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Recibir una epifanía para enfrentar una agonía: respuesta de María Galindo a los textos pandémicos de Paul Preciado

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El filósofo trans Paul Preciado escribió dos textos tempranos sobre la pandemia que marcaron debate: Aprendiendo del virus y Estábamos haciendo la revolución cuando llegó el virus. Invitada por el teatro y centro de espectáculos Hebbel am Ufer de Berlín y en el marco del ciclo “Intentional mutation”, la activista boliviana María Galindo elaboró una interpretación en respuesta a esos textos que leyó en el marco de la actividad y comparte en exclusiva con lavaca.

La mirada del pensamiento decolonial latinoamericano. Qué significa la cosmoagonía. La fasicistización de la subjetividad. El recrudecimiento del orden colonial. La comunidad versus la familia. Las mutaciones intencionales. Y la revolución como algo que ya está aconteciendo: “Todas y cada una de las luchas desplegadas contra el régimen patriarcal colonial extractivista pre pandemia tienen hoy post pandemia tanto o más sentido. La revolución no exige un acto sacrificial de inmolación, tampoco exige un acto heroico, no es la búsqueda de una redención, sino una necesidad urgente e ineludible”.

Texto elaborado para el debate “Intentional Mutation” organizado por el teatro Hebbel am Ufer, de Berlín.

Por María Galindo

Amado Paul:

Con tu llamado a la revolución post-Covid me he hecho un manto de palabras con el que asistir al largo funeral que ha representado la pandemia en Bolivia y he usado el texto “Aprendiendo del virus” como apoyo corporal para mi propio cuerpo cuando, como si hubiese estado herida, me han faltado las fuerzas para sostenerme en mis propias piernas.

Sé que sufriste el virus y que levantándote aun débil de una cama solitaria y febril escribiste el primer artículo; y el segundo, aún convaleciente, fue escrito también desde el encierro.

Ambos textos tienen un aura epifánica: el primero explica con detalle como si de una posología farmacéutica se tratara los componentes del virus  y sus contraindicaciones; y el segundo tiene un ritmo vital de pulmón que en lugar de ser conectado a un respirador lo conectas a una oxigenación de otra índole, que consiste en un llamado a sumarse a una revolución en curso.

Te escribo desde la invención de una práctica subversiva en confinamiento.

No obedecí, no me encerré, no me calle, no me protegí. No por negacionismo, ni menos aun por arrogancia, sino por instinto animal. Traté de inventar una practica política, de trazar una estrategia para subsistir, tuve miedo no de morir, sino de enmudecer por el dolor, de padecer no el virus, sino la desactivación de la esperanza.

Concretamente me he dedicado a escuchar vía ondas radiales cotidianamente a cientos de personas primero sobre el encierro y lo que sentían, luego sobre el hambre, luego sobre la muerte inminente y por último transforme el estudio de la radio en una sala funeraria radial donde me dedique no sólo a despedir a l@s muert@s, sino también a escucharles. Mi cuerpo se fue convirtiendo en una especie de recipiente inflamado de palabras y llantos ajenos que se depositaron dentro mío como en un buzón.

Hicimos ollas comunes con y para las trabajadoras sexuales, fabricamos alcohol en gel casero, fricciones y ungüentos prohibidos para sostener nuestro trabajo.

Cuando empezaron a popularizarse las bolsas para muertos y las fosas comunes porque no habían ya ataúdes y las tumbas se habían convertido en un lujo, fabricamos ataúdes de cartón pintados a mano y personalizados para la celebración de velorios simbólicos. En una ciudad vacía y militarizada donde se podía circular solo para cuestiones urgentes nos dedicamos a grafitear frases como “Quédate en casa no es lo mismo que cállate en casa”.

Este conjunto de prácticas sencillas muy concretas han sido difíciles de sostener, pero se han convertido en un ramillete de resistencias cuya originalidad ha tenido un efecto no sólo balsámico y sanador, sino que han tenido la facultad de abrir un espacio metafórico de acción, un espacio que podríamos entender como laboratorio de ensayo de mutaciónes microscópias para usar tus términos; un espacio de procesamiento experimental de cada uno de los elementos constitutivos de la pandemia para actuar sobre esos componentes uno a uno.

Después de haber desplegado estas fotografías que te desubiquen del departamento desde donde tu escribiste, paso a responderte.

Dejo claro que asumo tus textos como una base conceptual fundamental que no pretendo rebatir sino releer desde su reverso, es decir la perspectiva inversa a la que has escrito.

Esto no es un detalle, ya intenté antes cuando los leí por primera vez escribir una respuesta y no lo hice porque no habitamos un mismo mundo; porque no hay un lugar común de pensamiento y porque en aquel momento pensé que debíamos inventar primero ese espacio para pensar juntos. Hoy estamos aquí frente a esta hermosa ocasión[1] y siento que ante la ausencia de un espacio común de pensamiento necesito marcar la distancia conceptual, que no es una discrepancia.

Estamos -como bien lo dices en tu texto- frente a una forma planetaria de gobierno, pero eso no quiere decir que estamos teniendo la misma experiencia. Miramos lo mismo desde ángulos antagónicos. Eso hace que esta discusión sea urgente y absurda al mismo tiempo y sobretodo que sea tan difícil de agarrar.

Nos encontramos en ángulos de mirada que no pueden sintetizarse en uno y hacerlo seria caer en el error de negar la perspectiva del “otro”.

La pandemia no es la misma en el norte que en el sur, no significa lo mismo para los cuerpos, ni para las economías, ni para las geografías.

Este no es un problema que se inaugura con la pandemia, es un problema que ya fue nombrado por todo el pensamiento decolonial y descolonizador[2] pero que frente a un fenómeno planetario como es una pandemia se convierte casi en una ironía

Lo que puedo decir al respecto y que comparto contigo con la misma pasión es la necesidad de conocer la perspectiva del “otro” para confabular. No hay salida posible ni reinvención que no se haga sin poder obtener los códigos del otro lado o de cada uno de los “otros” lados que son muchos y básicamente circulares y múltiples y no dos, ni menos aun binarios.

