Nota
Cuando el “trabajo” es enemigo del “hacer”
“Cambiar el mundo sin tomar el poder” fue el libro que hizo conocido al irlandés radicado en México John Holloway, que acaba de pasar por Buenos Aires provocando nuevamente a pensar. Su tesis: el “trabajo abstracto” (el que se hace para ganar dinero) es antagónico con el “hacer creativo” y entender eso es vital para comprender los actuales y futuros modos de lucha y resistencia. Su ponencia completa
Bajo la consigna “Debate sobre la crisis del trabajo abstracto” se reunieron, en una de las salas del hotel recuperado BAUEN, el irlandés residente en México John Holloway, el uruguayo Raúl Zibechi, y el brasileño Ricardo Antunes. Y tuvo una peculiaridad: la nacionalidad del público fue tan diversa como la de los disertantes. Mexicanos, uruguayos, bolivianos, brasileños, alemanes, y –por supuesto- argentinos, presenciaron el coloquio, y juntos intentaron destejer esta urdimbre tan compleja a la que el alemán Karl Marx, dio forma, allá por el siglo XIX, a partir de la dicotomía entre trabajo abstracto y trabajo útil. Actualmente Holloway analiza estos conceptos en el borrador del capítulo IV de su libro -en preparación- entregado para su discusión en el Seminario que denominó para la ocasión: “Somos la crisis del trabajo abstracto, somos la rebeldía del hacer creativo”.
Holloway esgrime que la distinción entre trabajo útil (o concreto) y trabajo abstracto es el tema central de El Capital no sólo porque pone en evidencia la naturaleza dual y antagónica del trabajo sino porque otorga doble carácter a la mercancía: como valor de uso y como valor de cambio. Pero además plantea que es el centro de las luchas ¿Qué es el trabajo abstracto? El ejemplo es el trabajo asalariado que produce valor y capital.
En cambio el trabajo útil es la fuerza productiva del trabajo social. Holloway escribió en su ponencia (que se copia completa más abajo): “Todos estamos conscientes del modo en el cual el hacer útil existe en el trabajo abstracto, del modo en el cual nuestra actividad diaria está subordinada a las exigencias del trabajo abstracto (al proceso de hacer dinero, en otras palabras). Lo experimentamos también como proceso antagónico: como antagonismo entre nuestro impulso hacia la autodeterminación de nuestro hacer (haciendo lo que queremos hacer) y la necesidad de hacer lo que tenemos que hacer para ganar dinero.
El trabajo abstracto está dado por algo que se nos impone exteriormente, y donde no existe la determinación social consciente sobre el flujo social del hacer. En otras palabras: sería lo que no elegimos, lo que está fuera de nosotros. En cambio, el trabajo útil es simplemente lo que elegimos hacer. A Holloway le parece pertinente cambiar el concepto “trabajo útil” por el término “hacer útil creativo”. El antagonismo entonces, aparece porque el hacer útil existe en –contra- y- más- allá del trabajo abstracto y su planteo es que es aquí es donde se encuentra el germen de la rebeldía.
Según este concepto, la crisis del trabajo abstracto arrastra también a la izquierda y al sindicalismo, que se organizaron alrededor de dicha concepción del trabajo, de la defensa del asalariado.
Tras la presentación por parte de los integrantes de la revista Herramienta (que organizó el encuentro junto con el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico) habló Raúl Zibechi, autor de títulos como Genealogía de la Revuelta y Dispersar el poder, entre otros.
Zibechi eligió graficar el concepto de “abstracción” referido al trabajo, a partir de una situación cercana. Señaló: “Voy a intentar ingresar a este debate desde una experiencia que sucede en un barrio al sur de Buenos Aires. Se trata de un colectivo de jóvenes que hoy tienen un par de espacios en los que funcionan una editorial, un cine, una biblioteca popular con unos doscientos socios, y una panadería en la que trabajan doce personas aproximadamente: mitad son hombres y mitad son mujeres”. Se trata de La Gomera, ubicado en Quinquela Martín y Gral. Hornos.
