Nota
Hijos de Pity
Qué representa el Pity Álvarez detenido por homicidio. La fiesta de los medios que, salvo ocasiones, siempre se rieron del personaje sin reparar en el artista. Las entrevistas más o menos históricas, aquello que el rock no fue, la muerte del rock. Y las vanguardias. Larga semblanza para salir del morbo, por Pablo Marchetti para lavaca.org
Por Pablo Marchetti
En 1909, el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti publicó el Manifiesto futurista, primer manifiesto artístico del siglo XX. Lo publicó en francés, en el diario Le Figaro, en París, entonces epicentro de la vanguardia artística europea y occidental.
El futurismo dio comienzo a un montón de ismos (dadaísmo, surrealismo, constructivismo, etc) que, a diferencia de otros ismos pictóricos, musicales o literarios, iban a abarcar todas las artes. Y también la política.
El Manifiesto futurista no sólo inaugura el formato de texto-guía de la vanguardia artística, siguiendo el ejemplo de lo que había sido, en 1848, el Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels. El texto de Marinetti representa también, como ningún otro, las contradicciones profundas que encierran las vanguardias.
¿Hasta dónde lo revolucionario es realmente revolucionario? ¿Cuándo la defensa de esa revolución se vuelve conservadora? ¿O será que la revolución precisa un determinado orden que, si se torna demasiado estricto, se corre el riesgo de volverse reaccionario? Todas estas preguntas son intrínsecas y constitutivas de las vanguardias. Pero el futurismo fue más allá, desde su fundación.
El manifiesto de Marinetti hablaba del “desprecio a la mujer”, de la “purificación de la guerra” y de “destruir los museos”. Además de unas reglas muy precisas sobre cómo se debía concebir el arte. Las cuestiones estéticas tenían que ver con una lectura política extremadamente autoritaria. Por eso no sorprendió a nadie que, años después, Marinetti terminara siendo primero, simpatizante fascista. Y finalmente, funcionario de Mussolini y poeta oficial del régimen.
Como sucede con las vanguaridas artísticas, suele asociarse al rock con la contracultura, con lo contestatario y con lo disruptivo. No se trata de discutir aquí los alcances de la relación entre arte y mercado. Ni en la vanguardia ni en el rock. Hablo de aquello que es constitutivo de estas expresiones, al menos desde la teoría.
Si hay algo que debemos reconocerle al futurismo es haber sido claro desde el comienzo. Si bien se presentó como vanguardia, no ocultó nunca su vocación opresora.
Se sabe: una cosa es Ricardo Iorio diciendo barbaridades desde la marginalidad más absoluta, y otra bien distinta es transformar esas barbaridades en política de Estado. Del mismo modo, no es lo mismo un poeta italiano marginal publicando un manifiesto artístico en un diario, que ese mismo poeta dándole soporte teórico y estético al Duce.
La irrupción de la cultura rock permitió visibilizar determinados valores que estaban por fuera de la moral burguesa: el uso de drogas, el libre ejercicio de la sexualidad, la ruptura con toda idea de uniformidad estética, el desprecio por la sociedad de consumo. Sin embargo, como sucede muchas veces con los ideales, las cosas, en la práctica, se presentaron de otro modo.
Las drogas se volvieron un territorio de autodestrucción más que de introspección; la ruptura con la uniformidad estética derivó en el establecimiento de otra uniformidad estética; y esto último derivó no en el fin del consumismo, sino en un reemplazo de consumos.
En cuanto a la pretendida libertad sexual, el sistema de idolatrías por las nuevas estrellas de la contracultura hizo que la libertad sexual fuera una potestad de los nuevos monarcas. Que, como en toda sociedad machista, eran hombres. Si la mujer quería participar del festín, podía hacerlo como groupie.
En los últimos tiempos, el rock argentino se cayó a pedazos. Si Cromañón marcó el fin de una forma de producción y también de una poética, lo que vino después tuvo que ver con la caída del patriarcado. Y, por ende, del patriarcado del rock. Muchos rockeros pasaron a ser noticia por denuncias de acoso y abuso sexual, por violaciones o por apología de estos hechos aberrantes.
La caída del rock tiene que ver con muchas cuestiones. Pero hay una no menor que en general se pasa por alto: el hecho de que aparezca un elemento más disruptivo, algo que “lo corra por izquierda”, por decirlo en términos tradicionales. Uso el término adrede, como una forma de cuestionar las nociones tradicionales de izquierda y derecha.
