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Cuando el “trabajo” es enemigo del “hacer”

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“Cambiar el mundo sin tomar el poder” fue el libro que hizo conocido al irlandés radicado en México John Holloway, que acaba de pasar por Buenos Aires provocando nuevamente a pensar. Su tesis: el “trabajo abstracto” (el que se hace para ganar dinero) es antagónico con el “hacer creativo” y entender eso es vital para comprender los actuales y futuros modos de lucha y resistencia. Su ponencia completa

Bajo la consigna “Debate sobre la crisis del trabajo abstracto” se reunieron, en una de las salas del hotel recuperado BAUEN, el irlandés residente en México John Holloway, el uruguayo Raúl Zibechi, y el brasileño Ricardo Antunes. Y tuvo una peculiaridad: la nacionalidad del público fue tan diversa como la de los disertantes. Mexicanos, uruguayos, bolivianos, brasileños, alemanes, y –por supuesto- argentinos, presenciaron el coloquio, y juntos intentaron destejer esta urdimbre tan compleja a la que el alemán Karl Marx, dio forma, allá por el siglo XIX, a partir de la dicotomía entre trabajo abstracto y trabajo útil. Actualmente Holloway analiza estos conceptos en el borrador del capítulo IV de su libro -en preparación- entregado para su discusión en el Seminario que denominó para la ocasión: “Somos la crisis del trabajo abstracto, somos la rebeldía del hacer creativo”.
Holloway esgrime que la distinción entre trabajo útil (o concreto) y trabajo abstracto es el tema central de El Capital no sólo porque pone en evidencia la naturaleza dual y antagónica del trabajo sino porque otorga doble carácter a la mercancía: como valor de uso y como valor de cambio. Pero además plantea que es el centro de las luchas ¿Qué es el trabajo abstracto? El ejemplo es el trabajo asalariado que produce valor y capital.
En cambio el trabajo útil es la fuerza productiva del trabajo social. Holloway escribió en su ponencia (que se copia completa más abajo): “Todos estamos conscientes del modo en el cual el hacer útil existe en el trabajo abstracto, del modo en el cual nuestra actividad diaria está subordinada a las exigencias del trabajo abstracto (al proceso de hacer dinero, en otras palabras). Lo experimentamos también como proceso antagónico: como antagonismo entre nuestro impulso hacia la autodeterminación de nuestro hacer (haciendo lo que queremos hacer) y la necesidad de hacer lo que tenemos que hacer para ganar dinero.
El trabajo abstracto está dado por algo que se nos impone exteriormente, y donde no existe la determinación social consciente sobre el flujo social del hacer. En otras palabras: sería lo que no elegimos, lo que está fuera de nosotros. En cambio, el trabajo útil es simplemente lo que elegimos hacer. A Holloway le parece pertinente cambiar el concepto “trabajo útil” por el término “hacer útil creativo”. El antagonismo entonces, aparece porque el hacer útil existe en –contra- y- más- allá del trabajo abstracto y su planteo es que es aquí es donde se encuentra el germen de la rebeldía.
Según este concepto, la crisis del trabajo abstracto arrastra también a la izquierda y al sindicalismo, que se organizaron alrededor de dicha concepción del trabajo, de la defensa del asalariado.
Tras la presentación por parte de los integrantes de la revista Herramienta (que organizó el encuentro junto con el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico) habló Raúl Zibechi, autor de títulos como Genealogía de la Revuelta y Dispersar el poder, entre otros.
Zibechi eligió graficar el concepto de “abstracción” referido al trabajo, a partir de una situación cercana. Señaló: “Voy a intentar ingresar a este debate desde una experiencia que sucede en un barrio al sur de Buenos Aires. Se trata de un colectivo de jóvenes que hoy tienen un par de espacios en los que funcionan una editorial, un cine, una biblioteca popular con unos doscientos socios, y una panadería en la que trabajan doce personas aproximadamente: mitad son hombres y mitad son mujeres”. Se trata de La Gomera, ubicado en Quinquela Martín y Gral. Hornos.
