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Capitalismo de la emoción

Las redes “sociales” se han convertido en esa falsa ágora, en “un patio de vecinas” sin reflexión, sin movilización, sin información: distracciones para llenar el tiempo y el espacio.

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Las redes “sociales” se han convertido en esa falsa ágora, en “un patio de vecinas” sin reflexión, sin movilización, sin información: distracciones para llenar el tiempo y el espacio. Por Germán Santiago, en Diagonal.

Capitalismo de la emoción
Un yo sin yo. Un “yo cuantificado”. Un yo vacío de contenido empírico. Un yo que elimina el concepto de humanidad y su entorno. Un nuevo yo que está siendo construido por su exterioridad narcisista frente al antiguo “Conócete a ti mismo” que rezaba el Oráculo de Delfos y que Sócrates repetía como un mantra. La identidad y el conocimiento residían en el interior de sí mismo y no en el falso exhibicionismo de la cotidianeidad de la vida privada. Facebook ha creado un yo desnaturalizado y lo ha mercantilizado como una red “social” y filantrópica que, sin embargo, ha devenido enun conglomerado de subproductos de la apariencia, propio de una sociedad psicótica o mal llamada sociedad de la información.
¿Es el hombre social por naturaleza? Las redes “sociales” son antisociales (nos quieren en soledad porque la reunión física es peligrosa mientras que la reunión virtual es aséptica) y así, han explotado este principio sociológico para sacar crédito de esa información. Y, como temía que sucediera con el pensamiento Kant, las redes “sociales” se han convertido en esa falsa ágora, en “un patio de vecinas” sin reflexión, sin movilización, sin información: distracciones para llenar el tiempo y el espacio.
Tras este terrible fracaso, se esconde una falsa filantropía social para mantenernos a todos conectados en un mundo global desde una apariencia de libertad. A esta nueva transparencia de decir la verdad y socializar a toda costa, la podemos denominar panóptico digital. Al contrario del panóptico de Bentham, nadie se siente vigilado sino que más bien se siente libre, se rebela, “piensa” y hasta se desnuda. Ya no se cuenta: se postea o se twittea un estado de ánimo. Como puede verse, el panóptico no es ese elemento arquitectónico que nos mantiene vigilados a lo “Gran Hermano” como temían Orwell, Foucault, Deleuze o Virilio sino que, esta nueva policía del pensamiento se enmascara de actividad lúdica: de un espacio lleno de amabilidad.
Su eficacia reside en su aspecto alegre, amable y omnipresente. Funciona como una perfecta máquina de intimidad a partir de la prohibición de toda forma de negatividad y un cálculo hecho desde el hedonismo y el narcisismo (¿cómo imaginar una foto de unas vacaciones llorando o triste en Facebook? ¿Cómo ver en el muro de alguien una situación no digna de ser narrada como el mayor de los acontecimientos, ya sea una comida o un “running” por la ciudad? El individuo no sólo es consumidor y trabajador sino también comunicador (publicista) de sí mismo. El peligro de esta sociabilidad reside en su seducción y en su aparente naturalidad, neutralidad e inofensividad: ¿cómo no contarlo? ¿por qué no ponerlo? ¿quién no lo haría?
A través de los medios digitales intentamos acercarnos al otro tanto como sea posible, destruir la distancia frente a él para establecer cercanía, pero con ello no tenemos nada del otro, sino que más bien lo hacemos desaparecer. No tenemos faz sino antifaz(máscaras detrás de la máscara, solipsismo y alienación). Al destruirse la lejanía nos hallamos de pronto ante la falta de distancia. Existe una cosificación económica del otro que impide el darwinismo social y la entropía del mundo; ya no son individuos sino intimidades congeladas, estáticas, cibernéticas que “no son la vida”. La vida, las emociones y los sentimientos, por el contrario, son performativos.
Además las redes “sociales” están dentro de lo que podemos llamar “lo virtual”, entidades ideales sin ser abstractas y reales sin ser actuales, por lo que se encuentran no dentro del mundo de las cosas y del devenir –performativo–, sino, por seguir con la clásica división platónica, en el mundo de las ideas, es decir, en una realidad ideal y por tanto no sensible –no performativa– que participa de una estética de estados alterados de apariencia que distraen al individuo. Pero, por otro lado, el individuo se ve afectado por los contenidos que consume y comparte de manera bidireccional, y su realidad se ve contaminada y condicionada por una realidad paralela pero no tangible, generando una corriente continua de datos destinados a conectar enormes bases de contenidos que servirán como herramientas predictivas a los propietarios de los medios de producción (multinacionales) y análisis de conductas (gobierno).
En esta irresistible experiencia de exhibicionismo que suscitan las redes “sociales”, el individuo transparente comparte afectos ajeno al uso que el mercado hará de ellos. Este capitalismo de la emoción acumula enormes cantidades de datos con los que trafica y da forma a un inconsciente global capaz de predecir hábitos de consumo para orientar la maquinaria productiva. La cibernética se ha convertido en una nueva ciencia del gobierno creando una nueva humanidad: una ontología, una estética, una lógica y una antropología al servicio del capital.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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