El feminismo vino a correr por izquierda al rock. ¿El rock es de izquierda? ¿El feminismo es de izquierda? No. O no necesariamente. Digo que el feminismo corre al rock por izquierda porque lo cuestiona, señalándole aquello que se suponía que el rock era pero no fue. Aquello que el rock venía a representar desde el ideal, pero que dejó de hacerlo desde que se burocratizó.
En un panorama donde el rock argentino sólo es noticia por las denuncias de violencia hacia la mujer, el caso de Pity Álvarez no deja de llamar la atención. Pity mató a una persona de cuatro balazos.
Pity forma parte del zoológico del rock. Pity, como pasa con Iorio, es un rockero que es conocido por fuera del rock. Pero no por su música, sino por lo que dice o lo que hace. Más aún: por el imaginario que esto genera.
Anoche, en su programa Periodismo Para Todos, Jorge Lanata emitió una entrevista que le hizo a Pity Álvarez. Muy buena entrevista, hay que reconocerlo. Allí Pity habló de la vida, de la muerte, de que no se veía en ningún lado dentro de 20 años porque seguir 20 años en este mundo le parecía demasiado. Habló también de su formación católica, de una nueva idea de Dios y de sus ganas de trabajar en la NASA.
El detalle es que la entrevista a Pity era del año 2012, el primero de Lanata en Canal 13. La sensación que daba era la siguiente: en su momento Lanata creyó que aquello era un buen material periodístico porque el personaje lo era. Pero al no tener un anclaje en la agenda cotidiana, no daba para transformarse en una nota para el programa.
Anoche, seis años después de que hizo la entrevista, la coyuntura acomodó las cosas. Y entonces Lanata puso al aire su entrevista con Pity. Una entrevista que no tuvo el clásico formato del periodismo amarillo que busca en Pity el detalle macabro. Se habló de drogas, claro. Pero se habló de consumos, de malos cortes y la diferencia entre tomar y fumar. Pero de lo que no se habló fue de música, de arte.
La entrevista a Pity Álvarez en PPT dejó en evidencia cuáles son hoy los nuevos tabúes: se puede hablar de la muerte, se puede hablar de drogas, se puede hablar de todo aquello que, se supone, es macabro. De lo que no se puede hablar es de arte. Para un artista lo que importa es ser un personaje. Y si es un personaje autodestructivo, mejor.
Los periodistas entrevistan a Pity por el personaje que es. Pero Pity jamás sería ese personaje si no fuera músico, si no fuera un artista. Un buen artista, un tipo con una poética cruda, de barrios bajos, de marginalidad. Un artista al que le creés todo.
¿Por qué nos fascinan tanto esos personajes? ¿Por qué tenemos más avidez por consumir el personaje Pity que el artista Pity? ¿Cuál es el gusto por el morbo? No tengo idea. Pero intentaré ensayar algunas posibles respuestas.
Los artistas son aquellas personas que nos enseñan lo imposible. Que nos hacen conmover porque nos activan sentidos que sólo los humanos podemos decodificar. Porque saben activar mecanismos de sensibilidad colectiva construidos socialmente pero decodificados de manera individual.
La capacidad de los artistas para decodificar la abstracción para generar sentimientos concretos aunque intangibles, los vuelve mágicos. Y esa magia los transforma en seres capaces de vivir una vida que pocos se atreven a vivir. Las cosas se vuelven públicas porque hay un público esperando ver cómo lo hacen de nuevo. Y si no son capaces de hacerlo, ver cómo caen. O sea, nos confirman que son humanos.
Conversé muchas veces con Pity Álvarez hace 15 años, para una extensa entrevista para la edición argentina de la revista Rolling Stone. En ese momento (julio de 2003), Pity tocaba con su banda Intoxicados. Fue la primera entrevista larga que le hacían en esa publicación, así que pasé con él varias tardes y noches.
Estuve en la casa de Pity, en la sala de ensayo, en un par de shows y en el estudio donde estaban grabando el disco No es solo rocanrol. Una tarde fui a la sala de ensayo y Pity estaba durmiendo en una alfombra mugrienta, acurrucado junto a dos chicas y a un perro. Durmió 15 horas seguidas, luego de pasar cinco noches sin dormir.