Desde la práctica pura se paró Zibechi para comenzar a descifrar conceptos que, en principio, parecerían corresponder sólo a académicos y filósofos. Se detuvo en la experiencia de la panadería para explicar que este grupo, durante años, funcionó en base a equipos de dos personas que elaboraban pan y otros productos y luego salían a venderlos al barrio. Con el tiempo, consiguieron una clientela fija. Y más tarde, decidieron transformar la gestión individual en cooperativa. Fue un simple razonamiento lo que los llevó a tomar esta decisión: la gestión individual era injusta porque el grupo que trabajaba los lunes vendía mucho menos que el que trabajaba los viernes. Lo individual mutó en grupal. Ahora sólo hay dos equipos: los que trabajan en la cocina y los que venden. Zibechi añadió: “Aunque entre los miembros del equipo hay preferencia entre los trabajos a realizar, suelen rotar”. Y brindó otra pista más: “La mutación no sólo los llevó a igualar los ingresos entre todas y todos, sino que a partir de ella lograron percibir algo más del doble de lo que recibirían por un subsidio de desempleo”.
Algunas consideraciones que plantea Zibechi respecto a esta experiencia:
* Aunque exista una mínima distinción del trabajo realizado, aún así practican la rotación. Si se le suma que todas las personas de esta cooperativa perciben el mismo ingreso tenemos como resultado que la división de trabajo (así entendida) no genera jerarquía. Es decir: que la alienación es superada por medio de la rotación y a través de la evaluación colectiva de todo el proceso que permite desconstruir la fetichización de las relaciones sociales establecidas.
* Aunque venden lo que fabrican, no producen mercancía. Es decir: no salen a vender al mercado porque consolidaron a sus compradores y establecieron relaciones de confianza. A tal punto, que muchos de los compradores están implicados en la defensa del espacio donde funciona la panadería y el Centro Cultural.
* La dualidad de la mercancía de la que hablaba Marx está siendo progresivamente descontruida a favor del valor de uso, dado que los productos no son considerados mercancías. (el valor de cambio lo otorga el mercado y las relaciones sociales son mediadas por mercancías).
* Por lo tanto, no puede hablarse de trabajo abstracto, sino de trabajo útil o concreto porque no existe un trabajo igual, medible de manera exacta con el tiempo de trabajo socialmente necesario.
* No hay, en esta experiencia una jerarquía entre producción y circulación. Incluso las ventas llevan ventajas sobre la producción porque generan las relaciones con los compradores que son los que aseguran la supervivencia del emprendimiento.
Zibechi concluyó con una evocación al Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Para Robinson, en su condición de náufrago solitario, las cosas que configuraban su riqueza eran sencillas y transparentes, de modo que no había el mínimo fetichismo en su vida. Zibechi trazó una analogía con las personas que llevan adelante el emprendimiento que describió. Postuló que ellos son náufragos de un sistema que los margina. Pero no son víctimas pasivas”.
¿Adiós al trabajo?
El portugués Ricardo Antunes, autor de ¿Adiós al trabajo? tomó una experiencia más cercana todavía. Informó que el propio BAUEN, donde se desarrolló el coloquio, es un pequeño cuadro del trabajo como actividad útil.
Su conferencia se basó en el texto que llamó “Diez tesis sobre el trabajo del presente y una hipótesis del futuro del trabajo”. Para seguir desmadejando palabras, eligió hablar de las diferentes maneras “pendulares” de concebir al trabajo: “El trabajo ha sido comprendido como expresión de vida y degradación, como martirio y salvación”.
Por un lado, el trabajo aparece como condición que ata al individuo a la vida; por el otro el trabajo surge como algo malo y el ocio como forma de liberación.
Señaló además que: “Lukács logró percibir, como Marx, el movimiento contradictorio presente en el proceso del trabajo” y remarcó que para comprender el trabajo debe comprenderse su doble condición, que está dada por la prevalencia del valor cambio sobre el valor uso, y de esta manera se convierte en trabajo abstracto. Por lo tanto, Marx supera la visión pendular porque captura la dialéctica del trabajo, afirmó Antunes: “El trabajo es al mismo tiempo generador de valores de uso indispensables para la humanidad o, como diría Lukács, elemento fundante de la sociabilidad”. Con esta postura confrontó con Holloway porque el portugués no está contra la noción del trabajo, sí está en contra del trabajo abstracto, alienado y asalariado.
Aclaró su postura: “Como creador de valores de uso, formas de intercambio del ser social y su naturaleza, no me parece plausible percibir la exclusión del trabajo social”.
