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Los hilos sueltos del dolor

Marcelo Viñar recuerda el día en que sus hijos lo interrogaron acerca de su paso por las cárceles de la dictadura uruguaya. No preguntaban por la historia pública de los hechos, aquella que construye la memoria colectiva, tan necesaria, sino otra, la familiar, la que se comparte con el núcleo más íntimo.

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Marcelo Viñar recuerda el día en que sus hijos lo interrogaron acerca de su paso por las cárceles de la dictadura uruguaya. No preguntaban por la historia pública de los hechos, aquella que construye la memoria colectiva, tan necesaria, sino otra, la familiar, la que se comparte con el núcleo más íntimo. Por Mariana Contreras, en Brecha.

Los hilos sueltos del dolor

Memoria. Dibujo: Ombú.


“Fue, sin dudas, mi entrevista más difícil.” Sentado tras su escritorio, Marcelo Viñar recuerda el día en que sus hijos lo interrogaron acerca de su paso por las cárceles de la dictadura uruguaya. Además de formar parte de una época, en su rol de psicoanalista Viñar ha trabajado largamente sobre la memoria y la violencia, la “memoria del horror”, como dirá él más tarde. Fue por ello que al anochecer del lunes Brechallegó a su consultorio con una maraña de interrogantes sobre las dificultades que, aún hoy, encuentran algunas víctimas de la dictadura para contar su historia. No la versión pública de los hechos, aquella que construye la memoria colectiva, tan necesaria, sino otra, la familiar, la que se comparte con el núcleo más íntimo y contribuye a tejer, para un otro cercano, un relato que lo lleva a comprender su origen.
¿Por qué la más difícil? ¿Qué fue lo que costó tanto?
—El verte desnudo en tus fortalezas y debilidades, el hasta dónde vos podés contar cuando el que te interpela es chico y querés ahorrarle cosas que te ha costado mucho transitar, de la intimidad. No es lo mismo ser chico que grande, hay cosas que es más fácil hablar con un adolescente o un joven que con un niño. Mi hijo tenía 6 años cuando yo estaba preso. Él lo único que le pudo decir a la madre fue: “¿Y papá va a poder hablar cuando vuelva?”. La madre le contestó que por supuesto que sí, lo reconfortó. Él no supo mucho decirlo, pero tenía miedo de que los golpes me privaran de la condición de comunicabilidad. Son cosas muy singulares, dónde se localiza el terror. Hay un conocimiento anticipado de la muerte, la enfermedad, la tortura, que es previo a la experiencia en las fobias infantiles. Los niños son muy sensibles al miedo, al maltrato, a la vejación, a la humillación. La tortura no es sólo el dolor físico; la humillación, el desdeño moral, muchas veces te dejan más sombras que una cachetada.
***
Aquel mar de dudas arrastradas hasta el consultorio tiene su origen en diferentes testimonios y conversaciones mantenidas a lo largo de los años, en los que la dificultad de contar y el rechazo, el miedo, a preguntar (¿el desinterés?), naturalizados o no, aparecieron con frecuencia.
“Llegó el momento de decir: esto espantoso, inhumano, degradante, nos pasó. Pero para eso hay que hacer un proceso… yo hice diez años de terapia en los ochenta y no hablé nunca de la tortura. No podía. Con mis hijos, que tienen casi 40 años, jamás hablé de esto”, le contó a Brecha en 2011 Charna Furman, una de las denunciantes ese año de la Operación Morgan, un operativo militar llevado adelante en 1976 con el objetivo de destruir al Partido Comunista, en particular desarticular su aparato de finanzas y a la Ujc, y por el cual cientos de comunistas fueron encarcelados y torturados. Por cierto, las dificultades del diálogo no responden sólo a la corta edad de quien recibe el relato, ni al silencio voluntario de los protagonistas. Ya adultos, hay hijos que no preguntan. “Por pavor al daño. Hay aspectos que jamás preguntaría, prefiero seguir con la incertidumbre”, dice Micaela Rivero Castagnetto sobre las preguntas ausentes. En el año 1982 Micaela, que nació en cautiverio en el Hospital Militar en 1970, recibió una carta de su madre, Ana María Castagnetto, que continuaba en prisión. Micaela es sobrina de Héctor Castagnetto, desaparecido en 1971, y de Blanca, asesinada en 1972: “Hija, me has dicho que no quieres preguntarme a mí sobre mis hermanos pues temes que me quede mal. Has de saber que para mí el dolor también es como un niño, nace, crece, se hace adulto, madura, y a él también hay que educarlo y con él también tenemos que aprender a convivir ya que está en nosotros y no podemos eludirlo, pero sí tenemos que darle la dimensión que la vida nos va exigiendo le demos.