COSMOAGONIA

Para que las transiciones tecnológicas que señalas en tu texto sean posibles las sociedades del mundo de donde se succionan las materias primas debemos permanecer ancladas a formas de extracción pre industrial.  No en un relacionamiento de primer a tercer mundo, no de civilizado a primitivo. No es que el minero que esta extrayendo a mano y con combo el mineral no tenga en su bolsillo un celular y no tenga una cuenta de Facebook,  y sus hij@s de la misma manera. Claro que la tienen, pero su incorporación a esa tecnología no es la del sujeto tecnopatriarcal, radicalmente individual, etc. Su acceso a esa tecnología no supone que este viviendo esa transición, sino que esa transición tecnológica será sin duda ninguna a costa suya y de la sociedad entera.  A eso el neoliberalismo ha llamado globalización, ha llamado globalización al hecho de que cientos o miles o el numero necesario de niñeras, enfermeras o trabajadoras del hogar viajen desde Ecuador, Bolivia o Paraguay a asumir los cuidados que los hombres de las sociedades que están viviendo esa transición tecnológica se niegan a asumir. Podría perderme en ejemplos y mas ejemplos de formas de extracción que transitan de la extracción de materias primas, a la extracción de seres humanos, de afectos o de conocimientos.

De hecho la extracción afectiva que suponen estas miles de “exiliadas del neoliberalismo en los trabajos de cuidados en los nortes donde van suponen muchas veces la contención emocional de niñ@s y ancian@s mas importante e imprescindible y suponen también una suerte de cuña de contención de la relación heteropatriarcal familiar.

Estamos hablando de una extracción enajenante que te despoja de la condición de product@r, ni siquiera de depositario de nada. La condición de pobreza esta medida por la condición de despojabilidad absoluta y no por la falta de ingresos.  

Ese proceso de despojo que el estractivismo implica al mismo tiempo cae fuera de la consciencia de quien habita una sociedad hipertecnlogica como la que describes.

Esa doble enajenación simultanea es lo que llamo como cosmoagonía que será la incapacidad de explicarnos el universo y la imposibilidad de hablar en términos universales, inclusive en un contexto pandémico.

La cosmoagonía sería la consciencia de no poder hablar en términos universales, la consciencia de la necesidad de abandonar el modelo en el que el mundo y sus procesos se explican desde el norte, desde el sujeto hegemónico. Pero también sería la consciencia de la imposibilidad de la explicación del mundo desde l@ despojad@/despojable, la cosmoagonía seria la consciencia de la necesidad de construir no una visión común, pero si visiones paralelas que deben ser concatenadas.

La cosmoagonía es la identificación de la crisis terminal del “sistema/mundo” así como la comprendemos.

Se ha hecho trizas también el calendario gregoriano y las nociones capitalistas que nos indicaban que el tiempo es dinero, pero tampoco podemos apelar al calendario maya o inca porque es el sentido del tiempo el que se ha interrumpido en busca de nuevas formas de vivirlo: eso también se llama cosmoagonía.

En síntesis la cosmoagonía son todos los quiebres de los sentidos de mundo que teníamos.

FASCISTIZACION DE LA SUBJETIVIDAD

Ese sujeto del tecnopatriarcado que tan detalladamente describes es posible de ser constituido a partir del miedo al contagio como elemento principal y luego a partir del miedo a la perdida de su espacio vital como elemento central del lugar que ocupa. Es el sujeto al que los medios de comunicación y los gobiernos se dirigen, es el sujeto al que la policia protege. Es el eje principal de una sociedad de control y vigilancia introyectada. Pero desde ese sujeto no se puede explicar la revuelta contra el asesinato policial a George Floyd, ni la revuelta chilena por la constituyente, ni una serie no documentada de eventos de desobediencia masiva que tienen un alcance descomunal que esta soterrado. Ese sujeto del tecnopatriarcado que esta en un proceso de fascistización abierta de su subjetividad esta circundado por una masa más o menos visible, más o menos nítida, más o menos politizada de gentes que han necesitado procesar sus miedos para subsistir, que han generado mecanismos de resistencia al virus que pasan por otro tipo de practicas de intercambio afectivo, de información, de alimentación y de desplazamiento. Todas practicas fundadas en la desobediencia, en la ausencia de alternativas y en la creatividad. Ese otr@ sujet@ que si tiene manos, que no tiene mascarilla, que no esta conectad@ a las redes porque no tiene acceso a ellas, que no tiene trabajo ni esperanza alguna de conseguirlo, ese sujet@ que para sobrevivir está llamado a unirse a l@ que esta al lado y que no puede esperar nada de institución alguna, ese sujet@ anuncia la apertura de muchas grandes y pequeñas revueltas que tendrán como eje principal su/nuestra propia subsistencia.

RECRUDECIMIENTO DEL ORDEN COLONIAL

Mientras hablamos avanza el incendio descomunal de bosque en Bolivia incendio provocado para la producción de necrodiesel, para la exportación de carne a la china y para la producción agrícola industrial con transgénicos. Mientras se quema ese bosque hay un “ejército” de biólog@s jóvenes mal pagados que precariamente están intentando recoger a mano lagartija por lagartija y reptil por reptil, buscan persuadir a los animales a que no se estresen y se dejen atrapar para llevarles desde el incendio a una nueva zona y que el desastre sea manualmente sujetado, ell@s están en una guerra anticapitalista y animalista.

La laboriosidad de lo que están haciendo no tiene comparación. Salvar al mundo persiguiendo lagartijas, osos hormigueros, tucanes, pumas o osos perezosos, llamados así porque son los animales más lentos del reino animal. Hasta hace poco esos osos eran tantos que comían tranquilamente hojas en los arboles de la plaza del pueblo y te los encontrabas en cualquier recodo mirándote amigablemente.

Es@s jovenes, lo digan o no, han dejado de pertener a un Estado para pasar a pertenecer al bosque, ell@s han cambiado la comunidad humana, por la comunidad animal y la intensidad de su experiencia provocara en ell@s una mutación profunda por reconocer.

Los Estado no son soberanos, son meros administradores de proyectos capitalistas supraestatales coloniales de máxima concentración de poder y capital. La lucha social de cara a los estados es una lucha agotada que pierde día a día sentido. El recrudecimiento del orden colonial rediseña las fronteras de poder politico. Cuando hablamos de concentración del capital no sabemos de quien o quienes estamos hablando.

