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Ni héroes ni heroínas: trabajadorxs

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Un grupo de concurrentes y residentes de la Capital Federal realizó ayer una conferencia de prensa en el frente del Hospital Durand para reclamar medidas que les permitan trabajar de manera segura, un reclamo histórico ahora en contexto de pandemia. Calculan que al menos 1400 concurrentes trabajan en distintos hospitales y centros de salud de la Ciudad sin cobrar, mientras que los residentes denuncian contratos precarizados, turnos maratónicos, falta de rotación y de elementos de seguridad personal. “Ahora que quedó clara la necesidad de tener un sistema de salud público y eficiente es el momento de tomar las decisiones postergadas tantos años” dice el residente Fabián Lang a lavaca, con la idea de que los aplausos se transformen en recursos antes del esperado pico de mayo: capacitación, equipos de protección, jornadas rotativas y testeos, algunas de las urgencias que se suman a los reclamos históricos de salarios dignos, aumento del personal y pase a planta.

Ni héroes ni heroínas: trabajadorxs
Una de las residentes de CABA, en lucha y bajo las medidas de protección. Foto: Nacho Yuchark

A pesar del apoyo social al personal médico que parece resonar en cada aplauso, la vereda está casi vacía; convocar medios y personas en medio del aislamiento no parece ser una tarea sencilla. Encima, la policía motorizada de la Ciudad pasa y hace sonar las sirenas como si estuviese intimidando, pero nada le dice al grupo de jóvenes de ambo que comienza a armar el sonido y a colgar banderas en las cuales se lee:

-Concurrentes: salario y ART paga

-Sistema centralizado de salud ya!

-Más recursos en salud.

Estamos en el Hospital Durand, Parque Centenario, donde existe un caso confirmado de coronavirus y uno en observación; varios en estudio; todavía más médicos en cuarentena, la mayoría preventiva ante casos de contacto con personas sospechadas de tener Covid; y donde la asamblea de Concurrentes y Residentes organizados de Capital Federal llamó a una conferencia.

Para entender: los concurrentes no son considerados trabajadores pero pueden realizar las mismas tareas, durante la misma carga horaria; se les computa asistencia, llegadas tarde, pero no cobran salario, no realizan aportes ni tienen ART. Según el perverso sistema que los gobierna, están realizando una «capacitación en servicio” en el sistema público.

Los residentes, por su parte, son quienes sostienen largas horas la atención en distintos hospitales y centros de salud pero, pese a ser graduados y haber logrado la residencia, se encuentran bajo un régimen académico que permite distintos tipos de flexibilización laboral. Tampoco reconoce su condición de trabajadores.

Riesgos & medidas

Según el Ministerio de Salud, al 19 de abril existían 431 trabajadorxs de la salud infectados, de los cuales al menos 130 contrajeron Covid en establecimientos de salud. La Sociedad Argentina de Infectología publicó las mismas cifras, bajas en comparación con el resto del mundo pero lo suficientemente cercanas para alertar a quienes trabajan con pacientes.

Entre los contagiados, muchos son jóvenes concurrentes y residentes (se estima que el número es alto también porque los testeos se encuentran para ellxs más a mano). Precisamente el mismo día en que empujan el reclamo falleció el primer médico por coronavirus en la provincia de Buenos Aires: el doctor Héctor Bornes, de 56 años, trabajaba en Hospital Municipal Ángel Marzetti de Cañuelas. Antes del fallecimiento el Hospital emitió un comunicado que decía: «El último día que asistió al Hospital fue el martes 14 de abril. Posteriormente presentó síntomas y dejó de concurrir».

Los jóvenes concurrentes y residentes aseguran que este tipo de contagios no son casualidad. Y aunque ponen el eje en la Ciudad de Buenos Aires, consideran que tanto los últimos 4 años de desfinanciamiento del Ministerio de Salud como la falta de reacción actual combinan un panorama que los pone en riesgo.

«No hay recursos para practicar la puesta y la quita de los equipos de protección personal», plantea un ejemplo Lain Bullentini, residente del Hospital Argerich. «Eso hace poco efectiva la autogestión -porque no existe capacitación- sobre cómo ponerte y sacar el camisolín, el barbijo, haciendo que esos elementos no cumplan su función». La Asamblea denuncia situaciones puntuales de distintos hospitales que configuran un mapa que mezcla discrecionalidad con privilegios y desidia. En muchos establecimientos ni siquiera llegó lo básico barbijos, camisolines y máscaras; tres jóvenes de ambo violeta que participaron de la conferencia y vuelven rápido a su trabajo en el Durand confirman que ellas mismas se hicieron unos coloridos tapabocas de tela. Y dicen que la mayoría de estos elementos de protección provienen en la Ciudad de donaciones privadas.

