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Femicidio de Anahí: piden investigar a sus amigos y condenan a un solo imputado

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Hoy se celebró la última audiencia por el secuestro, violación y femicidio de Anahí Benítez: Marcos Bazán fue condenado a prisión perpetua, mientras que a Marcelo Villalba, de quien se encontró rastros de ADN en el cuerpo de la joven, se lo declaró por el momento inimputable alegando motivos psiquiátricos. Además, el TOC 7 de Lomas de Zamora pidió investigar por «falso testimonio» a tres amigos de Anahí. «Tenemos un montón de preguntas sin respuestas y mucha bronca porque pretenden involucrar al círculo de la víctima”, manifiesta a lavaca Quimey Barrera, de 15 años, alumna de la Escuela Nacional Antonio Mentruyt (ENAM), una comunidad que en este artículo plantea todas las dudas del proceso, y cómo continúa la lucha por verdad y justicia. A solo un día del Ni Una Menos, las jóvenes centran su grito en la justicia patriarcal: «En este mundo vivimos, en este mundo nos tenemos que desenvolver, en este mundo perdimos a una compañera y en este mundo están juzgando su caso, a ella y a sus amigos, en vez de a los verdaderos culpables, a quienes están encubriendo».

Femicidio de Anahí: piden investigar a sus amigos y condenan a un solo imputado

Por Lucrecia Raimondi

La última audiencia del juicio por el secuestro, violación y femicidio de Anahí Benítez terminó con un único imputado sometido a proceso: Marcos Bazán fue condenado hoy a prisión perpetua por los delitos de “coautor de privación ilegal de la libertad agravada, homicidio triplemente agravado por alevosía, crimins causa y por mediar violencia de género, abuso sexual agravado por acceso carnal este último en carácter de partícipe necesario”. El TOC 7 de Lomas de Zamora pidió además extraer declaraciones testimoniales de la instrucción y del debate oral para que se investigue por falso testimonio a tres amigos de Anahí, a dos amigos y a la novia de Bazán. El otro acusado, Marcelo Villalba, de quien se encontró rastros de ADN en el cuerpo de Anahí, está detenido en una unidad psiquiátrica y por ahora el proceso en su contra está en suspenso; una junta médica lo declaró durante el juicio incapaz de someterse a proceso por padecer esquizofrenia en un estado crítico. “Ya sabíamos que iban a sentenciar a Bazán, pero estamos con mucha bronca e indignación con que sigan culpabilizando a los pibes, que los acusen de falso testimonio a Elías que era su novio, a Lautaro, su mejor amigo, y a Pedro, que era un conocido… Queda esa sensación de que no estamos satisfechos, tenemos un montón de preguntas sin respuestas y así no debería ser cerrado un juicio por el asesinato de una piba de 16 años”, manifiesta a lavaca Quimey Barrera, de 15 años, alumna de la Escuela Nacional Antonio Mentruyt (ENAM) de Banfield a donde iba Anahí Benítez.

La Comisión Verdad, Justicia y Transparencia por Anahí Benítez, integrada por ex alumnos que fueron amigos y compañeros de curso de la adolescente asesinada, junto con toda la comunidad educativa de la ENAM, se involucraron desde el minuto cero de su desaparición hace casi tres años. Ese compromiso continuó hasta el final del proceso y aseguran que seguirá hasta saber la verdad de qué pasó. “Este juicio no responde ni respondió las dudas que existen sobre el caso, procurando pasar cualquier cabo suelto que pueda llevar a una apelación. Desde la Comisión siempre fuimos claros exigiendo la reapertura de la investigación denunciando este juicio y a esta justicia patriarcal que lo único que hizo fue perpetuar la impunidad.  Seguiremos luchando por conseguir una justicia real y transparente por nuestra compañera. Porque la única manera de que paguen los verdaderos culpables de la desaparición y femicidio de Anahí es denunciando todo este proceso, planteando la nulidad del juicio y una nueva investigación. Y exigimos que se juzgue a Marcelo Villalba, abusador de Anahí”, aseveraron en un comunicado cuando el Tribunal anunció que condenaría a Marcos Bazán.

La lucha por verdad, justicia y transparencia queda instalada en los pasillos y las aulas de la escuela, y está grabada a fuego en la memoria de una generación de adolescentes de la zona sur del conurbano que no se conforman con lo que les dicen jueces y fiscales sobre el femicidio de Anahí Benítez. “No tenemos confianza en este poder judicial, sabíamos que iba a terminar así, que lo iban a cerrar con muy pocas pruebas y que iban a ser contra marcos Bazán, que Villalba iba a terminar en un psiquiátrico. Sabíamos que iban a encubrir violadores y lo esperábamos. Pero este caso es mucho más complejo y las pruebas tan frágiles que hay no concuerdan con que se sepa que hay más gente, que hay un violador, que hay una comisaría, la 9na de Parque Barón que fue desmantelada por una red de trata y es la que se encargó, entre muchas comillas, de buscar a Anahí”, apuntó Quimey que se siente con “la bronca a flor de piel”. Y expresa con voz severa que a ella y sus compañeros les “hierve la sangre de bronca porque nos gustaría que las cosas sean diferentes”. Sigue: “No queremos seguir como desde hace tres años con la pregunta de qué le pasó a nuestra compañera. Eso nos pasa hoy en esta instancia compleja, que tan inteligentes fueron para cerrar todo tan rápido en una época que no podemos salir a cumplir nuestro derecho a manifestarnos, salir a la calle a gritar el nombre de mi compañera, porque estamos en una pandemia de mierda, somos menores de edad y no nos dejan salir solos”.

