Nota
Quién es Naomi Klein y porqué vino a la Argentina
Naomi Klein nació en Montreal, Canadá, en 1970. Sus padres eran, por entonces, integrantes del movimiento progresista que, en la década del 60, decidió abandonar los Estados Unidos, en oposición a la
Guerra de Vietnam.
Radicados en Canadá, combatían a la sociedad de consumo con frecuentes excursiones familiares al campo, donde verdes praderas, montañas majestuosas y almuerzos con alimentos no envasados en los parques nacionales, los ponían en sintonía con la naturaleza. «A mí nada de eso me importaba -recuerda Naomi en su libro-.A los cinco o seis años, esperaba con ansias ver las figuras de plástico de los carteles de las sucursales de las cadenas de comida rápida que se sucedían a amboslados de la carretera, y alargaba el cuello cuando pasábamos ante los Mc Donalds, los Texaco y los Burger King. Mi cartel favorito era el de Shell».
Solo cuando el matrimonio Klein se sentía ideológicamente abatido por sus dos hijos accedía a una comida rápida en cajitas brillantes y laminadas sin resignarse -tal como señala la periodista- a que «habían engendrado dos
niños normales.»
Klein tampoco fue una adolescente de excepción. Era fanática de las marcas, le encantaba pasear por los centros comerciales, y hasta llegó a trabajar los sábados como vendedora de Esprit, la cadena de ropa que adoraba. Todavía hoy compra prendas de esa marca, pero les arranca las etiquetas.
¿Por qué esa adolescente fascinada por los logos devino en
una figura de referencia para los movimientos anti marca? El problema con
los corporaciones -apunta- es parecido al de los amantes: cuando uno le
promete al otro demasiado, nunca puede cumplir. Si las empresas solamente vendieran sus productos, quizás hubieran dejado satisfechos a sus seguidores. Pero si lo que juran es amor para toda la vida y no cumplen, el romance termina mal: aseguran felicidad y entregan una bebida light. Esa desilusión, en alguna medida, la vivió ella misma. Por eso llevó adelante su cruzada contra las marcas con fe de conversa.
«Vivimos en Canadá y no en Estados Unidos -le explicaron sus padres más de una vez- porque aquí no tienes que ser rico para enfermarte y puedes hacer documentales y el Estado paga». Por entonces, ambos trabajaban en el sector público: Michael Klein era médico; Bonnie preparaba documentales feministas y pacifistas.
Su madre era una activista aguerrida del movimiento antipornografía, que
consideraba a la pornografía como un acto de violencia contra la mujer y de
explícita subordinación al género masculino. Es una de las múltiples
preocupaciones (el nacionalismo, la violencia doméstica, la
antidiscriminación) que abarcó el feminismo en Canadá y, aunque su lucha fue históricamente acusada de conservadora y censora, tuvo –y todavía tiene– un gran peso en Canadá. De hecho, en 1992 la Corte Suprema de Justicia dispuso la prohibición de circulación de materiales que convirtieran a la mujer en un objeto de explotación sexual.
En 1980, Bonnie filmó Esta no es una historia de amor, película anti
pornográfica por la que recibió todo tipo de críticas: desde el titular de
un diario que la acusaba de fascista hasta la imagen de una revista en la
que la cara de su madre aparecía en un cuerpo de gorila. «Mientras estaba en el colegio sentía demasiado opresiva la gran exposición pública de mi madre feminista. No era cool, en 1980, filmar una película antipornográfica, no por lo menos en mi secundaria». La vergüenza que le provocaron las críticas a su madre la mantuvo alejada de la política. Hasta que ingresó a la
Universidad.
El 6 de diciembre de 1989 resultó el momento bisagra, la fecha de
la Masacre de Montreal, la peor tragedia ocurrida en un solo día en la
historia de Canadá. El penúltimo día de clases, antes de las vacaciones de
Navidad, catorce estudiantes fueron asesinadas a los tiros por Marc Lépine,
de 25 años, que entró a la Escuela de Ingeniería de la Universidad de
Montreal y abrió fuego al grito de «¡Odio a las feministas!»
Luego de la masacre, las autoridades municipales y provinciales declararon
tres días de duelo; la bandera del parlamento canadiense hondeó a media asta y fueron encendidas velas de vigilia en todo el país. La violencia de género dejaba de ser tema excluyente del movimiento feminista para instalarse en espacios que antes le habían dado poca atención. «Ese suceso me politizó enormemente -puntualiza Klein-. Por supuesto que después de esa matanza una debía llamarse a sí misma feminista».
