando hay perturbaciones. Lo mismo se piensa del poder político: que está fuera de la sociedad civil. Por un lado quedaría la República, con la idea de soberanía del Estado. Por el otro, la sociedad, el interés privado. Pero todo ese modo de ver las cosas revienta para siempre ya a fines del siglo 19”.

La situación actual: “Lo que está ocurriendo es el agotamiento del poder civilizatorio y progresista del capitalismo. No puede concretar sus promesas: ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad, ni progreso. Ya es muy claro que vamos en dirección contraria, rumbo a un desastre anunciado”.

¿Qué rol ocupan entonces el Estado, o sus funcionarios? “En el mundo algunos Estados poseen algo de soberanía, pero otros son sólo una falsa puesta en escena de la política. No es ahí donde está el poder ni donde se juega el gobierno de la sociedad. Los funcionarios son cada vez menos relevantes. Lo quieran o no, son agentes o gerentes del capital potenciado (las grandes trasnacionales). Pero el Estado ya no es, como decía Marx, el directorio común de la clase burguesa sino al contrario: una oficina totalmente al servicio del cogollo más fuerte de las empresas capitalistas”.

Pero hay gobiernos que intentan cambiar eso para lograr mejor distribución e inclusión.

Fijate a dónde va la política de inclusión, cuál es su alcance. Lo que se logra, en realidad, es un cierto período de estabilidad social y de impunidad para los negocios no visibles de ciertos estratos del capital. La ilusión de un Estado Benefactor tiene patas cortas.

¿Por qué?

Porque no puede financiarse. Hasta Chávez, Morales, Correa, todos tienen un período de felicidad con una política de estímulo al consumo populista, extrañamente semejante a la que hubo acá con Menem y Cavallo. Años de vida fácil y destrucción del aparato productivo.

Pero el neoliberalismo fue la destrucción explícita del aparato productivo, que ahora, se supone, se trata de revertir.

No es así. Primero, lo de neoliberalismo es una estratagema ideológica que usan los que se inventan la doctrina opuesta para decir que ellos son los buenos, y los otros los malos. Y lo que han generado aquí es una expectativa de inclusión en la supervivencia, con principios irrenunciables como el subsidio a la maternidad. Pero no hacen ni el más mínimo amago hacia el servicio de salud universal, por ejemplo. Al revés: proliferan los negocios desastrosos y reaccionarios que han corrompido a la medicina. No hay control sobre los productos en el mercado, incluso alimentos y medicamentos, y tampoco sobre los efectos destructivos que tienen las técnicas de cultivo, que abusivamente se extendieron por todo el país destruyendo la trama productiva que lo ponía en un lugar de privilegio. Pero el tema excede a un gobierno o a otro, porque los que se consideran mandatarios no tienen mandato. Y sin mandato, la democracia es un camelo. El mandatario cree que tiene derecho a gobernar y hacer lo que quiera hasta cierta fecha. Es una tergiversación de la democracia. Pero lo que yo digo es todavía peor: el problema no es el gobierno, es el Estado.

Reducidores de cabezas

Para Levin la economía sufre un atraso en las inversiones de reposición: “Si andás en tu auto sin cambiarle las gomas, te sale barato, pero vas a tener un reventón. Te comés tu capital. Y eso ocurre con las inversiones de reposición urbana, ferroviaria, hospitales y en toda la economía cada vez más obsoleta”. Cuestiona el crecimiento sin desarrollo (sin cambios estructurales): “Es como congratularse porque un feto pesa 80 kilos. Ese crecimiento en lo social alivia algunos problemas, se reparten unos planes o trabajos precarios que siempre son mejores que el horror de la desocupación, pero no transforma la realidad. Y estás ante un ser espantoso”.

Frente a este panorama, Levin no percibe un aporte de la enseñanza universitaria ni de la economía política en particular, que le evocan a los legendarios chamanes jíbaros, artesanos de la reducción de cabezas: los tsantsa, que pueden verse en ciertos museos, siempre con los labios cosidos.

El escenario actual presenta a oficialismo y oposición en choque permanente: “Son enfrentamientos reales, pero opciones falsas y no relevantes. Decime además si hay una sola institución importante que sea lo que se supone que es: ¿justicia, medicina, educación? Todas parecen un poco lo que dicen ser, pero sólo para mantener la ficción”.

¿Y la izquierda? Levin considera que la ideología es una sola, un monocultivo, y que izquierda y derecha son los dos filos de la misma tijera funcionales ambos al sistema. “Lo que uno ve en lo que se llama izquierda es bastante desolador”. Cree que hay un drama en lo que llama “peticionismo”: “Exigirle al Estado cosas está muy bien, permite que exista la dignidad, pero limitarse a eso es patético. Hay que tener un Plan B: la creación de las propias herramientas y conocimientos para cambiar el futuro, y no quedarse en el peticionismo”.

