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Javier Ortega. Re-evolución rap

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Conocido hasta hace un tiempo como Asterisco, Javier Ortega lanzó su nuevo trabajo que simboliza una mirada crítica y a la vez creativa sobre el presente, lo cotidiano y la rebeldía. El mundo de las redes, secretos para forjar una voz diferente y un enigma: ¿Qué es un lumpen? Por Franco Ciancaglini.

Javier Ortega. Re-evolución rap

El último disco de Javier Ortega se llama Lumpen y comprende un puñado de canciones grabadas en los estudios del sello Peñi. Es el trabajo siguiente a los discos Parafraseo y a Quelvulgarria, entre otros temas disponibles en las plataformas, grabados junto a distintos artistas. Y es el primero luego de que culminara una larga etapa en la cual Javier, además de rapear, militó en distintos barrios y organizaciones. “Siempre me hizo ruido la palabra Lumpen, porque se usa mucho despectivamente desde los lados progres o de izquierda que, para no decirte negro de mierda, te dicen lumpen. Lumpen es la gente del barrio, o mejor dicho, es la gente que no produce para el sistema. Solamente se ve como sujeto revolucionario al hombre que trabaja y aporta sus impuestos, y el lumpen no solo está fuera eso, sino que es hasta es contrarevolucionario. Pero desde lado donde yo vengo, de conocerlo, a mí siempre me salvó el lumpen. Mi vieja no tenía que darnos de comer y por ahí venía el lumpen y nos regalaba algo. Muchas veces no fue el Estado: fue el lumpen. Hago esta reivindicación desde el lado que yo vengo”. 

Javier Ortega viene de Comodoro Rivadavia (o “Comoduro”, como la canta él) y rapeó desde los 11 años hasta el 2016 como Asterisco, antes de volver a usar artísicamente su nombre de pila, o como dice él, “el que me puso mi mamá”: Javier Ortega. 

Después de Comodoro y la vecina Chile, Javier pisó el conurbano en 2009 y vivió por Lanús, Pilar, y en La Plata. Allí  armó (junto a otros raperos como Orión XL y las pibas de Acá a la China) el  Colectivo Resistencia Hip Hop “un colectivo político-cultural con el cual íbamos a los barrios a hacer talleres de autoformación: los llamábamos así porque nos formábamos todos”. 

Resistencia Hip hop estuvo presente en La Plata de 2014 a 2016, pleno macrismo y post, barrios arrasados. “Me di cuenta de que mi lugar es la cultura”, dice Javier hablando  de lo que hizo y vio. “A mí el rap me llegó diciendo que yo podía contar mis denuncias. Pero antes, el rapero que la pegaba estaba muy lejos de mí, en Estados Unidos por ejemplo. Hoy en día no: está a la vuelta de tu casa, vive en tu barrio. Hoy la tecnología les muestra a los pibes de 13 años que vivir de la música es posible. Y nosotros tenemos que estar pillos en cómo entregamos esa información, cómo la hacemos posible. Entonces, un taller hoy es una herramienta, que es una salida emocional pero también te permite pensar: ¿por qué no puedo trabajar de esto?”.

Está claro que Javier Ortega piensa la cultura mucho más cerca de un obrero que de un pintor. “Hay que darle un sustento a los pibes”, insiste sobre el poder del arte al que, después de muchos años, le fue encontrando la vuelta: “Hace un tiempo atrás yo fluía nomás, salía a tocar mucho, militaba. Pero en un momento te empieza a apretar el cinturón y decís: hay algo que estamos haciendo mal. Y hacés la lectura y es esto: el recambio generacional, las nuevas redes. Si no estás actualizado, quedás fuera. Y de vos depende: tampoco está mal quedarse afuera. Pero yo no quiero mulear para nadie, entonces tengo que meterme adentro”.

La esencia de lo virtual

Quelvulgarría, editado en 2014, fue el último disco físico y el último bajo el nombre de Asterisco. Lumpen, a diferencia de Parafraseo, salió en todas las plataformas virtuales: “Yo tenía específicamente un problema que era que me había costado subirme al barco de la actualización. Y mucha gente que escucha música desde sus celulares me pedía que entre a otras plataformas”, cuenta. Lumpen ingresó a todas las plataformas requeridas, y dio entrada al resto del material de Javi también a ese este mundo virtual.

“Yo siempre fui autodidacta en todo, y siempre fui muy bueno, pero para la tecnología soy muy malo”, dice Javier, con mucha vida en la calle y conocido a través de los escenarios (y de YouTube). “Y si vos no tenés un equipo, tenés que ser autodidacta: o aprendés o te juntás con alguien que sepa”. Javier creó así un equipo de trabajo que lo sigue en los beats, en las grabaciones, en las voces, y también en las plataformas: “La necesidad de reinventarse está siempre, pero sin perder lo esencial, lo que a uno lo hace especial al oído de las otras personas. Y yo sé muy bien qué es lo esencial dentro de mí”.

