Nota
Natacha Jaitt y la narcocultura, por Claudia Acuña
Las lecciones del antropólogo australiano Michael Taussig sobre Colombia y la cultura criminal del narcotráfico aplicadas a la lectura de las declaraciones de los involucrados en la muerte de Natacha Jaitt revelan una trama compleja que vincula la depredación de los cuerpos femeninos con el glifosato y la represión a la UTT. Para el debate y más allá.
Por Claudia Acuña
El antropólogo australiano Michael Taussig fue quien mejor describió lo que nos pasa. Hizo su observación en Colombia en 2010, pero su foco de atención es esa geografía que en estos tiempos tremendos se extiende como una mancha de aceite que lo impregna todo. De ese todo, Taussig señaló algo: la relación que establece el narcotráfico entre la belleza y la violencia.
A esa relación la denominó “narcoapariencia” – “tetas de silicona, culos agrandados y delgadez de liposucción”- símbolo de una cultura que “ha desplazado el trabajo y la disciplina a favor de la transgresión y el exceso erotizado y convierte la mutilación en el frenesí que motoriza a la nueva economía capitalista que busca reactivarse en lo que llama, muy tranquilamente, consumo”.
Para explicarlo más fácil cita, como ejemplo, las declaraciones de una actriz: “Lo único que le importa a los narcos es el tamaño de tus tetas. Si ellos te desean lo primero que hacen es enviarte a los cirujanos plásticos para que te pongan implantes, pero son ellos quienes deciden qué tan grandes tienen que ser, no tú”.
Taussig deja clarísima así su hipótesis: la cultura narco todo lo transforma en consumo desmedido y abusivo, y su consecuencia más cruel la soporta el cuerpo de las mujeres, disciplinado con bisturí, jeringas y hambre.
Lo interesante es que relaciona esta “narcoapariencia” con las represiones a las manifestaciones de protesta que sacuden Bogotá. Y lo hace de una manera muy particular: las observa en vivo y en directo y las describe como coreografías.
Para Taussig cuando la sociedad se manifiesta, baila.
La represión es la forma que tiene el poder de restablecer la tristeza de la inmovilidad social como látigo de dominación.
Belleza y violencia, entonces, es un vínculo que el narcotráfico establece por la fuerza, pero también por la impunidad que le otorga la conveniencia de un Estado que reprime la alegría de los cuerpos expresándose libremente.
Otra forma de conocer las consecuencias que nos advierte Taussig de esta narco cultura es leer las declaraciones de los involucrados en la muerte de Natacha Jaitt –que la policía filtró rápida y diligentemente a la prensa- donde sin metáforas nos hablan esos hombres endurecidos por el consumo -a los que ya ni se les para- y esas mujeres –una de apenas 19 años- que siguen ese ritmo letal porque no tienen otro y porque es el único que les han alentado socialmente.
Es antiguo, pero sobre todo decadente hablar de adicciones en este contexto tremendo porque esta narcocultura desquiciada excede lo químico: lo que consume son cuerpos, lo que destroza son ideales y lo que mata son, fundamentalmente, mujeres.
Y futuro.
¿Por qué? Porque al decir de Taussig, en esta narcocultura criminal “las mutilaciones abarcan aquellas que produce el capitalismo agroindustrial sobre nuestra Madre Tierra”.
Sí: estamos hablando de Natalia Jaitt y del glifosato.
Sí: estamos hablando del narcotráfico y la represión a la UTT.
Sí: estamos hablando de la última y más tremenda fase del capitalismo.
Esta que depreda, mutila y mata.
Esta que, según las palabras finales de Taussig, se va a caer si comprendemos la complejidad a voltear: “La Historia no avanza a pasos suaves, evolutivos, sino con rupturas –forjadas por terremotos o tetas de siliconas que explotan- y con momento mitológicos que nos hacen acoger el sentido de lo maravilloso”.
Lo que nos propone Taussig es oponer a la insomne narcocultura nuestros mejores sueños.
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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