En este momento que tú quieres conocer, saber cómo eran ellos, te aseguro hija que mis recuerdos puedo compartirlos contigo y que no me daña hacerlo. Entiendo tu necesidad, o como me has dicho, curiosidad. También forman parte de ti. También me parece bien que escuches y/o hables con otras personas, pero ten presente que el trabajo de sacar conclusiones no debes de permitir nunca que otro lo haga por ti”.
***
—Qué es ser hijo de un desaparecido es un tema universal. Al congreso uruguayo de psicoanálisis viene Samuel Gerson, que es hijo de padres que estuvieron en un campo de concentración nazi, y lo concibieron a él en el campo de acogida de los judíos después de la guerra. Uno de los textos que presentará trata sobre la trasmisión intergeneracional, y empieza diciendo: “¿Qué piensas tú cuando piensas en la Shoá, papá?”. Es el tema de cómo se trasmite la experiencia del horror. O sea que de lo que tenemos que conversar no es de la función de la memoria en el ser humano sino de la memoria del terror, de cómo la figura del desaparecido, la figura del “genocidado”, la figura de la víctima de todos los exterminios se trasmite, porque en la especie humana la trasmisión es cultural. La humanidad de un sujeto se construye a través de cinco generaciones. Son la marca que pone la diferencia entre la genealogía y la historia. Más allá de los abuelos hay historia pública; la intimidad, la estructura de la intimidad, se teje a través de abuelos, padres, uno mismo y la descendencia: hijos y nietos. Ahí se hilvana y se anuda.
En las últimas décadas se ha renunciado a los criterios biológicos, genéticos, raciales o religiosos para definir los orígenes. La particularidad de la condición humana es que somos sujetos hablantes, y por eso podemos organizar un pensamiento distinto a otras especies animales que tienen una inteligencia situacional y adaptativa. Saben en donde hay recompensa, en donde hay peligro, alarma, pero siempre están viviendo el instante presente. Tener como herramienta el lenguaje articulado es lo que nos permite pensar objetos en ausencia de su representación. Y así podemos no sólo crear un mundo de hechos y de experiencias sino crear objetos para pensar cómo eran mis abuelos, cómo eran mis padres, y todos tejemos una novela llena adhesiones y rechazos, de reconocimientos y de resentimientos.
¿Cómo es ese proceso?
—El humano es el más prematuro de los mamíferos al nacer. Un ternero o un potrillo ya están saltando a las pocas horas, mientras que el humano, para tener los rasgos que caracterizan a lo humano (poseer la marcha bípeda y el uso del lenguaje), demora años. Esto ahora está confirmado por las neurociencias; son circuitos neuronales y hay un tiempo de maduración, hay un tiempo de vida fetal extrauterina para alcanzar la plenitud de lo humano. Un recién nacido librado a sí mismo se muere, tiene que ser protegido. Se trueca el defecto de su prematurez, de su indefensión de origen, en una plenitud de capacidad mediante el acto de amamantamiento, donde además del elemento nutritivo hay todo un intercambio de amor –o de odio– que hace que lo esencial de la mente humana se construya dentro de los vínculos.
Un recién nacido en circunstancias normales es un tiempo de algarabía, de celebración. La psicoanalista Piera Aulagnier lo llama “contrato narcisista”, es decir, la inscripción en ese quien soy, esa trama genealógica que inscribe nuestra forma de ser y de pensar, el espejo donde por adhesiones u oposiciones nos vamos construyendo. Pero ¿cómo se da esa trasmisión entre generaciones cuando hay un ancestro mancillado? ¿Qué pasa cuando ese espejo está ausente o es un agujero lúgubre, vacío, ominoso, tenebroso? ¿Cómo explicar lo que es una desaparición? ¿Cómo explicar a un niño pequeño lo que es una tortura o un genocidio? No hay respuestas lineales, y como no hay respuestas fáciles, lo que tú traías aquí como silencio entre generaciones es un gesto de huida, es la solución del avestruz, meter la cabeza en un agujero para no ver, y refugiarse en un prejuicio muy dañino para la educación, que es decir “los niños no entienden, miran pero no entienden”. No sólo entienden, sino que entienden mucho más de lo que creemos, aunque no tienen la capacidad de expresar su comprensión con una formulación discursiva. La comprensión precede muchísimo a la expresión. Para poder formular un cuentito que responda si te pregunto quién sos has trabajado varios años, y tiene versiones múltiples y contradictorias. La desaparición deja un agujero, un vacío, algo sórdido, que deja marcas. Cuando en lugar de la algarabía y la celebración el recién nacido es recibido con esa cosa de puntos suspensivos y de vacíos por la desaparición del que no está… Porque la muerte en un accidente se puede explicar, en una enfermedad es más difícil, pero los niños tienen una percepción de la muerte y de la enfermedad mucho antes de poder formularla, pero explicar una desaparición porque hubo un plan racional de suprimirlo del planeta y no se sabe cómo, ni cuándo, ni dónde, eso es mucho más lúgubre y mucho más tenebroso que explicar una enfermedad.