Ahora que terminó el juicio con sabor a impunidad, los jóvenes no piensan quedarse quietos: desde el Centro de estudiantes del ENAM manifestaron por redes sociales su descontento con la investigación y el proceso de debate oral y público. “Ya finalizado el juicio por nuestra compañera asesinada Anahí Benítez, expresamos nuestra enorme indignación y bronca ante los resultados. A solo un día del Ni Una Menos, seguimos confirmando cómo la justicia continúa encubriendo a la policía, a los violadores, a femicidas, redes de trata, y una larga cantidad de etcéteras. Fue juzgado solamente un acusado, cuándo la misma fiscalía reconoció que había muchos más implicados en el caso. No solo hubo infinidad de irregularidades y dudas en cuanto a la investigación, si no que ahora además de no haber siquiera cuestionado a la policía y el poder político, pretenden acusar a los amigos de la víctima. Desde el comienzo tanto la fiscalía como los jueces atacaron a les compañeres de Anahí en el momento de declarar. Nos parece sumamente hipócrita pretender culpabilizar a lxs pibxs, sabiendo que desde el principio lo único que hicieron fue encubrir tanto a Marcelo Villalba (violador de Anahí, quien no fue sentenciado) como a todos los demás responsables del femicidio de nuestra compañera”, expresaron en un comunicado donde también exigen que todos los verdaderos responsables sean juzgados y sentenciados.

Femicidio de Anahí: piden investigar a sus amigos y condenan a un solo imputado

Las preguntas y la bronca que queda

A casi tres años del femicidio, con una investigación que no fue y una condena sin todas las condenas que esperaban y con sospechas de otros implicados sueltos, lxs pibxs tienen más preguntas que respuestas:

“¿Qué pasó con Anahí los días que estuvo desaparecida? ¿Por qué le arrancaron páginas al diario de Anahí? La fiscalía confirmó que hay más implicados ¿Por qué no están acusados? ¿Por qué no encuentran relación entre Marcelo Villalba (violador comprobado y confeso) y Marcos Bazán? ¿Por qué cortaron la intervención de Villalba cuando estaba hablando, y luego lo declararon no apto psicológicamente? ¿Cómo fue transportada Anahí a la Reserva Natural Provincial Santa Catalina?”.

Desde que empezó el proceso, lxs pibxs percibieron que cuando fueron interrogados por los jueces y fiscales “no preguntaron con la misma severidad desde el estrado a las fuerzas policiales intervinientes y a cargo de la investigación, que durante los cuatro o  cinco días que Anahí estuvo viva no actuaron eficazmente para evitar su asesinato”. Además, cuando piden que se reabra la investigación apuntan a las fuerzas de seguridad: “Varias comisarías de Lomas, entre ellas la novena de Parque Barón, la misma que llevaba a cabo la investigación del caso, se vieron implicadas en causas de trata de personas tiempo después del asesinato de Anahí”.

¿Qué sensación se quedaron con la condena a Bazán?

Con confusión. Se escuchaban insultos de la gente que estaba presenciando. Se sentía que había una resolución, que no se entendía bien y no tenías a nadie al lado que te lo explique. Es una desesperación no entender, de no poder estar ahí, de que los jueces no digan nada y no tenes a nadie que lo haya escuchado con vos al lado, que te lo explique, analizarlo. Estas sola en tu casa y lo único que tenes es la tele, la computadora, el celular y a tus amigos que te hablan desde sus casas con la misma sensación de confusión. Después cuando escuche a los abogados que dijeron que sí, que condenaron a Marcos Bazán, sentí una cachetada de impunidad y desinterés por el femicidio de mi compañera, ese es el sentimiento que queda. Maso menos lo esperas pero siempre tenes esa pizca de esperanza de que pueda ser diferente. Pero la desesperanza que se tiene frente a la Justicia parlamentaria, frente a estos jueces y el Poder Judicial tiene que quedar bien en claro que no significa que dejemos de exigir que se reabra la investigación y que todos los culpables estén tras las rejas, que haya juicio y castigo a los verdaderos femicidas de Anahí Benítez.

¿Qué hacer con la bronca?