Dices que las fronteras se han trasladado a la puerta de tu casa para convertirte en un confinado vigilado como se vigila al extranjero ilegal. Te pregunto: si no podemos recoger lagartijas, ¿qué hacemos entonces, qué luchas tienen y tendrán sentido?

LA COMUNIDAD VS LA FAMILIA

Este régimen multigobernativo mundial no sólo ha empujado a la construcción del sujeto technopatriarcal radicalmente individual, sino que ha reimplementado el modelo familiar como el único espacio posible de afecto, para romantizar la reclusión y fascistizar no sólo la subjetividad individual, sino tambien la subjetividad del grupo familiar como unico grupo de intercambio de afecto, como unico grupo de pertenencia, como único espacio de contención emocional posible. El individuo ha sido llamado a tener miedo no sólo para protegerse, sino sobretodo para proteger a “los suyos”.

Al mismo tiempo esa reclusión familiar ha puesto en evidencia  esa otra pandemia mundial que es la violencia machista. En cuanto las mujeres han vuelto a estar a cargo de l@s niñ@s y en un espacio domestico las 24 horas la familia se ha revelado como estructura reaccionaria y retrograda de succión de las energías de las mujeres, también a costa de sus propias vidas.  

La comunidad incompleta como espacio de sentido para las mutaciones que buscamos provocar en nuestra subjetividad no es la suma de familias, sino la contencion emocional y afectiva por fuera de la logica familista consanguinea y jerarquica.

Si la comunidad para ser tal necesita estar dispuesta a subvertir permanentemente sus límites, si para ser un espacio de experimentación colectiva de mutaciones intencionales necesita asumirse como incompleta, es urgente entender la comunidad no como la suma de familias, ni tampoco como la suma de individualidades, sino como la activación de espacios metafóricos de experimentación colectiva de mutaciones intencionales. La comunidad puede ser el espacio para transformar y procesar el dolor y el miedo, la comunidad puede ser el espacio para transformar y procesar las identidades, puede serlo y convertirse en tal bajo estas dos condiciones la ruptura del criterio de homogeneidad y la ruptura del criterio de la suma de individualidades o la suma de familias.

LA REVOLUCIÓN ES LO QUE ESTÁ ACONTECIENDO

De todos los andamios que has construido en estos dos artículos tu llamado a retomar todos los hilos de las revueltas en las que estabamos antes de la pandemia es para mi el llamado mas profundo, mas osado y mas conmovedor.

La pandemia no es una causa que provoca una interrupción de un orden neoliberal con limites aceptables de libertad, hacia formas autoritarias tiránicas y fascistizantes de control. La pandemia es una consecuencia del orden colonial patriarcal estractivista y esto por muy sencillo que parezca me parece muy importante de tener presente, al mismo tiempo esta base coloca tu propuesta en el centro de las esperanzas. Todas y cada una de las luchas desplegadas contra el régimen patriarcal colonial extractivista pre pandemia tienen hoy post pandemia tanto o más sentido.

La revolución no exige un acto sacrificial de inmolación, tampoco exige un acto heroico, no es la búsqueda de una redención, sino una necesidad urgente e ineludible.

LAS MUTACIONES INTENCIONALES

No se identificar cuales son pero siento dentro mi propio cuerpo el crujir de mis interioridades.

Intuyo donde es que pueden constituirse esas mutaciones, donde pueden generarse.

Las mutaciones enraizaran en nuestras debilidades y fracturas es eso lo que necesitamos excavar y explorar; las vulnerabilidades y los quiebres.

Las mutaciones pueden instalarse en el luto y la perdida para canalizar y transformar ese dolor en otra cosa.

Las mutaciones pueden instalarse en el miedo y la incertidumbre del mañana para desencadenar procesos de radicalizacion de la rabia y la capacidad de reacción.

Las contenciones sistémicas de las que antes disponíamos como: la promesa de un trabajo, la promesa de una deuda, la promesa de una ayuda social, la promesa de una legalización se han caído todas y eso nos radicaliza, es ahí donde también puede ascirse una mutacion intencional.

L@s de arriba, por llamarles de algún modo han caido en ridículo, un día ordenan usar las mascarillas y al día siguiente ordenan lo contrario, consideran peligroso bailar y bioseguro trabajar, sus máscaras se han caido les podemos desmitificar, el rey está desnudo y tod@s lo sabemos. Ahí también puede anidar otra mutación intencional.

Todas nuestras sensibilidades se han despetardo, agudizado y abierto. Las palabras no han cambiado de significado, pero suenan distinto.

Podemos considerarnos sobrevivientes.

Podemos considerarnos receptor@s de una suerte de regalo, de una suerte de prenda que es la vida.

La revolución no es la que está por venir; no se nos ofrece como una meta finalista por conseguir, sino que es esa que viene aconteciendo, que no tiene dueño único, que no tiene vanguardia, que no tiene propósito único. La revolución como la dibujas -multicolor, multiforme y deliciosa- es la imagen de la revolución que más me seduce.

Gracias por tus dos bellísimos, pandémicos y virales textos.

P.D He tenido que dejar fuera la provocación que lanzas del ritual como espacio propiciatorio de mutaciones, porque se hacía muy largo y porque es un tema en sí mismo.


[1] Me refiero al debate abierto en la HAu: https://www.hebbel-am-ufer.de/en/programme/pdetail/intentional-mutation/?fbclid=IwAR0KOdRMDj3y543Ah18bMLVT3OngMX_ybyr4w1Fantzc8GTONSQRf_MQylk

Que fue pensado como debate presencial, pero no pude asistir debido al hecho de que Bolivia en este momento figura en el mapamundi como zona roja viral desde donde no se puede ingresar a países como Alemania.

[2] Incluyo tanto los términos decolonial como descolonización puesto que primero hay una gran confusión entre uno y otro, no son lo mismo ni son equivalentes, pero nombro ambos debido a la gran “popularidad” de la denominación decolonial en los ámbitos intelectuales europeos, yo por mi parte me siento parte de las construcciones descolonizadoras que tienen su raíz en esta parte del mundo y en la lucha social y no en la academia.