Desde la práctica pura se paró Zibechi para comenzar a descifrar conceptos que, en principio, parecerían corresponder sólo a académicos y filósofos. Se detuvo en la experiencia de la panadería para explicar que este grupo, durante años, funcionó en base a equipos de dos personas que elaboraban pan y otros productos y luego salían a venderlos al barrio. Con el tiempo, consiguieron una clientela fija. Y más tarde, decidieron transformar la gestión individual en cooperativa. Fue un simple razonamiento lo que los llevó a tomar esta decisión: la gestión individual era injusta porque el grupo que trabajaba los lunes vendía mucho menos que el que trabajaba los viernes. Lo individual mutó en grupal. Ahora sólo hay dos equipos: los que trabajan en la cocina y los que venden. Zibechi añadió: “Aunque entre los miembros del equipo hay preferencia entre los trabajos a realizar, suelen rotar”. Y brindó otra pista más: “La mutación no sólo los llevó a igualar los ingresos entre todas y todos, sino que a partir de ella lograron percibir algo más del doble de lo que recibirían por un subsidio de desempleo”.
Algunas consideraciones que plantea Zibechi respecto a esta experiencia:
* Aunque exista una mínima distinción del trabajo realizado, aún así practican la rotación. Si se le suma que todas las personas de esta cooperativa perciben el mismo ingreso tenemos como resultado que la división de trabajo (así entendida) no genera jerarquía. Es decir: que la alienación es superada por medio de la rotación y a través de la evaluación colectiva de todo el proceso que permite desconstruir la fetichización de las relaciones sociales establecidas.
* Aunque venden lo que fabrican, no producen mercancía. Es decir: no salen a vender al mercado porque consolidaron a sus compradores y establecieron relaciones de confianza. A tal punto, que muchos de los compradores están implicados en la defensa del espacio donde funciona la panadería y el Centro Cultural.
* La dualidad de la mercancía de la que hablaba Marx está siendo progresivamente descontruida a favor del valor de uso, dado que los productos no son considerados mercancías. (el valor de cambio lo otorga el mercado y las relaciones sociales son mediadas por mercancías).
* Por lo tanto, no puede hablarse de trabajo abstracto, sino de trabajo útil o concreto porque no existe un trabajo igual, medible de manera exacta con el tiempo de trabajo socialmente necesario.
* No hay, en esta experiencia una jerarquía entre producción y circulación. Incluso las ventas llevan ventajas sobre la producción porque generan las relaciones con los compradores que son los que aseguran la supervivencia del emprendimiento.
Zibechi concluyó con una evocación al Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Para Robinson, en su condición de náufrago solitario, las cosas que configuraban su riqueza eran sencillas y transparentes, de modo que no había el mínimo fetichismo en su vida. Zibechi trazó una analogía con las personas que llevan adelante el emprendimiento que describió. Postuló que ellos son náufragos de un sistema que los margina. Pero no son víctimas pasivas”.
¿Adiós al trabajo?
El portugués Ricardo Antunes, autor de ¿Adiós al trabajo? tomó una experiencia más cercana todavía. Informó que el propio BAUEN, donde se desarrolló el coloquio, es un pequeño cuadro del trabajo como actividad útil.
Su conferencia se basó en el texto que llamó “Diez tesis sobre el trabajo del presente y una hipótesis del futuro del trabajo”. Para seguir desmadejando palabras, eligió hablar de las diferentes maneras “pendulares” de concebir al trabajo: “El trabajo ha sido comprendido como expresión de vida y degradación, como martirio y salvación”.
Por un lado, el trabajo aparece como condición que ata al individuo a la vida; por el otro el trabajo surge como algo malo y el ocio como forma de liberación.
Señaló además que: “Lukács logró percibir, como Marx, el movimiento contradictorio presente en el proceso del trabajo” y remarcó que para comprender el trabajo debe comprenderse su doble condición, que está dada por la prevalencia del valor cambio sobre el valor uso, y de esta manera se convierte en trabajo abstracto. Por lo tanto, Marx supera la visión pendular porque captura la dialéctica del trabajo, afirmó Antunes: “El trabajo es al mismo tiempo generador de valores de uso indispensables para la humanidad o, como diría Lukács, elemento fundante de la sociabilidad”. Con esta postura confrontó con Holloway porque el portugués no está contra la noción del trabajo, sí está en contra del trabajo abstracto, alienado y asalariado.
Aclaró su postura: “Como creador de valores de uso, formas de intercambio del ser social y su naturaleza, no me parece plausible percibir la exclusión del trabajo social”.
