Nota
La danza se mueve: el pedido urgente por la Ley y denuncias de precarización

A través de una carta que tiene el objetivo de visibilizar el estado de vulnerabilidad del sector de la danza, la Asociación Argentina de Trabajadorxs de la Danza denuncia despidos en elencos en todo el país, reclama una Ley Nacional de Danza para fomento de la actividad como propuesta para salir de una precarización histórica que en tiempos de pandemia se volvió más evidente: «La pandemia por el COVID-19 ha visibilizado la histórica precariedad en la que trabajan lxs hacedorxs de la danza. En los ámbitos no oficiales hemos visto cierres de espacios, desaparición de proyectos y cientos de artistas que han tenido que recurrir a otros trabajos temporales y ayudas del Estado en pos de su subsistencia«. Compartimos el texto completo llamado «Danza: trabajo precarizado» que puntualiza sobre los reclamos y las propuestas, sobre los concursos pandémicos, la falta de diálogo con les artistas y sobre la (falta de) valoración de la danza como un trabajo.

La danza es movimiento, libertad de expresión, sentimiento y pensamiento puesto en acción. Brota de los músculos, de los huesos, de la psiquis y del corazón. Un cuerpo que baila es un cuerpo que sana. La danza también es un trabajo y lxs bailarinxs que se formaron y para quienes la danza es su sustento de vida, están en una situación de precarización desde hace largo tiempo. La pandemia agudizó esta realidad. Espacios de danza que cierran porque no pueden sostener los gastos mensuales, la imposibilidad de generar proyectos, informalidad en los vínculos laborales, la asistencia estatal insuficiente y la Ley Nacional de Danza que continúa siendo una deuda pendiente.
Lxs trabajadorxs del sector firmaron el acta fundacional para conformar un sindicato en 2015. Venían organizándose y manifestando la urgencia de que sea tratada la Ley, cuyo espíritu tiene que ver con formar un Instituto para promover y difundir la danza. “Es un sistema de otorgamiento de subsidios, más allá de la creación de políticas públicas. Cuando empezaron las movilizaciones, la comunidad de la danza dijo: “Somos trabajadorxs, necesitamos una Ley Nacional de Danza. También necesitamos que se regule nuestro trabajo. Para atender estas cuestiones gremiales específicas se creó la Asociación Argentina de Trabajadorxs de la Danza, si bien todavía no tenemos la personería, estamos inscriptos y funcionamos, como muchos gremios, de hecho. AATDa está accionando bajo la personería de la CTA Autónoma”, dice Eugenia Cadus, bailarina, investigadora del CONICET y docente universitaria.
En una carta que tiene el objetivo de visibilizar el estado de vulnerabilidad de los trabajadorxs de la danza, la AATDa denuncia que en el Ballet Estable Clásico y el de Danza Contemporánea de la provincia de Tucumán, como así también el Ballet Clásico de la provincia de Salta, han intentado desvincular a varixs de lxs trabajadorxs incumpliendo los decretos nacionales que lxs protegen en el actual contexto de crisis. Gracias a los reclamos del sector, se logró la reincoporación de lxs bailarinxs despedidxs del Ballet Contemporáneo de Tucumán y continúan exigiendo la recuperación de los puestos laborales en los dos ballets restantes, conocidos como ballets “estables”, cuando la condición es más bien de inestabilidad y precarización.
Un cuerpo danzante precisa flexibilidad. La carta reflexiona sobre esta condición: “Se crean cuerpos flexibles en múltiples sentidos: desde la flexibilidad necesaria de los músculos y articulaciones, la adaptabilidad a interpretar los requerimientos de diferentes coreógrafxs, la habilidad de moverse entre diferentes vocabularios de movimiento que aumentan las posibilidad de mercantilizarse para acceder a más trabajo, hasta la naturalización de la flexibilidad laboral”.
Aquí, el texto completo:
DANZA: TRABAJO PRECARIZADO
El ballet Petroushka, del coreógrafo Michel Fokine, se estrenó en Francia, en 1911, y en él tres marionetas tienen un triángulo amoroso. El personaje femenino representa una bailarina, disputada por las otras dos marionetas, quienes acatan las órdenes del Maestro de ceremonias, personaje llamado El Charlatán. Si bien los tiempos han cambiado, lxs bailarines siguen trabajando precariamente, y dentro de algunas compañías estables, pareciera ser que continúan siendo marionetas movidas y descartadas.
Concursos pandémicos
En los últimos meses, la pandemia por el COVID-19, ha visibilizado la histórica precariedad en la que trabajan lxs hacedorxs de la danza. En los ámbitos no oficiales hemos visto cierres de espacios, desaparición de proyectos y cientos de artistas que han tenido que recurrir a otros trabajos temporales y ayudas del Estado en pos de su subsistencia.
En el ámbito laboral oficial, varias compañías de danza estatales tomaron la decisión de convocar a concursos y dejar sin trabajo sus a bailarines, pasando por encima de decretos nacionales que resguardan a les trabajadores en el contexto de crisis.