Recibir una epifanía para enfrentar una agonía: respuesta de María Galindo a los textos pandémicos de Paul Preciado

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Memoria, verdad, justicia y Norita

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Partidaria de los besos y los abrazos, reivindica la sonrisa como principal bandera de lucha. Cumplió 94 años este 22 de marzo y hace siempre que puede la ronda de Madres de Plaza de Mayo, hoy ya en silla de ruedas. Vida, obra y endorfinas de una mujer que ha acompañado a fábricas recuperadas, pueblos originarios, comunidades afectadas por el extractivismo, jóvenes y mujeres en situaciones de violencia, todo como una continuidad en la defensa de los derechos humanos. El clítoris, el cannabis y las autodefiniciones. Esperando el 24 de marzo, compartimos esta nota y retrato, publicada originalmente en la revista MU 138 (2019, todavía tiempos macristas). El movimiento, la calle, y lo que ella piensa (y hace) frente a la historia y los futuros posibles.

Texto: Sergio Ciancaglini

Nora revisa su cartera en la que lleva el pañuelo blanco, el verde, crema de cannabis medicinal, una lata de sardinas y la agenda en la que anota sus hiperactividades cotidianas, entre otros secretos. Está también su DNI: 0.019.538. Ríe: “Fui de las primeras en la cola para sacarlo. El otro día, por un trámite, los empleados de un banco me dijeron que la máquina no podía interpretar un número tan bajo”.
Estamos en la sede de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Envolvemos las masitas que no alcanzamos a engullir y que se incorporan a la cartera de Nora para llevárselas a una amiga. Luego guarda un par de carpetas, limpia la mesa de papelitos y me pide que cierre las persianas y puertas del balcón que da sobre Piedras al 100, Buenos Aires. Ya tiene el llavero en la mano esta señora que no puede ser interpretada por las máquinas. Chequea que esté todo ordenado. Empieza a apagar las luces que iluminan salones, oficinas y paredes atiborradas de recuerdos de las Madres, homenajes, reconocimientos, diplomas y tres imágenes: Azucena De Vincenti, Mary Bianco y Esther Careaga: sus apellidos de casadas pero sobre todo, el de sus hijos e hijas. Fueron las madres secuestradas en diciembre de 1977 en un operativo organizado por la ESMA, que culminó con 12 desapariciones incluyendo a dos religiosas francesas.

Memoria, verdad, justicia y Norita

El saludo de Nora en una de las marchas actuales, con la foto de su hijo, la bandera de los 30.000 detenidos-desaparecidos, y el acompañamiento de una nueva generación.


Nora se pone el ponchito de barracán, agarra la cartera, el bastón, y cumple con el rito según el cual el último –la última- apaga la luz. Y cierra la puerta con llave.
La escena podría parecer un tanto melancólica, pero es al revés.
Al cerrar esa puerta, da media vuelta y abre un mundo.
Nora se transforma en Norita, que en lugar de ser un diminutivo resulta un aumentativo, una clave, un código de acción.
Sale Nora de Madres y entra Norita a la calle, las plazas, las ciudades, los pueblos, las rutas, las fábricas, la naturaleza, los conflictos.
Entra a sus verdaderos lugares de acción: lo público, los espacios donde ocurren las cosas, o donde las cosas se manifiestan escapando de los encierros y del silencio.
Lo mismo sucede cada vez que sale de su casa en Castelar, llena de muñecas, libros, plantas y recuerdos, se toma un micro hasta la estación (evita los taxis y es ajena a las aplicaciones uberísticas), luego el tren Sarmiento, luego el subte A o lo que haya que abordar para ir a donde quiere ir.
Su estrategia consiste en intentar estar donde haya injusticias, violencias, crímenes, abusos, discriminaciones, psicopatías estatales o privadas y otras desventuras nacionales que son del orden de lo clásico: nunca pasan de moda.
Logra materializar ese acompañamiento con una eficiencia casi incomprensible. Ana María Careaga (desaparecida a los 16 años estando embarazada e hija de aquella madre secuestrada en la iglesia) cuenta que una vez le dijeron al sacerdote pasionista Carlos Sarracini que Nora parece Dios, porque está en todas partes. El cura no se mosqueó con la comparación y subió la apuesta: “Sí, pero a Nora se la ve”.
“Cuando dicen esas cosas me estremecen –corcovea Nora–, me da un poco de vergüenza. Siento que son como abrazos para darme fuerza, pero no me generan soberbia ni nada. Lo que digo es sencillo. Si no es para pelear contra la injusticia, los organismos de derechos humanos, ¿para qué estamos?”.

Memoria, verdad, justicia y Norita

Sobre la magia y el clítoris

Plaza de Mayo, jueves, 15.30.
Las Madres están partidas desde 1986, pero allí están. Girando siempre en sentido inverso al de las agujas del reloj, como para recuperar el tiempo perdido por tanta muerte, cada uno de los dos grupos (Asociación y Línea Fundadora) en el extremo opuesto de ese círculo alrededor de la Pirámide de Mayo que culmina con una estatua que representa a la Libertad. La libertad está inmóvil, mientras la memoria, la verdad y la justicia rondan alrededor.
Bajo una placa descansan las cenizas de Azucena Villaflor de De Vincenti, quien junto a las otras dos madres desaparecidas fue arrojada viva por los militares desde un avión al mar. La marea luego devolvió los cuerpos a la costa de Santa Teresita en enero de 1978.
En Línea Fundadora la única madre que ronda hoy -y sin bastón- es Nora, acompañada por unas 80 personas. El grupo crece de golpe porque se agregan como un borbotón unos 40 guardapolvos blancos de chicas y chicos de una primaria de Lugano que la rodean y marchan junto a ella con la bandera en la que se lee “30.000 detenidos desaparecidos. ¡Presentes!”.
Llora y ríe Norita porque al ver a los chicos se le agitaron la emoción y la alegría, lloran también las maestras y varios que disimulan. Los chicos la miran asombrados. Tres vueltas más tarde, ella se acerca a un micrófono con parlante. Este jueves habla de:
La impunidad estatal y judicial alrededor del atentado a la AMIA.
El proyecto de “servicio cívico voluntario” de Gendarmería para niños (editorializa diciendo: “Qué bestias”).
Recuerda junto a Beverly Keene, de Diálogo 2000, que la solitaria Madre de Ledesma (Jujuy) Olga Arédez, denunció en 2001 la creación de una policía infantil (niños uniformados que eran instruidos con armas de juguete). Y que en 2012 el gobierno de Cristina Kirchner ordenó cerrar 74 cuerpos de Gendarmes Infantiles en 17 provincias, que reunían a más de 6.879 niños.
De paso mencionan que Olga –que reclamó toda la vida por las desapariciones ocurridas durante el apagón en Libertador General San Martín- murió en 2005 por la contaminación de bagazo producida por Ingenio Ledesma. “Para abaratar costos no ponían los filtros en las chimeneas, y eso la intoxicó”, explica Nora.