Reveló, además que existe una nueva morfología del trabajo que a la vez genera nuevas formas de luchas sociales: piqueteros, fábricas recuperadas, los movimientos contra la privatización del gas, del agua. Esta nueva morfología del trabajo ayuda a desjerarquizar los organismos de representación.
Como conclusión esbozó: “Debemos luchar por un nuevo sistema de metabolismo societal, colocando en el centro del debate la gestión de la emancipación posibilitando la gestión del socialismo. O sea, pensar una actividad cuyo trabajo sea: libre, vital, o como diría Marx una asociación libre de trabajadores”.
El movimiento del hacer
John Holloway, autor de Cambiar el mundo sin tomar el poder, con su pelo blanco y un acento anglosajón, tomó la posta lanzando nuevas ideas en torno a cómo dos conceptos acuñados hace mucho tiempo pueden ser las claves para entender las luchas de los actuales movimientos anticapitalistas. El irlandés, crítico marxista, acostumbrado a romper estructuras, comenzó su exposición con una pregunta: “¿Qué pasa con este doble carácter?” (haciendo referencia a la dualidad dada por el trabajo útil –o hacer útil creativo- y el trabajo abstracto). Y respondió: “Desaparece de la discusión marxista, y si lo hacen (en pocas ocasiones), subordinan el trabajo útil al trabajo abstracto”. Y a modo de declaración de principios pronunció: “Quiero decir que la crisis del trabajo abstracto es el centro de la teoría marxista, y es el centro de las luchas actuales anticapitalistas. Este doble carácter del trabajo es el eje central para entender El Capital”.
Expuso que sería interesante repensar y tomar la dualidad para superar y entender el movimiento actual por la lucha anticapitalista, su sentido y sus dificultades. Las dificultades las colocó entre las propias reflexiones teóricas dentro de la discusión marxista y recordó la brecha que las separa del movimiento real de la lucha.
Luego explicó que al término “trabajo útil” prefiere denominarlo “hacer útil creativo” porque la reflexión sobre el trabajo no es una descripción común a todos los cuerpos sociales. El trabajo es un hacer que no determinamos: “El trabajo abstracto se refiere a la forma específica que toma este ‘hacer de ese sujeto creativo’ en el capitalismo”. Y agregó: “Odiamos no poder determinar lo que estamos haciendo. Luchamos contra eso todo el tiempo, en forma de sabotaje, en forma de resistencia. Nuestro hacer existe no solamente en el trabajo abstracto, sino contra él y también más allá del trabajo abstracto. El hacer creativo desborda el trabajo abstracto”.
El hacer-en-contra y más-allá del trabajo es simplemente poner en otras palabras el ejemplo de la panadería que expuso Raúl Zibechi, o el de los movimientos sociales en Argentina y Bolivia. Sin mayores vueltas: se hace lo que se hace porque se elige hacerlo. El autor irlandés parafraseó a Marx: “La relación entre trabajo abstracto y hacer útil, se tiene que entrever como una relación antagónica que discute en términos de alienación”. Y aclaró: “Esta relación es el eje para entender todo. Esto implica que nuestra lucha no es tanto la lucha del trabajo contra el capital, sino es la lucha del hacer, de la actividad desenajenada en contra del trabajo entendido como lucha contra el trabajo abstracto, y lo que él produce. Es decir: el capital”.
Algunas claves propuestas por Holloway para entender el “hacer útil creativo”, y muchas de las resistencias actuales.
* Debemos entender al zapatismo y a los movimientos en Argentina, Bolivia y otros países, como movimientos del hacer en contra del trabajo abstracto. De esta manera nos ayuda a entender la fuerza histórica de nuestro movimiento. Muchas veces nos parecen “locuras” lo que esos movimientos generan, pero sin embargo expresan algo mucho más profundo. Es decir: el empuje de nuestro hacer hacia su propia autodeterminación. Son las búsquedas de nuevas formas de organización que se basan en el reconocimiento mutuo, de nuestros haceres, de nuestras dignidades. De nosotros como hacedores, como sujetos. Nuestra fuerza es la fuerza de la irrupción de otra forma de organización que está tratando de romper con la forma utilización existente.