Cuando se despertó, saludó y, medio dormido, agarró una pipa de agua hecha con una botella de plástico de Coca-Cola de 600cc, la prendió, fumó un poco de crack y se fue a ensayar. Pity me convidó vino, café, porro, lo que quisiera, menos crack. “Es una porquería”, se excusó, casi con vergüenza.
Pity podía haber tomado cocaína. Pero prefería fumar crack. Para aclarar: la cocaína es una droga. Que, como es ilegal, puede venir cortada. Pero es una droga. El paco (o crack, o pasta base), en cambio, es basura. Llamar droga al crack es como llamar comida a esos restos que tiran todas las noches las cadenas de comidas rápidas. Hay gente que fuma crack, como hay gente que come esos restos. Pero eso no es comida, es basura. Lo mismo pasa con el crack.
En su casa, Pity me mostró un pote de queso blanco todo verdoso, lleno de hongos, que tenía en la heladera. Y me contó que lo mezclaba con fideos o con arroz y que lo comía porque le permitía crear anticuerpos.
El crack, la comida podrida, el agua de la zanja que decía que tomaba, todo eso forma parte del mito fundante de Pity como personaje. No del rock, sino del circo del rock. O del circo a secas. Del morbo freak que alucina a una televisión que está en una agonía más patética que la del rock. Y se iba a replicar desde entonces en cada entrevista.
Cuando publiqué lo del crack, la encargada de prensa de Pity me llamó para putearme. “¿Cómo vas a publicar eso?”, me preguntó. Le respondí que lo había consultado con Pity y que él me había dicho que no había problema, que pusiera lo que quisiera. “Pity está enfermo, no le podés hacer caso”, insistió la encargada de prensa.
Me había quedado claro que Pity no estaba bien. Pero, ¿qué se hace en esos casos? ¿Se lo oculta? La nota no hablaba sólo de eso: contaba sobre el proceso creativo del disco y hablaba de los nuevos rumbos estéticos que estaba emprendiendo Pity.
En el departamento de Lugano, en el monoblock del barrio Samoré, Pity no sólo me mostró el queso blanco podrido que comía. También me mostró unos cuantos temas de hip hop (estaba fascinado haciendo bases electrónicas sobre las que rapeaba) y composiciones propias de tango y folklore. Me habló de su admiración profunda por Mercedes Sosa y María Marta Serra Lima. Y en el estudio, tuve el placer inmenso de verlo grabar Una vela, un hip hop increíble, de intenso pulso barrial.
Hoy recuerdo aquella entrevista, miro la que le hizo Lanata, vuelvo sobre las noticias de los últimos días y no tengo dudas: hacer un reportaje a Pity sin dar cuenta de su autodestrucción infinita es ocultar las cosas. Pero también es ocultar las cosas hablar sólo del personaje, sin tener en cuenta al artista, al enorme artista que es Pity Álvarez.
Las vanguardias pusieron en evidencia la tensión entre aquello que viene a romper con las estructuras y aquello que pretende ser sólo una nueva estructura. Distinta pero tan arbitraria como la que se pretende reemplazar. Pero el arte nos enseñó, mucho antes, que existen otras muchas contradicciones en la existencia humana.
No sé si Marinetti fue un gran poeta o no. Pero sí estoy seguro que Giacomo Balla o Carlo Carrá sí fueron dos grandísimos pintores. Ambos fueron futuristas, ambos formaban parte del grupo de Marinetti, y ambos, como su mentor, también fueron militantes fascistas.
Una gran artista puede ser una persona espantosa, aunque tenga ideas nobles. O puede ser una persona buena, con ideas reaccionarias. Lo mismo ocurre con los artistas menores, mediocres o los malos artistas. Pity puede ser un asesino y ser, al mismo tiempo, un gran artista. Pero hay algo más importante que eso.
Pity es Pity porque representa todo lo que no nos animamos a ser. Y, al mismo tiempo, es el portador de todos los miedos de aquello que nos puede llegar a pasar. Es el esperpento que nos devuelve el espejo distorsianado, el deforme, el monstruo que todos llevamos dentro.
Un día de aquellos meses de 2003 estaba entrevistando a Pity en el barrio Piedrabuena, en la sala donde ensayaba Intoxicados. Terminamos, Pity me acompañó hasta la puerta y nos quedamos charlando un rato sobre cómo era el barrio. Estaba anocheciendo y me dijo que a esa hora se empezaba a poner picante.