Memoria, verdad, justicia y Norita


Denuncia cómo le prohibieron a su compañera de Madres LF, Vera Jarach, quien además es sobreviviente del Holocausto, dar una charla en el Colegio Nacional de San Isidro (“a lo mejor prefieren que vayan los de Gendarmería a dar clases de derechos humanos”).
Habla sobre una de sus obsesiones, el Hospital Posadas y la situación de sus trabajadores y pacientes (“el Estado achica y achica, es lo único que hace: hay que ir a acompañarlos”).
Informa que trabajadores de la textil Sport Tech, que estuvieron en la ronda y ocuparon durante dos años la fábrica quebrada en defensa de sus puestos de trabajo fueron autorizados como cooperativa, por el juez Horacio Robledo, a hacerse cargo de la empresa.
Presenta a gremialistas de Fabricaciones Militares (“no les tengan miedo, nada que ver con los milicos, son divinos”) movilizados contra los despidos y el achicamiento.
Recibe a Sergio Martínez, uno de los fundadores de El Algarrobo, asamblea de Andalgalá que con su movilización logró frenar la instalación del proyecto megaminero a cielo abierto Agua Rica. Sergio cuenta: “Hace poco cumplimos 500 marchas, cada sábado, reivindicando los derechos humanos, territoriales, a la salud y a la vida”.
Anticipa Norita el lanzamiento de una campaña para denunciar la deuda externa (y eterna) “porque hay gente que se queja en la verdulería, pero no entiende que lo que le pasa es consecuencia de que se están llevando los dólares y las riquezas, y cada dólar se paga con hambre en nuestro país”.

Memoria, verdad, justicia y Norita


Repudia por enésima vez la ilegal detención de Milagro Sala desde enero de 2016 (“no le encuentran nada y la someten a tortura psicológica las 24 horas del día”).
El tono de Nora es tan serio como lo sugieren los temas de los que está hablando; dice que el gobierno es “negacionista, inmoral y ladrón”, y oscila entre esas definiciones y el relato de lo que está sintiendo. “Hoy no hay buenas noticias para dar”, le dice a la gente que la escucha. “La buena noticia fueron esos chiquitos que vinieron de Lugano”.
Agrega: “No nos volvamos locos. Cada día me acuesto pensando ¿qué mal van a hacernos mañana? Es como que con cada acción, con cada decisión, quieren humillar. No lo logran, porque nos tienen que resbalar las cosas que dicen y hacen”.
La mujer y la gente se miran. “Siento que esta Plaza es mágica. Me siento feliz aquí. Me da pudor decirlo, con tantos desastres que pasan, pero es lo que siento viendo que tantas personas vienen, se encuentran, se abrazan, se reconocen”.
En ese momento repite tres veces: “30.000 detenidos desaparecidos y desaparecidas” y todos contestan “¡Presente!”. Y luego: “Ahora y siempre”. Nora, separando bien las sílabas, pronuncia tres veces la siguiente palabra: “Ven-ce-re-mos”.
Caminando hacia su bar favorito sobre Avenida de Mayo, para tomar un café que es parte del ritual de los jueves, quiere decirme algo sobre la magia, pero la detiene un grupo de chicas para saludarla y un joven, uniendo las palmas de las manos, pronuncia: “Gracias por existir”. Dice ella que jamás la cuestionaron ni la increparon por la calle. “Una sola vez, en una marcha por Cromañón, había un tipo muy borracho que me dijo de todo. Pero me había confundido con Estela de Carlotto. Que nos confundiera ya te muestra lo borracho que estaba”.
Otro grupo la reconoce, la saluda y le pide fotos. En los últimos tiempos cuando está en confianza Nora propone sonreír a la cámara diciendo “clítoris” en lugar de “whisky”.
Sigue la caminata y ella no pierde el hilo de lo que quería contar: “La magia no nace porque sí. La tenés que crear con tu espíritu. El espíritu de ver el lado bueno de la vida. Si no hacés magia con lo que te pasa, es imposible sentir que lo que hacés está bien, que te genera alegría. Sentir que no estás entre los mafiosos”.