Mientras otros optan vender un fierro, un tiro, mujeres y autos, Javi se mantiene en la denuncia, incluso, hacia esa industria cultural: “Me gusta el artista real, sea gángster o sea político: si es real, a mí me ceba. Hay pibes que son gángster en sus letras, pero la viven: son lo que te cuentan. Lo consciente también tiene que ser un compromiso con la palabra, pero sobre todo con la acción”.

¿Cómo saber qué es real y qué virtual en tiempos de likes? Javier: “Antes, tener 20 mil reproducciones era una guasada, y hoy no es nada. Hoy tenés reproducciones de 20 millones, de 200, de billones de reproducciones… Las cifras son extremas, comparadas con las nuestras. Eso te puede desmotivar, o yo la veo de distinta manera: si esto crece, yo crezco. Está todo conectado. Si el trap crece, yo crezco. Si estoy activo, crezco haciendo la mía. Yo no lo veo mal, no lo veo desesperanzador. Y no es compararse con ellos. Sí creo que hay que hacerla bien como hacen ellos; la calidad con la que sacan las ideas, usarla nosotros. Vos juntándote con gente que tiene buenas ideas hacés buenos productos. Entonces estamos en esa: si nuestro rap tiene un mensaje político, social, que no tenga que sonar mal, que suene muy bien”.

A sus redes, Javier sube videos fumando un porro o tirando un freestyle, invitando a una fecha o tocando con algún rapero amigo. Asegura que entendió que hoy en día la gente está dispuesta a que el artista le dé algo más que música, por ejemplo que le cuente historias. Y él está probando eso, jugando. Por eso, en plena pandemia, lanzó junto a una serie de secuaces el ciclo El sillón de Javi: “Estábamos sin poder tocar, y teníamos una sala de ensayo así que dijimos: pongamos una cámara y empecemos a transmitir”. Así, entre el freestyle, mucha marihuana y charlas espontáneas transcurren más de dos horas que pueden verse y seguirse desde el canal de YouTube del artista. 

Entre los recitales, las plataformas y el Sillón se arma lo económico: “Al programa le pusimos  un QR para recaudar fondos. Y empezó a tomar forma y ahora ya es un programa al que le falta un montón, pero ya nos hicimos cargo de eso: hay que seguirlo”. 

El programa también sirve como un puente generacional con artistas de la nueva escena, a los que Javi no conoce pero igual invita: “El hip hop lo que tiene es eso: si vos caminaste bien, la escena te respeta mucho. Y ahora cuando levantamos el teléfono siempre hay un sí del otro lado. Entonces, se ve que algo hemos hecho bien”.

Como si fuera la primera vez

«Es la primera vez que vivo en un barrio lindo”, dice sobre su nuevo destino, Villa del Parque, al que llegó de casualidad y después de vivir en “un lugar muy feo” en Constitución. 

La casa a donde llegó, sorpresa, no era cualquier casa: en la casa está La Lebreta Estudio, una sala de ensayo que, entre otras cosas, siempre trabajó con La Delio Valdez: “Es un lugar donde transita mucha gente, todos músicos y músicas, y ahí es donde juego yo un papel: al vivir ahí, conozco a todos y pegamos muy buena onda”.

Así y allí, Javi se fue armando el equipo de trabajo y conoció a gente que viene de otros palos musicales: “Me gustó salirme de mi formato hip hop, que fue en el que más cómodo me sentí y me siento”. 

Algunos resultados de esta mudanza artística:

Con Lebreta editará su próximo disco.

Anuncia que empezará clases de canto, en intercambio con un profesor que quiere hacer rap.

Este cronista confirma que ahora Javier baila en el escenario, y hasta sonríe alegre en su rap de denuncia: “Eso me lo ha dado la cumbia. En el rap, si te invita una banda y estás con mochila, te subís con mochila. Y si querés rapear con las manos en el bolsillo, rapeás así: nadie te va a decir nada, incluso hasta se ve bien que el rapero haga eso. Y la cumbia no, te demanda otra cosa: tenés que bailar”. 

Existe un proyecto llamado Los Tercos, con todos los músicos “que andan dando vueltas por la casa”, mezcla de rap y cumbia: “Una delirada”.

Si bien se confiesa fanático del rap clásico, el cual ejerce, Javier se reconoce “más abierto” en relacionarse otros géneros musicales: “He aprendido a dejar de romantizar la música, la cultura. Hay que hacer lo que se te cuenta, como te salga, no importa. Mientras no seas facho ni yuta, está todo bien”.

Entre evitar el purismo y mantener la esencia, Javi va. Con sonido sucio, pistas oscuras, con bombo y caja bien marcados, asociándose a beatmakers y músicos. 

Buscando su nuevo color.

Y entre esos nuevos colores, al final de Lumpen la canción Todos lloran, cantada junto al cantante de la Delio, Pedro Rodríguez, habla del y al corazón: “Por las vivencias que uno ha tenido, uno forma una coraza. Porque además, tenemos miedo: el mundo es una mierda, la gente es ventajera… Pero, bueno, uno tiene que aprender a ser de otra manera, y entendí que al famoso hombre nuevo que hablaba el Che hoy está en lo cotidiano, en las acciones pequeñas”.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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