CABA
En la piel de un gilet jaune
Cinco chalecos amarillos dan sus testimonios de por qué se manifiestan, qué respuestas reciben del Estado y porque lo que sucede en las calles de Francia ya puede pensarse como una revolución. Del conservadurismo a la izquierda, sin partidos políticos y con reclamos bien precisos, las y los franceses se comparan con el 89 y hablan de un «hartazgo mundial» contra las élites. Los impuestos, la jubilación, la educación, los inmigrantes y el combustible. Crónica y fotoreportaje de algo más que una manifestación. Por Lucas Barreña. Fotos de Julia Portanier.
Aurelie Yoann camina de la mano de su hija por las calles de Limoges, un distrito ubicado en el centro de Francia. A través de información que pudo ver en distintos grupos de Facebook, se unió a protestar pacíficamente por una profunda crisis que, en palabras de ella, se remonta mucho tiempo atrás. Para Alexandre, un manifestante de la ciudad costera Charente-Maritime, “hay que retroceder 40 años hasta llegar a la muerte del general De Gaulle, donde todo comenzó”. El aumento de la gasolina y el diesel fue la gota que rebalsó el vaso de una sociedad que viene protestando por los bajos salarios y las altas tasas de desempleo (alrededor del 10%).
Yoann aclara que los gilets jaunes (chaleceos amarillos) son un grupo “heterogéneo y apolítico”, organizado por ciudadanos franceses y no por los partidos, algo clave para entender el ambiente variopinto de los que hoy están reclamando. En edad, profesión, región e incluso ideologías, todos parecen venir de distintos ambientes. La diversidad de los protestantes encuentran su punto en común en, según el joven Romain, “la unión en favor de una cosa: la Francia de la libertad, igualdad y fraternidad, que no es realmente lo que hay hoy”.

Foto: Julia Portanier
Pese a esta aparente organización sin líderes que se la rebusca para salir en conjunto a las calles, como sucedió el pasado 17 de noviembre cuando 300.000 chalecos amarillos coparon las calles de París, Caroline reconoce que intentan estructurarse con representantes en cada región, aunque es una tarea difícil de configurar porque hay personas que no confían en las demandas personales de los demás. Sus declaraciones se dan de hecho en el anonimato, porque asegura que “ya no tenemos ningún derecho sobre el derecho a hablar”.
El impuesto sobre el combustible, el desprecio por parte presidente Macron y el sufrimiento de la gente para terminar el fin de mes con dificultad fueron algunas de la causas que cree que desataron la escalada del movimiento, aunque también sabe que “muchos están protestando no solo por lo del combustible, sino también por un aumento en el SMIC (salario mínimo) y en las pensiones que afectan a nuestros jubilados pobres que incluso después de haber trabajado toda una vida tienen que seguir pagando más y más”. En este punto, Romain, estudiante de servicios medioambientales, explicó la reacción del gobierno francés, que desde las revueltas en París decidió anunciar tanto la eliminación de los impuestos para los hidrocarburos y las pensiones como incrementar € 100 en el SMIC: “El 70% de los franceses no le cree”, dice sobre Macron. “¿De dónde sacará este dinero un país en déficit?”.

Foto: Julia Portanier
Los levantamientos que ocurrieron en simultáneo en varios puntos del país, impulsados principalmente desde los sectores rurales, se muestran por televisión como el evento más violento desde la Revolución Francesa. El Arco del Triunfo no se deja ver por los gases de la batalla y los rebeldes parecen querer prender fuego cada esquina de Les Champs-Élysées. Tiran bombas de humo y combaten ferozmente contra la policía. Sin embargo, las cuatro muertes de chalecos amarillos y las más de 1.700 detenciones en las manifestaciones muestran la otra cara: la violencia institucional que reciben como respuesta a manifestarse.
“Los manifestantes estaban allí para reclamar sus derechos y proteger sus finanzas, y la policía estaba allí para quebrar al manifestante”, reveló el parisino Julen Sudrie, que justamente trabaja como agente de seguridad. Los testimonios coinciden en la paz en la que se movían de los gilet jaunes. Aunque no se puede pasar por alto la cantidad de autos quemados y saqueos en la capital francesa, Aurelie no duda en decir que muchos matones se cuelan entre los chalecos amarillos, mientras que Caroline se estremece al contar que a la policía no le importó reprimir por más que estén caminando, sentados en el suelo o cantando la Marseillaise: “Es horrible, ya no tenemos derecho a nada”.