Memoria, verdad, justicia y Norita

Comerse un pasaje

La primera vez de las Madres en Plaza de Mayo fue el sábado 30 de abril de 1977. El 15 había desaparecido Gustavo Cortiñas, el hijo mayor de Nora, secuestrado en la estación Castelar cuando iba a tomar el tren a las 8.45 rumbo a su trabajo en la Comisión de Valores. Militaba en la Juventud Peronista. Flaco, sonriente, bigote setentista, pelo largo.
En la casa de Nora hay una foto en la que se lo ve mirando a los chicos de la Villa 31, en la que militó con el padre Carlos Mugica. “Tiene un gesto que me parece dolorido y comprometido con lo que está viendo. Pero fijate los chiquitos, son iguales a los que ves hoy en las villas”. Se queda pensando: “Nuestros hijos luchaban por la justicia social. Pero hoy la brecha entre ricos y pobres es todavía mayor que cuando se tomó esta foto”.
Para esa mujer que había tenido que amoldarse al rol de ama de casa y profesora de alta costura, la desaparición del hijo representó el fin de muchas cosas. “Fue dejar la casa y salir a buscarlo. Y fue para todas igual. Mujeres comunes que no éramos de la academia, ni de los grupos de pensamiento. Pero hoy entiendo que ahí ya fuimos feministas. Ahí empezamos a romper”.
Aquel sábado inicial había pocos paseantes en Plaza de Mayo. Y 14 mujeres. Azucena propuso entonces ir los viernes. Nora, mientras tanto, buscaba en comisarías, en juzgados, hasta que empezó a ver a otras mujeres haciendo lo mismo, marcadas por la misma desesperación, que le contaron de las reuniones en la Plaza. Nora se sumó a la tercera. “Una madre muy católica y muy supersticiosa dijo que el viernes era mala suerte, día de brujas. Otra dijo que los lunes era día de lavar y limpiar. Quedó el jueves”. Acordaron las 15.30, salida de los bancos, el mayor tránsito de público en la zona. Las Madres nacieron para no ser parte de otros organismos ni partidos políticos. No tenían oficina: la crearon en la Plaza, sin techo ni puertas ni ventanas, para verse, intercambiar información, y hacerse ver. La policía dijo “circulen”, y jamás dejaron de hacerlo. En octubre de ese 1977 nacerían los pañuelos blancos, como modo de reconocerse entre la multitud durante una marcha a Luján: en realidad eran los pañales de tela (no existían los descartables) que guardaban para sus nietos, convertidos en un símbolo histórico de los derechos humanos.
Relata Nora que los varones y esposos no intervenían porque el horario era de trabajo. “Pasaba otra cosa. Al ver a los milicos algunos padres decían ‘yo le dije a mi hijo que no se metiera’ y cosas así. Entonces eso no servía. Las madres no hacíamos esas cosas”. Confrontaban. El lugar común indica que el dolor enceguece, pero Nora es de las que piensan distinto: “El dolor nos hizo ver. Nos fortaleció, y nos ayudó a ser claras”.
Empezó a entender algunas charlas que había tenido con su hijo: “Una vez me dijo: ‘¿Sabés que te pasa, mamá? Te falta calle’. Aprendí, ahora me pasé de calle” reconoce. “Más que en los libros, la concientización está en la calle. Esto significa moverse siempre. Y no pensar dos veces”.
Recuerda que fue varias veces presa con las Madres. “Una vez, los policías pararon un micro, bajaron a toda la gente y nos llevaron. En la comisaría teníamos dos variantes: pagar 30 centavos, o pasar 5 días de cárcel por escándalo en la vía pública. Había madres que decían “métanme presa, así me llevan con mi hijo”. Pero los tipos querían que pagásemos. Cuando me tocó, le di 60 centavos. ‘No señora, le dije 30’ me dijo, y le contesté: cóbrese lo de la semana que viene”.
Otra de esas detenciones ocurrió un día antes de un viaje que Nora debía hacer a Brasil con la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chicha Mariani. “Esa vez nos llevaban en patrulleros. Abrí la puerta y me quise tirar, pero el policía me agarró. Si no, me mataba; era la desesperación por escaparme. De golpe me di cuenta de que tenía el pasaje a Brasil. Yo creía que era algo clandestino, que si descubrían eso no sé qué iba a pasar y entonces lo agarré, lo fui rompiendo en pedacitos, y me lo comí”. El viaje finalmente se hizo, en plena digestión del pasaje, con Nora y Chicha intentando denunciar lo que se vivía y se moría en el país.
Moverse, salir, romper, confrontar, escandalizar, chocaba con la noción de familia tradicional y hogareña, y con su marido Carlos. “Los viajes, las marchas, las búsquedas. Y él tenía una cosa de celos. Hubo algunas veces que pensamos separarnos. Murió en 1994. Creo que no hubiera soportado todo lo que hago ahora. Pero bueno: la desaparición de Gustavo había sido un cambio total. Me largué a hacer lo que tenía que hacer. Y eso fue no volver atrás nunca más”.

Del Mundial al cannabis

Nora recuerda que usaban la parte del Café Tortoni que da a Rivadavia, durante el Mundial 78, para encontrarse con jugadores (“creo que eran holandeses, no recuerdo los nombres”) y periodistas extranjeros. O lo que vivió su querida Mirta Baravalle: “El marido estaba muy mal con la desaparición de la hija (Ana) y no podía creer que parecía que no pasaba nada mientras en el país había desaparecidos. El día de la final que ganó Argentina, después del partido se puso peor y se murió de un infarto mientras todo el mundo seguía festejando”.
Las Madres son un símbolo de muchas cosas, empezando por la valentía. Resulta casi de ficción imaginarlas plantadas en la Plaza frente a la Casa Rosada tomada por Videla & afines, infiltradas por Astiz y la ESMA, ignoradas y silenciadas, o en el mejor de los casos tratadas como “madres locas” por los diarios que se atrevían a mencionarlas. Nora agregó algo a su currículum disruptivo: en 1978 fue hasta la Mansión Seré, centro clandestino de detención y torturas, simulando ser una interesada en comprar el lugar para instalar un hogar de ancianos.
“No era que buscaba a mi hijo ahí, pero sabía que había gente. Entré al predio y hablaba en voz alta. No sé qué quería: hacer ruido. Que si había alguien supiera que había gente afuera. Un milico dijo ‘despachen a la señora’ pero yo seguía diciendo que me mandaban de la Municipalidad o cualquier cosa, y vi una canilla con manguera al lado de una ventanita que se ve que daba a un sótano, donde estaban los desaparecidos. Cuando se recuperó como Centro de Memoria, contaron que me habían escuchado, sin saber quién era”.
El alegre caos que es cada conversación con Nora, ahora en su casa, cambia de rumbo porque va a preparar café. Desde que cumplió 82 años le divierte decir que es mínima, vital y móvil.
Mínima: nunca escondió la edad, pero se niega a revelar cuánto mide. “Ni a mis nietos se los digo”. En el jardín hay una pequeña piscina de dos metros de largo y uno de profundidad. Nora guiña un ojo: “Me meto con salvavidas”.
Vital: parece inagotable, aunque no lo es. Sufrió hace dos años un ínfimo ACV. “Hablé dos horas después de eso en un acto, y parada. Ni yo lo puedo creer. Pero es un compromiso con nuestros hijos y nuestras hijas. No es un sacrificio para nada. Cada día es estar donde hay una injusticia”.
Móvil: sus idas y vueltas a Castelar en micros, trenes y subtes son una especie de gesta cotidiana en la cual la casi nonagenaria dama va a veces arrastrada por la multitud. “El otro día bajaba del tren. En el medio del gentío un chico que iba a subir me vio, tenía un chocolate, me dijo ‘gracias por todo lo que hacés’, me lo dio y subió. Me quedé en el andén con el chocolate llorando de emoción. Ni sé el nombre. Solo sé que era un chico del oeste”.
Hace dos años un golpe en el empeine le repercutió en un fuerte dolor de rodilla, y los médicos le dijeron algo fantasmal: tenía que dejar de marchar. Problema de meniscos. “Te imaginás, yo lo que tengo son menisquitos”. Por eso fue al debate en el Senado sobre el aborto seguro legal y gratuito en silla de ruedas. La actual vicepresidenta Gabriela Michetti la saludó educadamente al verla, y más tarde ordenó que le prohibieran el ingreso al recinto, por lo que Nora vio el debate por televisión en el despacho de Pino Solanas.
“El año pasado me regalaron la crema de cannabis y me la empecé a poner en la pierna. De a poquito, te diría que en un mes o dos, dejó de dolerme totalmente, y pude volver a caminar con bastón primero, y cada vez mejor”. Del pronóstico de inmovilidad Nora pasó a abandonar la silla de ruedas, el bastón parece cada vez más un adorno, y no deja de estar en todas partes. “Ahora en vez de bombones me regalan cannabis”. En el jardín, además de la santa rita, las azaleas y los potus, crecen dos robustas plantas de marihuana.