Reveló, además que existe una nueva morfología del trabajo que a la vez genera nuevas formas de luchas sociales: piqueteros, fábricas recuperadas, los movimientos contra la privatización del gas, del agua. Esta nueva morfología del trabajo ayuda a desjerarquizar los organismos de representación.
Como conclusión esbozó: “Debemos luchar por un nuevo sistema de metabolismo societal, colocando en el centro del debate la gestión de la emancipación posibilitando la gestión del socialismo. O sea, pensar una actividad cuyo trabajo sea: libre, vital, o como diría Marx una asociación libre de trabajadores”.
El movimiento del hacer
John Holloway, autor de Cambiar el mundo sin tomar el poder, con su pelo blanco y un acento anglosajón, tomó la posta lanzando nuevas ideas en torno a cómo dos conceptos acuñados hace mucho tiempo pueden ser las claves para entender las luchas de los actuales movimientos anticapitalistas. El irlandés, crítico marxista, acostumbrado a romper estructuras, comenzó su exposición con una pregunta: “¿Qué pasa con este doble carácter?” (haciendo referencia a la dualidad dada por el trabajo útil –o hacer útil creativo- y el trabajo abstracto). Y respondió: “Desaparece de la discusión marxista, y si lo hacen (en pocas ocasiones), subordinan el trabajo útil al trabajo abstracto”. Y a modo de declaración de principios pronunció: “Quiero decir que la crisis del trabajo abstracto es el centro de la teoría marxista, y es el centro de las luchas actuales anticapitalistas. Este doble carácter del trabajo es el eje central para entender El Capital”.
Expuso que sería interesante repensar y tomar la dualidad para superar y entender el movimiento actual por la lucha anticapitalista, su sentido y sus dificultades. Las dificultades las colocó entre las propias reflexiones teóricas dentro de la discusión marxista y recordó la brecha que las separa del movimiento real de la lucha.
Luego explicó que al término “trabajo útil” prefiere denominarlo “hacer útil creativo” porque la reflexión sobre el trabajo no es una descripción común a todos los cuerpos sociales. El trabajo es un hacer que no determinamos: “El trabajo abstracto se refiere a la forma específica que toma este ‘hacer de ese sujeto creativo’ en el capitalismo”. Y agregó: “Odiamos no poder determinar lo que estamos haciendo. Luchamos contra eso todo el tiempo, en forma de sabotaje, en forma de resistencia. Nuestro hacer existe no solamente en el trabajo abstracto, sino contra él y también más allá del trabajo abstracto. El hacer creativo desborda el trabajo abstracto”.
El hacer-en-contra y más-allá del trabajo es simplemente poner en otras palabras el ejemplo de la panadería que expuso Raúl Zibechi, o el de los movimientos sociales en Argentina y Bolivia. Sin mayores vueltas: se hace lo que se hace porque se elige hacerlo. El autor irlandés parafraseó a Marx: “La relación entre trabajo abstracto y hacer útil, se tiene que entrever como una relación antagónica que discute en términos de alienación”. Y aclaró: “Esta relación es el eje para entender todo. Esto implica que nuestra lucha no es tanto la lucha del trabajo contra el capital, sino es la lucha del hacer, de la actividad desenajenada en contra del trabajo entendido como lucha contra el trabajo abstracto, y lo que él produce. Es decir: el capital”.
Algunas claves propuestas por Holloway para entender el “hacer útil creativo”, y muchas de las resistencias actuales.
* Debemos entender al zapatismo y a los movimientos en Argentina, Bolivia y otros países, como movimientos del hacer en contra del trabajo abstracto. De esta manera nos ayuda a entender la fuerza histórica de nuestro movimiento. Muchas veces nos parecen “locuras” lo que esos movimientos generan, pero sin embargo expresan algo mucho más profundo. Es decir: el empuje de nuestro hacer hacia su propia autodeterminación. Son las búsquedas de nuevas formas de organización que se basan en el reconocimiento mutuo, de nuestros haceres, de nuestras dignidades. De nosotros como hacedores, como sujetos. Nuestra fuerza es la fuerza de la irrupción de otra forma de organización que está tratando de romper con la forma utilización existente.