En este sentido, sostiene, No logo es un libro feminista. «Es una vuelta a
las raíces del feminismo, al feminismo temprano, que estaba muy involucrado en acciones contra la explotación. Creo que el movimiento perdió su rumbo a fines de los 80, cuando se alejó justamente de esas raíces críticas frente al capitalismo y al consumismo» .
Fue precisamente la Federación de Mujeres de Québec, la organización que
llevó adelante la marcha Mundial de las Mujeres en marzo de 2000. Bajo la
consigna Pan y Rosas constituyó una significativa convergencia internacional de movimientos.
Militancia. En una oportunidad, Klein resultó amenazada -con una bomba en su casa y en la oficina- después de escribir un artículo, «De víctima a victimario», en el diario estudiantil donde sostenía que Israel no solo debía terminar con la ocupación sobre los palestinos sino también sobre su propia gente, especialmente con las mujeres.
Después de la publicación de la nota la unión de estudiantes judíos
sionistas llamó a una reunión para discutir las medidas a tomar.
– Si yo alguna vez me encuentro con Naomi Klein la mato» -dijo una mujer.
-Yo soy Naomi Klein y soy tan judía como cada uno de ustedes -contestó la
autora. Tenía 19 años y, desde entonces, no recuerda un silencio tan cargado como el que se hizo ese día en la sala.
Klein interrumpió la carrera universitaria para trabajar como periodista en
el Toronto Globe and Mail y para editar una revista política alternativa. Se
fue de la universidad a princicios de los 90, convencida de que la
estrategia de la izquierda era pobre y aburrida.
Cuando volvió, en 1995, se sorprendió porque encontró un panorama renovado, donde los estudiantes organizaban campañas contra la invasión del espacio público por las marcas. La militancia anti-empresaria estaba en plena expansión.
Tal como desarrolla en uno de los capítulos de No logo, las empresas
ingresaron a los campus universitarios con estrategias de lo más variadas:
desde la obtención de la concesión de las cafeterías hasta el financiamiento
de equipos de investigación o la pegatina de avisos publicitarios en cuanto
lugar les era posible: hasta en los baños.
En este sentido -sugiere Klein- la respuesta más creativa fue la de los
estudiantes de la Universidad de Toronto, en donde también ella cursó.
Los integrantes de la autodenominada Sociedad de Agradecimiento a Escher se emplearon temporariamente en la agencia publicitaria que ponía los avisos en las minivallas de las facultades y se preocuparon de perder -a conciencia- los destornilladores que les daban para abrir los marcos de plástico. Muñidos de esos elementos, en un operativo comando reemplazaron todas las publicidades por grabados del artista holandés Maurits Cornelis Escher. Así, todo el alumnado pudo disfrutar de esas imágenes geométricas inicialmente elegidas por los estudiantes porque se fotocopiaban bien.
Fue ese heterogéneo movimiento gestado en las aulas el que la condujo hasta No logo: Klein sólo siguió el hilo de sus amigos universitarios. «Cinco años antes -recuerda-los temas que nos preocupaban eran la discriminación racial, la identidad étnica, el género y la sexualidad. Ahora esos temas se habían ampliado, habían incorporado el poder de las grandes empresas, los derechos de los trabajadores y un análisis relativamente desarrollado de los procesos de la economía mundial».
No logo se convirtió así en el best seller que es hoy, como símbolo de una nueva cultura política. El libro justifica en cada línea su éxito y prestigio. En primer lugar, porque es una investigación profunda, seria y sostenida con números, teoría y crónicas. Klein es consecuente con su ideología: si lo que importa en cómo se vive un política económica determinada, viaja hasta donde sea necesario para comprobarla. Pero, y quizás es lo mejor, No logo es un libro bien escrito. Aquí también, además de su talento, cuenta su lógica política: a Klein le preocupa su época, pero también su lector. Nunca lo aburre ni lo subestima. Y escoge las palabras con esa sensibilidad que se transforma en su marca característica.
Luego del éxito de No logo, llegó la revuelta de Seatlle. O viceversa. El libro es hijo de su época y Naomi se transformó en un voz potente y autorizada para hablar de ella.
Así llegó al Foro Mundial de Porto Alegre, realizado en enero del 2002, donde tomó contacto con las noticias que llegaban desde Buenos Aires. Decidió, entonces, llegar hasta aquí, luego de un curso intensivo de castellano que tomó durante 20 días en Montevideo.
