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El oficio de sobrevivir: una mañana en un comedor de La Matanza

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Una mañana en una escuela de oficios en La Matanza abierta como comedor para el barrio. Las changas que se cortaron y el hambre que crece. Personas que vienen a buscar de a seis platos para toda la familia. De las 50 viandas repartidas a pensar en duplicarlas este jueves. Barbijos sociales, economía popular y el grito de la desigualdad como indicador más cruel de esta pandemia.

Carlos Caballero tiene dos hijas y un hijo de 22, 20 y 18 años. “Tengo que andar así para darles de comer”, dice, detrás de un barbijo naranja que le cubre la cara, y así significa también un balde de helado de tres litros que lleva en sus manos como tupper, y un piloto azul que lo protege de una lluvia que rompe el aislamiento social, preventivo y obligatorio, pero que no impidió que el Centro de Formación Profesional (CFP) 410 “Carmen Vázquez”, una escuela de oficios en Rafael Castillo, partido de La Matanza, gestionada por el movimiento social Barrios de Pie-Somos, abriera sus puertas para cocinar una olla popular para la comunidad educativa del barrio.

Una de las promotoras le pregunta a Carlos cuántos platos le sirve.

“Seis”, contesta, y la respuesta es uno de los tantos índicadores con los que es posible medir el impacto de la cuarentena en los barrios del conurbano bonaerense, casi imperceptible, más acá del conteo diario sobre la cantidad de personas infectadas o muertas por el Covid 19. Es que durante toda la mañana de este martes, una docena de jóvenes de la organización cocinó un guiso para el primero de los días en los que esta escuela abrió sus puertas para entrega de viandas. Todos los martes y jueves, a las 12, recibirán a vecinos y vecinas del barrio. Este martes repartieron 50 platos.

Otro indicador de esta pandemia: el jueves duplicarán la ración.

El oficio de sobrevivir: una mañana en un comedor de La Matanza
La planilla donde se anotan las porciones que lleva cada unx.

“Es para toda mi familia”, comenta Carlos a lavaca, estudiante del CFP para poder terminar la secundaria, y cuya changa como portero en escuelas se cayó porque ya hace varios meses que no trabaja. “Fui a la Capital a llevar currículum para trabajar de custodio, pero no hay nada, y por la edad no te agarran. Esto está bueno, ayuda a mucha gente. Si no es por esto, ¿qué le doy de comer a mis hijos?”.

La falta de respuesta es el indicador más crudo de esta lluvia que no cesa.

La demanda triplicada

La Agencia Télam publicó que el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación está destinando 13 millones de kilos de alimentos -5 millones de kilos más que en diciembre de 2019- a los comedores de todo el país. Según las estimaciones de organizaciones como el Movimiento Evita, La Poderosa y Barrios de Pie, la demanda se triplicó.

En ese contexto, las puertas del CFP de Rafael Castillo se abrieron para que los vecinos y las vecinas no se tuvieran que desplazar fuera del barrio por un plato de comida. “El comedor más cercano lo tenemos a 20 cuadras: estamos tratando de abastecer a los barrios”, dice Silvia Caballero, referente del movimiento en esta localidad matancera.

Desde el movimiento se están proveyendo bolsones con artículos de limpieza, comestibles y de verduras (llevan repartidos más de 250 en estas semanas), además de asistir en los trámites para que lxs vecinxs puedan cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). De todos modos, Silvia subraya que en algunos comedores las colas para un plato de comida dan vuelta las esquinas. “Es un shock. Si bien es satisfactorio poder dar esa respuesta, ver a una mamá esperando la olla con su tupper es tremendo”.

Sólo en La Matanza, Barrios de Pie brinda atención a unos 600 comedores. Muchos -explican- debieron abrir de emergencia ante esta crisis. El hambre impacta de forma evidente sobre el sector de la población que se quedó sin su changa para sobrevivir.

Dentro del CFP, para resguardarse de la lluvia, otro de los que espera es Carlos Sánchez, 65 años, vecino del barrio. “Pedí sólo dos platos, para mi señora y para mí, pero estamos en la lona. No hay laburo. Yo me dedico a la construcción: soy albañil. No hay nada. Pero tampoco nos queda otra, porque si no se complica la vida de todos, no solo la mía”.

Su señora es trabajadora doméstica. “Acá es el primer día que vengo, e implica una ayuda. Una mano. Sin esto no tenemos nada. No hay otra cosa. ¿Qué queda?”.

