Nota
Perotá Chingó, cuando se viene el agua
Perotá Chingó presentó su segundo disco, Aguas, en Ciudad Cultural Konex, en un concierto que desde el escenario invitó a estar juntos y bailar. La crónica.
I.
Están sentados en el piso.
Están con termo y mate.
En rondas. Muchas rondas. De familias, de amigos, rondas de a dos, de esas que se forman al abrazarse. Rondas que de la mano juegan con los niños que van y vienen, que corren y se ríen con otros niños de otras rondas.
Muchos estiraron en el piso sus propias mantas, como en la playa aunque estén sobre adoquín.
Arriba, el cielo de abasto se oscurece. Son casi las siete de la tarde del domingo y el sol termina de ocultarse.
Estamos en el patio de Ciudad Cultural Konex. Y la sensación es esa: la de patio. La que aparece cuando se comparte.
No importa que la web del lugar diga que este patio tiene 1100 m2, ni que la capacidad es de 2380 personas.
Las rondas transforman la escala.
Somos muchos, pero sobre todo somos público y somos comunidad.
II.
Se apagaron las luces y se encendió un bombo que marca el pulso que se convierte en aplausos y luego en voces.
Perotá Chingó está en el escenario. El show arranca así:
“Canto, tengo que cantar, el viento me llena. Camino, tengo que soltar, el agua me enseña. Sueño que puedo volar, creo en mis alas”.
El tema es Veo chiquito, del disco que están presentando: Aguas. La canción que sigue es Aguacero, la que abre el disco. Cuando termina, por unos segundos solo se siente la profundidad del silencio. Después explotan los aplausos que parecen darnos y darles la bienvenida.
Ese pequeño gesto de respeto, hondo y sentido, que se transforma instantes después en manos agitadas y bocas que se abren, se repite, a lo largo de casi dos horas, muchas veces.
Una de las tantas, desde algún rincón del patio alguien grita con la sinceridad de lo espontáneo: “Ay, que lindas son”.
III.
Dolores Lola Aguirre y Julia Ortiz se conocen desde hace una veintena de años. Hace seis, bajo el sol de Cabo Polonio, con el pelo revuelto y las caras iluminadas filmaron Ríe Chinito, a dos voces y una guitarra. La canción “de sonido saca-sonrisas” como describe el video, acumula 10.172.235 vistas en Youtube.
Desde ese momento, la virtualidad creció y creció formando redes que la banda -a la que se suman Martin Dacosta y Diego Cotelo- supieron hacer abrazo. El video no paraba de compartirse y les escribían de distintos lugares invitándolos a tocar.
Hacia allá fueron. Un allá que tiene escenario a lo largo y ancho de Argentina y en muchos países de Latinoamérica y Europa. Un allá que no solo responde a dónde los llaman: es un allá al que la banda también convoca. A través de Facebook, cuando quieren viajar y no tienen donde parar, o donde tocar, piden, sabiendo que hay una comunicación que fluye y sostiene.
Nada de eso cambió con los kilómetros recorridos. Dos semanas atrás publicaron: “San Juan! Estamos buscando lugares para tocar en noviembre. Se les ocurren algunos? Abrazos”.
Allá van.
Se mueven y nos mueven.
IV.
Desde el escenario anunciaron que había llegado el momento de levantarse.
Se descruzaron las piernas, se estiraron los codos y los dedos de manos y pies se abrieron dispuestos a recibir.
Bailamos.
Los niños, los jóvenes, los de pelo blanco. Bailamos sueltos y juntos. A veces con los ojos cerrados. Muchos descalzos.
Bailamos con el vaivén de las caderas que se parece al de las olas.
Bailamos arremolinando el aire, con las manos y con los pies.
Bailamos las nuevas y las canciones anteriores. Con el cuerpo también las cantamos.
Ocupamos este patio con movimiento. Un movimiento que nos hace estar juntos y en la intimidad al mismo tiempo. Bailando en un afuera y en un adentro, con los pies y con nuestro deseo. Como cada uno quiera.
Perotá Chingó invitó al movimiento.
Movámonos.
Nota
De la idea al audio: taller de creación de podcast
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De la idea al audio: taller de creación de podcast
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No se requiere experiencia previa.
Docente:
Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.




Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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