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Obelisco: la marcha en la escena del crimen

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Una recorrida por el acto en reclamo tras la muerte de Facundo Molares. Imágenes, palabras y sentimientos para no naturalizar la injusticia y la violencia institucional.  

Por Franco Ciancaglini

La escena del crimen está a 10 metros del Obelisco. Allí, un grupo de personas le deja mensajes, flores y velas a Facundo Molares, asfixiado por la Policía de la Ciudad hasta provocarle un infarto en ese mismo lugar. Es el único círculo que las personas respetan en una marcha de organizaciones y movimientos sociales que llenarán todo el resto de los metros cuadrados una cuadra a la redonda del Obelisco.

Es una jornada que mezcla el luto y la lucha. Las decenas de organizaciones sociales posadas sobre la 9 de julio son en su mayoría de izquierda, pero también las hay afines al gobierno nacional. Están presentes el MTR, Votamos Luchar y Rebelión Popular, las que se manifestaban ayer cuando Facundo fue asesinado.

Obelisco: la marcha en la escena del crimen

Parte de la marcha en el Obelisco. (Fotos Sebastián Smok).

La muerte de Facundo Molares: a 10 metros del Obelisco

Romina se baja de un auto junto a dos amigas y apura el paso por la 9 de julio. Lleva una túnica negra que la cubre hasta los pies, tiene la cara pintada de blanco y un palo con una cabeza de vaca en la punta: es la muerte. También tiene un cartel que dice: “Soy amiga de Larreta”.

 Es parte del Bloque Social por el Trabajo, y dentro de eso, de un grupo que hace performance con contenido político. ¿Cómo la impactó la noticia? “A mí literalmente me dio náuseas, vómitos, dolor de estómago, así también como me pasó con el caso de Morena, asesinada durante un robo el día anterior. Y también me indigné por el manejo de los medios, que dicen que Facundo se descompensó, encubriendo toda la situación, cuando hay videos que muestran cómo lo aplastaron. Es una noticia terrible, porque podríamos haber sido cualquiera de nosotros”.

¿Cómo se conecta lo de Morena y Facundo? “Es la expresión de la falta de libertad, de no poder estar en la calle porque los policías son los que manejan todo. En Argentina, lamentablemente, seguimos justificando el gatillo fácil, así como seguimos justificando los femicidios… Hasta que no haya un cambio real, un control real, un cambio en la formación de los policías, esto va a seguir pasando: tanto las zonas liberadas como la represión en una manifestación”. La policía, culpable por acción u omisión.

¿Por qué el arte como método de lucha? “Porque el arte es la batalla cultural que tenemos que dar. Es una forma de decir sin palabras, con una imagen, así como veíamos ayer la imagen del compañero cuando se ahogaba… nosotras transmitimos de la misma manera, con la acción, con lo que vemos, con nuestra bronca transformada”.

Obelisco: la marcha en la escena del crimen

Performance para hablar de estos acontecimientos. (Fotos Sebastián Smok)

En la marcha se leen otros carteles: “Yuta asesina”, “Larreta asesino”, “Repudio la represión”.

Todos son sostenidos por una serie de mujeres en fila pertenecientes a la organización Liberación Popular. Una de ellas, Silvia, vecina del barrio Soldati, dice a lavaca: “Nos matan por el hecho de que estamos en la calle. Larreta quiere subir a la presidencia, ¿qué nos va hacer? Es un mensaje”.

¿Cuál es el mensaje? “Que si él toma la presidencia perdemos los que estamos en la calle. Nosotros salimos a luchar a la calle por el propio Larreta: no tenemos seguridad en los barrios, no tenemos alimentos en los comedores”.

Obelisco: la marcha en la escena del crimen

Carteles que explican el presente. (Fotos Sebastián Smok)

¿Qué hay en común entre el crimen de Morena y el de Facundo? “Veo como un complot, un complot que están armando, un aviso que nos están dando, una alerta”.

¿Quiénes? “La derecha. Ellos nos vienen avisando que nos va a pasar algo malo a nosotros. En Jujuy pasó eso, y ahora acá. Nos tenemos que poner todos juntos en la calle: estamos muy molestos con esta situación, no podemos permitir que pase. En la calle es la lucha, y si tenemos que morir vamos a seguir en la calle”. La frase, que en otro contexto podría sonar heroica, hoy parece una triste verdad.

