Nota
Los trabajadores del casino brindaron frente a la Rosada
Desde el 20 de diciembre los trabajadores del Casino Flotante acampan en Plaza de Mayo. Exigen la reincorporación de los 97 despedidos. Todo comenzó por una asamblea que analizaba como reclamar ante condiciones laborales insalubres. La represión de la Prefectura, las idas y vueltas de Servini de Cubría y la historia de los 500.000 euros que llegaron en medio de jamón serrano. El misterioso Cristóbal López, el empresario petrolero de Santa Cruz que le prestaba los aviones a Kircher y es dueño de medio casino.
Justo a la medianoche, cuando las campanas de la Catedral Metropolitana comenzaban a anunciar con sus tañidos la llegada del nuevo año, un trabajador del casino de Puerto de Madero encendió un fósforo y lo llevó hasta un alambre que minutos antes había tendido entre dos árboles de la Plaza de Mayo. En segundos, las letras de estopa que allí pendían se convirtieron en fuego clamando “reincorporación ya”. A un costado, sobre el piso, otro compañero encendía decenas de candelabros que dibujaban las palabras “salud”, “paz” y “trabajo”, delante de una ornamentación de globos que formaba el número 2008. Recién después de ese ritual comenzó el baile al compás del cuartetazo: un centenar de trabajadores despedidos del Casino Flotante y sus familias festejaron Año Nuevo frente a la Casa Rosada, donde acampan desde el 20 de diciembre. “Nos quieren sacar el trabajo, no vamos a permitir que encima nos quiten la posibilidad de festejar”, señala Hernán Lopatka, croupier y uno de los voceros del grupo.
Los trabajadores del casino recibieron el nuevo año con ánimo esperanzador, después de que el cardenal Jorge Bergoglio cruzara a la Plaza de Mayo para transmitirles su solidaridad y firmar una declaración de los empleados en la que exigen la reincorporación de los 97 despedidos y denuncian, además, la violenta represión a la que fueron sometidos. “Yo quiero ganar el conflicto, no hacer la revolución. Menos de Menem, aceptamos a todos los que nos quieran apoyar”, dice Lopatka que enumera a dirigentes del ARI y la CTA que desfilaron por el campamento armado en torno a la Pirámide de Mayo.
Este capítulo del conflicto del Casino comenzó el 9 de noviembre pasado, cuando en una asamblea que se desarrollaba en el comedor del casino flotante los trabajadores afiliados a Alear –el gremio que agrupa a los empleados de empresas dedicadas a juegos de azar- analizaban medidas para denunciar condiciones laborales insalubres. “El promedio de edad de los empleados del casino ronda los 26 años y sufrimos patologías propias de gente de 60”, argumenta Lopatka que recuerda que entre ruletas y tragamonedas abundan el humo, el ruido y la escasa iluminación. Además, el vocero asegura que las tendinitis crónicas, las hernias de disco, lumbalgias, cervicaligias y artritis precoces son demasiado habituales entre sus compañeros. “Lo más grave es que 27 mujeres, sobre 130 encuestadas, sufrieron un aborto espontáneo”, denuncia.
Por todos estos datos, uno de los principales reclamos de aquella asamblea consistía en reducir la jornada laboral y aumentar los tiempos de descanso de los trabajadores. Exigían asimilar el régimen al de los trabajadores europeos de Cirsa, empresa que también es propietaria del casino de Puerto Madero. Mientras que en España, los empleados de Cirsa gozan de 40 minutas de descanso cada 40 de trabajo; aquí la proporción es 20 minutos de descanso por cada hora trabajada.
Pero aquella asamblea fue interrumpida de manera abrupta por una patota vinculada al Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (en el casino flotante conviven seis gremios distintos) que comenzó a arrojar piedrazos y golpes por doquier. Enseguida volaron platos y botellas en respuesta. Tras la batalla, la empresa envió 61 telegramas de despido a los afiliados de Alear, argumentando que se trataba de trabajadores violentos.