La bronca y la tristeza tienen que ser utilizadas para arder, para que te movilice, para que siga siendo un reclamo, no para bajar los brazos y decir que no se puede hacer nada. Tenemos que luchar y gritar por el nombre de nuestra compañera. Cuando nos preguntan qué pensamos del Poder Judicial no sale toda la bronca, pero esa bronca la vvamos a utilizar para luchar, no nos vamos a quedar callados, pero a la vez las cosas deberían ser diferentes: la conclusión final es que tenemos que seguir exigiendo. Sabemos que esto no es un caso aislado, sabemos que el caso de Lucía Pérez a los asesinos, violadores y torturadores los juzgó solamente por tenencia de drogas. En ese mundo vivimos, en ese mundo nos tenemos que desenvolver y en ese mundo perdimos a una compañera, en ese mundo están juzgando su caso, a ella y a sus amigos, en vez de a los verdaderos culpables, a los están encubriendo. Entonces la postura que tenemos que tomar en este momento es la de visibilizar toda esa basura, pedir que se re investigue, visibilizar cómo actúa la justicia frente a los femicidios. Creo que ese es nuestro deber como estudiantes, ex alumnos y compañeros de Anahí Benítez.

Las dos justicias

Al día siguiente de que Anahí Benítez fuera encontrada asesinada, el lunes 5 de agosto de 2017 los chicos y las chicas de la ENAM organizaron una marcha en la Ciudad de Buenos Aires. Quimey estaba en primer año, tenía 12 y era seguridad de la columna de pibas y pibes estudiantes que salieron a exigir justicia por Anahí Benítez. En la 9 de Julio, Quimey recuerda que se encontró con una de sus mejores amigas de ese momento y que se dieron un abrazo que para ella fue el más contenedor en una situación “muy de mierda” como que la Policía encuentre muerta a una compañera de colegio después de estar seis días buscándola sin descanso. “Donde tenes un Estado que no hace nada para buscar a tu compañera, una Policía que te persigue, la única contención que encontras es el abrazo de tus pares y tus compañeros de lucha, aunque sean más grandes que vos”, define Quimey. El domingo 4 encontraron a Anahí en la reserva Santa Catalina de Parque Barón, donde una y otra vez los chicos y chicas fueron a buscarla. La Policía lo supo al mediodía, ellos se enteraron a la noche. “Estábamos en la ENAM, durante toda la tarde sin saber si era o no. A medianoche nos reúnen en el SUM y nos avisaron que era su cuerpo. En esa situación nada es contenedor, te podes abrazar y estar juntos es importante pero nada te contiene. Sí encontré la definición de contención al día siguiente cuando nos encontramos en las calles y en particular para mí ese abrazo que fue uno de los más significativos de mi vida. Ese día estábamos todos mal pero juntos en las calles luchando codo a codo, hombro a hombro primero con la consigna de Aparición con vida de Anahí Benítez y después por Justicia”.

¿Qué es para vos la verdad, la justicia y la transparencia?

La realidad y la verdad son subjetivas, pero hay cosas que son hechos que pasaron, que en este caso afectaron a Anahí Benítez. Alguien la violó, la torturó y la asesinó. La verdad que nosotros tenemos es que Anahí fue secuestrada, violada, torturada y asesinada. La verdad que no está siendo mostrada es quién hizo eso porque está siendo oculta, tergiversada, y esa verdad no la tenemos.

Hablando con la presidenta del centro me di cuenta de que hay dos tipos de justicia: la injusticia parlamentaria y el Poder Judicial que terminan jugando en contra de este tipo de víctimas como Anahí Benítez y las mil y un pibas que nunca volvieron a sus casas. Después está la justicia social, la justicia popular, que está en manos de cada uno de los que luchan, en las mías, en las de mis compañeros, en la de las familias.

Esa es la justicia que nosotros buscamos constantemente mostrar, que no se olvide el nombre, que se sepa que no estamos conformes con esa injusticia que nos quieren pintar de Justicia. En un juicio justo, en manos del Poder Judicial, tiene que haber una verdad que debe ser mostrada sin tergiversación de testimonios, tiene que haber pruebas fuertes, contundentes y estables, se tiene que ser transparente con lo que pasó con Anahí, que puede ser doloroso, pero es parte de saber la verdad y encontrar respuestas a nuestras preguntas. Si no hay transparencia no hay verdad y sin verdad no hay justicia. En el juicio que llevó adelante el Tribunal de Lomas de Zamora no tiene transparencia porque si no estarían respondidas las preguntas que tenemos y si dijeran toda la verdad, también. Entonces, sin esas dos cosas no tenemos justicia.

La justicia está en la calle

Sol Mc William de la Comisión Verdad, Justicia y Transparencia por Anahí Benítez, ex alumna y compañera de Anahí en la ENAM, estuvo frente a los Tribunales de Lomas de Zamora cuando el TOC 7 anunció que condenaría a Marcos Bazán. Para la concentración  hicieron contacto con otras organizaciones, con los pibes del centro de estudiantes que no participan de la Comisión – que apoyaron por redes sociales – y con profesores de la ENAM. La necesidad de estar en la calle para el final del juicio respondió a ser “consecuentes con lo que nosotros planteamos de estar ahí presentes como estuvimos todos estos años”. Y contó que la tensión que se vivió el 27 de junio tuvo que ver con que sus dudas no se resuelven y “sabiendo que lo quieren cerrar a las apuradas en medio de una cuarentena”.