Caballero también es referente de los polos productivos de Barrios de Pie en la zona, y comenta: “Tenemos cientos de compañeros que trabajan, pero ahora tenemos que rotar sí o sí”. Estas semanas están utilizando las máquinas textiles del CFP para confeccionar barbijos y camisolines para clínicas. “Junto a otro polo en Virrey del Pino y en Laferrere, estamos haciendo 1500 barbijos por día. Una tanda los donamos, y otra los vendemos, barato, a $19, para poder comprar los rollos de tela, los hilos y las agujas”.

El movimiento articula con frigoríficos y otras fábricas para las ventas. También con el Estado: “Todo lo que hacemos lo estamos mostrando. Estamos en diálogo, porque esto se tiene que articular desde ambos sectores, porque nosotros estamos en los barrios. No estamos para una discusión ni para mirarnos de costado entre nosotros, sino para sumar. Estamos para lo que propongan, pero también vamos a hacer saber dónde estamos”.

Desde ese trabajo concreto en los barrios, Silvia grafica qué lectura se hace de este momento desde la economía popular: “Siempre pensamos en lo que se puede hacer y en lo que viene: nunca nos podemos quedar en casa. Siempre salimos adelante. De esta pandemia tenemos que salir entre todos, y ayudarnos. Hay que respetarlo, sí, pero a la vez está la necesidad de salir a vencerlo y de luchar, cuidándonos”.

Los pilares que se vienen

Los Centros de Formación Profesional (CFP) son escuelas de oficios y no hay muchas experiencias bajo gestión de movimientos sociales (la mayoría están gestionadas por iglesias o sindicatos). El CFP de Castillo tiene una importante trayectoria territorial, con una decena de carreras (Electricidad, Cuero y calzado, Gas, Herrería, Textil, Peluquería, Maquillaje, Instalación de paneles solares, Informática y Cocina, entre otras) que en este 2020 tuvo una una inscripción de 1200 personas. “Es una salida estar acá, y un empoderamiento, con la mayoría de instructores de la zona, y con un abono simple de sólo $100 para la cooperadora”, explica Andrea Aguilar, directora de la institución.

El CFP lleva el nombre de “Cármen Vázquez”, una vecina del barrio, que aprendió a leer y escribir gracias al trabajo del movimiento. “Le parecía importante que haya una escuela en el barrio”, dice Aguilar, y por eso cuentan con tres turnos (mañana, tarde y vespertino), además de clases de FINES y de Secundaria con oficios.

Hoy las clases están paradas y con la complejidad que significa la virtualidad en los barrios. “Hay familias que sólo tienen un celular para trabajar, con tres chicos, y esta situación genera todo un desfasaje que se suma a lo que ya puede impactar de forma particular en cada núcleo familiar”, apunta. Sobre el tema económico: “Estamos pudiendo sostenerlo porque todo lo que está llegando de mercadería está alcanzando. Ojo: alcanza por el buen manejo que las compañeras hacen de cada vívere”.

Para Aguilar -y como demuestran las personas que están esperando llevarse la vianda en este martes lluvioso-, esta crisis expone de una forma cruel la desigualidad existente. “Se está haciendo mucho más visible. Y el impacto en los niveles más bajos va a ser notable, como un efecto dominó. Vamos a tener que poner un montón de cada uno para poder salir adelante como sociedad. Si no, no camina. Los CFP, los comedores y las organizaciones van a ser pilares fundamentales de todo el trabajo que se viene”.

Ramón tiene 31 años y es de los últimos que aguarda para su vianda. “Vengo a buscar para mí, para mi señora y para mis hijos. Tengo cuatro: de 11, 8, 7 y un año y medio. Yo venía con trabajo, pero dejamos de trabajar porque no nos pagaban. Estaba en Metrogas. Hacíamos bacheo de veredas. Como algunas estaban mal hechas, no nos pagaron. Estaba en negro. Fue hace 15 o 20 días, en medio de todo esto. Una situación jodida: mi señora cobra la Asignación (Universal por Hijo), y si no le dieran eso, no sé qué haríamos. A veces sale un changuita, voy y aprovecho. ¿De qué? Le compro a mi cuñado cosas para el negocio. Esto es una salvación. Por los chicos, más que nada”.

Una hora después de cerrar las puertas del CFP, una foto le llega a uno de los promotores comunitarios de la organización. La sacó una de las familias.

La imagen: un bebé comiendo el guiso cocinado bajo este martes lluvioso.

La pandemia ya no guarda metáforas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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