Aterrizó en esta ciudad cuando todavía en Parque Centenario se reunían más de 3 mil personas a debatir su destino. Y fue testigo directo de las violentas intervenciones de los partidos de izquierda por tomar el control de ese espacio. Participó de la multitudinaria marcha con que se conmemoró el 24 de marzo y partió poco después, con la determinación de volver y quedarse el tiempo necesario para entender lo que aquí pasaba.
Su marido, el director canadiense Avi Lewis -una estrella de la tevé, por cierto- fue su cómplice y compañero en este proyecto. O viceversa.
Así, los dos se instalaron durante seis meses en Buenos Aires, frente a Parque Lezama, y con un equipo de jóvenes locales y cámaras internacionales, registraron todo lo que vieron. El violento desalojo de Brukman, con tres cámaras. La resistencia de Zanon, en Neuquén, con tres viajes. Las movilizaciones del 19 y 20, a un año de la protesta. El trabajo de los grupos piqueteros, fuera y dentro del piquete. Las reuniones de asambleas y las historias que había detrás de ellas. Sumaron, en total, 200 horas de filmación que estarán, ahora mismo, seleccionando y cortando con pasión y cariño. Porque Naomi y Avi así son.
Durante esos meses argentinos, Naomi escribió algunos artículos. Es una mirada interesada por transmitir al mundo lo que aquí ella veía. Eso que descubrió Naomi en la Argentina es algo que merece ser leído una y otra vez. Porque sirve para pensarnos desde otra lógica y otra perspectiva. Para debatir sobre la salud de nuestros ángeles y también de nuestros fantasmas. Pero, fundamentalmente, sobre aquello que Naomi intuyó desde un principio: sobre nuestra esperanza.
Nota
57 femicidios en el año, infancias huérfanas cada dos días: Informe mensual del Observatorio Lucía Pérez

Según datos del Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez, hubo 26 femicidios durante febrero, contabilizando un total de 57 en los dos primeros meses del año. Estos crímenes dejan, a la vez, un saldo de 35 infancias huérfanas. Si bien existe una ley que obliga al Estado a brindarles una protección integral económica, de acompañamiento y de acceso a la salud, desde que asumió la actual gestión no se otorgó ninguna: la Ley Brisa no se cumple. Los otros indicadores de la violencia patriarcal de este 2025: 43 intentos de femicidio, 15 desaparecidas, 595 funcionarios denunciados.
El cuerpo de Carolina Ríos, 43 años, fue encontrado por una de sus diez hijas. Maite y Carolina, las mayores, le pidieron luego a la prensa que difundiera este mensaje : “Necesitamos ayuda para poder criar, vestir y mandar a nuestros hermanitos a la escuela. Hoy estamos destruidas, y hacemos todo lo posible para seguir adelante y no quebrarnos ante nuestros hermanos menores».
Tres días antes asesinaban a Ailén Oggero, de 32 años, delante de sus hijos de 11 y 4 años. El mayor fue quien avisó del crimen a los vecinos.
A Otilia Cubilla Jara, de 65 años, también la encontró asesinada su propio hijo.
Estos son solo tres de los 26 femicidios y travesticidios que ocurrieron durante febrero.
Una síntesis de la violencia que marca los dos primeros meses del año:





Toda la información sobre cada uno de estos casos está disponible en la web del Observatorio Lucía Pérez, el primero y único autogestionado y público.
Una herramienta de información, análisis, debate y acción creada por nuestra cooperativa.
Nota
Trabajadores de Morvillo toman la fábrica tras el anuncio del cierre de la planta, que implica 200 despidos

Una histórica empresa gráfica de Avellaneda -donde se imprimen títulos de la editorial Perfil como las revistas Caras y Noticias– anunció su cierre dejando a 200 trabajadores en la calle. Se enteraron por un comunicado pasadas las once de la noche del martes y la respuesta fue unánime: ingresaron a la imprenta e iniciaron una permanencia pacífica en defensa de los puestos de trabajo. El Ministerio de Trabajo bonaerense dictó la conciliación obligatoria pero la firma faltó a la audiencia. Los argumentos empresariales de caída de la producción y los argumentos obreros: “Somos las principales víctimas de esta situación”.