¿Qué los motivó a estar en la calle?

Frente a la sentencia no nos quedamos contentos con el cierre del juicio porque no estamos conformes con el proceso de investigación. Eso se tiene que ver que por más que los titulares de los diarios sean “perpetua para Bazán” nosotros no estamos conformes con esa situación, nosotros queremos saber qué es lo que pasó. Que se vea que las cosas no terminan acá.

¿Cuáles son las dudas que no les resolvió el juicio?

Son varios puntos pero el más destacable es que nosotres como compañeres y amigues de Anahí al día de hoy no sabemos que paso con nuestra compañera los seis días que estuvo desaparecida y que las pericias dicen que estuvo viva.  A nosotres nadie nos puede responder esa pregunta. Después, la situación de Marcelo Villalba, como va a ser su juicio, si sigue incapacitado a nivel psiquiátrico o como lo van a juzgar.

No somos la justicia pero si entendemos que debe haber una investigación que se meta en todos los lugares donde se tienen que meter, que se escuche a la madre que dice que hay otros implicados, que se investigue realmente a quienes deben investigar. Cuando en ese momento empezamos a buscar a  Anahí, como comunidad educativa nos encontramos con un montón de trabas por la inoperancia de la policía, el poco interés del gobierno municipal, provincial y nacional para buscar a nuestra compañera. Entonces apuntamos también a eso, a que las cosas no pasan porque sí, sino que hay una desidia del Estado que lleva a estas situaciones.

¿Por qué usan el concepto de transparencia?

Los últimos meses incorporamos la transparencia a raíz de todo lo que sentimos con el juicio y la investigación. Creemos que hay cosas que no están claras, que la resolución del juicio no son las que nos pueden llegar a dar una claridad alrededor del caso. Apelamos a la transparencia en ese aspecto, de que a nosotros nos tiene que quedar cien por ciento claro de quiénes son todos los responsables del femicidio de Anahí.

El legado de Anahí

En un comunicado en su cuenta de Instagram, al conocerse la sentencia, los amigos y compañeros de Anahí que integran la Comisión Verdad, Justicia y Transparencia publicaron: “Anahí era una piba que se organizaba para transformarlo todo, se movilizaba en defensa de la educación pública, por los derechos humanos, era partícipe del movimiento feminista movilizándose por el Ni Una Menos y contra la violencia hacia las mujeres y diversidades. Nosotres queremos recordarla de esa manea, levantando ese ejemplo de lucha y de organización”.

Sol cuenta que con Anahí fueron compañeras de curso por varios años, “hicimos el secundario hasta donde se pudo”. En contexto del cierre de etapa, de una lucha que continúa, la joven activa la memoria para traer a Anahí al presente: “Uno la tiende a recordar en los últimos momentos en que la vio y que estuvo con nosotros. Yo personalmente la recuerdo como una piba que peleaba,  que se plantaba, que denunciaba todas estas cosas que nosotros ahora estamos lamentablemente denunciando”.

¿Cómo van a seguir la lucha?

Lo que la justicia hace siempre que es dejar impunes a violentos, a femicidas, a los violadores en pos de decirle a las mujeres y a las disidencias lo que pueden y no pueden hacer dejando impunes a quienes las lastiman. Por eso nos sostiene la indignación, la pelea política por que haya una justicia real por nuestra compañera. Es cuestión de organizarse y seguir planteando que independientemente qué se diga en la sentencia nosotros no estamos conformes con esta situación. Vamos a seguir de a pasos, organizadamente, cuidadamente, intentar seguir con esta línea. A lo que apuntamos nosotros es hacer que otra vez se vuelva a hablar del caso de Anahí, un poco más fuerte de lo que se venía haciendo, apelar a las organizaciones para no quedar solos entre los compañeros.

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Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

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La marcha en La Matanza, a dos semanas del triple narcofemicidio.

Por Lucas Pedulla

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

En silencio.

La marcha empieza 21:29, horario en el que las chicas se subieron, hace dos semanas, a la camioneta Chevrolet Tracker blanca. Para quienes no conocen este lugar –rotonda de La Tablada, cruce de Camino de Cintura y avenida Crovara, La Matanza–, el silencio que acompaña la movilización de las familias de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez no se termina de dimensionar.

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El perímetro está cortado desde muy temprano por la policía bonaerense y apenas algunas motos del barrio o ambulancias urgentes pasan por una intersección que, en un día común, es puro bocinazo, ruido y tránsito sin parar. 

Así, en silencio, esta marcha grita que hace dos semanas ya no hay ningún día común. 