Señalan otras deficiencias, peligrosas por lo básicas: camisolines que no repelen el agua, son cortos y/o se rompen; escasez de máscaras de protección facial («tenemos 4 para 14 personas», área de Salud Mental del Durand»); y un largo etcétera que se va completando testimonio a testminio.

El rompecabezas confluye para la Asamblea en estos puntos de reclamo:

a) Centralización inmediata del sistema de salud argentino, público, privado, de universidades y de obras sociales bajo la tutela del Estado Nacional, con un comité de sanitaristas y representantes de trabajadores.
b) Capacitación inmediata de todo el personal sanitario.
c) Dotación de equipos de protección personal, insumos y equipamiento necesario, en cantidad suficiente y de calidad.
d) Aumento del personal sanitario.
e) Establecimiento de jornadas rotativas para prevenir contagios en todos los efectores .
f) Testeo masivo periódico al personal sanitario.

Reclamos con historia

Fabián Lang, miembro del área de Seguridad e Higiene de la asamblea de concurrentes y residentes de CABA, un grupo de médicos organizado desde hace años, dice a lavaca: “La asamblea tuvo su pico en el conflicto de noviembre el año pasado, cuando se intentó votar la Ley que blanqueaba la precarización a la actividad. Hubo asambleas callejeras de 3 mil personas. La Ley fue aprobada, pero tras la lucha se vetó».

La ley que pretendió aprobar el gobierno porteño estipulaba una jornada laboral de 64 horas semanales para los residentes a cambio de un salario por debajo de la línea de pobreza, esquema que se mantiene en la práctica al día de hoy. Algunas dinámicas laborales insalubres: “La mayoría brindamos atención durante 12 horas todos los días, ya sea en guardia externa, sala de internación general o terapia intensiva, ocupándonos de temas médicos y, muchas veces, no médicos, pero siempre con responsabilidad”. Además, tienen entre ocho y cuatro guardias obligatorias por mes, cuyo pago está incluido dentro del sueldo básico y no tienen un descanso posterior al finalizar la guardia, con lo cual terminan uniendo dos jornadas laborales consecutivas: no son pocas las veces que trabajan hasta 36 horas seguidas.

«Este año se volvió a sentir la falta de canalizar los mismos reclamos históricos con el contexto de pandemia», resume Lang. Hoy calcula que unos 50 concurrentes y residentes participan de las asambleas vía Zoom, número que representa a los hospitales de Capital, con entre 1 y 2 delegados por cada uno.

Ahora que sí nos ven

Fabián Lang es resdidente de un hospital porteño, pero prefiere no decir de cuál. Más que relatar estos reclamos como algo histórico, elige conectarlos con la urgencia de la pandemia.

¿Qué sentís cuando se habla del reconocimiento al personal de salud a nivel social y mediático, pero en la práctica esto no se traduce en el día a día de ustedes?

Es un gran tema para charlar. Los aplausos son para nosotros el reflejo de una población que está atravesando una situación de cuarentena con mucho miedo, por la posibilidad del contagio o preocupada por la situación social en general. Y que también esta abonada por discursos de que somos héroes y heroínas que llevamos ad lente esta tarea, pero ese no es un lugar que decidimos querer ocupar. No somos héroes ni heroínas, somos trabajadores de la salud como un montón de otros trabajadores que también están trabajando en este contexto. Obviamente reconocemos y agradecemos ese apoyo social, pero creemos que también tiene que ser parte de un aprendizaje para que los gobiernos asuman la responsabilidad que les corresponde para que esos aplausos se traduzcan en más presupuesto, más personal, mejores condiciones de trabajo: eso es lo que garantiza una mejor atención para esas personas que aplauden.

¿Ahora es la oportunidad?

Tenemos un compañero concurrente en el Hospital Belgrano en terapia intensiva, hoy falleció un médico en la zona sur de la Provincia, falleció un enfermero hace unos días: eso no puede pasar. Si no se toman decisiones ya ante estas primeras situaciones, se van a repetir mucho mas. Podemos ver lo que viene pasando en Europa y cómo los trabajadores de salud están desbordados. Acá tenemos la oportunidad de brindarle al sistema todos los recursos para no llegar a esa situación. Queremos trabajo seguro, queremos un plan integral para el abordaje de la pandemia que no solo hable de la cuarentena y aislamiento social, sino que también esté centrado en el personal de la salud. Somos, junto a las personas mayores, uno de los sectores más afectados. Ahora quedó claro que el único que te salva es el sistema de salud público: es el momento de tomar las decisiones postergadas tantos años.

Ni héroes ni heroínas: trabajadorxs
El comunicado con los pedidos concretos a las autoridades. Y la convocatoria al aplausazo del martes 28.

El martes 28 a las 10 de la mañana, distintos grupos organizados del personal de salud invitan a sumarse al aplausazo que se hará en la puerta de los hospitales de la Ciudad para reclamar más recursos, antes de que llegue el invierno.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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