Nota
Teatro abierto por el corazón de las mujeres

Propuestas para que el arte nos dé otras miradas sobre la vida: un recorrido sobre las mujeres que llevaron adelante en el país el primer periódico anarquista; una obra de las hermanas Marull que, con humor y ternura, cuenta la historia de una mujer que viaja al pueblo de la infancia y recupera su propia naturaleza; un show musical en la voz de Andrea Bazán y un dispositivo que combina la instalación, la música y la fotografía, entre otras disciplinas. para que el arte nos dé otras miradas sobre la vida.
Arenga – La voz de la mujer
La voz de la mujer fue un periódico anarquista, el primero escrito íntegramente por mujeres en la Argentina, editado a partir de enero de 1896. Con nueve ediciones y una tirada de entre 1000 y 2000 ejemplares, en su tapa aparecía la leyenda: “Sale cuando puede”. Ese material periodístico histórico es la inspiración de Arenga – La voz de la mujer, un recorrido performático que incluye música, danza y poesía en MU Trinchera Boutique. Este evento artístico abraza a estas luchadoras que soñaban un mundo con más justicia y alegría: “Serenas, sin temor, siempre avanzando / Siempre altivas marchamos por doquier”, decían confiadas en el primer número del periódico que expresó su lucha, su pasión, su voz. Algunos de los titulos de los artículos pubicados son: “El Amor Libre. ¿Por qué lo queremos?”, “¿Amemos? No. ¡Luchemos!”, “El Divorcio” y “La inmunda cloaca clerical”.
“La idea de esta experiencia performática surgió en una conversación con Carolina Fernández —bailarina, actriz, docente— luego de haber grabado el podcast con los distintos episodios del periódico en donde intentamos representar lo que se planteaba en aquella época”, cuenta Yael Blanca, licenciada en Comunicación y docente, hacedora del podcast La voz de la mujer, integrante de la productora de contenidos Miel de Arcilla. Luego del episodio en el que Carolina le pusiera la voz a la anarquista conocida como Pepita Ghera, ambas pensaron que sería buena idea reunir en un proyecto común a otras voces que acordaran con la propuesta. Invitaron a Proyecto Avenoir, un grupo de bailarinas malambistas creadoras de una obra que también llamaron La voz de la mujer, dirigida por el bailarín Alvaro Melián. También contactaron a la cantante, poeta y compositora de décimas feministas Nayla Beltrán. “Pensamos si era posible armar una experiencia desde diferentes lenguajes como es la danza, la actuación, la vociferación y armar alguna letra, pensando en las décimas, que representaran el contexto y los reclamos, que aún siguen vigentes. Frente al entusiasmo de todas las partes que conformamos esta experiencia surgió la posibilidad de armar este dispositivo en torno a La voz de la mujer”.
Para Carolina fue muy movilizante haber grabado la voz de Pepita Gherra en el podcast: “Es un escrito que fue pensado, sentido, parido por varias mujeres hace tantos años atrás. Me sentí un poco continuadora de esa tradición. Algunas de las cosas que promueven esos textos son consignas llenas de sentido, aún hoy”. De cara a la nueva propuesta, Carolina se ilusiona con esta oportunidad de tejer redes “con otras experiencias artísticas que también se inspiran y recuperan estas luchas de mujeres anarquistas. Estamos invitando al público a una experiencia poética, donde se entrecruzan varios lenguajes, donde estamos recuperando, difundiendo y revitalizando la voz de nuestras compañeras anarquistas de fines de 1800”. Carolina y la artista Patricia West serán las “arengadoras”, les seguirá la música, la danza, la impronta de quienes hicieron camino en la búsqueda de la libertad.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Jueves 3 de noviembre, 19.30 hs
Reservas: lavaca.org/trinchera
@argoutis
@caro.baila
@proyectoavenoir
@nayla.beltran
@miel_de_arcilla_contenidos
Lo que el río hace

Amelia tiene una profesión,un trabajo, una jefa, un marido, una hija, una casa y parece no tenerse a ella misma. En medio de su ajetreada rutina de escritora y ama de casa, la muerte de su padre hace que viaje a Esquina, el pueblo donde pasó su infancia y en el que deberá ocuparse de la venta de un terreno. El viaje inesperado le trae situaciones que intenta resolver con la rapidez que emplea en su cotidiano, pero allí el tiempo transcurre con otra cadencia. Poco a poco se irá sumergiendo en otra sintonía, donde el calor pegajoso, la familiaridad de la música y el pasado que se vuelve presente, acompañarán este recorrido tan fascinante como necesario.
