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Y en eso llegó Bolsonaro

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¿Por qué un fascista sin metáfora obtuvo 50 millones de votos? ¿Está Argentina cerca o lejos de tener un candidato como Bolsonaro? ¿Es en los medios donde el discurso racista, machista y homofóbico está más instalado? ¿Por qué la rebeldía y la incorrección política quedó en manos de los conservadores? ¿Por qué son ellos los paladines contra el poder político y económico en decadencia? ¿Cuándo se fue todo a la mierda?

Por Pablo Marchetti.


Vivimos en una época donde parece no haber censura. Una época donde se puede decir absolutamente todo. Una época en la que no hace falta silenciar ninguna voz. Porque es una época en la que los fenómenos disruptivos son deglutidos sistemáticamente por aquello que se pretende denunciar o combatir.

La censura no existe

Hace poco se subastó una serigrafía de Banksy, el artista (¿o la artista? ¿o el colectivo de artistas?) callejero británico y anónimo. La obra se vendió en un millón de dólares y a los diez minutos de ser subastada se “autodestruyó”: el papel comenzó a bajar por sobre el marco, donde había, camuflada, una trituradora de esas que se usan para destruir billetes. La serigrafía quedó reducida a un montón de tiras de papel.
Parecía una burla perfecta de Banksy al mercado del arte, con un factor sorpresa que jamás se había visto antes. La broma se desarticuló cuando se supo que lo que parecía la destrucción de una obra no fue más que una resignificación. Una resignificación que, más allá de cualquier conjetura teórica, implica un aumento en el precio. Sí, hoy esos girones de papel valen más que lo que se pagó por la obra “sana” o “entera”.
No estamos hablando de una novedad, sino de una confirmación: en 1961, el italiano Piero Manzoni metió en 90 latas sus propios excrementos y los vendió al peso. ¿A cuánto cotizó Manzoni su mierda? Al mismo precio que el oro. Treinta gramos de mierda (tal el contenido neto) al precio de 30 gramos de oro. Obviamente, se lo pagaron. Hoy su obra Merda d’artista (tal es el título) se exhibe en varios prestigiosos centros de arte contemporáneo, como el Centre Georges Pompidou, de París. La última vez que una de las latas salió a subasta, en 2016, se vendió por 275 mil euros.
Manzoni expuso una crítica feroz al mercado del arte. Pero lo hizo siendo explícito, poniendo todas las cartas sobre la mesa. Banksy sumó el factor sorpresa. En ambos casos, el resultado fue el mismo: el mercado transformó en oro tanto la mierda como los jirones de papel. Es gracias a esos anticuerpos que la censura (como las vanguardias) es cosa del siglo XX.

La censura sí existe

En realidad, sí existe la censura. Es una censura que ha sido privatizada y tercerizada. Una censura que los estados financian pero que se ejerce a través de Oenegés. Y lo peor de todo, lejos de ser una censura oscurantista, reaccionaria, troglodita y fascista, es una censura que se presenta como luminosa, progresista, bienintencionada y sobre la que hay cierto consenso entre gente de izquierda. Es la censura de la corrección política.
Paralelamente, existen territorios de supuesta libertad de expresión extrema. En ese sentido, Twitter parace ser el lugar donde toda forma de expresión está permitida. Una libertad de expresión con límites bastante curiosos. Hace unos días, el escritor Alan Pauls contó, en una entrevista en el diario Perfil, un episodio en el que se vio involucrado, que interpela las formas y los usos de la red social.
Pauls no tiene cuenta de Twitter. Pero existe una cuenta falsa, que se hace pasar por el escritor, donde se lo pinta como un tipo extremadamente engreído y vanidoso. A principio de año, la hija de Pauls, la actriz Rita Pauls, denunció al veterano cómico Tristán por acoso sexual. Desde la cuenta de Twitter calificaron a Tristán como “horrible, viejo, depravado y decadente”. Y muchos medios, incluido el diario español La Vanguardia, tomaron esas palabras como declaraciones de Pauls.
El escritor no sólo se vio involucrado en programas de chimentos que fueron a pedirle declaraciones al respecto, sino que tuvo que salir a aclarar públicamente que la cuenta no era de él. Cansado de tener que dar explicaciones por algo que él no había dicho, pidió a Twitter que diera de baja la cuenta.
Twitter eliminó al fake. Pero Pauls tuvo que estar una semana enviando datos para certificar que él era el auténtico Alan Pauls. “Lo curioso es que alguien con una identidad falsa no tuvo que presentar ninguna constancia para abrir una cuenta con mi nombre; en cambio yo tuve que enviarles mucha información para certificar que era yo”, contó el escritor en la entrevista en Perfil.

Incorrección y rebeldía

La tensión entre una corrección política que funciona como una nueva censura progre, y una supuesta tribuna de libertad total donde operan servicios de inteligencia y militantes rentados para embarrar la cancha, puede ser una de las explicaciones para entender el fenómeno Jair Bolsonaro. O al menos, ante semejante escenario, nadie debería sorprenderse.
Por supuesto que son muchos los motivos para explicar que un fascista sin metáfora obtenga 50 millones de votos en Brasil. Pero no es casual que en los Estados Unidos, en Rusia y ahora en Brasil se impongan candidatos sin filtro. A ellos habría que sumarles el pionero italiano, Silvio Berlusconi, que siempre está volviendo.