Imagina que el cambio social lo producirá la clase trabajadora, hoy integrada por casi toda la población del planeta, cuando sea capaz de apropiarse de las herramientas de la producción, mediante lo que llama planificación obrera, creando nuevas relaciones sociales e instituciones que son el germen de un futuro Estado. Piensa en una democracia que sea con mandato vinculante, revocable, concreto, con participación de los mandantes, y favorecida por la informática.

Es una teoría complejísima y discutible, jibarizada en esta somera descripción, como suele suceder en el periodismo. “Para el futuro no hay modelo. Los nuevos proyectos e ideas toman lo que se sabe, pero deben ser capaces de crear algo completamente distinto. Las doctrinas son teorías momificadas. Lo que se necesita es lo poiético, que es una palabra afín a la poesía: a la creación”.

Pese a que piensa que la supervivencia de la especie humana está en riesgo, transmite confianza. “Hay capacidad, hay teoría que desarrollar, y estoy seguro de que una democracia genuina puede construir civilización. La cuestión es: la democracia planifica a la producción, o los capitalistas eliminan la democracia y quedan dueños de la administración de los recursos y los destinos de la sociedad”.

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Mía: Cuando el arte abraza

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Mía es una obra de teatro que podríamos encuadrar dentro del biodrama o autoficción. Y es mucho más: es grito, es abrazo y, también es un espejo. La actriz y médica psquiatra Mercedes Bertuzzi expone en escena su propia historia: una situación de violencia machista que sufrió por parte de una ex pareja. Este sábado 18 de marzo y en el marco del 8M, esta obra testimonial se presenta en MU Trinchera Boutique a las 21 hs, entradas a la gorra.

“Los primeros años, luego de salir, fueron de mucha confusión, angustia y mucha bronca. Escribir me permitía depositar esas emociones en el texto. El primer objetivo fue descargar. Siempre estuvo el deseo de poder denunciar a través de ese texto que iba escribiendo, pero no estaba segura de si iba a encontrarle la forma. En el proceso empecé a entrenar con Marina Otero, ella hace autoficción, y ahí algo se destrabó, la vi, vi la obra”, cuenta Mercedes. Al terminar de escribir el texto, tomó conciencia de que no era exclusivamente autorreferencial sino que involucraba la historia de muchas otras. Así tomó coraje para llevarla a la escena. “En cada función se me acercan decenas de mujeres emocionadas a abrazarme diciéndome ‘somos muchas’. Todas pasaron por una situación de violencia o acompañaron a otra mujer que la pasó. Siempre termino la función con ganas de gritar cada vez más fuerte el texto de esta obra. Siento que estoy entregando mi historia al colectivo y eso hace que ya no me pese, ya no lucho contra ella. Cada mujer que se identifica con la historia se la apropia un poquito y le va dando más cuerpo al personaje de Mía”.

Con sus herramientas artísticas, Mercedes logró una obra poética, sin golpes bajos, con ironía y momentos muy divertidos.

En una escena, dos niñas juegan a ser actrices, prueban vestuario y declaman en nombre del amor. Las palabras son extraídas de las típicas canciones románticas de cantantes famosos, las que hemos aprendido y cantado a lo largo de los años. “Para quienes fueron víctimas, no es fácil hablar. La violencia nos deja mudas, vacías, solas, no hay palabras que alcancen para explicar. El arte nos habilita un lenguaje a través del cual poder decir lo indecible, nos devuelve la voz, en la forma que cada una elija expresarse. Y para quienes son público, adentrarse a la temática desde una propuesta artística creo que les permite hacerlo sin tantas resistencias. Te permite escuchar con otra disponibilidad. El relato atravesado por la dramaturgia, la música, los cuerpos. Mantiene su fuerza y su crudeza, pero es amortiguado de ternura, poesía, risa. Y eso permite que hablemos de violencia con personas que quizás no se acercarían de otras formas”. 

Cada vez que Mía fue presentada en distintos teatros —Mercedes quiere que la obra circule y abra a la reflexión— los comentarios de personas del publico se multiplican: “Presencié ese mismo diálogo”, “sentí exactamente eso”, “estuve en pareja con un tipo igual”. No solo es reparador para ella sino para muchas. “Romper el silencio es imprescindible. Me sigue sorprendiendo la cantidad de mujeres que se acercan después de la función a abrazarme emocionadas por haber ‘contado su historia’, estuvieron ahí mismo o acompañaron a otra. De todas las edades, todas las clases sociales. Es escalofriante, es triste. Pero es también esperanzador encontrarnos. Ya no nos estamos quedando calladas, estamos denunciando y estamos convencidas de cambiar esa realidad. El haber sido víctima de violencia ya no queda solo como una herida que duele y mejor callar y olvidar. Hoy somos víctimas enojadas, creativas y sobre todo, en red. Compartir Mía me abrió los ojos a eso… Es mi historia, es la de muchas otras y, por suerte, es parte de la historia que estamos modificando”.