Obelisco: la marcha en la escena del crimen

El Centro de Monitoreo que recibió una molotov y piedras. Los propios manifestantes reclamaron a los encapuchados que se fueran. Ocurrió como siempre, cuando finalizaba el acto. (Fotos Sebastián Smok)

Lo innatural de la injusticia

Hugo “Cachorro” Godoy, secretario general de la CTA Autónoma y de ATE, es otro de los presentes en la movilización. Analiza: “Venimos de dos crímenes tremendos, que hablan de un Estado que no garantiza ni justicia ni seguridad. Y al contrario de lo que pasó con Morena, aquí en ciudad de Buenos Aires la policía siembra muerte de manera desproporcionada: era una movilización que ya estaba terminando, que se había desarrollado con absoluta tranquilidad. Generaron un escenario de represión para lastimar a las personas: a Facundo y a los otros detenidos les pusieron las rodillas en la cabeza, en el cuello, los golpearon innecesariamente. Y en el caso de Facundo, le produjeron la muerte. Eso es un crimen, y el responsable no es solamente el que usó de manera directa la fuerza pública, sino quien dio la orden política. Eso es lo extremadamente grave”.

¿Es un mensaje? “No me voy a poner a hacer disquisiciones respecto a si hubo un mensaje político. Sin embargo, cuando ordenan la represión desproporcionada, son conscientes de que siembran muerte”.

Obelisco: la marcha en la escena del crimen

(Fotos Sebastián Smok)

Esteban “Gringo” Castro, secretario general de UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) describe: “Uno en política se basa sobre los hechos reales. Primero, el hecho de que a partir de la dictadura empezamos a tener índices más grandes de trabajo precario; hoy tenemos la mitad de la sociedad sin un trabajo en relación de dependencia. Eso se va naturalizando en el pueblo. Después, empieza a naturalizarse el proceso de empobrecimiento. Entonces vivís sin gas, sin luz, tenemos el 50% de los jóvenes pobres, vas naturalizando que los pibes vivan en la calle… Y ahora es el intento de naturalizar el hecho de que si sos reprimido, bueno te tocó ser reprimido, por algo será”.

La charla con Castro se interrumpe de manera intempestiva: un grupo de encapuchados arrojan dos bombas molotov contra un Centro de Monitoreo de la Policía de la Ciudad que se encuentra a pocos metros. Las personas que manifestaban pacíficamente, entran a correr. Todos y todas corren, alejándose de una leve llama prendida que se desvanece minutos después.

Obelisco: la marcha en la escena del crimen

El Malón de la Paz, formado por pueblos originarios de Jujuy, se hizo presente en el Obelisco. De la lucha por los derechos, el agua y la tierra, a la solidaridad frente a la represión generada por Gerardo Morales. (Fotos Sebastián Smok)

Aparecen entonces las cámaras de televisión y sus noteros para enfocar los disturbios.

Mientras todo huele a quemado, las organizaciones desconcentran y se escucha un último grito unificado: “Facundo Molares, presente ahora y siempre”.

«Lo que me hizo hermanar»

Nina Brugo, fue militante en los 60 y 70, y hoy se encuentra en el Obelisco. “Siempre estoy en las causas de todos los movimientos de liberación, de independencia, lucha contra la deuda”, enmarca, para traer una anécdota que cobra actualidad: “El día 14 de julio de este año estaba, también, en la esquina frente al Obelisco en la puerta casi del McDonald’s, esperando una marcha que se estaba formando… Eran organizaciones de izquierda y yo ese día estaba con un poquito de presión, no me sentía muy bien. Se acerca una persona que para mí era de 45 largos, cerca de 50 y me dice: ‘Disculpe compañera ¿usted no se siente bien?’. Iba a participar también de la marcha. Fue una actitud de solidaridad. Fue lo que me hizo hermanar con él, eso lo sentí y lo viví”.

Era Facundo.

Sigue Nina: “Así que cuando anoche veo por televisión la persona que muere acá en el Obelisco, veo las fotos y era él, que con espíritu solidario, me vio cómo que necesitaba ayuda. Esa generosidad y solidaridad me quedó patente y no me olvidé más de su cara. Por eso cuando vi por televisión, recordé que era él, y sentí una conmoción porque ese compañero era la solidaridad en persona”.

Obelisco: la marcha en la escena del crimen

(Fotos Sebastián Smok)

La marcha se desconcentra y otras personas arman el rompecabezas presente de lo que ya es recuerdo: de quienes militaron con él en los 90 en la “Fede”, o que viajaron a Cuba en 2001, o lo recuerdan en emisiones de Telesur como portavoz de las FARC en Colombia…

Sobre el final de la marcha, alguien agrega otro rompecabezas a la escena del crimen, convertido en memorial: “Facundo militó en nuestro barrio en los 90”. El barrio es la 1-11-14.

Los barrenderos se apuran a barrer la zona como si nada hubiese pasado, pero evitan tocar ese círculo sagrado en el que sus compañeros prometen poner una placa en su recuerdo. Unas horas más durará un graffiti que decora el Obelisco, que dice: “Facundo presente. Viva la revolución”.

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(Fotos Sebastián Smok)

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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