República y fascismo

Primer punto importante: no se puede comparar a Bolsonaro con Macri. Sería de un simplismo y una pereza intelectual mayúsculos. Macri representa una derecha institucional, republicana. Al menos desde su retórica. El discurso de Macri tiene que ver con rescatar los valores institucionales. Y más allá de algún exabrupto personal de él o de algún funcionario, el discurso trata de presentarse como demócrata.
Obviamente, se trata de analizar el discurso, no cómo son las cosas realmente. Pero Macri se presentó siempre como un moderado y hasta hizo algún guiño hacia las libertades individuales. El más importante fue haber habilitado en el Congreso la legalización del aborto. Además de haber dado a sus legisladores libertad de conciencia para votar.
Macri también abrió el debate a la separación de la Iglesia y el Estado y hasta hubo funcionarios nacionales que se pronunciaron al respecto. Bolsonaro, por el contrario, es un fascista sin vueltas, que está contra el aborto y apoya la preservación de un estado religioso. Además de ser abiertamente homofóbico, racista y partidario de la pena de muerte.
Mientras Macri tuvo que hacer una profunda limpieza de toda vinculación con gente vinculada a la dictadura, Bolsonaro juró como diputado por un militar que torturó a Dilma Rousseff y llevó como vice a un militar golpista, además de incluir en sus listas a muchos militares, que asumirán como diputados y senadores.

Izquierda y derecha

Macri le da aire a algunos fascistas, es cierto. Pero en su discurso, trata de mantener las formas de la corrección política imperante. Una corrección política que parece caerse a pedazos con el triunfo de Bolsonaro.
Macri es el presidente de una derecha que funciona como un dique de contención para el fascismo, así como el kirchnerismo funcionaba como dique de contención para la izquierda.
“A la izquierda de Cristina está la pared”, solían decir los kirchneristas, no sin razón, en términos electorales y de capacidad de gobernar. Hoy, en la Argentina, a la derecha de Macri está la pared. Y eso por el momento impide que surja una opción de derecha como alternativa a Macri. Por el momento.

Poder y contrapoder

La increíble elección de Bolsonaro hace que tengamos que replantearnos casi todo. Por un lado, la posibilidad de que surja una alternativa por derecha. ¿Y si es posible? ¿Y si aquello con lo que no contábamos sí puede suceder? ¿Si Macri puede llegar a ser visto como parte del sistema político corrupto que hay que barrer, como le pasó al MDB en Brasil?
No faltan señales de alerta desde lo social y comunicacional. Que sea electo Bolsonaro es como si en la Argentina ganara las elecciones presidenciales Alfredo Olmedo en una fórmula con Baby Etchecopar. Y que el policía Luis Chocobar entre a la Cámara de Diputados, electo por esa lista. Hoy parece imposible, pero relajarse y pensar “eso nunca puede pasar”, no parece ser una buena idea. Pensábamos que la derecha tradicional nunca iba a llegar al Gobierno por las urnas y ahí está Macri para recordarnos cuánta razón teníamos.
Lo comunicacional parece ser hoy la clave. Es en los medios donde el discurso racista, machista, homofóbico, fascista, está más instalado. Allí es donde está más activa la ultraderecha que tilda a Macri de tibio y le reclama más mano dura. La que le pide que afloje con la corrección política.
Durante mucho tiempo la censura fue patrimonio de la derecha y la incorrección política de la izquierda. La derecha callaba voces y se presentaba como el deber ser: republicano, occidental y cristiano. La izquierda era perseguida porque representaba la rebeldía antisistema.
¿Cuándo fue que todo se fue a la mierda? ¿Cómo pasó que dejamos esta rebeldía propia de la incorrección política en manos de conservadores y fascistas? ¿Cómo permitimos que los dueños directos del poder político y económico se transformaran en los paladines de la rebeldía contra el poder político y económico en decadencia? ¿Cómo es que nadie les pasa factura?

Revolución y burocracia

Vivimos una época en la que están cambiando varios paradigmas. Vimos surgir de manera silenciosa e invisible una revolución feminista que cortó transversalmente a la política argentina, generando nuevos desafíos, nuevas antinomias, nuevas reivindicaciones y nuevas contradicciones. Una revolución que hace que hoy tengamos que pensar dos veces antes de decir algunas cosas que antes surgían solas y sin filtro. Y eso está muy bien. Pero expulsar a quienes no cumplen determinadas normas gramaticales no parece ser una buena idea.
Hoy el desafío parece ser cómo evitamos que esa revolución, como todas las revoluciones, se vuelva institucional, burocrática y predecible. Porque si consolidamos ese establishment, la rebeldía (que siempre existió, existe y existirá) puede quedar en manos de la gente más jodida y nefasta. Como pasó en Brasil con Bolsonaro.
Por el momento, y en medio de una crisis económica bestial, de una recesión enorme y de una pérdida del salario gigante, no nos queda más que agradecer que tengamos en la Argentina esta derecha integrada y sistémica, que apostó por Hillary Clinton en los Estados Unidos y por Fernando Haddad en Brasil.
Y debemos agradecer, también, ser un mediocre, casi insignificante país del sur de Sudamérica, que jamás puede soñar con ser un imperio. Brasil, en cambio, es un casi continente que sí dialoga con las grandes naciones y que sí tiene derecho a tener sueños imperiales. Sus habitantes lo saben. Por eso miran a los grandes imperios (Estados Unidos, Rusia) para ver cómo les va a ellos. Y después votan en consecuencia.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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