#NiUnaMás
Ni Una Menos: una nueva campaña para un grito urgente
La colectiva Periodistas Argentinas lanzó una campaña para intervenir barbijos y visibilizar así la pandemia de femicidios y travesticidios y exigir presupuesto y medidas concretas para combatirla y prevenirla. A lo largo del día, trabajadoras de medios gráficos, televisivos, radiales, trabajadoras del subte, trabajadoras sociales, artistas, músicas, fotógrafas comenzaron a mandar sus fotos. También las mamás de Lucía Pérez, Agustina Fredes, Araceli Fulles y Carla Soggiu. Otra medida para multiplicar un grito desesperado: paren de matarnos.

Desde Mar del Plata llega la foto: es Marta, mamá de Lucía Pérez, 16 años, asesinada el 8 de octubre en esa ciudad balnearia. Hace poco más de un mes Marta viajó a La Plata junto a Guillermo Pérez, papá de Lucía,y tres micro repletos de mujeres para la audiencia de apelación del fallo que dejó impune el femicidio de su hija. Aún se espera la resolución del Tribunal.
Desde esa misma ciudad llega otra foto: es Blanca, mamá de Agustina Fredes, 19 años, violada y torturada física y psicológicamente por Matías José Acevedo. Producto de esa violación quedó embarazada, le hicieron una cesárea y vaciaron útero y ovarios. Cinco días despúes su familia la llevó desvanecida al hospital. El informe de las autoridades establece que Agustina falleció por embarazo ectópico. En junio de 2017 la familia pidió que se realizara una autopsia: fue negada porque consideraron que no era necesaria. Acevedo estuvo libre hasta que Blanca, mamá de Agustina, reclamó en diciembre de 2019 en Plaza de Mayo junto a otras familias. Recién ahí lo detuvieron.

La tercera foto llega desde San Martin: es Mónica, mamá de Araceli Fulles, 22 años, estuvo 27 días desaparecida, su cuerpo fue encontrado destrozado, enterrado y cubierto de cal. El 2 de abril, en medio de la cuarentena, se cumplieron tres años, Mónica no pudo ir a visitarla al cementerio. La familia está amenazada y con custodia policial permanente. El juicio oral para que el femicidio no quede impune tiene fecha: 26 de mayo
La cuarta foto llega desde Pompeya, Ciudad de Buenos Aires: es Rosana, mamá de Carla Soggiu, 28 años. El 26 de diciembre de 2018, Sergio Nicolás Fuentes, ex marido de Carla, la secuestró, ató, violó y golpeó. Ella tenía hidrocefalia, y los golpes destrozaron la válvula. Hizo la denuncia y le dieron un botón antipánico y una orden de restricción y se abrió una causa por la que en diciembre del año pasado se lo condenó a seis años de prisión. Veinte días después de la violación, Carla activó tres veces el botón antipánico para avisarle a la Policía que estaba perdida y necesitaba ayuda que no llegó. Sin obtener respuesta adecuada y a tiempo Carla murió. Su cuerpo fue encontrado tres días después. Tenía dos hijos que quedaron a cargo de sus abuelos maternos. La familia pide que, dada la condena por violación que lograron en la causa que precedió a su crimen, se cambie la carátula de la que investiga su muerte por “femicidio”.

Las cuatro madres llevar barbijo en donde en medio de la cuarentena escribieron Ni Una Menos.
¿Qué significa ese grito?
Un límite: nunca más.
Y como el límite es social las fotos de barbijos y banderas intervenidas se multiplican como respuesta a la convocatoria de Periodistas Argentinas para visibilizar la pandemia de femicidios y travesticidios y exigir presupuesto y medidas concretas para combatirla y prevenirla. Trabajadoras de medios gráficos, televisivos, radiales, trabajadoras del subte, trabajadoras sociales, artistas, músicas, fotógrafas, de a decenas llegan las fotos.
Son 23 los femicidios que se conocen desde que comenzó el aislamiento preventivo obligatorio. Sin pausa. Por eso desde el colectivo del que lavaca forma parte se exige:
- Que la búsqueda de mujeres y travestis desaparecidas sea prioridad.
- La difusión de campañas, el involucramiento municipal en la respuesta a la línea 144 y el accionar eficiente del Poder Judicial
- Que el tema forme parte de la agenda cotidiana del gabinete de crisis que se formó para conducir las políticas públicas para enfrentar la pandemia.
- Que el Estado cumpla ya con la obligación de llevar un registro diario de femicidios, travesticidios y denuncias de violencias.
Mientras tecleamos llegan dos mensajes. Uno relata un presunto femicidio con una escopeta, del que habrá que reconstruir la historia de la que el Estado no habla. Otro es de una trabajadora social que pide ayuda urgente para una mujer en una situación de extrema violencia. Urgente es ya y la cadena de mensajes y llamadas termina en una funcionaria del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual bonaerense que atiende el teléfono un viernes a la noche para dar respuesta.
Y esperamos atentas al celular que el límite esté construido.
Que basta.
Que nunca más.

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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?

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