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143

Sábado 18 de marzo a las 21 hs

Actúan: Mercedes Bertuzzi, Juliana Gotta, Gonzalo Pungitore, María Tibi

Entradas “a la olla”.

Podés reservar en este link:

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Punitivismo y feminismo en el caso de Lucía Pérez: una mirada sobre esa falsa dicotomía

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La abogada trans Cristina Montserrat Hendrickse analiza por qué es falsa la dicotomía que pretenden instalar sectores que siempre trabajan para categorizar las divisiones del movimiento feminista. Así crean grietas sociales que les permiten alentar congresos, investigaciones y polémicas de las cuales viven.

Por Cristina Montserrat Hendrickse

Una corriente muy minoritaria de los feminismos entiende que reclamar la sanción penal del femicidio es una actitud punitivista.

Llegan a tal conclusión partiendo del concepto de que el castigo refuerza la violencia.

Evidentemente la idea de la que se parte es correcta, pero el error de la conclusión reside en asociar pena a castigo. En no distinguir la finalidad de la pena que impone nuestro Derecho de la triste realidad de castigo que significa la ejecución efectiva de las penas privativas de libertad.

Los feminismos en nuestro país se encuentran justificados jurídicamente en la Convención Contra Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) incorporada a nuestra Constitución en 1994; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra La Mujer (Convención de Belem do Pará) que es un tratado internacional de jerarquía superior a las leyes; y las leyes nacionales y provinciales que reglamentan a estos tratados.

Nótese que la convención de Belem do Pará obliga a los Estados a “sancionar” la violencia de género, además de prevenirla y erradicarla. El marco jurídico “sancionatorio” por excelencia es el Derecho Penal.

De allí que en nuestro sistema de derecho pretender eludir o abolir la punición de la violencia de género resulta jurídicamente anticonvencional, y por tanto anticonstitucional.

No por ello se deja de valorar el aporte del antipunitivismo feminista en cuanto sostiene que el castigo refuerza la violencia. Pero el problema del antipunitivismo reside en cuestionar al sistema (de origen convencional interamericano) de sanción de la violencia de género, y no al sistema de castigo que en los hechos (y apartándose del Derecho) sucede con la aplicación de la pena.

En efecto, la finalidad esencial de las penas privativas de la libertad es la reforma y la readaptación social de los condenados (art. 5.6. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, también incorporada a nuestra Constitución en 1994), sin olvidar el mandato de que “…Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas…” (artículo 18 de la Constitución Nacional). De ambas reglas de jerarquía superior surge que la finalidad jurídica de las penas no es el castigo, como erradamente lo entiende cierta expresión del feminismo antipunitivista, sino la resocialización.

De allí que se impone una diferenciación entre “antipunitivismo” y “abolicionismo” que permita distinguir: si se pretende que la pena no se constituya en castigo sino como resocialización (antipunitivismo); o si se pretende abolir todo tipo de pena (abolicionismo penal).

La primera debería hacer foco en una reforma penitenciaria feminista, que lejos de reforzar el patriarcado lo deconstruya, no aboliendo las penas, sino modificando su ejecución a la finalidad que el impone el Derecho.

La segunda implicaría la abolición de todas las prisiones; y además, el desafío de construir respuestas ante los crímenes o lo que cada sociedad considera crímenes.

Evidentemente el castigo refuerza la violencia. Por lo que el mismo debe ser eliminado del sistema de ejecución penal, pero no el sistema de sanción; salvo que se sostenga el abolicionismo, teoría también respetable, pero que resulta anticonstitucional en nuestro sistema de Derecho, al menos en materia de violencia de género ya que la República Argentina se obligó ante la comunidad interamericana a sancionarla.

Toda decisión que se aparte de ese compromiso violentaría el sistema jurídico argentino y comprometería a nuestra Nación frente a la Comunidad Interamericana exponiéndonos a ser destinatarios de reclamos, cuando no de sentencias condenatorias, ante el sistema interamericano de Derechos Humanos.

En resumen: debatamos sobre las cárceles, no sobre las penas.