“El barrio está de luto”, dice Brian, un joven muy dulce que acompaña a la familia de Morena. “Antes se escuchaba música, había fiesta, baile. Ahora, nada”.

Eric, de 28 años, al lado de la familia de Brenda: “El barrio está triste”. 

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Las chicas que acompañan a Estela, mamá de Lara Gutiérrez, mueven la cabeza de un lado a otro: “Queremos justicia”, dicen. No quieren decir más. ¿Hay algo más?

De a poco, desde los monoblocks que custodian esta rotonda bajo la mirada de murales del Papa Francisco y Diego Maradona, los vecinos fueron llegando. Algunos volvían de trabajar, otros se sumaban después de cenar. Hay jubiladas, adolescentes y muchos niños y niñas que sostienen velas en cuellos de botellas de plástico. Sabrina, la mamá de Morena, marcha mirando el frente. Paula, mamá de Brenda, lleva en brazos a su nieto de un año. Hay mucho dolor, y son los niños los que marcan con una mirada de fuego una fotografía fuera de lugar, una cámara que parece no respetar este duelo.

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En silencio, nadie habla. 

Solo los pasos en una ronda a la rotonda en sentido inverso a las agujas del reloj, como las Madres en Plaza de Mayo, o los jubilados en el Congreso.

Quizá de manera inconsciente, sin saberlo, en este gesto las familias respondan una pregunta innecesaria que circula en algunos colectivos que se desvían de recorrido por el corte: “¿Por qué marchan si hay detenidos?”. Precisamente, porque el nunca más se sostiene en movimiento, como una forma de gritarle a la agenda política y social que este horror no tiene justicia. 

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En silencio, la ronda termina. 

Las familias se reúnen y sacan bengalas y globos blancos que todo este barrio que marcha estuvo inflando durante la tarde. “Ahora”, ordena Sabrina, y los globos se sueltan.

Lara, Brenda, Morena: Las velas del silencio

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Las bengalas se encienden.

Las familias se abrazan, se descargan. 

Y un nene, que no llega a los diez años, dice lo único que hay que decir: “Justicia”. 

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

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La sociedad contra el narco: cómo se organizan los barrios

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Cómo enfrentan el avance narco dos centros barriales de la Villa 21/24 (CABA) y Puerta de Hierro (La Matanza) que reciben a jóvenes adictos. Lo que cuentan esos jóvenes: la realidad del barrio, los transas, los efectos de la crisis, las cosas que logran transformar vidas. Lo que se puede cambiar y lo que no en esta investigación que compartimos: La vida como viene, publicada en la revista MU.

Por Lucas Pedulla

Fotos: Juan Valeiro

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Femicidios territoriales: las tramas de la violencia

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Lo narco, la violencia, los femicidios. Un tema que acaba de provocar el horror a partir tres crímenes: Lara Gutiérrez, 15 años, Brenda del Castillo, 20 años y Morena Verdi, 20 años. El Observatorio Lucía Pérez y la Cooperativa lavaca vienen siguiendo e investigando desde hace años esta realidad. Ese trabajo se plasma en un libro que ya está en imprenta: Femicidios, narcotráfico y Estado, del cual adelantamos aquí el prólogo. El concepto femicidios territoriales abarca a aquellos que no se ajustan a los modelos tradicionales de la teoría de género y que no hablan de vínculos de pareja e intimidad, sino de tramas de narcocriminalidad e impunidad territorializadas, con participación de agentes estatales, tales como policías, agentes penitenciarios y fiscales. La definición de lo «narco», el sentido y el contenido del territorio y sus tramas de relaciones, el poder. Y los cuerpos que narran una historia personal y colectiva, que debemos comprender para trazar una radiografía de época.

por Claudia Acuña, Florencia Paz Landeira y Anabella Arrascaeta

Desde el Observatorio Lucía Pérez registramos e interrogamos todos los días las cifras de la violencia patriarcal. Desde ese ejercicio cotidiano sostenido durante ya doce años proponemos la categoría de “femicidios territoriales” para intentar comprender la singularidad de crímenes como los de Lucía Pérez, Melina Romero, Iara Rueda, Luna Ortiz o Araceli Fulles, por citar solo algunos casos paradigmáticos. Se trata de femicidios que no se ajustan a los modelos epistémicos tradicionales de la teoría de género y que no hablan de vínculos de pareja e intimidad, sino de tramas de narcocriminalidad e impunidad territorializadas, con participación de agentes estatales, tales como policías, agentes penitenciarios y fiscales. Participación activa, en tanto que genera condiciones de posibilidad para estas muertes en esos territorios; y también participación concreta, al garantizar y perpetuar la impunidad de esos femicidios, falseando pruebas y entorpeciendo procesos judiciales. Marta Montero, madre de Lucía Pérez, prefiere llamarlos “narcofemicidios”. Sumamos a este concepto la referencia al territorio porque quizá nos permita enfocar los factores que los producen: los narco-femicidios se originan en narco-territorios concretos en los cuales la actividad delictiva ya cuenta con impunidad estatal.