Tanto el Ballet Estable Clásico y el de Danza Contemporánea de la provincia de Tucumán como el Ballet Clásico de la Provincia de Salta han intentado revalidar o reemplazar sus actuales integrantes y a través de este mecanismo desvincularon sin causa justificada a integrantes de estas compañías. Estxs trabajadorxs habían ingresado a los cuerpos “estables” hacía varios años (en algunos casos más de 10) cumpliendo en debida forma e ininterrumpidamente con sus tareas. Sin embargo, trabajaban con contratos precarios, por lo que su denominación “Ballet estables” debiera ser reemplazada por “Ballets informales”.
A pesar de estas realidades, en el imaginario social, las compañías oficiales son aquellas que darían mayor formalidad al trabajo de la danza, que sabemos, es extremadamente inestable y frágil en sí mismo, incluyendo el pluriempleo y el “monotributismo” como sus características principales.
No obstante, lo que se le exige a unx balarinx para formar parte de estas compañías requiere estabilidad, dedicación y compromiso con un arte que necesita muchos años de formación, cuidado del cuerpo como instrumento de trabajo e inversiones de tiempo y dinero como parte de la misma formación, también en el ámbito privado. Se necesita mucha entrega para poder abordarla y sostenerla. Se necesita de una enorme entereza para pararse muchas veces sobre el dolor de horas y horas de entrenamiento, y transformarlo en arte.
Bailarines sin hablar, violencia laboral
En muchos ámbitos de trabajo se promueve una conciencia individualizada y productora de precariedad que caracteriza al neoliberalismo y que desalienta la organización entre bailarines. Se crean cuerpos flexibles en múltiples sentidos: desde la flexibilidad necesaria de los músculos y articulaciones, la adaptabilidad a interpretar los requerimientos de diferentes coreógrafxs, la habilidad de moverse entre diferentes vocabularios de movimiento que aumentan las posibilidad de mercantilizarse para acceder a más trabajo, hasta la naturalización de la flexibilidad laboral.
A pesar de la relación formal y la supuesta estabilidad que tienen lxs trabajadores de las compañías, muchas veces son informalizadxs, son precarizadxs, y esto tiene larga data, pero es hora de decir basta. Es hora de dejar aquellos valores aprendidos sobre el esfuerzo individual y la competencia entre pares para unirnos, organizarnos y pelear juntxs por los derechos de todxs. Hoy por las compañías estatales, mañana por mí también. Sabernos unidxs nos dará más fuerza, que nos sepan unidxs lxs dará resquemor. Juntxs debemos proteger aquello que ya sabemos, es un trabajo. Valorémoslo, ponderémoslo, defendámoslo como tal.
La salida es colectiva
El debate acerca de los modos de trabajo en compañías oficiales está abierto. Defendemos la excelencia de nuestros cuerpos artísticos estatales, su profesionalidad y la transparencia en los criterios de las incorporaciones, pero esto no puede resolverse mediante precarización laboral, falta de reglamentos de trabajo, entrenamientos sin ART, abuso de poder y amenazas; situaciones que lamentablemente no son aisladas.
En este sentido, la Asociación Argentina de Trabajadorxs de la Danza – AATDa, viene trabajando en pos de la defensa de los derechos y la erradicación de sistemas de precarización. En el caso del Ballet Contemporáneo de Tucumán tras días de reclamos se logró la reincorporación de lxs colegas despedidos en un trabajo mancomunado entre trabajadorxs, nuestro sindicato y la CTA Autónoma, central a la que pertenece el gremio.
En el caso del Ballet de Salta y el Clásico de Tucumán seguimos trabajando por la recuperación de los puestos de trabajo.
Bailando trabajamos
El arte de la danza aporta reflexiones sobre la sociedad. Asimismo, la sociedad se encarga de intervenir en la formación de lxs artistas, y ellxs cumplen un papel mediador y motor de la comunicación entre el arte y la sociedad. Este vínculo es cíclico y recíproco. Si el artista cumple esta misión y se dedica a formarse a tal fin, debería estar contenido. Como dijimos previamente, el trabajo del artista no se hace de la noche a la mañana. No sólo se construye con el cúmulo de experiencias y vivencias sino también lo hacen el estudio, el tiempo y las formaciones que pondrá luego a disposición de otrxs, como parte del encuentro. En este punto, la danza es trabajo, es una profesión. ¿Y si es trabajo, por qué nos sigue faltando? ¿Qué papel cumple? ¿Es lo suficientemente valorada? ¿O sólo se reduce a la idea de “danza para hoy y hambre para mañana”? Merecemos condiciones dignas y equitativas de trabajo, trabajar fuera de la precarización laboral, garantías de nuestros derechos, protección ante despidos injustificados, cobertura de salud, jubilación para resguardar a lxs artistas que cesan su actividad, sin injusticias y desigualdades, apelando al acceso para que el arte no tenga límites. Lxs bailarinxs somos trabajadorxs. La danza es trabajo.
Asociación Argentina de Trabajadorxs de la Danza – AATDa
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Mía: Cuando el arte abraza