Cristina Montserrat Hendrickse

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Pergamino: sentencia contra los agrotóxicos y triunfo de la comunidad frente a un intendente

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La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la distancia de 1.095 metros dentro de las cuales están prohibidas las fumigaciones terrestres con agrotóxicos, y de 3.000 metros para las aéreas. De ese modo denegó el recurso de amparo presentado por el intendente pro agronegocio de Pergamino, Javier Martínez. La denuncia original había sido presentada por Sabrina Ortiz (en la foto principal), vecina de Pergamino, que en su reclamo contra el envenenamiento cotidiano que sufrían ella, su familia y sus vecinos, y sin encontrar quien la defendiera legalmente, terminó recibiéndose de abogada para encarar sus propias causas. La sentencia de primera instancia había sido dictada por el juez del juzgado penal 2 de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo.

Frente a la ratificación de la Corte dijo a Sabrina Ortiz a lavaca, entre otras cosas:

  • “Se me vinieron a la mente un montón de recuerdos de personas que la pasaron muy mal, personas que ya no están incluso, que fueron víctimas de este modelo y que perdieron la vida por esta causa”.
  • “Celebro por duplicado porque cada batalla que damos tenemos oponentes muy fuertes, corporaciones, intereses políticos, corrupción, sectores del agronegocio. Entonces, en parte estoy feliz porque aunque sabemos que la solución sería que sea agrotóxicos cero para todo el mundo, no sólo para esta región, podemos decir que es un pasito más que estamos dando hacia el buen vivir”.

Publicamos además la nota completa realizada en la revista MU.

Por Francisco Pandolfi

Madres fumigadas: Silvana, Erika, Paola, Juana, Natalia. Fotos: Nacho Yuchark.

Un fallo de la Corte Suprema de Justicia ratificó la distancia de 1.095 metros de prohibición de fumigaciones terrestres y de 3.000 metros para las fumigaciones aéreas, denegando el recurso de amparo que había presentado nada menos que el intendente de Pergamino, Javier Martínez, pretendiendo fumigar en todas partes, pese a las denuncias sobre los efectos de los agrotóxicos en la comunidad, el suelo, el aire y el agua.

El fallo en primera instancia, apelado por Martínez, había sido del Juez Carlos Villafuerte Ruzo, titular del Juzgado Penal Número 2 de San Nicolás, en septiembre de 2019, como medida protectoria paliativa urgente frente a las masivas fumigaciones.

Paola, su nieto con sobrepeso, su nieta con déficit de crecimiento, parte de los efectos en la salud de las fumigaciones masivas para cultivos transgénicos. Fotos: Nacho Yuchark.

Quien realizó la denuncia original ante la justicia federal fue la activista ambiental y abogada Sabrina Ortiz, también víctima de los agrotóxicos. Ante este fallo de la Corte Suprema de la Nación, explica a lavaca: “Esperábamos la resolución desde hace bastante tiempo, con muchas expectativas, pese que los últimos fallos que ha tenido la Corte en materia ambiental no han sido para nada alentadores. Sin embargo, para nosotros era casi seguro que iba a fallar a favor. Se me vinieron un montón de situaciones a la cabeza, sobre todo por cómo comenzó esta causa, por la salud de mis hijos, por las afectaciones que tuvieron, con las afectaciones que tuve en mi cuerpo; se me vinieron a la mente un montón de recuerdos de personas que la pasaron muy mal, personas que ya no están incluso, que fueron víctimas de este modelo y que perdieron la vida por esta causa. Fueron recuerdos muy tristes, muy angustiantes, dolorosos, del vivir cotidiano, de hecho todavía están en controles mis hijos y hay un montón de gente que la sigue sufriendo”.

Pedro y Guido, dos de los agricultores que descubrieron que se puede producir de modo sano en las zonas en las que se prohíben los agroquímicos. Fotos Nacho Yuchark

Relata también con asombro: “Me da mucho dolor, que sea el propio municipio el que intenta ir en contra de la salud de las personas. Me da mucha impotencia que el intendente Javier Martínez sea quien quiere que nos fumiguen en la cabeza. Al mismo tiempo, celebro por duplicado porque cada batalla que damos tenemos oponentes muy fuertes, corporaciones, intereses políticos, corrupción, sectores del agronegocio. Entonces, en parte estoy feliz porque aunque sabemos que la solución sería que sea agrotóxicos cero para todo el mundo, no sólo para esta región, podemos decir que es un pasito más que estamos dando hacia el buen vivir”.

Aquí, el viaje, la investigación y la nota completa sobre la situación en Pergamino publicada en la revista MU: La capital del veneno.


https://lavaca.org/mu163/mu-en-pergamino-la-capital-del-veneno/

Salud humana y de la naturaleza: lo que está en juego en Pergamino, como caso testigo de tantos lugares del país.
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LA NUEVA MU. Lo que está en juego

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