En primer lugar es necesario definir a qué denominamos “narco”:

  • Narco es un término que hace referencia a una actividad criminal que se lleva a cabo “con la participación ilícita de actores del Estado2. “
  • Lo narco opera a través de una necromáquina cuya tarea es acallar, atemorizar y doblegar resistencias hasta esclavizar las fuerzas de producción necesarias para extraer capital de todo lo vivo: cuerpos, territorios, medio ambiente, datos.3
  • Lo narco produce una forma característica de femicidio porque le otorga a ese crimen un significado político y cultural. En palabras de Reguillo, “mata dos veces: la del asesinato y la de tu muerte convertida en dato”. Tal como define la filósofa italiana Adriana Cavarero cuando traza una relación entre el genocidio del Holocausto y estos crímenes, en ambos casos se trata de “una violencia que no se contenta con matar porque sería demasiado poco: al destruir el cuerpo singular constituye el acto del fin no de la vida, sino de la condición humana”.

Lo narco gobierna territorios azotados por las políticas neoliberales que durante décadas destruyeron tanto puestos de trabajo como instituciones estatales que debían contener y reparar las consecuencias.

Estas características unen la postal de San Martín, en la provincia de Buenos Aires, con la de Palpalá, en Jujuy, escenas del crimen de los femicidios de Araceli Fulles y Iara Rueda. Dominan también puertos como los de Mar del Plata y Rosario, ciudades hermanadas por los nombres de Lucía Pérez y cada una de las mujeres masacradas en balaceras. Pero son solo aquellos femicidios que con gran esfuerzo de sus familias y su comunidad han logrado trascender con nombre y rostro la opacidad que caracteriza toda narco- actividad – desde la venta de sustancias hasta sus crímenes y fundamentalmente, sus activos financieros y redes políticas- lo que nos ha obligado a fijar la mirada en esos territorios.

¿Qué vimos?

En San Martín vimos que Araceli Fulles, de 22 años, estuvo venticinco días desparecida sin que ninguno de los rastrillajes organizados por la policía la encontraran. Su cuerpo fue hallado finalmente por su hermano el 27 de abril de 2017, enterrado debajo de la cama del sospechoso, Darío Badaracco, quien justo en ese momento estaba declarando ante la fiscal, que lo dejó ir. El hombre fue detenido en otro barrio de la periferia dos días después y gracias a que una mujer paraguaya, embarazada y en ojotas, lo corrió y entregó a los gendarmes que militarizaban el barrio. Tiempo después ese único detenido fue asesinado: le hicieron tragar agua hirviendo en la prisión de Sierra Chica, en la que el Servicio Penitenciario tenía a cargo su custodia hasta el juicio. Finalmente, en un tribunal rodeado por miles de personas que clamaban “Justicia por Araceli”, los autores materiales del femicidio fueron condenados a prisión perpetua, pero en enero de 2024 la Sala I del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires absolvió a Marcelo Ezequiel Escobedo, Hugo Martín Cabañas y Carlos Damián Cassalz, quienes habían sido condenados el 4 de noviembre de 2021 por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de San Martín. Los jueces Daniel Carral, Victor Violini y Ricardo Maidana ordenaron su inmediata liberación, cuestionando el accionar del perito Marcos Herrera, quien había ofrecido gratuitamente sus servicios a la familia de Araceli en aquellos desesperados días de búsqueda. Los magistrados en su fallo ordenaron que la Fiscalía General de San Martín investigue su actuación en esta causa, ante la posible comisión de un delito de acción pública, y solicitaron al presidente de la Suprema Corte de Justicia bonaerense y a la Procuración General que “se evalúe la posibilidad de establecer protocolos de actuación en materia de rastros odoríficos, así como en la acreditación de las certificaciones y habilitaciones”. La posible actuación dolosa de este perito dejaba, así, inválida la sentencia. La familia apeló el fallo y hasta hoy la Corte Suprema de Justicia de la Nación adeuda una respuesta. En tanto, los imputados están en libertad.

Por el crimen de Araceli no fueron sometidos a ningún proceso judicial ni el comisario ni los agentes que encubrieron a la banda de narcomenudeo que operaba en el barrio y mató a Araceli. Hubo, sí, varias condenas a autoridades policiales en otros procesos judiciales contemporáneos al que investigó el femicidio de Araceli y que probaron las vinculaciones en ese territorio entre bandas narcos y fuerzas de seguridad. Una de ellas fue en septiembre de 2023, cuando la jueza federal Alicia Vence procesó con prisión preventiva al comisario Osvaldo Javier Calderón y dos oficiales de la Comisaría Primera de San Martín que fueron filmados mientras recibían coimas para liberar a dos integrantes de una banda narco.