Por Lucas Pedulla
El obrero gráfico Enrique Andina terminó su jornada de trabajo en Anselmo Morvillo SRL a las 22 horas y se marchó a su casa, como todos sus compañeros, como todos los días. Muchos estaban llegando a sus hogares cuando pasadas las 23 horas les llegó un comunicado de la histórica imprenta, que terminaba de la siguiente manera:
“Con una tristeza difícil de describir tenemos que contarles que ya no podemos seguir adelante. Sabemos acerca del impacto, no sólo económico, sino emocional que tiene para cada uno dejar parte de nuestra historia en el recuerdo, y los relatos que hemos compartido siempre con nuestras familias. Le dejamos a cada uno de ustedes, nuestra gratitud por su invaluable esfuerzo y el deseo de que todos puedan superar este trago amargo con la capacidad de levantarse que los caracteriza”.
El texto cerraba con esta firma: “La Dirección”.
Así como llegaron a sus casas, los obreros volvieron a la gráfica, ubicada en Avellaneda, municipio al sur del conurbano bonaerense. Andina contextualiza: “Somos 200 compañeros; yo tengo 17 años de trabajo y muchos tienen más de 30 y 40 años de antigüedad. En la pandemia vivimos una situación similar pero logramos mantener nuestras conquistas. Somos la gráfica que más cobraba dentro del gremio, pero esto fue imprevisto”.
La respuesta fue unánime: los trabajadores votaron la permanencia.
Avon, papel & toma
Anselmo Morvillo SRL inició sus actividades en 1974 desarrollando folletos cosméticos. En su página web cuentan que en 1988 incorporó la primera rotativa de tecnología de punta, “única en el país en esa época”, y sumó la segunda tres años después. Cuentan que crecieron más del 70% en la segunda década de los noventa y que hoy, en su planta de 13500 metros cuadrados de Avellaneda, los folletos comerciales representan un 70% de la producción, mientras que los trabajos editoriales significan el 30% restante. Andina cuenta que, entre las publicaciones, se encuentran títulos de la Editorial Perfil como las revistas Caras y Noticias.
En el comunicado que “la Dirección” les mandó a los obreros, a quienes se refirió como “queridos compañeros de tantos años”, la empresa expresó su posición:
- “Hemos atravesado las reiteradas crisis económicas de nuestro país, los cambios en el mercado gráfico con la marcada implosión por el avance tecnológico y el comportamiento poco ético de algunos de nuestros colegas competidores”.
- “Fuimos golpeados por la Presentación en Concurso de algunos de nuestros clientes y por la Quiebra de nuestro cliente número dos, ARCA Distribuidores. Luego, a la escalada de precios internacionales de la mayoría de los insumos y repuestos, se le sumó la exigencia de pago anticipado del papel y la desaparición del crédito internacional. Todas situaciones que enfrentamos con mejor éxito que muchos de nuestros colegas”.
- “En el año 2014 RR Donelley cerró su planta de Argentina, en enero de 2016 AGR también cerró sus puertas, y en enero de 2020 IPESA cerró la mayor parte de su operación”. Una aclaración: tras el abandono empresarial, Donelley fue recuperada por sus trabajadores y trabajadoras y, hoy, es una cooperativa gestionada sin patrón.
La empresa describe un contexto “tan negativo” en el que inscribió la caída del 63% del volúmen de producción: “Avon, que como bien saben representa más de la mitad de nuestro trabajo, dejó de imprimir catálogos y mudó su comercialización a internet. Esto nos dejó en una situación económica y financiera terminal”.
Los trabajadores respondieron con la permanencia pacífica y otro comunicado que respondía los argumentos de la empresa: “Todos factores ajenos a la responsabilidad de los trabajadores, que somos las principales víctimas de esta situación”.
Gris de espera
Enrique Andina integra la Comisión Interna y explica: “Estamos en permanencia pacífica para preservar las fuentes de laburo. A lo largo del día se hizo presente el sindicato. Exigimos una presentación en el Ministerio de Trabajo y también hicimos un pedido de plenario de delegados para discutir con todos los delegados los pasos a seguir”.
El Ministerio de Trabajo bonaerense dictó la conciliación obligatoria pero la empresa no se presentó a la audiencia. “Está incumpliendo -dice Andina-. Mientras tanto, nosotros seguimos sin tener comunicación de la empresa. Tampoco atienden los teléfonos. La última comunicación oficial fue el comunicado de anoche. Eso deja un gris, porque estamos en la calle sin un mango, pero no hay un telegrama de despido ni nada”.