Foto: Julia Portanier
Los impuestos, la jubilación, los estudiantes y los inmigrantes son otras de las banderas que preocupan a Romain, quien dice que este último ítem recobró importancia tras el atentado terrorista en Estrasburgo que dejó tres muertos el pasado martes. El joven de 18 años, que dista de la ideología de Macron, cree que con Marine Le Pen en el poder algunas las cosas habrían cambiado. “Ella habría hecho que no se corrompa más la imagen de Francia en el extranjero, aunque para ser realista, nuestro país sobrevive gracias a los turistas”, confió en un análisis que evidenció su postura conservadora: “Todo esto se detendrá si todos los problemas de Francia dejan de pagarse con ayudas sociales. Ese es nuestro principal problema: el que no trabaja y tiene cuatro hijos gana más que una persona que sí trabaja y tiene un solo hijo”.
Que el discurso de Romain sea tan diferente al de otros chalecos amarillos es otra muestra de la diversidad ideológica del grupo, pero que comparten, como expuso Caroline, una común desesperación: “Pasamos nuestras vidas trabajando, ¿para qué? Para pagar. Estamos cansados de sobrevivir en lugar de vivir”. La muchacha difiere que todo ese dolor de décadas no habría encontrado la alternativa en Le Pen, y algo coincide con Alexandre Beauvais-Chiva, ex candidato a elecciones legislativas en Charente-Maritime y opositor tanto de Macron como de Le Pen, quien concluyó en que “ninguno de los dos ofrecen una solución real, pues el desprecio de nuestra élite y las decisiones económicas de años son responsables de todo esto”.

Foto: Julia Portanier
Las encuestas coinciden en que alrededor del 70% de la población francesa está de acuerdo con los reclamos y las formas de manifestarse. Sin embargo, en el 20% restante están incluidos el presidente, la mayoría de la cúpula de gobierno y la clase alta, que son quienes realmente deciden el futuro de Francia. El político entrevistado de 37 años es quien más hincapié realizó en el desprecio y la incomprensión de las élites, pues “sin la consideración de lo humano no puede haber una verdadera democracia y estos sectores, puedo asegurarlo por mi frecuencia en ellos, están totalmente desconectados, incluso el campo que protesta por la suba del combustible”. En este aspecto, cabe destacar la decisión de Emmanuel Macron, tildado de “gobernar para los ricos”, de reducir impuestos a quienes tengan más ganancias, medida que se sumó a la burbuja de malestar que explotó el pasado 17 de noviembre.
1789 o 1968 son apenas algunos de los años que marcaron un carácter revolucionario en el ADN francés. Tanto los burgueses como los estudiantes se manifestaron ante un orden que les incomodaba. La historia, y ahora el presente, parece poner siempre a Francia a la vanguardia de los reclamos sociales, casi como si estuviese destinado a ser la sociedad pionera en revelarse antes de contagiar las rebeliones a otros puntos del planeta que también sienten algún tipo de injusticia.

Foto: Julia Portanier
Caroline asegura que “otros países están empezando a unirse al movimiento, la gente está harta. La gente no abandonará nada, esto vencerá por los derechos a la supervivencia”. La insatisfacción de las personas de todo el mundo se ha transformado en la norma en este siglo XXI, motivo por el cual habría que estar atento de la posibilidad de estar presenciando el inicio de un nuevo orden mundial. La desconfianza a una democracia que cada vez atiende menos las necesidades de la gente y la brecha cada vez más extensa que separa a ricos y pobres son argumentos más que sólidos para que el cansancio social se transforme en revolución.
De hecho, Alexandre es uno de los chalecos amarillos que espera a que haya un cambio de paradigma en la política global, aunque sinceramente cree en el poder de las democracias. Mucho más terrenal y probable es la sugerencia de Caroline, que propone solicitar un referéndum de iniciativa ciudadana para despedir a Macron, aunque su compatriota Julen Sudrie le baja el pulgar: “Solo el Senado puede destituir al presidente”.

Foto: Julia Portanier
Por más que se haya dado marcha atrás con el impuesto a los hidrocarburos, los giles jaunes seguirán invadiendo las calles de Francia para protestar. El origen de la demanda se ha extendido a reclamos que van desde el estilo autoritario de gobernar hasta reclamos contra sus programas de reformas fiscales y laborales. Una canción que se popularizó en las últimas semanas en el país galo que llama a la renuncia de Macron («¡Macrón, dimision!» canta el rapero y se canta en las calles) se ha convertido en un éxito por el sentimiento compartido por gran parte de la sociedad.
Dice así:
He querido poner nafta: es demasiado caro
He pagado los impuestos: es demasiado caro
Hay que cotizar por aquí: es demasiado caro
Hay que cotizar por allá: es demasiado caro
Estamos hartos, estamos hartos
Voy a manifestarme, por lo tanto, yo me pongo mi chaleco amarillo.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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