* Debemos entendernos a nosotros mismos como crisis. Es decir que somos la crisis del trabajo abstracto. Esa es nuestra esperanza, pero también nuestra dificultad. Si bien existimos como crisis, mientras exista el capitalismo nosotros también vivimos inevitablemente al borde de la imposibilidad. Nuestros proyectos son locos. Son una fuerza sin servidumbre, pero necesaria. Exactamente como la lucha para crear otro mundo. Somos la crisis de la frontera entre posibilidad e imposibilidad y vivimos las consecuencias. Decir que somos la crisis del trabajo abstracto no quiere decir que somos una gran fuerza egoísta. Sino todo lo contrario, quiere decir que nuestra existencia es frágil, fugaz y siempre en peligro. Estamos tratando de romper las fuerzas que dan cohesión a la sociedad. Nuestro proyecto es crisis. Es la crisis de ellos, pero también la nuestra.
* Si el movimiento es movimiento del hacer en contra del trabajo abstracto, entonces es necesariamente polifónico. La abstracción del hacer del trabajo, es el proceso de sintetizar una multiplicidad de haceres concretos. El trabajo abstracto funciona como la síntesis social de la sociedad capitalista. La lucha del hacer contra el trabajo abstracto es una lucha contra esta necesidad de sintetizar. No es la lucha por una nueva síntesis. No es la lucha por una nueva totalidad. Entonces, el movimiento del hacer es necesariamente el movimiento de la multiplicidad de haceres. De una gran variedad de haceres. Por eso la importancia de las asambleas, de la horizontalidad, porque se lucha, de esta manera por el reconocimiento de nuestras subjetividades. El mundo que queremos crear es el mundo de muchos mundos.
* Somos el movimiento del hacer, el movimiento actual es una mezcla de movimientos “en contra de” de la guerra, de la destrucción de la naturaleza, de la privatización del agua, etc. Pero también es un movimiento de solidaridades con otras luchas. Ahora: si nuestros movimientos no tienen su propia dinámica, su propio proyecto, su propio hacer, muy fácilmente entrarán en crisis. Por eso la esperanza es entender que el núcleo de nuestro movimiento es la multiplicidad de dinámicas, de muchos haceres distintos y propios.
La ponencia
El trabajo completo de Holloway como ponencia para el encuentro es el siguiente:
1.
El doble carácter del trabajo es la clave para entender el desarrollo actual de la lucha de clases.
2.
a) En los Manuscritos de 1844, el joven Marx hace una distinción entre el trabajo enajenado y la actividad vital consciente. En el capitalismo, la actividad vital consciente, lo que nos distingue de los animales, existe en la forma del trabajo enajenado.
b) En El Capital, Marx distingue entre el trabajo abstracto y el trabajo útil (o concreto). El trabajo útil produce valores de uso y existe en cualquier sociedad, pero en el capitalismo existe en la forma de trabajo abstracto, trabajo abstraído de sus especificidades, trabajo que produce valor. La distinción entre trabajo abstracto y trabajo útil es esencialmente la misma que la distinción previa entre trabajo enajenado y actividad vital consciente. El trabajo útil es actividad o hacer humano creativo-productivo, sea la que sea la sociedad donde se desarrolla, y el trabajo abstracto es un trabajo no auto-determinante en el cual toda distinción cualitativa se reduce a cuantidad. Para enfatizar la distinción (y porque la constitución de «trabajo» como algo separado del flujo general del hacer es resultado de su abstracción) hablaremos de «hacer útil» en lugar de «trabajo útil».
c) La dicotomía entre trabajo abstracto y hacer útil es un tema central de El Capital. El doble carácter del trabajo crea el doble carácter de la mercancía como valor de uso y valor; estructura la discusión del proceso de trabajo (como proceso de trabajo y proceso de producir plusvalía) y del proceso colectivo de trabajo (como cooperación por un lado y división de trabajo, manufactura, maquinaría e industria moderna por el otro). El trabajo abstracto se desarrolla como trabajo asalariado que produce valor y capital. El hacer útil se despliega en la categoría de la «fuerza productiva del trabajo social» (El Capital I, p. 265) o, más escuetamente, las «fuerzas de producción».
3.
