CABA
Qué hace la gente con el arte: La profe que ama al teatro
Esta es la historia de una profesora de secundario que todos hubiéramos querido tener: Graciela Dos Santos convirtió su pasión personal por el teatro – o por algunas obras en particular- en una actividad extracurricular y en una extensión cultural que le cambió los paradigmas e intereses a muchos de sus alumnos y completó en ella sus aspiraciones de enseñar aprendiendo. Por Carlos Ulanovsky para lavaca.org
Docente desde hace más de veinte años, Graciela de los Santos dicta la materia literatura en dos colegios de nivel medio de la zona sur: el Instituto Sáenz, de Lomas de Zamora, y el San Juan de la Cruz, de Banfield. La mayor parte de sus alumnos tiene entre 15 y 17 años y proviene de familias de clase media heterogéneas: padres unidos, separados, jóvenes a veces contenidos, a veces solos. Desde hace doce años, y como si fuera una aventura que no se encuentra en las aulas, decidió compartir sus hallazgos teatrales con los alumnos. A veces de un modo formal, como parte de la actividad escolar, con frecuencia por iniciativa propia, en algunos casos por invitaciones y en muchos otros poniendo dinero de su bolsillo, la excursión de Graciela y sus muchachos se inicia en la estación de tren de Banfield y culmina en distintas salas de Buenos Aires. No solo se acercaron de su mano a ver teatro por primera vez, sino que estos “hijos del auto de sus padres o de los colectivos” tampoco habían salido de sus barrios.
Rompe cabezas
Con ella completaron otras travesías iniciáticas: viajaron en subte, conocieron librerías y se admiraron con el Obelisco. A partir de esas útiles experiencias de despegue muchos de los discípulos dejaron de ser cachorros de esquina de conurbano, crecieron, superaron cuestiones personales complejas y hasta eligieron rumbos vocacionales inesperados. Como estudiar teatro.
Ahora mismo, cuenta, varios de los que ya vieron Mi hijo solo camina un poco más lento fueron a ver Parias, otra obra del mismo autor y director. ”Es una obra larga, difícil, pero te aseguro que es emocionante escucharlos hacer sus apreciaciones con una pureza increíble. No son críticos (tampoco yo lo soy) pero tienen el discernimiento suficiente como para decir ‘me gusta, no me gusta, me emocionó o no me pasó nada’. La frase más común que dicen cuando salen es: ‘Esta obra me rompió la cabeza’ “.
Lo primero que la profe Dos Santos les dice es que “ir a ver teatro es como leer, pero mejor. Porque es ver y escuchar las palabras pero con movimiento, color y sonido”. Gestora de gratificaciones juveniles inolvidables, Graciela le cuenta a lavaca que para ella “no hay alegría más grande que ver a un pibe agradecido y emocionado por lo que vio”. Y de esas experiencias, una de las devoluciones que hace de inmediato es contarle las sensaciones y modificaciones de sus alumnos a actores y directores «para que a ellos les quede claro todo el bien que provocan con sus trabajos”.
Nada de esto podría suceder de no haber sido por la temprana atracción que Graciela tuvo por la representación: ”Actuaba en el colegio, me fascinaba leer en voz alta, conducía algunos actos escolares”, cuenta.Sin embargo, asegura que por timidez nunca estuvo en sus planes ser actriz. Cuenta que en su casa no había fondos para consumos culturales extras, de modo que, con sus padres, nunca fue al teatro. Pero en el suplemento de espectáculos del diario del domingo se fijaba en la cartelera registrando títulos y direcciones de las salas. «Sin tener idea de argumentos o protagonistas jugaba a que veía tal o cuál obra”, relata, y añade que ya en la universidad (la Nacional de Lomas de Zamora), en donde estudió Letras, fue con unos compañeros a ver la obra -ópera Los miserables. La visión de ese clásico musical se constituyó para ella en una experiencia profunda y reveladora. «Vi las últimas cinco funciones y eso me generó un acto de comunión enorme entre lo que veía y lo que sentía”, afirma. En esos primeros tiempos otra obra que le resultó “catártica” fue Super Crisol, interpretada por Los Macocos. «Salía de dar clases, de allí el viaje, largo, en tren, en subte, caminata hasta el teatro Presidente Alvear y entraba a verla todos los días, de miércoles a domingo. Necesitaba, una y otra vez, escuchar dos frases que me representaban: ’Bienvenidos a este rincón del paraíso’ y ‘Usted me ha desilusionado, padre’».