Mía es una obra de teatro que podríamos encuadrar dentro del biodrama o autoficción. Y es mucho más: es grito, es abrazo y, también es un espejo. La actriz y médica psquiatra Mercedes Bertuzzi expone en escena su propia historia: una situación de violencia machista que sufrió por parte de una ex pareja. Este sábado 18 de marzo y en el marco del 8M, esta obra testimonial se presenta en MU Trinchera Boutique a las 21 hs, entradas a la gorra.
“Los primeros años, luego de salir, fueron de mucha confusión, angustia y mucha bronca. Escribir me permitía depositar esas emociones en el texto. El primer objetivo fue descargar. Siempre estuvo el deseo de poder denunciar a través de ese texto que iba escribiendo, pero no estaba segura de si iba a encontrarle la forma. En el proceso empecé a entrenar con Marina Otero, ella hace autoficción, y ahí algo se destrabó, la vi, vi la obra”, cuenta Mercedes. Al terminar de escribir el texto, tomó conciencia de que no era exclusivamente autorreferencial sino que involucraba la historia de muchas otras. Así tomó coraje para llevarla a la escena. “En cada función se me acercan decenas de mujeres emocionadas a abrazarme diciéndome ‘somos muchas’. Todas pasaron por una situación de violencia o acompañaron a otra mujer que la pasó. Siempre termino la función con ganas de gritar cada vez más fuerte el texto de esta obra. Siento que estoy entregando mi historia al colectivo y eso hace que ya no me pese, ya no lucho contra ella. Cada mujer que se identifica con la historia se la apropia un poquito y le va dando más cuerpo al personaje de Mía”.
Con sus herramientas artísticas, Mercedes logró una obra poética, sin golpes bajos, con ironía y momentos muy divertidos.
En una escena, dos niñas juegan a ser actrices, prueban vestuario y declaman en nombre del amor. Las palabras son extraídas de las típicas canciones románticas de cantantes famosos, las que hemos aprendido y cantado a lo largo de los años. “Para quienes fueron víctimas, no es fácil hablar. La violencia nos deja mudas, vacías, solas, no hay palabras que alcancen para explicar. El arte nos habilita un lenguaje a través del cual poder decir lo indecible, nos devuelve la voz, en la forma que cada una elija expresarse. Y para quienes son público, adentrarse a la temática desde una propuesta artística creo que les permite hacerlo sin tantas resistencias. Te permite escuchar con otra disponibilidad. El relato atravesado por la dramaturgia, la música, los cuerpos. Mantiene su fuerza y su crudeza, pero es amortiguado de ternura, poesía, risa. Y eso permite que hablemos de violencia con personas que quizás no se acercarían de otras formas”.