La relación entre el trabajo abstracto y el hacer útil es una relación antagónica. El hacer útil existe en-contra-y-más-allá del trabajo abstracto. Todos estamos conscientes del modo en el cual el hacer útil existe en el trabajo abstracto, del modo en el cual nuestra actividad diaria está subordinada a las exigencias del trabajo abstracto (al proceso de hacer dinero, en otras palabras). Lo experimentamos también como proceso antagónico: como antagonismo entre nuestro impulso hacia la autodeterminación de nuestro hacer (haciendo lo que queremos hacer) y la necesidad de hacer lo que tenemos que hacer para ganar dinero. La existencia del hacer contra el trabajo abstracto se experimenta como frustración. El hacer útil existe también más allá de su forma como trabajo abstracto en aquellos momentos o espacios en los cuales logramos, individual o colectivamente, hacer lo que nosotros consideramos necesario o deseable. Aunque el trabajo abstracto subordina y contiene el hacer útil, nunca logra subsumirlo totalmente. La abstracción del hacer para convertirlo en trabajo no es algo que se acaba en los albores del capitalismo, sino un proceso constantemente renovado.
4.
Por lo tanto hay dos niveles de antagonismo estructural en el capitalismo. Primero está el antagonismo que Marx llama «el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política»: el antagonismo entre el hacer útil y el trabajo abstracto. Pero también existe un segundo antagonismo. El trabajo abstracto produce no solamente valor sino plusvalía, y esta plusvalía se acumula como capital. La acumulación se realiza a través de la explotación constante del trabajo abstracto (o asalariado), así que se puede hablar de un segundo antagonismo, el antagonismo entre capital y trabajo asalariado. Este segundo antagonismo depende de la conversión previa del hacer útil en trabajo abstracto.
Existen así dos niveles de lucha de clases. Primero la lucha del hacer útil en contra de su propia abstracción, es decir, en contra del trabajo abstracto: esta es una lucha contra el trabajo (y por lo tanto contra el capital, ya que es el trabajo que crea el capital). Luego existe la lucha del trabajo abstracto contra el capital: esta es la lucha del trabajo. Esta última es la lucha del movimiento obrero; la primera es la lucha de lo que a veces se llama el otro movimiento obrero, pero no se restringe en ningún sentido al lugar de trabajo: la lucha contra el trabajo es la lucha contra la constitución del trabajo como actividad separada del flujo general del hacer.
5.
Los dos tipos de lucha son luchas contra el capital, pero tienen consecuencias muy distintas. Al menos hasta recién, la lucha contra el capital ha sido dominada por el trabajo abstracto. Esto ha significado una lucha marcada por formas burocráticas de organización e ideas fetichizadas.
a) La organización del trabajo abstracto está centrada en el sindicato que lucha por los intereses del trabajo asalariado. La lucha sindical se entiende normalmente como lucha económica que necesita ser complementada por la lucha política, organizada típicamente en la forma de partidos políticos orientados hacia el Estado. Las concepciones «reformistas» y «revolucionarias» del movimiento obrero comparten el mismo enfoque. La organización del trabajo abstracto es típicamente jerárquica y esto se tiende a reproducir dentro de las organizaciones del movimiento obrero.
b) La abstracción del trabajo es la fuente de lo que Marx llama «el fetichismo de la mercancía», un proceso de separación entre lo que hemos creado y el proceso de creación. Lo creado, en lugar de entenderse como parte del proceso de creación, se entiende como una serie de cosas que luego dominan nuestro hacer y nuestro pensar. Las relaciones sociales (relaciones entre personas) se fetichizan o se reifican. La centralidad de nuestro hacer está substituida en nuestro hacer y pensar por «cosas» (relaciones sociales cosificadas) como dinero, Estado, capital, universidad etc. El movimiento obrero (como movimiento del trabajo abstracto) acepta normalmente estas cosas como dadas. Así, por ejemplo, el movimiento obrero tiende a aceptar la auto-presentación del Estado como organizador de la sociedad (en lugar de verlo como momento de la abstracción del trabajo). La abstracción del trabajo conduce a un concepto estadocéntrico del cambio social. El movimiento del trabajo abstracto queda atrapado dentro de una cárcel conceptual y organizativa que efectivamente sufoca cualquier aspiración revolucionaria.
c) El marxismo ortodoxo es la teoría del movimiento obrero basado en el trabajo abstracto. Por eso está casi totalmente ciego a la cuestión del fetichismo y al carácter doble del trabajo (a pesar del hecho de que Marx insistió que este punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política.