Territorios, cuerpos y violencias

Al hablar de territorio nos referimos no solo a la base material y orgánica de los ecosistemas, sino también a la historia y las relaciones que se han entretejido de modo constitutivo. El territorio aparece entonces como una trama de redes de relaciones que, en su dimensión conflictiva y contradictoria, configura experiencias y sujetos singulares marcados por variables procesos de jerarquización y de desigualdad.

Hay en la palabra “territorio” una serie de sentidos contradictorios anudados. Por un lado, en su propio origen etimológico aparece asociada a una voluntad de control y de dominio, en un lenguaje bélico y de conquista. Pero el territorio, en sus usos sociales y locales, también alude al saber de la experiencia, a una relación de alteridad respecto de espacios institucionales y burocratizados. El territorio, en este sentido, puede ser una analogía de la calle o, para decirlo en términos más amplios, del espacio de la vida cotidiana. El territorio también es, en un sentido más literal, la tierra. El cuerpo –nuestro cuerpo– puede ser también vivido e interpelado como territorio, pero no todos los cuerpos se constituyen en territorios en disputa, sino especialmente aquellos cuerpos feminizados, racializados, empobrecidos y marginados. Se va armando así un mapa imaginario de cuerpos y territorios simultánea e inextricablemente sometidos a procesos de desvalorización, violencia y explotación; de despojos múltiples de la vida en todas sus formas.

Pensados los territorios como configurados por relaciones de poder, las desigualdades de género se despliegan y concretan en ellos de un modo fundamental. Desde esta perspectiva, entonces, el territorio aparece como espacio tallado en donde se producen y reproducen desigualdades étnico-raciales, de género, de clase, de edad y deviene, así, un espacio de disputa. Los territorios son campos de fuerza, producto y objeto de disputas, resistencias y dominios. Por lo tanto, están siempre en devenir, nunca acabados, nunca cerrados; contingentes.

¿Es posible trazar una frontera clara y objetiva entre el cuerpo y el territorio? ¿Qué paisaje habita nuestros cuerpos? Al respecto, la filósofa feminista Donna Haraway pregunta provocadoramente por qué nuestros cuerpos deberían terminar en la piel. Los cuerpos están situados e interconectados de forma profunda con la trama de la vida. Pensar en lo viviente desde la interconexión, la interdependencia y la existencia de flujos continuos nos abre la mirada a reconocer patrones comunes que, en nuestro espacio y tiempo, hablan de formas sistemáticas de extracción de valor, despojo y violencia extractivista. Se trata de advertir la concurrencia entre procesos de pobreza y desigualdad, de violencias de género y ambientales, que expresan una lógica depredadora común que exponen cotidiana y persistentemente a las personas, a los territorios y, en última instancia, a la vida.

Hace ya décadas que, desde los feminismos, se han señalado analogías entre la explotación de los territorios desde la lógica de la ganancia capitalista y la explotación de los cuerpos feminizados desde la lógica patriarcal. En este sentido, Vandana Shiva afirma que la apropiación de recursos crea una cultura de la violación: violación de la Tierra, de las economías locales y también de las mujeres. El modelo extractivista concibe a los territorios y los cuerpos feminizados como recursos a explotar y como zonas a sacrificar en función de consolidar una forma de dominación. De hecho, en la base del ordenamiento moderno-colonial, no solo se saquearon territorios, sino también cuerpos racializados y esclavizados. En la actualidad, esta cualidad extractiva, apropiadora y cosificadora de los cuerpos aparece como nodal a la violencia femicida.

Desde esta lente, el extractivismo no es solo un modo de saqueo y explotación de la naturaleza, sino que también implica una racionalidad y una relacionalidad particulares. Es un modo de concebir las relaciones con otros humanos y no humanos y el espacio que co-habitamos. Las prácticas extractivistas se asientan en jerarquías raciales, de género y clase, multiplican las formas de violencia y exacerban las injusticias.

El extractivismo configura no solo territorios sino también relaciones sociales y las subjetividades de quienes los habitan. Se trata de prácticas sistemáticas de extracción de la vida en todas sus formas y dimensiones. Las violencias de todo tipo son consustanciales al extractivismo y se refuerzan como forma de producción de lo social.

Esta relación inherente entre extractivismo y violencia se expresa en la desestructuración de las tramas sociales y comunitarias, en el despojo de los medios de subsistencia y de sostenimiento de la vida, en la polarización y estratificación social, en el agravamiento de la criminalización y la represión estatal y, también, en la violencia contra las mujeres y el recrudecimiento de formas patriarcales de dominación y opresión. Para nombrar este entrelazamiento entre las formas neocoloniales del despojo de los espacios de vida y la profundización de las jerarquías de género, se ha propuesto el concepto de “repatriarcalización de los territorios”. Sobre todo, han sido los estudios sobre proyectos extractivistas vinculados a la minería y los combustibles fósiles los que alertaron cómo estos conducen a la masculinización de los territorios, con un aumento significativo de la violencia de género y la explotación sexual.