Cada vez que Mía fue presentada en distintos teatros —Mercedes quiere que la obra circule y abra a la reflexión— los comentarios de personas del publico se multiplican: “Presencié ese mismo diálogo”, “sentí exactamente eso”, “estuve en pareja con un tipo igual”. No solo es reparador para ella sino para muchas. “Romper el silencio es imprescindible. Me sigue sorprendiendo la cantidad de mujeres que se acercan después de la función a abrazarme emocionadas por haber ‘contado su historia’, estuvieron ahí mismo o acompañaron a otra. De todas las edades, todas las clases sociales. Es escalofriante, es triste. Pero es también esperanzador encontrarnos. Ya no nos estamos quedando calladas, estamos denunciando y estamos convencidas de cambiar esa realidad. El haber sido víctima de violencia ya no queda solo como una herida que duele y mejor callar y olvidar. Hoy somos víctimas enojadas, creativas y sobre todo, en red. Compartir Mía me abrió los ojos a eso… Es mi historia, es la de muchas otras y, por suerte, es parte de la historia que estamos modificando”.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143
Sábado 18 de marzo a las 21 hs
Actúan: Mercedes Bertuzzi, Juliana Gotta, Gonzalo Pungitore, María Tibi
Entradas “a la olla”.
Podés reservar en este link:
Nota
Punitivismo y feminismo en el caso de Lucía Pérez: una mirada sobre esa falsa dicotomía

La abogada trans Cristina Montserrat Hendrickse analiza por qué es falsa la dicotomía que pretenden instalar sectores que siempre trabajan para categorizar las divisiones del movimiento feminista. Así crean grietas sociales que les permiten alentar congresos, investigaciones y polémicas de las cuales viven.
Por Cristina Montserrat Hendrickse
Una corriente muy minoritaria de los feminismos entiende que reclamar la sanción penal del femicidio es una actitud punitivista.
Llegan a tal conclusión partiendo del concepto de que el castigo refuerza la violencia.
Evidentemente la idea de la que se parte es correcta, pero el error de la conclusión reside en asociar pena a castigo. En no distinguir la finalidad de la pena que impone nuestro Derecho de la triste realidad de castigo que significa la ejecución efectiva de las penas privativas de libertad.
Los feminismos en nuestro país se encuentran justificados jurídicamente en la Convención Contra Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) incorporada a nuestra Constitución en 1994; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra La Mujer (Convención de Belem do Pará) que es un tratado internacional de jerarquía superior a las leyes; y las leyes nacionales y provinciales que reglamentan a estos tratados.
Nótese que la convención de Belem do Pará obliga a los Estados a “sancionar” la violencia de género, además de prevenirla y erradicarla. El marco jurídico “sancionatorio” por excelencia es el Derecho Penal.
De allí que en nuestro sistema de derecho pretender eludir o abolir la punición de la violencia de género resulta jurídicamente anticonvencional, y por tanto anticonstitucional.
No por ello se deja de valorar el aporte del antipunitivismo feminista en cuanto sostiene que el castigo refuerza la violencia. Pero el problema del antipunitivismo reside en cuestionar al sistema (de origen convencional interamericano) de sanción de la violencia de género, y no al sistema de castigo que en los hechos (y apartándose del Derecho) sucede con la aplicación de la pena.
En efecto, la finalidad esencial de las penas privativas de la libertad es la reforma y la readaptación social de los condenados (art. 5.6. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, también incorporada a nuestra Constitución en 1994), sin olvidar el mandato de que “…Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas…” (artículo 18 de la Constitución Nacional). De ambas reglas de jerarquía superior surge que la finalidad jurídica de las penas no es el castigo, como erradamente lo entiende cierta expresión del feminismo antipunitivista, sino la resocialización.
De allí que se impone una diferenciación entre “antipunitivismo” y “abolicionismo” que permita distinguir: si se pretende que la pena no se constituya en castigo sino como resocialización (antipunitivismo); o si se pretende abolir todo tipo de pena (abolicionismo penal).
La primera debería hacer foco en una reforma penitenciaria feminista, que lejos de reforzar el patriarcado lo deconstruya, no aboliendo las penas, sino modificando su ejecución a la finalidad que el impone el Derecho.
La segunda implicaría la abolición de todas las prisiones; y además, el desafío de construir respuestas ante los crímenes o lo que cada sociedad considera crímenes.
Evidentemente el castigo refuerza la violencia. Por lo que el mismo debe ser eliminado del sistema de ejecución penal, pero no el sistema de sanción; salvo que se sostenga el abolicionismo, teoría también respetable, pero que resulta anticonstitucional en nuestro sistema de Derecho, al menos en materia de violencia de género ya que la República Argentina se obligó ante la comunidad interamericana a sancionarla.
Toda decisión que se aparte de ese compromiso violentaría el sistema jurídico argentino y comprometería a nuestra Nación frente a la Comunidad Interamericana exponiéndonos a ser destinatarios de reclamos, cuando no de sentencias condenatorias, ante el sistema interamericano de Derechos Humanos.
En resumen: debatamos sobre las cárceles, no sobre las penas.
Cristina Montserrat Hendrickse
Nota
Pergamino: sentencia contra los agrotóxicos y triunfo de la comunidad frente a un intendente