6.
El movimiento del hacer útil contra el trabajo abstracto ha existido siempre como corriente subterránea y subversiva en-contra-y-más-allá del movimiento obrero. Ya que el hacer útil es simplemente la riqueza enorme de la creatividad humana, el movimiento tiende a ser algo caótico y fragmentado, un movimiento de movimientos luchando por un mundo de muchos mundos. Desde esta perspectiva es fácil caer en la idea de que estas luchas no tienen conexión, que son las luchas de tantas identidades distintas, que se trata de una lucha de y por las diferencias. Sin embargo, no es así. Aunque el hacer útil-creativo tiene un potencial infinitamente rico, existe siempre en-contra-y-más-allá de un enemigo común, la abstracción del hacer en trabajo. Por esto es importante pensar en contradicción y no simplemente diferencia. Es la lucha de la creatividad humana (nuestro poder-hacer, la «fuerza productiva del trabajo social») contra su propia abstracción, contra su reducción a la producción gris de valor-dinero-capital. El marxismo heterodoxo y la teoría crítica tienen como su eje central la crítica al dominio del trabajo abstracto y de los conceptos que se derivan de este dominio. Ya que el movimiento del hacer útil es el empuje hacia la creatividad socialmente autodeterminante, sus formas de organización son típicamente anti-verticales y orientadas hacia la participación activa de todos. Esta es la tradición consejista o asambleísta que siempre se ha opuesto a la tradición estadocéntrica y partidocéntrica dentro del movimiento anticapitalista.
7.
El trabajo abstracto está en crisis. Nosotr@s (el hacer útil-creativo) somos esta crisis.
a) El hacer útil es la crisis permanente del trabajo abstracto. La existencia del capital es una lucha constante para contener el hacer dentro del trabajo abstracto, pero el hacer siempre desborda.
b) Existe ahora una crisis del trabajo abstracto en un sentido agudo.
La crisis está vinculada con la crisis del fordismo, una forma especialmente intensa del la abstracción del trabajo. La crisis del fordismo es el fracaso de la abstracción del hacer en trabajo.
Las manifestaciones de la crisis son evidentes: el declive del movimiento sindical en todo el mundo; el debilitamiento de los partidos socialdemócratas; el colapso de la Unión Soviética y de los otros «países comunistas» y la integración de China en el capitalismo mundial; la derrota de los movimientos de liberación nacional en América Latina y África; la crisis del marxismo no solamente dentro de las universidades sino como teoría de lucha.
Todo esto se entiende muchas veces como una derrota histórica de la clase obrera. Pero tal vez se debería ver más bien como una derrota para el movimiento obrero, para el movimiento basado en el trabajo abstracto, una derrota para la lucha del trabajo contra el capital y posiblemente una apertura para lucha del hacer contra el trabajo. Si es así, entonces no es una derrota para la lucha de clases sino un desplazamiento hacia un nivel más profundo de lucha de clases. La lucha del trabajo está siendo remplazada por la lucha contra-y-más-allá del trabajo.
La crisis del trabajo abstracto se puede ver en términos del marxismo clásico como la revuelta de las fuerzas de producción contra las relaciones de producción. Pero hay que entender las fuerzas de producción no como cosas, como tecnología, sino como la «fuerza productiva del trabajo social», como nuestro poder-hacer social. Y el modo en el cual nuestro poder-hacer está rompiendo «su envoltura capitalista» (El Capital I, p. 648) no es a través de la creación de unidades de producción cada vez más grandes sino a través de millones de grietas, espacios en los cuales la gente está diciendo que no van a permitir que sus capacidades creativas se encierren dentro del capital, sino que van a hacer lo que a ellos les parece necesario o deseable.
c) La crisis es una intensificación de la lucha. La lucha del capital para reimponer la abstracción del trabajo se puede entender como neoliberalismo, posfordismo, posmodernismo, pero la crisis sigue abierta. La lucha contra el capital se debilita si seguimos pensando en términos de las viejas categorías derivadas de la lucha del trabajo abstracto. La única forma de entender la lucha anticapitalista ahora es como la lucha del hacer contra el trabajo.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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