Los trabajadores tienen sólo rumores, desde un cierre definitivo hasta la posibilidad de la llegada de inversionistas “que reclaman despidos masivos”, según denuncian. “Se olfateaba que la situación venía rara, pero nadie pensó que todo fuera de esta manera -dice-. La convocatoria acá fue masiva, y agradecemos también que se acercaron de otras ramas, como médicos del Garrahan. La intención es difundir el conflicto y rodearlo de solidaridad para lograr lo que necesitamos, que es que la patronal se siente a discutir”.
Mientras esperan, en las próximas asambleas decidirán los pasos a seguir: “Es un golpe fuerte, pero uno tiene que estar fuerte, también, por la familia. La mayoría de los compañeros son sostén de hogar. Estamos dispuestas a lucharla hasta el final y no aflojarle hasta encontrar una solución, que es sostener las fuentes de trabajo con las mismas condiciones que teníamos hasta ayer antes de recibir el comunicado”.
Nota
Juicio a la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu: absurdos sin pruebas

Empezó el segundo proceso judicial a integrantes de la lof mapuche, a quienes se les endilga el delito de usurpación en la localidad de Villa Mascardi, en Bariloche, Río Negro.
El juicio, a cargo del Tribunal Oral Federal de General Roca y que se realizará de manera virtual, tendrá 132 testigos que serán llamados a declarar y como mínimo, se espera que dure hasta abril. Expresan desde la comunidad: “Somos sometidos injustamente, acusados de usurpar nuestro propio territorio, el mismo que libremente caminaron nuestros kuifikecheiem (antepasados) cuando aún no existían alambrados, ni parques nacionales, ni ningún winka que con su ambición destructora mirara nuestra tierra”.
Para entender el conflicto hay que retroceder a 2017, cuando la lof inició la recuperación de su territorio a partir del levantamiento de una machi –guía espiritual y sanadora del pueblo mapuche–, y la construcción del rewe –un sitio sagrado de conexión con otras energías del espacio en donde la machi atendía a quien fuera a curarse–. La respuesta del Estado fue de terror: un operativo de desalojo comandado por la vigente ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que terminó con el asesinato de Rafael Nahuel, a manos del grupo Albatros de Prefectura, el 25 de noviembre de aquel 2017. Todo ese proceso derivó en el primer juicio contra la comunidad, donde fueron condenados siete mapuche.
Tiempo después del crimen de Rafita, la comunidad volvió al territorio hasta que en 2022, ya en el gobierno de Alberto Fernández, se ejecutó otro desalojo represivo.
En el juicio que arrancó hoy y continúa mañana, se juzga de la usurpación de distintos terrenos a Luciana Jaramillo, Yéssica Bonnefoi, Romina Rosas, Betiana Colhuan, Celeste Ardaiz Guenumil y Matías Santana. Se defienden desde la comunidad: “Nos encontramos frente a un contexto muy difícil alimentado por un sistema político y judicial perverso, que agudizó la persecución hacia el Mapuche con más violencia y encarcelamientos, con el fin de debilitarnos y quitarnos nuestro territorio”.
El juez a cargo se llama Alejandro Silva y es el mismo que presidió el proceso por el fusilamiento de Rafael Nahuel y que condenó a sus responsables con penas ínfimas.
Ataques
El contexto al que hacen referencia refiere a un gobierno que agudizó el hostigamiento preexistente hacia el pueblo mapuche, además de un avasallamiento de derechos a las 40 naciones originarias que habitan lo que hoy es Argentina. Algunos ejes de esa persecución: el desguace del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI); el decreto que barrió a la Ley de Emergencia Territorial Indígena (26.160) que mantenía la suspensión de los desalojos sobre tierras comunitarias de los pueblos originarios y que allanó el terreno para el desarraigo de la comunidad Paillako a principio de este año; y el señalamiento sin pruebas como causantes de los incendios en la Patagonia. Por citar un caso, Victoria Heredia Núñez, integrante de Lof Pillan Mahuiza, cumple arresto domiciliario desde el 12 de febrero acusada del incendio en la Estancia Amancay, en la localidad chubutense de Trevelin, pese a demostrar mediante georreferenciación que al iniciarse el fuego estaba a más de 90 kilómetros.