La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la distancia de 1.095 metros dentro de las cuales están prohibidas las fumigaciones terrestres con agrotóxicos, y de 3.000 metros para las aéreas. De ese modo denegó el recurso de amparo presentado por el intendente pro agronegocio de Pergamino, Javier Martínez. La denuncia original había sido presentada por Sabrina Ortiz (en la foto principal), vecina de Pergamino, que en su reclamo contra el envenenamiento cotidiano que sufrían ella, su familia y sus vecinos, y sin encontrar quien la defendiera legalmente, terminó recibiéndose de abogada para encarar sus propias causas. La sentencia de primera instancia había sido dictada por el juez del juzgado penal 2 de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo.
Frente a la ratificación de la Corte dijo a Sabrina Ortiz a lavaca, entre otras cosas:
- “Se me vinieron a la mente un montón de recuerdos de personas que la pasaron muy mal, personas que ya no están incluso, que fueron víctimas de este modelo y que perdieron la vida por esta causa”.
- “Celebro por duplicado porque cada batalla que damos tenemos oponentes muy fuertes, corporaciones, intereses políticos, corrupción, sectores del agronegocio. Entonces, en parte estoy feliz porque aunque sabemos que la solución sería que sea agrotóxicos cero para todo el mundo, no sólo para esta región, podemos decir que es un pasito más que estamos dando hacia el buen vivir”.
Publicamos además la nota completa realizada en la revista MU.
Por Francisco Pandolfi

Un fallo de la Corte Suprema de Justicia ratificó la distancia de 1.095 metros de prohibición de fumigaciones terrestres y de 3.000 metros para las fumigaciones aéreas, denegando el recurso de amparo que había presentado nada menos que el intendente de Pergamino, Javier Martínez, pretendiendo fumigar en todas partes, pese a las denuncias sobre los efectos de los agrotóxicos en la comunidad, el suelo, el aire y el agua.
El fallo en primera instancia, apelado por Martínez, había sido del Juez Carlos Villafuerte Ruzo, titular del Juzgado Penal Número 2 de San Nicolás, en septiembre de 2019, como medida protectoria paliativa urgente frente a las masivas fumigaciones.

Quien realizó la denuncia original ante la justicia federal fue la activista ambiental y abogada Sabrina Ortiz, también víctima de los agrotóxicos. Ante este fallo de la Corte Suprema de la Nación, explica a lavaca: “Esperábamos la resolución desde hace bastante tiempo, con muchas expectativas, pese que los últimos fallos que ha tenido la Corte en materia ambiental no han sido para nada alentadores. Sin embargo, para nosotros era casi seguro que iba a fallar a favor. Se me vinieron un montón de situaciones a la cabeza, sobre todo por cómo comenzó esta causa, por la salud de mis hijos, por las afectaciones que tuvieron, con las afectaciones que tuve en mi cuerpo; se me vinieron a la mente un montón de recuerdos de personas que la pasaron muy mal, personas que ya no están incluso, que fueron víctimas de este modelo y que perdieron la vida por esta causa. Fueron recuerdos muy tristes, muy angustiantes, dolorosos, del vivir cotidiano, de hecho todavía están en controles mis hijos y hay un montón de gente que la sigue sufriendo”.

Relata también con asombro: “Me da mucho dolor, que sea el propio municipio el que intenta ir en contra de la salud de las personas. Me da mucha impotencia que el intendente Javier Martínez sea quien quiere que nos fumiguen en la cabeza. Al mismo tiempo, celebro por duplicado porque cada batalla que damos tenemos oponentes muy fuertes, corporaciones, intereses políticos, corrupción, sectores del agronegocio. Entonces, en parte estoy feliz porque aunque sabemos que la solución sería que sea agrotóxicos cero para todo el mundo, no sólo para esta región, podemos decir que es un pasito más que estamos dando hacia el buen vivir”.
Aquí, el viaje, la investigación y la nota completa sobre la situación en Pergamino publicada en la revista MU: La capital del veneno.
https://lavaca.org/mu163/mu-en-pergamino-la-capital-del-veneno/

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