A pesar de contar con un reducido número de miembros en el casino, el Sindicato de Obreros Marítimos ya había tenido un fuerte protagonismo un tiempo atrás. Fue cuando obligó a cerrar el casino haciendo bajar a los marineros del barco (ningún barco puede estar abierto sin su presencia). Para Alear y varios medios de prensa española aquella medida de fuerza tuvo como única razón una supuesta extorsión a Cirsa Corporation para forzarla a vender el 50 por ciento del paquete accionario a Cristóbal López, un empresario muy vinculado al kirchnerismo y, desde entonces, dueño de medio casino.
Tres violines
Después de los despidos de noviembre pasado, los trabajadores de Alear comenzaron un paro bloqueando todos los accesos al barco casino. La medida duró 20 días, hasta que el 4 de diciembre la Prefectura Naval los desalojó tras una represión a puro palazo, golpes y gases lacrimógenos. “Usaban métodos propios de la dictadura –asegura Lopatka-. Yo me metí mientras estaban pegándole contra el piso a un compañero y caí detenido. Ahí me dicen: `A vos, zurdito de mierda, te tenemos marcado. Adentro te vamos a hacer mierda. En una celda, tenemos tres violines para vos`. Cuando un diputado del ARI, Facundo Di Filippo, se acercó y preguntó quién estaba a cargo del operativo, no consiguió que nadie se lo responda. Los gerentes de la empresa dirigían el operativo, eran los que estaban marcando trabajadores para que la Prefectura los detenga.”
Tras la represión la empresa intentó reabrir sus puertas e incrementó la cantidad de despidos hasta llegar a 97. Pero lejos de apaciguarse, el conflicto seguía creciendo a menos de una semana de la asunción presidencial de Cristina Kirchner. Tal vez por eso, el Ministerio de Trabajo se haya apresurado a dictar una conciliación obligatoria que retrotraía la situación al día anterior a los primeros despidos. Los trabajadores tomaron la medida casi como un triunfo. Pero nada resultó tan fácil como parece. Cuando los empleados se presentaron a retomar sus puestos de trabajo se encontraron con una orden judicial dictada por María Romilda Servini de Cubría que prohibía el ingreso a 81 croupiers porque –argumentaba- estaban siendo investigados por los actos de violencia. “Era absurdo, una jueza federal intervenía en un asunto del fuero laboral. Es una clara demostración de la influencia que López tiene en el poder político”, dice Lopatka.
De esta manera, los trabajadores se vieron obligados a desconocer la conciliación obligatoria y el conflicto cada vez estaba más caldeado. “Servini comenzó a recibir presiones porque su intervención no tenía justificativo alguno. Como no podía volver marcha atrás, decidió clausurar el casino. Así que ahora los 2.500 trabajadores estamos en la calle”, sintetiza el croupier.
Este jueves, vence el plazo de la conciliación obligatoria y no hay señales de que el conflicto se encauce. Como durante todo enero hay feria judicial, el casino debería permanecer cerrado hasta febrero. “Excepto que hagan una nueva demostración de poder político y abran la feria para levantar la clausura”, explica Lopatka.
Historia y personajes
La historia del casino de Puerto Madero es una sucesión de conflictos desde su nacimiento. Como en la ciudad de Buenos Aires están prohibidas las mesas de ruleta y los juegos de cartas por dinero, el ingenio menemista habilitó el casino flotante para que funcione en dos barcos: si la casa de apuestas funciona en aguas marítimas no está bajo la órbita porteña sino que lo rige la legislación nacional. Hecha la ley, hecha la trampa.