La gente de la comunidad frente a la policía durante una inspección ocular en octubre de 2023. Fotos: Jaime Carriqueo
Absurdos
La defensa de la comunidad está a cargo de la Gremial de Abogadas y Abogados. Uno de ellos, Gustavo Franquet, le dice a lavaca ni bien concluida la primera audiencia: “Esto comenzó en 2017 y estamos en 2025; llevamos más de 7 años donde se supone que juzgados de instrucción federal, fiscalías federales, fuerzas federales de investigación como Gendarmería, la Policía Federal y Prefectura investigaron a la comunidad y no pudieron conseguir elementos para acusarlos de otra cosa que no fuera usurpación, motivo por el que ni tendrían que estar en el banquillo. El Estado argentino, desde la Constitución de 1994, reconoce los derechos preexistentes de los pueblos originarios, por lo que no puede ni debe criminalizar el conflicto territorial; en una recuperación, no hay delito. Si esto fuera juzgado como corresponde, no pueden de ninguna manera condenar a nadie”.
En cuanto a cómo abrió el juicio, cuenta: “Sólo en un par de horas que duró, ya se cometieron varios despropósitos jurídicos, aunque estamos seguros que lo más horroroso de este juicio está por venir; vamos a escuchar cosas muchísimos más jodidas, hoy fue un precalentamiento”.
¿Qué despropósitos?
Entre las barbaridades que dijeron, hubo tres que no se pueden creer.
A una de las mujeres, Yéssica Bonefoi, la quisieron acusar de la usurpación de una cabaña, que cuando la fiscalía pidió la elevación a juicio, ni se mencionó. Fue algo insólito, porque no pueden inventar elementos nuevos. Pidieron un cuarto intermedio y cuando volvimos retiraron ese planteo porque obviamente estaba fuera de lugar. Es tanta la voluntad de persecución, de acusación gratuita, que ni se fijaron en eso.
Un segundo despropósito es que cuando se produce lo que llaman la usurpación del ex Hotel Mascardi, una de las acusadas (la machi Betiana) seguía siendo menor. Por ley de minoridad, hay todo un proceso que en este caso no se cumplió cuando se acusa a menores de entre 16 y 18 años y que ahora imposibilita al juez a dictar sentencia contra ella. Como una cuestión lógica le exigimos al juez que no la someta al juicio, y en vez de aceptarlo, dijo que lo va a decidir al final del proceso. Algo totalmente absurdo y re victimizante para la machi.
Y un tercer punto que es la pretensión de la fiscalía y de las querellas de que consideren a la usurpación como un delito continuado. Se denomina con esta tipificación a delitos como la desaparición forzada, o un secuestro, pero no a una usurpación, que es un tipo específico de hurto o de robo, en este caso de un inmueble. Si alguien comete un robo, el delito es en ese momento, no continúa en el tiempo. Ahí hay otro absurdo.
Truchos
En 2022, antes del segundo desalojo a la comunidad Lafken Winkul Mapu, se incendió un trailer y un remolque de Gendarmería. Desde los gobiernos provinciales y nacionales se acusó al pueblo mapuche, al igual que de usurpar una cabaña. Recuerda Gustavo: “Ahí empezó toda esta farsa. Esa zona está protegida por fuerzas federales, pero señalaron a la lof y así allanaron el camino para desalojarlos”.
Ese desalojo fue brutal, con más de 250 efectivos del Comando Unificado que irrumpieron en el territorio. Romina Rosas, una de las mapuche detenidas, estaba embarazada de ocho meses y fue golpeada y arrastrada por el piso; días después, parió a su bebé rodeada de policías. Celeste, decía esto de aquel 4 de octubre de 2022: “Me tiraron al suelo, a mí y a mi nena de 5 años. Nos apuntaron con el arma en la cabeza. Fue una cacería”.
Retoma Gustavo Franquet: “A las seis personas que están enfrentando el juicio jueces federales les dictaron su falta de mérito, porque no hay ningún elemento que los ligue a lo que se los acusa. Toda esta causa es trucha porque fue creada para criminalizar, para desalojar y para allanar a la comunidad. Y por ende, todo este juicio es trucho”.
Lafken, en mapudungún, significa espejo de agua. Winkul, espíritu guardián de la montaña. Y Mapu, tierra. Desde la lof Lafken Winkul Mapu, concluyen: “Seguimos llamando a la unión, a mantenernos fortalecidos en nuestro feientun (creencia) y esencia mapuche. A enfrentar al winka con nuestra verdad, por más que el aparato estatal utilice todos los medios a su alcance para difamarnos pretendiendo poner a la opinión pública en nuestra contra, con falsas acusaciones. Pero tenemos total confianza en la fortaleza de nuestro pueblo milenario que ha resistido y preservado el territorio a pesar de los atropellos”.

Matías Santana, la Machi Betiana, Luciana Jaramillo y Romina Rosas son cuatro de los seis acusados, durante la primera audiencia del juicio en su contra.
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