Una vez más, las gemelas Marull nos invitan a un viaje sensible. Ambas encarnan a Amelia y ese desdoblamiento nos permite conocer aún más todo lo que atraviesa sus propósitos y emociones. “Trabajamos sobre algunas imágenes relata María— sobre una primera escena que teníamos que era la llegada de una mujer al hotel, donde se encontraba con un recepcionista. Trabajamos con el universo de volver a un lugar del pasado, el reencuentro con diferentes personajes y situaciones”. Suma Paula: “Solemos escribir a partir de imágenes que no sabemos muy bien a donde nos llevan, o preguntas que no sabemos qué respuesta tienen. Teníamos muchas ganas de usar el parecido físico de alguna manera, encontrarle un procedimiento poético-teatral y también eso fue algo que buscamos, una historia para poder contarla de a dos, utilizando el recurso de la duplicidad”.
Asegura Paula que las preguntas que dan vueltas por sus cabezas en determinado momento de sus vidas son las que las motivan a crear. “En el momento en que empezamos a escribir la obra en el 2019, estábamos haciéndonos muchas preguntas sobre el tiempo, esta sensación de que se nos iba el tiempo y que no sabíamos en qué. Desde lo cotidiano hasta cosas más existenciales, había algo con el tiempo que nos estaba haciendo ruido”. Amelia vive a contrarreloj, en Esquina se reencuentra con una parte de sí misma que parece intacta, pese al tiempo transcurrido. Este retroceso en el paisaje, que la conecta con otras realidades, da lugar a cuestionar la propia identidad: “Preguntarse sobre quién es una, quién fue, quién no fue, quién hubiera sido y no fue. Volver a la infancia, revisar algo para poder seguir adelante. El contacto con la naturaleza como lugar, con la naturaleza propia. Amelia empieza la obra aturdida, desdibujada, alejada de ella msima y poco a poco al acercarse a la naturaleza va apareciendo su voz, su propia naturaleza, la obra habla de reencontrarse con eso también”.
Lo autorreferencial siempre se cuela de alguna manera. La ficción se nutre de lo vivido. “Los personajes y los mundos se van armando siempre del universo propio —refiere Paula— que tiene que ver con las vivencias que una tuvo. En este caso apareció el padre que se parece basante a nuestro padre, Esquina, que es un lugar que nosotras conocemos, el hotel existe, eso convive con otras cosas que son puramente ficción. Dejamos que aparezca lo autobiográfico y nos pareció que estaba bien así”. La historia de Amelia, su reencuentro con los lugares conocidos, con un viejo amor, con la inmensidad del río y sus misterios, sorprende con una buena dosis de humor y un barniz de ternura.
¿Cómo eligieron a las actrices y actores? “Fue una elección fácil, porque es gente querida y talentosa”, asegura María. El actor Mariano Saborido es el recepcionista del hotel, con sus irónicas acotaciones es el encargado de rasgar la seriedad inicial de Amelia y uno de los responsables de las carcajadas del público. William Prociuk encarna al novio de la juventud, quien luego estudió abogacía y formó una familia con el personaje de la actriz Débora Zanolli. Allí se generan tensiones que la risa descomprime. La actriz Mónica Raiola es la encargada del hotel y recibe a Amelia como si el tiempo no hubiera pasado. “Acostumbramos a armar los elencos con gente que admiramos y que queremos y si no, gente que admiramos y que vamos a querer después de trabajar”, dice Paula. María agrega que la música fue compuesta especialmente para la obra por el músico correntino Antonio Tarragó Ros. El tiempo, las decisiones que tomamos, los sueños, preguntarse quiénes somos y si somos quienes queríamos ser, confluyen en este río en el que, afortunadamente, nos bañamos cada día.
Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530, CABA
Miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos, 20 hs, hasta el 27 de noviembre
@soymariamarull
@paulamarull
Pa´despenar

Este viernes MU Trinchera Boutique será nuevamente nido del ciclo que se lleva a cabo una vez por mes: Pa´despenar. La cantautora Andrea Bazán, presenta su primer disco solista, que reúne catorce canciones y un poema que vienen surcando distintas geografías desde hace tiempo, planteando el despenar como acto de resistencia. Susy Shock, su hermana, es quien la impulsó y produjo el disco. “Susy es mi primera referente”. En el disco Andrea le dedicó a Susy un tema, Mana, que dice: “Juntas en las andanzas, suceden brotes, vida de serenata, rompes vos mis amarras, canta voz hermanada”.