El Casino Puerto Madero, según los medios españoles, deja 60 millones de euros al año (240 millones de pesos, o casi 700.000 pesos de ganancia por día). En cambio los trabajadores estiman que la ganancia diaria es por lo menos de 1.500.000 pesos, y lo calculan porque Lotería declara que el 20 por ciento que le corresponde diariamente es de 300.000 pesos. Solamente en propinas se dejan arriba de 80.000 pesos diarios (pasan a la caja de empleados, una de las conquistas de los trabajadores). Los días de fin de semana ingresan unas 12.000 personas, y además de las 170 mesas de juego hay unas 2.000 tragamonedas y juegos de video con apuestas.
El propietario de Cirsa –la empresa que abrió el casino- es Manuel Lao Hernández, que también posee casas de juego desparramadas por España y Latinoamérica. El empresario catalán tuvo entre su personal a Miguel Ángel Egea, integrante de la Triple A, socio del menemista Alberto Kohan y también de represores de la ESMA como Jorge Radice, Jorge ‘Tigre’ Acosta y Ricardo Cavallo. En diciembre de 2006 cuando llegaba desde Barcelona en su avión privado, a Lao le detectaron un cargamento secreto de jamones serranos, que además estaban rellenos de euros: 500.000 más precisamente, según reveló Clarín. La Aduana pasó por alto el tráfico de jamones, pero denunció el de divisas, y el empresario quedó un tanto a merced de los buenos oficios oficiales. Cirsa declaró formalmente ser ajena a cualquier situación de lavado de dinero, tema por el que casualmente la investiga en España el juez Baltasar Garzón, basándose en que internacionalmente el negocio de los casinos “constituye una de las principales fuentes de lavado de dinero sucio en el mundo” según El País de España
Desde aquel paro del Sindicato de Obreros Marítimos, Lao Hernández es socio de Cristóbal López. Si Alfredo Yabrán sabía que el mayor poder lo tiene quien pasa desapercibido –no se olviden de Cabezas- hay varios empresarios actuales que siguen esa conducta. “De Cristóbal López hay una sola foto” cuentan los trabajadores del casino, que armaron con ella varias pancartas donde se lee “Kristóbal”. Datos: se lo supone de 48 años, hijo de españoles, nacido en Comodoro Rivadavia donde su familia vendía verduras y pollos. Su actual socio en la petrolera Oil M&S, Fabián de Sousa, declaró a la revista Fortuna, que López es un hombre tremendamente trabajador y que, en todo caso, su crecimiento no empezó con este gobierno. La leyenda cuenta que su primer negocio ocurrió a los 19 años (durante la dictadura), cuando logró representar a la empresa familiar para convertirse en proveedor de YPF en Comodoro Rivadavia, y terminó asociado implícitamente al petrolero Diego Ibáñez. De allí en más, con indudable audacia y apoyos poderosos, López fue construyendo su fuerza a través del juego, las tragamonedas, luego los casinos, compra de inmuebles y campos y esa biografía un tanto enigmática lo pone hoy como titular de Oil M&S, empresa que junto a otro desapercibido, Lázaro Báez, se adjudicó 15 de 16 pozos petroleros licitados en la provincia de Santa Cruz en 2006 (cada lector puede imaginar quién levantó el pulgar para aprobar la licitación). López tiene un avión que Kirchner conoce de memoria como candidato, posee empresas de transporte de carga, de turismo santacruceño, recolectoras de residuos, barrios privados, campos, exporta aceite a Italia, tiene más de la mitad accionaria de un canal de cable de Comodoro, y el diario El Patagónico. Es socio en el Hipódromo privatizado de Palermo con Federico de Achával, ganó proyectos de exploración petrolera en Brasil, y se lo supone eje del proyecto de energía eólica Vientos de la Patagonia, impulsado por el ministro Julio De Vido. Si el kirchnerismo intenta, como sostienen tantos pensadores, reconstruir algo parecido al peronismo, la clase trabajadora estaría representada por señores como Hugo Moyano, o su prole, y la burguesía nacional por empresarios como Cristóbal López. El fin de este relato queda abierto.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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