Feminismo, grieta y hambre

Tiene docenas de muñecas que le han regalado, varias son Noritas con pañuelo blanco y hay una con pañuelo verde. Muestra una remera con una frase que ha hecho célebre: “Ser feminista es una cosa bárbara”. El lema forma parte del Norita Fútbol Club (Las Noritas) equipo femenino que participa en la Liga Nosotras Jugamos. En la delantera de Las Noritas juega su nieta Lucía. “Y yo pedí que me den la 10”, explica la abuela, que además está asombrada porque ha sido llamada a dar una charla por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
¿Qué es lo peor que vivió, además de la desaparición de Gustavo? “La desaparición de las tres madres. Veías que los militares no se saciaban ni con los miles que se habían llevado”.
¿Lo mejor? “La resistencia de la gente, de los pueblos. Si no fuera por la resistencia pacífica y prudente que tiene este pueblo ya estaríamos con las patas de los norteamericanos acá adentro. Hay espacios que parecen pequeños pero que van frenando, sin saberlo, los avances de la derecha”.
Reconoce que fue un dolor también la separación de Madres, en 1986. “Algunas nunca dejamos de sentir que no tendría que haber ocurrido. Pero había mucha diferencia sobre las metodologías y nosotras, en Línea Fundadora, queríamos ser horizontales e independientes”. No quiere hablar demasiado sobre las diferencias en la propia Línea Fundadora. “Lo que reivindico es esa independencia, la mirada crítica. En el anterior gobierno creían que la crítica era mala leche, y eso no es cierto. Yo reconozco que lo que se hizo con el tema de derechos humanos fue histórico. No pensábamos que íbamos a ver a los genocidas juzgados. Pero eso no quiere decir que una se calle cuando hay cosas como el apoyo al modelo extractivo, o poner a (César) Milani al frente del Ejército”, explica, críticas que hizo extensivas a la Ley Antiterrorista, el pago de deuda externa, la tragedia de Once, el INDEC, el Proyecto X, y toda área atacada por políticas oficiales, el modelo científico con Lino Barañao al frente, el modelo sojero, la minería a cielo abierto, la violencia institucional, la discriminación a los pueblos originarios, entre muchos etcéteras que hicieron que no fuera ella de las participantes en los actos emitidos por cadena nacional. “Nuestra función es otra desde siempre: es ser independientes de los partidos y del Estado”.
Cuenta que su nieto Damián, el hijo de Gustavo, fue siempre partidario de la gestión kirchnerista. “Pero yo decidí que no voy a perder amigos, familiares ni ideales por la política partidista. Entonces hablábamos de cualquier otra cosa. Pero desde que está este gobierno sí que volvimos a hablar de política”, dice riéndose.
Sobre lo electoral: “Estoy mirando. No decidí qué hacer”. Una pista: en una de las últimas elecciones Nora fue con un marcador. Tomó una boleta y escribió: 30.000 detenidos desaparecidos. No al extractivismo. No a la persecución a las comunidades indígenas. No a la deuda externa impagable, inmoral y odiosa. “Lo puse en el sobre y voté. Me lo habrán anulado. No importa, saben que estuve ahí”, cuenta. “Y digo sí a la justicia, a la verdad, a la memoria, a la resistencia, a los juicios hasta que se condene al último genocida y a la recuperación de la identidad de todos los jóvenes que fueron niños apropiados por el terrorismo de Estado”.
En el área de derechos humanos cree que la gran cuenta pendiente es que se conozcan los archivos militares. “Es una burla que no los entreguen. Registraban todo, hay pruebas, y eso permitiría saber qué ocurrió con cada persona desaparecida. Pero es una decisión política que ningún gobierno quiso tomar”.
¿Cuál es su principal preocupación hoy? “El hambre. Estamos cada vez peor. Más hambre, pobreza, desocupación. Es una época de destrucción. Pero no tenemos que dejar que nos llegue el odio. Hay que resistir, pero no tenemos que perder la sonrisa, que nos hace fuertes: es lo mejor que podemos tener”.
Está perpleja Norita porque su biznieta Camila, 9 años, le dijo que los besos y los abrazos contagian gérmenes. “Pero el abrazo y las caricias estimulan las endorfinas que son lo que dan ganas de vivir. Cuando alguien está enfermo, lo acariciás, le das la mano y eso es terapéutico por las endorfinas. Así que en eso sí que tengo partido: soy partidaria de los besos y los abrazos”.