En el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries de 2023, en un taller sobre Pueblos fumigados, una mujer decía que nuestros territorios nos exponen y nos entrampan entre el femicidio y el cáncer. En este y otros espacios de activismo, queda claro que las mujeres no son las únicas afectadas por este entrecruzamiento de violencia ambiental y de género, sino que también son las primeras en advertir las consecuencias del modelo extractivista en sus cuerpos, los de sus hijos y los de sus comunidades. Se constituyen, así, en la primera línea de la defensa de los territorios y rápidamente se vuelven blanco de persecución y amenazas cuya expresión más extrema son los femicidios extractivistas.

En este contexto, lo narco resulta un eslabón clave de la cadena de extracción de ganancias en cuerpos y territorios que han sido oscurecidos por la desigualdad social producida por las políticas económicas neoliberales. Lo narco convierte en consumidores y productores a aquellas poblaciones que el sistema formal descarta. La antropóloga Rita Segato lo describe como un segundo Estado. Sin embargo, consideramos que en países no europeos esa dualidad es, en realidad, una unidad y que ese desdoblamiento es la clave constitutiva en la que se establecieron los Estados coloniales para garantizar la gobernabilidad. Recordamos también que en Argentina se utiliza el término “en blanco” y “en negro” para distinguir la economía “formal” de la “informal”, entendiendo por “formal” la del mercado y por “informal” la ancestral. Aquello, entonces, que habita el “Estado en Negro” es la resistencia y lo narco es la respuesta para neutralizarla, ante la impotencia del “Estado en Blanco”.

Desde la perspectiva que venimos sosteniendo, todavía parece necesario remarcar el carácter sistémico y civilizatorio de esta crisis y continuar desanudando las lógicas androcéntricas y patriarcales de las formas de producción basadas en el despojo, la extracción y el aniquilamiento de cuerpos y territorios.

Las víctimas de femicidio y sus familias organizadas en busca de justicia nos enseñaron que para deconstruir las violencias que culminaron en estas muertes no basta con problematizar el amor romántico y los ideales de pareja. Ni tampoco alcanza con desafiar las fronteras de lo doméstico, ni las estrategias de empoderamiento. Se volvió necesario indagar en las fuerzas estructurales y cotidianas que están minando las tramas comunitarias de sostenimiento y reproducción de la vida. Y situar a los femicidios en un aumento generalizado de la violencia, la narcocriminalidad con alto involucramiento policial y penitenciario y de la crueldad y, en términos más amplios, en procesos extractivos y de despojo y precarización de las condiciones de existencia donde todos los bienes aumentan su valor a ritmo constante hasta volverse inaccesibles, excepto la vida, que cada vez vale menos. Mejor dicho, algunas vidas: el componente de clase y raza marca a fuego la categoría de femicidios territoriales.

Desde esta óptica pusimos la lupa en Rosario, ciudad que nos señala cómo el cuerpo de las mujeres emerge como un renovado territorio de disputa en el contexto del entramado narco-policial-penitenciario de la ciudad. Coincidimos con Rossana Reguillo cuando caracteriza a estas violencias como “pasillos”: “vestíbulos entre un orden colapsado y otro que todavía no es, pero está siendo. De ahí su enorme poder fundante y su simultánea ligereza”. La tensión actual es producto de la crisis del Estado en Blanco que deja expuesto al Estado en Negro y provoca la disputa por el control de todo el aparato.

Lo que la violencia hace emerger sin pudor es a aquellos territorios en disputa, sí, todavía. Pero una disputa desigual, invisibilizada por los supuestos creadores de sentido social: medios y academia.

La sociedad mexicana y en especial las mujeres de Ciudad Juárez, batallan desde hace décadas contra la máquina femicida ante el monumental silencio académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la mayor unidad de producción de teoría social iberoamericana. Silencio que funciona como un enorme operativo de lavado epistémico de lo narco.

Los territorios argentinos que luchan hoy para que el narco-fascismo no termine de capturar el aparato del Estado y con él, la democracia, requieren toda la luz y compañía que muchos sectores políticos, culturales y sociales les siguen negando.

Los femicidios territoriales abren surcos y dejan al descubierto hilos de injusticias e impunidad que, como fibra poderosa sedimentada en el tiempo, amenazan a la vida en su totalidad y refuerzan modos estructuralmente desiguales de ser y estar en el mundo.

Acá estamos, entre ruinas, caminando con la tierra resquebrajada de muerte a nuestros pies.

Las mujeres, travestis y trans nos vemos empujadas a pensar desde el dolor para intentar regar nuestros territorios arrasados y dotarlos de horizontes de verdad y de justicia.

Nuestras muertas nos duelen, pero también nos hablan.

Sus cuerpos narran una historia personal y colectiva.

En tiempos de análisis políticos y especulaciones electorales, ¿no son las historias de estos femicidios y transfemicidios las que debemos comprender para trazar una radiografía de época?

Es urgente: enfrente está la muerte.

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