* Debemos entendernos a nosotros mismos como crisis. Es decir que somos la crisis del trabajo abstracto. Esa es nuestra esperanza, pero también nuestra dificultad. Si bien existimos como crisis, mientras exista el capitalismo nosotros también vivimos inevitablemente al borde de la imposibilidad. Nuestros proyectos son locos. Son una fuerza sin servidumbre, pero necesaria. Exactamente como la lucha para crear otro mundo. Somos la crisis de la frontera entre posibilidad e imposibilidad y vivimos las consecuencias. Decir que somos la crisis del trabajo abstracto no quiere decir que somos una gran fuerza egoísta. Sino todo lo contrario, quiere decir que nuestra existencia es frágil, fugaz y siempre en peligro. Estamos tratando de romper las fuerzas que dan cohesión a la sociedad. Nuestro proyecto es crisis. Es la crisis de ellos, pero también la nuestra.
* Si el movimiento es movimiento del hacer en contra del trabajo abstracto, entonces es necesariamente polifónico. La abstracción del hacer del trabajo, es el proceso de sintetizar una multiplicidad de haceres concretos. El trabajo abstracto funciona como la síntesis social de la sociedad capitalista. La lucha del hacer contra el trabajo abstracto es una lucha contra esta necesidad de sintetizar. No es la lucha por una nueva síntesis. No es la lucha por una nueva totalidad. Entonces, el movimiento del hacer es necesariamente el movimiento de la multiplicidad de haceres. De una gran variedad de haceres. Por eso la importancia de las asambleas, de la horizontalidad, porque se lucha, de esta manera por el reconocimiento de nuestras subjetividades. El mundo que queremos crear es el mundo de muchos mundos.
* Somos el movimiento del hacer, el movimiento actual es una mezcla de movimientos “en contra de” de la guerra, de la destrucción de la naturaleza, de la privatización del agua, etc. Pero también es un movimiento de solidaridades con otras luchas. Ahora: si nuestros movimientos no tienen su propia dinámica, su propio proyecto, su propio hacer, muy fácilmente entrarán en crisis. Por eso la esperanza es entender que el núcleo de nuestro movimiento es la multiplicidad de dinámicas, de muchos haceres distintos y propios.
La ponencia
El trabajo completo de Holloway como ponencia para el encuentro es el siguiente:
1.
El doble carácter del trabajo es la clave para entender el desarrollo actual de la lucha de clases.
2.
a) En los Manuscritos de 1844, el joven Marx hace una distinción entre el trabajo enajenado y la actividad vital consciente. En el capitalismo, la actividad vital consciente, lo que nos distingue de los animales, existe en la forma del trabajo enajenado.
b) En El Capital, Marx distingue entre el trabajo abstracto y el trabajo útil (o concreto). El trabajo útil produce valores de uso y existe en cualquier sociedad, pero en el capitalismo existe en la forma de trabajo abstracto, trabajo abstraído de sus especificidades, trabajo que produce valor. La distinción entre trabajo abstracto y trabajo útil es esencialmente la misma que la distinción previa entre trabajo enajenado y actividad vital consciente. El trabajo útil es actividad o hacer humano creativo-productivo, sea la que sea la sociedad donde se desarrolla, y el trabajo abstracto es un trabajo no auto-determinante en el cual toda distinción cualitativa se reduce a cuantidad. Para enfatizar la distinción (y porque la constitución de “trabajo” como algo separado del flujo general del hacer es resultado de su abstracción) hablaremos de “hacer útil” en lugar de “trabajo útil”.
c) La dicotomía entre trabajo abstracto y hacer útil es un tema central de El Capital. El doble carácter del trabajo crea el doble carácter de la mercancía como valor de uso y valor; estructura la discusión del proceso de trabajo (como proceso de trabajo y proceso de producir plusvalía) y del proceso colectivo de trabajo (como cooperación por un lado y división de trabajo, manufactura, maquinaría e industria moderna por el otro). El trabajo abstracto se desarrolla como trabajo asalariado que produce valor y capital. El hacer útil se despliega en la categoría de la “fuerza productiva del trabajo social” (El Capital I, p. 265) o, más escuetamente, las “fuerzas de producción”.
3.