Le pregunté entonces dónde paraba el colectivo 50, porque tenía que volver a mi casa, en el barrio de Constitución. Me dijo que a unas tres cuadras y me preguntó si me iba a volver en colectivo. “Sí”, le respondí. “¿La Rolling Stone no te da guita para viáticos?”, preguntó Pity. Dudé un segundo hasta que finalmente le contesté la verdad: “Sí, pero me vuelvo en bondi y me quedo con la guita del tacho”, respondí con una honestidad tan brutal como la de él para prenderse una pipa de crack.
Era la verdad. En ese momento estaba en la lona, con los coletazos del tsunami de 2001, con una hija de un año y medio, con Barcelona que recién empezaba pero no sabía a dónde iba, y cuidaba cada moneda como si fuera la única. Pity me miró asombrado y me di cuenta de que yo no era el más indicado para sentenciar nada sobre el reviente, la autodestrucción o la marginalidad.
¿Quién era el paria en aquella historia? ¿Quién estaba en la lona, con un pie afuera de los límites del sistema? ¿Quién era el verdadero expulsado del paraíso? Hoy, 15 años después, no nado en plata, pero puedo darme el lujo de no ahorrar en un taxi si salgo de un barrio picante en un horario complicado.
Pity, por su parte, acaba de matar a un tipo de cuatro balazos, tres de ellos en la cara. Las cosas, 15 años después, parecen presentarse de un modo distinto. Se supone que ahora sí es más evidente de qué lado está cada uno, quién está bien y quién no. Y así y todo, las cosas tampoco me quedan claras.
Debería disfrutar de esto que tengo pero no puedo. No puedo sentirme bien. Veo a Pity y no puedo sentirme bien. Escucho a Pity, a la mamá de Pity, y no puedo sentirme bien.
No se trata de que las vanguardias sean tan sólo un buen recuerdo en la historia y en los museos. Tampoco de que el rock agonice en la pipa de crack que está fumando un demente. Es la vida lo que me hace mal.
Me hace mierda esa necesidad ineludible de amplificar la vida de un tipo que se autodestruye. El morbo de no poder evitar ver, comentar y analizar el sufrimiento. De hacer de la vida un meme. Eso es lo que me hace mierda. Darme cuenta que el erotismo del poder de la muerte es más poderoso que el erotismo del poder del arte.
Las vanguardias murieron. El rock murió. La revolución agoniza. Pero el poder de encantamiento de ver morir a un tipo que decide hacerse mierda de a poco pero violentamente, eso está más vivo que nunca. Y eso es muy jodido para quienes seguimos creyendo en algún tipo de utopía.
Hoy la utopía no pasa por la revolución, ni por el rock, ni por la vanguardia. Las metas son más modestas. Y aún así, siguen siendo inalcanzables. No pido anular la muerte. Me conformo, apenas, con poder zafar del morbo. Pero la cosa está jodida, Pity. Era más fácil cuando era sólo rocanrol.
Nota
Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

Más allá de tu vereda.
Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse.
No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.
El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.
El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto.
En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.
Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.
Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”.
Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.
Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”.
Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.
Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.
Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.
Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.



Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.
«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».
Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración.
Hay orgullo.
Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera.
Jorgelina: “Hagamos más radios”.
Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.
Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:
“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.
Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental:
“Más allá de tu vereda,
hay otra realidad,
atrás de tu puerta”.
Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva:
“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle,
allí seguiremos estando”.
Nota
La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.
Por Franco Ciancaglini
Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:
- su salud era cada vez más delicada;
- los medicamentos oncológicos no llegaban;
- y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.
Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.
Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

Contaminada
María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.
Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.
La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.
Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.
Contaminada
La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.
Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.
Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:
- “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
- “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».
Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”
Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.
En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”
Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:
- “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
- Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.
Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.
Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.



Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”
El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

Abandonada
Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.
Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.
Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».
Sino miren este video.
María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”
El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.
Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.
Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.
Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”
Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”
La respuesta era obvia: mal.
Insurgente
Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.
Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.
El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».
Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.
Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.
Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.
Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.
Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.
La muerte es el abandono.
La muerte es el olvido.
Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.
odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.
Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.
Mary: gracias.
Hasta mañana.
Nota
Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.
Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año.
El camino de la in-justicia
En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia.
La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.
Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero.
Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10.
Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo.
Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.
La pericia tendrá como objetivos precisar:
-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;
-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil;
-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.
-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.
El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena.
Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.
Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.
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