A paso lento
Después vinieron otras obras. Musicales como Sweeney Todd, Forever Young, El cabaret de los hombres perdidos y especialmente El fantasma de la ópera o piezas de texto como La muerte de un viajante, El loco de la camisa, Rey Lear y fundamentalmente dos de las que fue espectadora cantidad de veces sin cansarse: Terrenal, de Mauricio Kartun, y Mi hijo solo camina un poco más lento, dirigida por Guillermo Cacace.
Con esta última le pasó algo especial:la vio dos veces el mismo día (se exhibe en horarios no tradicionales: sábados y domingos a la mañana y a primera hora de la tarde) y en una tercera ocasión al poco tiempo. Desde entonces,calcula, habrá estado en más de cuarenta funciones, con resultados distintos y sorprendentes porque, afirma, “me ayudó a sanar algo pendiente con mi padre”. Desde aquella primera vez sigue yendo cada semana, en general a la segunda función del domingo. ”Es como si la viera por primera vez. En cada función descubro una frase que me resuena nueva, particular. Sigo celebrando ese momento de comunión intensa. Lo que más me impresionó de la obra es cómo está contada, la estética, lo auténtico del elenco”, reseña Graciela que no se permite llegar a una función con las manos vacías. Siempre lleva una rosca de almendras, manjar al que alude un momento de la trama: ”Es una humilde devolución.El teatro acercó personas hermosas a mi vida”.
Amiga de los intérpretes que hacen la obra en la Sala Apacheta, en el barrio de Balvanera, también cercana del director Gullemo Cacace y a través de las redes sociales del autor, Ivo Martinic, esos vínculos indujeron a Graciela a poder cumplir con otro proyecto soñado: una versión de Mi hijo solo camina un poco más lento interpretada por sus alumnos. Y aunque siga sosteniendo que jamás quiso ser actriz, es sincera cuando asegura que con ensayos suficientes podría hacer cualquiera de los papeles femeninos porque los sabe de memoria. “Creo que sería una digna Mía; el de Sara es otro papel hermoso, aunque estoy grande para hacerlo».
Luego de la entrevista, Graciela envió un texto con pedido de publicación.Es éste: «Cuando era chica, soñaba con que mi realidad fuera muy diferente de la que tengo hoy. Pensaba estar casada, con hijos, vivir en una casita con jardín, pasar vacaciones en el mar de vez en cuando. No tengo nada de lo que soñaba: ni el marido, ni los hijos, ni la casa con jardín. A cambio siento que el amor por el teatro y todo lo que este amor trajo aparejado hizo que la vida me sorprendiera infinitamente porque puedo comunicar a mis alumnos una vida que va más allá y que, incluso, me supera. Cuando ellos terminan el secundario, o la universidad, o empiezan a trabajar las posibilidades se reducen, pero así y todo, muchos siguen viniendo.Y me hacen saber lo importante que resultó para ellos convertirse en espectadores, desde chicos. Me enamora esa idea: la de pensar que la rueda seguirá girando y que la vida frente a algún escenario seguirá creciendo. Hay algo más grande y profundo que no vemos pero sentimos fuerte: el amor.Tan simple y verdadero como eso.Y los vínculos humanos que nacen, se sostienen y crecen gracias al amor”.
A vuelta de mail, este cronista se permitió la siguiente afirmación: ‘Tenés, y de sobra, lo que muchas otras mujeres no tienen. Tal vez les sobren maridos de los que están aburridas; hijos que preguntan mamá cuando llegamos; casas con jardín que terminan ignorando. A cambio, tenés unos sentimientos extraordinarios y fraternos; le abriste la cabeza a más de cuatro chiquilines y lo seguirás haciendo. Sos solidaria, creés en cosas como en la función sanadora del teatro y bajás esto a la realidad para que otros aprendan y se beneficien. Ese es tu mundo de amor, el que elegiste para vos y para compartir’.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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