¿Por qué despenar? Andrea admite que el tema debe haber nacido de algún desamor de momento. Pa’ despenar recorrió varias gargantas y guitarras y hoy regresa a quien le dio vida. “Soy de creer que la música sana. Conmigo lo hizo. Por eso no tiene que ver con la tristeza, de sacar penas, sino con una manera de ayudar a que resistamos. Habla del río, del cauce y de volver siempre, de volver a una misma: eso despena cualquier cosa”.
En esta oportunidad, Andrea contará con la participación de las músicas Solana Biderman, Caro Bonillo y un invitado especial: el músico y compositor Gabriel Sainz quien tocó el bandoneón en uno de los nuevos temas de Andrea. Una noche imperdible para habitar el espacio cultural de la cooperativa lavaca. Podés venir acompañadx o solx, de cualquier manera habrá clima de amistad para que te sientas como en casa. Y no faltará el momento del baile: la chacarera siempre invita a moverse.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 4 de noviembre, 21 hs
Reservas: www.lavaca.org/trinchera
Entrada a la olla
@andrea_bazan
@caro_bonillo
@solanabiderman
@gabsainz
Apolo Gía

De un lado y del otro, lxs asistentes ubicadxs sobre una tarima de madera nos convertimos en cercanxs observadorxs. En el medio, un cuerpo que apenas se mueve, con la mirada perdida, mientras la incertidumbre avanza. Ese cuerpo está sufriendo y desde arriba lo vemos, lo sentimos. ¿Qué hacer? Estamos tan cerca que podríamos tenderle la mano. La música y las luces conspiran para crear el clima en el que Apolo Gía se zambulle una vez que se cierra la puerta.
La bailarina y coreógrafa Valeria Polorena, egresada del Taller de danza contemporánea del Teatro San Martín y Maestra nacional de danza, comenzó el proceso de creación de la obra en su etapa post operatoria. “Como no podía moverme, desde mi cama comencé la creación de un documental. Escribí y registré aquello que podía hacer desde ese lugar reducido, todo lo que por mi cabeza pasaba, la angustia, la soledad que me invadía, mi trayectoria de vida, los daños que sentí, la vida que construí y como mi cuerpo en un instante me dijo basta. El presente era lo único que me dejaba constatar todo ese dolor desde mi cama y necesitaba crear este archivo personal”.
¿Cuáles eran los temores de Valeria? “Pensé en mi muerte, en el olvido total de mi persona. Constantemente mi cabeza giraba en torno a los recuerdos y el futuro”. Su cuerpo se fue recuperando y en ese renacer del movimiento, tomó la decisión de que no sea un documental sino “un acto artístico vivo”. Así fueron surgiendo las preguntas sobre las que trabajó: “¿Qué es la libertad? ¿Qué es estar vivx? ¿Hasta cuándo alcanza con estar respirando? Me pregunté mucho sobre el daño y las cicatrices que se van creando en el cuerpo pero que no son visibles y un día estallan”.
Un proceso personal se transforma en un hecho artístico, como una forma de exorcisar el dolor físico y propiciar el reverdecer del alma. “La exposición era una necesidad, también luego de la pandemia, para mi algo cambió en el teatro, tengo en este momento la necesidad de contar en carne viva y que les espectadores experimenten conmigo y se sientan parte de la historia, porque lo son en mayor o menor cercanía conmigo y con les otres. Quiero que estén adentro de la escena interpelar la posición del espectadore, nadie es testigo de nadie y eso me interesa muchísimo”.
Apolo Gía es un dispositivo que combina la instalación, la fotografía, la música, la iluminación y la proyección visual. Es una obra incómoda, que sacude y perturba. Y en su aspereza, exhala un perfume persistente que echa por tierra el temor al olvido. Valeria se entrega al movimiento, se reconstruye, entonces, vive.
Atelier La Maternal, Av. De mayo 881, CABA
Viernes 4 y 11, Domingos 6 y 13 de noviembre, 20 y 21.30 hs
@almgaleria
@valepolorena
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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