La relación entre el trabajo abstracto y el hacer útil es una relación antagónica. El hacer útil existe en-contra-y-más-allá del trabajo abstracto. Todos estamos conscientes del modo en el cual el hacer útil existe en el trabajo abstracto, del modo en el cual nuestra actividad diaria está subordinada a las exigencias del trabajo abstracto (al proceso de hacer dinero, en otras palabras). Lo experimentamos también como proceso antagónico: como antagonismo entre nuestro impulso hacia la autodeterminación de nuestro hacer (haciendo lo que queremos hacer) y la necesidad de hacer lo que tenemos que hacer para ganar dinero. La existencia del hacer contra el trabajo abstracto se experimenta como frustración. El hacer útil existe también más allá de su forma como trabajo abstracto en aquellos momentos o espacios en los cuales logramos, individual o colectivamente, hacer lo que nosotros consideramos necesario o deseable. Aunque el trabajo abstracto subordina y contiene el hacer útil, nunca logra subsumirlo totalmente. La abstracción del hacer para convertirlo en trabajo no es algo que se acaba en los albores del capitalismo, sino un proceso constantemente renovado.
4.
Por lo tanto hay dos niveles de antagonismo estructural en el capitalismo. Primero está el antagonismo que Marx llama “el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política”: el antagonismo entre el hacer útil y el trabajo abstracto. Pero también existe un segundo antagonismo. El trabajo abstracto produce no solamente valor sino plusvalía, y esta plusvalía se acumula como capital. La acumulación se realiza a través de la explotación constante del trabajo abstracto (o asalariado), así que se puede hablar de un segundo antagonismo, el antagonismo entre capital y trabajo asalariado. Este segundo antagonismo depende de la conversión previa del hacer útil en trabajo abstracto.
Existen así dos niveles de lucha de clases. Primero la lucha del hacer útil en contra de su propia abstracción, es decir, en contra del trabajo abstracto: esta es una lucha contra el trabajo (y por lo tanto contra el capital, ya que es el trabajo que crea el capital). Luego existe la lucha del trabajo abstracto contra el capital: esta es la lucha del trabajo. Esta última es la lucha del movimiento obrero; la primera es la lucha de lo que a veces se llama el otro movimiento obrero, pero no se restringe en ningún sentido al lugar de trabajo: la lucha contra el trabajo es la lucha contra la constitución del trabajo como actividad separada del flujo general del hacer.
5.
Los dos tipos de lucha son luchas contra el capital, pero tienen consecuencias muy distintas. Al menos hasta recién, la lucha contra el capital ha sido dominada por el trabajo abstracto. Esto ha significado una lucha marcada por formas burocráticas de organización e ideas fetichizadas.
a) La organización del trabajo abstracto está centrada en el sindicato que lucha por los intereses del trabajo asalariado. La lucha sindical se entiende normalmente como lucha económica que necesita ser complementada por la lucha política, organizada típicamente en la forma de partidos políticos orientados hacia el Estado. Las concepciones “reformistas” y “revolucionarias” del movimiento obrero comparten el mismo enfoque. La organización del trabajo abstracto es típicamente jerárquica y esto se tiende a reproducir dentro de las organizaciones del movimiento obrero.
b) La abstracción del trabajo es la fuente de lo que Marx llama “el fetichismo de la mercancía”, un proceso de separación entre lo que hemos creado y el proceso de creación. Lo creado, en lugar de entenderse como parte del proceso de creación, se entiende como una serie de cosas que luego dominan nuestro hacer y nuestro pensar. Las relaciones sociales (relaciones entre personas) se fetichizan o se reifican. La centralidad de nuestro hacer está substituida en nuestro hacer y pensar por “cosas” (relaciones sociales cosificadas) como dinero, Estado, capital, universidad etc. El movimiento obrero (como movimiento del trabajo abstracto) acepta normalmente estas cosas como dadas. Así, por ejemplo, el movimiento obrero tiende a aceptar la auto-presentación del Estado como organizador de la sociedad (en lugar de verlo como momento de la abstracción del trabajo). La abstracción del trabajo conduce a un concepto estadocéntrico del cambio social. El movimiento del trabajo abstracto queda atrapado dentro de una cárcel conceptual y organizativa que efectivamente sufoca cualquier aspiración revolucionaria.
c) El marxismo ortodoxo es la teoría del movimiento obrero basado en el trabajo abstracto. Por eso está casi totalmente ciego a la cuestión del fetichismo y al carácter doble del trabajo (a pesar del hecho de que Marx insistió que este punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política.
