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Salta en el banquillo: El caso de la niña wichí violada y embarazada

A.S. tiene 12 años, es wichí, es discapacitada y fue violada por 5 criollos que quedaron libres porque el médico que constató el ataque es boliviano y no tiene el título revalidado.

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A.S. tiene 12 años, es wichí, es discapacitada y fue violada por 5 criollos que quedaron libres porque el médico que constató el ataque es boliviano y no tiene el título revalidado.

Salta en el banquillo: El caso de la niña wichí violada y embarazada
Es Salta.
A pesar de que le asistía el derecho a un aborto, no pudo hacérselo.
En Salta la reglamentación del protocolo de aborto no punible requiere la autorización de un juez, a pesar de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó que ese trámite no es necesario. Ningún juez salteño protegió los derechos de A.S. y el embarazo continuó.
A.S. no habla castellano, pero no tuvo traductor ni al formular la denuncia ni en el proceso judicial. Sus violadores, sí.
Tampoco tuvo asistencia de la Defensoría General salteña. Su titular, María Inés Diez lo justifica con esta increíble declaración que hizo a la prensa local:
“No tenemos obligación de atender a la menor violada. Es algo que se hace solo a requerimiento y nunca llegó a la Defensoría de Violencia porque esta – cuando el hecho ocurrió – no funcionaba en Tartagal todavía: comenzó a funcionar recién en febrero”. (Ver nota completa en Salta Entre Lineas)
Tampoco recibió ningún tipo de asistencia por parte del Estado durante estos seis meses de embarazo.
Al paraje donde vive sólo llegaron los médicos de la fundación del cantante Jorge Rojas, que al revisarla diagnosticaron que el feto sufría una anencefalia. Logró así capturar la atención de los medios, y finalmente, el traslado al Hospital Materno Infantil de la capital salteña. Allí fue sometida a una junta médica que confirmó la necesidad de practicarle urgente una cesárea. Se la hicieron el pasado viernes 3 de junio, el día que gritamos #NiUnaMenos.
Ahora, el delegado del Inadi, Álvaro Ulloa, denunció a cuatro ministerios salteños por discriminación: Salud, Asuntos Indígenas, Primera Infancia y Derechos Humanos.
Ahora, la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados salteña votó investigar las responsabilidades estatales en este este tremendo caso y visitó el viernes 6 el Pareja Alto Sierra, donde vive la comunidad de la niña violada.
Ahora, el fiscal solicitó al juez Fernando Mariscal Astigueta que tome las medidas necesarias para que los violadores no escapen, ya que la única manera de condenarlos es comparar el ADN del feto con el de los denunciados.
El juez todavía no resolvió nada, informa el diario El Tribuno, que siguió el caso de cerca para denunciar la inacción estatal.
El caso de A.S. debería ser un escándalo y una advertencia: así se violan los derechos de los pueblos originarios, de las mujeres y de las niñas en Salta.
El mejor resumen es la carta que hizo pública hace cuatro días el delegado salteño del Inadi, Álvaro Ulloa. Se titula ¿Dónde estuvo el Estado? Relata esta violación sistémica que encarna el caso de una niña wichí que nunca podrá leer esta carta:
“Ayer pude visitar a A.S. en el Materno. Tiene 12 años, no habla castellano, nunca fue al colegio. Es la quinta hija de nueve que nacieron vivos. Tiene documentos, como toda su familia, vive en Alto de la Sierra, departamento de Rivadavia, allá al norte, donde Salta limita con Bolivia y Paraguay.
A.S. tiene una discapacidad severa, nunca tuvo pensión ni cobró la asignación universal para la niñez, nadie le dijo que tenía derecho.
Su padre, N.S., hace changas. En Alto de la Sierra changuear significa tallar un poste a hacha y cobrar unos pocos pesos que pagan un par de días de la familia.
En noviembre del año pasado seis o siete hombres la atacaron, la violaron y la dejaron tirada a orillas de la represa.
El padre hizo la denuncia, el médico la reviso y comprobó violencia. Ese médico que trabaja en Alto la Sierra es boliviano, estudió en Cuba y no puede firmar como médico en Argentina porque no revalidó su título, pero es el que está. Es el que el Estado salteño contrata en esos parajes. No pudo firmar y a cuenta de él firmó el bioquímico. La defensa de los atacantes se agarró de ese detalle y no perdonó la falta de habilitación para la pericia. Al tiempo salieron libres.
Cuatro días más tarde, cuando el camino permitió llevar a A.S. a Morillo, un médico la examinó y escribió que no podía constatar violencia.
Rivadavia tiene casi 26.000 kilómetros cuadrados, unos 35.000 habitantes mixturados entre criollos y wichis, unas 8.000 viviendas censadas y no tiene cloacas ni agua potable. Es el lugar donde Lanata descubrió el hambre de agua, el departamento donde Brenda, del paraje la Medialuna, murió hace apenas diez días de desnutrición disfrazada en su certificado médico de deficiencia pulmonar.
En Rivadavia, cerca de la Puntana fue asesinada hace un par de años Evelia Murillo, una docente rural que protegía a una chica wichi de la persecución de José Tomás Macu Cortez.
El Estado no estuvo para proteger a Evelia, ni a Brenda, ni a A.S. ni a docenas de chicos wichis que mueren por año por enfermedades que no matan, que a cualquier chico bien comido, con agua potable y un médico competente le dejan apenas unos pocos días en cama.
Andrés Serapio, enfermero de Alto la Sierra, cuenta que no hay más que una ambulancia, que está rota, que en esa geografía de miles de kilómetros cuadrados no hay un vehículo confiable para trasladar un enfermo.
Cuenta de los visitadores médicos mal pagados poniendo de su sueldo para pagar el combustible en las motitos para llegar a uno de esos ranchos alejados para controlar el peso, y cuenta que a veces llegan tarde. Cuenta que a veces no hay médico y que tienen que rebuscarse con lo que saben.
Nadie se acercó a A.S., ni a sus padres a explicarles que tenía derecho a la pastilla del día después. Nadie le explicó que podía acceder a un aborto no punible por ser menor, discapacitada y violada.
Nadie se acercó a contenerla, a garantizarle atención médica, alimentación suficiente y ayuda emocional.
El ministerio de Derechos Humanos le echó la culpa a Salud Pública, que no respondió. En Asuntos Indígenas, convertido en Ministerio hace varios meses, miran para otro lado intentando pasar inadvertidos, cosa que consiguen no sólo en este caso sino en la diaria.
A.S. va a perder a su hijo, se lo dijeron a F.I., su madre. Las ecografías que le realizaron hace un par de días muestran una malformación craneana complicada.
Ella no entenderá mucho, los médicos hablan castellano y nadie dedicará mucho tiempo a explicarle.
Hace unos días no sabía siquiera que estaba embarazada.
Hablé con la madre, la visité en el Materno, separada de sus hijos, cansada de pobreza. Le pregunté si necesitaba algo y me pidió un encendedor. Bajamos a comprar uno, algunos caramelos y chocolates para A.S. Tiene doce, entienden, apenas doce años. Cigarrillos no vendían, le expliqué que no podía fumar en el hospital, que estaba prohibido, que si la veían fumando alguna enfermera la iba a retar, que saliera afuera.
Fue la única vez en la conversación que sonrío, cansada, dolida, harta de dolor.
Después me pidió que la acompañe de vuelta al cuarto porque no sabía volver.
Los dejaron solos toda su vida”.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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