La ley

Las Madres son cada vez menos. “El año pasado murieron cuatro. Las sentimos mucho”. ¿Cómo imaginar las cosas cuando ya no queden Madres? “Yo no me imagino nada. Nunca digo que esto va a ser así o asá Lo que creo es que siempre hubo etapas con determinadas personas que vivieron y luego murieron. Es la ley de la historia, y de la vida. Ojalá nunca más tenga que haber Madres porque hay genocidios y represiones. Pero en nuestro caso, de algún modo estaremos en la Plaza. Y entonces habrá que ver qué es lo que nace” dice sin miedo y sin nostalgia, haciendo bailar esa sonrisa alimentada en la calle con abrazos y resistencia, besos y valentía, magia y endorfinas.

Memoria, verdad, justicia y Norita
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La Ronda, en la mirada de Nora Lezano

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Sexta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo. Esta cobertura, realizada por Nora Lezano, corresponde al ritual del jueves 14 de marzo.

La Ronda es una iniciativa autogestiva coordinada por la editora Claudia Acuña y la fotógrafa Alejandra López. Todas las semanas, unx fotografx registra la ceremonia de circular alrededor de la Pirámide de Mayo, que se sostiene hace más de 40 años.

Todo el material colaborativo será entregado a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos.

“Nunca había estado en una Ronda.

Le pedí a una amiga que me acompañara. Sentí que se jugaba por un lado algo emotivo inmenso y por el otro el miedo a lo incontrolable. Jamás hago fotos en la calle justamente porque adentro de un estudio puedo controlar todo. Antes de salir para la Plaza dejé en mi casa un llanto espeso. El día estaba nublado. Ese llanto tenía la exigencia de haberme comprometido a resolver algo desde un lugar del que no estoy acostumbrada pero también el nerviosismo de saber que iba a vivir una experiencia de la que iba a salir profundamente atravesada”.

“Y así fue que me hice parte de esa ceremonia, fluyendo en círculos con mi cámara, acompañando esa fuerza indestructible del sostener. Donde nada importaba más que SER esa RONDA”.

Sobre Nora Lezano

Fotógrafa y artista visual.

Comienza a desarrollar su trabajo en la década de los 90. Sus retratos de músicos constituyen una parte representativa de su obra.

De 1992 a 2008 trabajó como fotógrafa institucional del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En los años 2000 y 2001 la Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación le encargó las coberturas de los ciclos “Argentina en vivo 1 y 2”, el “Festival Internacional de Jazz”,  la “1era. Semana Argentina en Madrid”, “La historia en su lugar” y “Música clásica en los caminos del vino”.

Trabajó como fotógrafa, directora, iluminadora y videasta para proyectos performáticos, de artes visuales y cinematográficos.

Publicó en forma independiente el libro Sin sueño se duerme también y Communitas (Planeta) -en coautoría con E. García Wehbi-.

FAN, la retrospectiva de sus años en el rock, se presentó desde el 2015 a la actualidad, en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, el Museo Boggio de Chivilcoy, la Biblioteca del Congreso Nacional, la Casa de la Cultura de Entre Ríos; el Centro Cultural San José, de Olavarría,  el Museo de Bellas Artes de La Plata, el Espacio Contemporáneo de Arte Eliana Molinelli de Mendoza, la Planta Alta de la Estación Belgrano, en Santa Fe y en la Universidad Nacional de Quilmes.

Junto a las fotógrafas Andy Cherniavsky e Hilda Lizarazu, en el Palais de Glace, presentó la muestra LOS ÁNGELES DE CHARLY, una celebración a la obra de Charly García.

INVENTARIO, que incluyó una serie de objetos, fotografías y material fílmico y sonoro del archivo personal de la artista, además de una performance, se presentó en la Bienal de Performance 2019.

Desde 1996 sus fotos ilustran el suplemento RADAR del diario Página/12 y desde el año 2015 realiza las fotos de los calendarios de la Fundación Viva la Vida por el Bienestar Animal.

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Nota

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

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Quinta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que se propone transmitir el valor de la constancia, de los pies en el espacio público, de la gota a gota que horada la piedra, la no violencia contra la violencia, su valor social, su peso histórico, sus 40 años de coreográfico diseño: media hora, todos los jueves. Esta cobertura fue realizada por la fotógrafa y artista visual Martina Perosa.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

“Desde hace tiempo me interesa la relación entre fotografía y movimiento. Hay un trabajo que me parece muy interesante, que me inspiró en esta búsqueda, que es la serie fotográfica de Muybridge que logra documentar el rápido trote de un caballo en el aire. Mediante esta serie intentaba demostrar, frente a la teoría opuesta de algunos periodistas deportivos, que hay un momento de la carrera en el que los cuatro cascos del equino están en el aire. Esas series en movimiento abrieron una nueva discusión en la historia de la fotografía, que incluso dieron comienzo al cine”.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

“Siempre me interesaron estos cruces interdisciplinarios entre las diferentes ramas artísticas como el cine, la fotografía y la danza. Pensando la ronda de Plaza de Mayo, me punzaba mucho la idea de coreografía. Una repetición constante todos los jueves, durante cuarenta años, por media hora. Una serialidad. Una duración y tiempo concreta. En un espacio determinado. Unos cuerpos, y una relación entre ellos, con una calidad de movimiento que a lo largo de los años fue mutando según el contexto: explosivo, suave, sutil. Y una música que hilvana el movimiento, los sonidos de la calle y el grito popular”.

La Ronda, en la mirada de Martina Perosa

Sobre Martina Perosa

Artista visual, nacida en la ciudad de Buenos aires. Su formación se centró en distintas disciplinas artísticas, que hoy confluyen en su obra. Estudió cine, indagó en el teatro, la performance y danza contemporánea y luego se especializó en talleres de fotografía y  clínicas de obra. Esta multiplicidad de intereses le permitió construir una mirada interdisciplinaria sobre la fotografía con un principal interés en el movimiento, y en la potencia de la imagen para construir ficción y contar historias. En 2019 editó su primer fotolibro “Shinsekai”, finalista del Premio Publicación Latinoamericano en el FELIFA 2021 y en diciembre 2023 editó su segundo fotolibro Proyecto Dallas.

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