6.
El movimiento del hacer útil contra el trabajo abstracto ha existido siempre como corriente subterránea y subversiva en-contra-y-más-allá del movimiento obrero. Ya que el hacer útil es simplemente la riqueza enorme de la creatividad humana, el movimiento tiende a ser algo caótico y fragmentado, un movimiento de movimientos luchando por un mundo de muchos mundos. Desde esta perspectiva es fácil caer en la idea de que estas luchas no tienen conexión, que son las luchas de tantas identidades distintas, que se trata de una lucha de y por las diferencias. Sin embargo, no es así. Aunque el hacer útil-creativo tiene un potencial infinitamente rico, existe siempre en-contra-y-más-allá de un enemigo común, la abstracción del hacer en trabajo. Por esto es importante pensar en contradicción y no simplemente diferencia. Es la lucha de la creatividad humana (nuestro poder-hacer, la “fuerza productiva del trabajo social”) contra su propia abstracción, contra su reducción a la producción gris de valor-dinero-capital. El marxismo heterodoxo y la teoría crítica tienen como su eje central la crítica al dominio del trabajo abstracto y de los conceptos que se derivan de este dominio. Ya que el movimiento del hacer útil es el empuje hacia la creatividad socialmente autodeterminante, sus formas de organización son típicamente anti-verticales y orientadas hacia la participación activa de todos. Esta es la tradición consejista o asambleísta que siempre se ha opuesto a la tradición estadocéntrica y partidocéntrica dentro del movimiento anticapitalista.
7.
El trabajo abstracto está en crisis. Nosotr@s (el hacer útil-creativo) somos esta crisis.
a) El hacer útil es la crisis permanente del trabajo abstracto. La existencia del capital es una lucha constante para contener el hacer dentro del trabajo abstracto, pero el hacer siempre desborda.
b) Existe ahora una crisis del trabajo abstracto en un sentido agudo.
La crisis está vinculada con la crisis del fordismo, una forma especialmente intensa del la abstracción del trabajo. La crisis del fordismo es el fracaso de la abstracción del hacer en trabajo.
Las manifestaciones de la crisis son evidentes: el declive del movimiento sindical en todo el mundo; el debilitamiento de los partidos socialdemócratas; el colapso de la Unión Soviética y de los otros “países comunistas” y la integración de China en el capitalismo mundial; la derrota de los movimientos de liberación nacional en América Latina y África; la crisis del marxismo no solamente dentro de las universidades sino como teoría de lucha.
Todo esto se entiende muchas veces como una derrota histórica de la clase obrera. Pero tal vez se debería ver más bien como una derrota para el movimiento obrero, para el movimiento basado en el trabajo abstracto, una derrota para la lucha del trabajo contra el capital y posiblemente una apertura para lucha del hacer contra el trabajo. Si es así, entonces no es una derrota para la lucha de clases sino un desplazamiento hacia un nivel más profundo de lucha de clases. La lucha del trabajo está siendo remplazada por la lucha contra-y-más-allá del trabajo.
La crisis del trabajo abstracto se puede ver en términos del marxismo clásico como la revuelta de las fuerzas de producción contra las relaciones de producción. Pero hay que entender las fuerzas de producción no como cosas, como tecnología, sino como la “fuerza productiva del trabajo social”, como nuestro poder-hacer social. Y el modo en el cual nuestro poder-hacer está rompiendo “su envoltura capitalista” (El Capital I, p. 648) no es a través de la creación de unidades de producción cada vez más grandes sino a través de millones de grietas, espacios en los cuales la gente está diciendo que no van a permitir que sus capacidades creativas se encierren dentro del capital, sino que van a hacer lo que a ellos les parece necesario o deseable.
c) La crisis es una intensificación de la lucha. La lucha del capital para reimponer la abstracción del trabajo se puede entender como neoliberalismo, posfordismo, posmodernismo, pero la crisis sigue abierta. La lucha contra el capital se debilita si seguimos pensando en términos de las viejas categorías derivadas de la lucha del trabajo abstracto. La única forma de entender la lucha anticapitalista ahora es como la lucha del hacer contra el trabajo.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

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Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

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