No hay una respuesta lineal, pero por lo menos puede haber por parte del adulto un acompañamiento a los interrogantes y las zozobras que los niños tienen respecto de lo que yo llamo el ancestro mancillado, cuya expresión máxima es el desaparecido. El ancestro mancillado o torturado, desaparecido, maldecido.
—Esto que dices puede explicar el silencio adulto, el de quienes padecieron la tortura, la cárcel, la represión. Pero en la trasmisión de memoria hay dos lados, y se da que muchas veces la otra generación, la de los hijos, tampoco pregunta, incluso hoy. Opta por no saber. ¿Por qué?
—Creo que es la evitación activa no intencional; es metaintencional. Recuerdo ahora una entrevista que le hicieron a Hannah Arendt en la Alemania pre nazi, entre 1920 y 1930. Ella era hija de una familia judía asimilada a la cultura alemana. El padre fue intendente de un municipio. Ella dice que se enteró de su condición de judía por las bromas, los desdenes y las burlas de los niños en la calle. Lo que no se decía en la casa se lo hacían ver fuera de la casa. No sé si Arendt suena como judío, si Viñar suena como judío, Klein puede ser judío o no judío, pero esas cosas que están en el borde, entre lo que se muestra y lo que se oculta, forman parte de la trama. Es interesante plantear la falta de pregunta como problema. Como problema de cuándo se aborda la dificultad, cuándo te tirás al agua, y cuándo hacés la del avestruz y lo suprimís. Creo que lo no dicho, las cosas no habladas, son generalmente activamente excluidas, y tienen efectos a larga distancia. Un colega muy prestigioso lo llama “pacto denegatorio”. Un pacto que existe en la mayoría de las familias, lo que se llama secretos de familia. Es decir, compromisos tácitos de que de esto no se habla. Pueden ser a veces cosas menores y, otras, cosas mayores. Supongo que el no preguntar sobre la cárcel, sobre la tortura o la desaparición es evitar una cosa enorme, un pacto denegatorio para evitar un secreto del tamaño de una casa y no de un alfiler.
—Como no querer abrir una olla de Pandora.
—Como no querer abrir una olla de Pandora; es una buena metáfora. Porque cuando uno se lanza a transitar eso tiene que mostrar sus aspectos de fortaleza y sus aspectos de fragilidad. Los aspectos en los que se mantuvo incólume y cuando se quebró. Yo tengo más experiencia con torturados. Muchos arrastran durante años o décadas el hecho de no saber muy claramente qué fue lo que hablaron (bajo tortura). Una minoría sabe que no habló nada. Pero la tortura no es sólo el acto del colgamiento, son también los interrogatorios que intercalan eso durante cinco días, o 20 días. Siempre se habla de la tortura como el martirio, pero los momentos de espera entre los episodios del martirio son terribles. Hay martirio del sueño, de la alimentación, de defecarse encima. Es decir que las condiciones de lucidez de conciencia que tenemos tú y yo ahora están interrumpidas. Eso quiere decir que el torturado no sabe muy bien; muchas cosas están en la penumbra. Por ejemplo, quién es tu médico, quién es tu ginecólogo, quién es tu dentista. Son respuestas que a veces uno daba inocentemente. Si el nombre del médico o del dentista se repetía en promedio cinco o seis veces entre los interrogados y uno tenía una referencia de 50 veces… ah, ése es miembro de la organización clandestina. Y eso se paga después: “Me delató fulano de tal”. Es decir que en los subterfugios para ver entre la nitidez del héroe que no claudica y el traidor que delata están todos los grises del medio, y las opacidades y las penumbras de no saber qué de lo que uno pudo decir lo perjudicó a uno mismo o perjudicó a otro. No son cosas nítidas, como pueden ser otros recuerdos. La memoria del terror sigue lógicas a distancia.
El no preguntar también es ahorrarse las penurias de estas cosas. ¿Qué es lo justo del olvido? O ¿qué es lo justo de hacer una separata especial sobre desaparecidos? ¿Cómo y cuándo se clausura el proceso que está abierto? Y sí, se clausura, por eso lo de las cinco generaciones. En eso Mujica tiene razón, cuando dice “cuando nos ‘muéramos’ todos”. Todos los presidentes uruguayos se negaban a una revaluación de la memoria. En la posdictadura inmediata hubo una escisión de la sociedad entre los militantes de la memoria y los traficantes del olvido. Que te pusieras a hablar como estamos hablando ahora provocaba la estampida de todos. Salvo otro sector muy minoritario y aislado que estaba en el fundamentalismo de una catarsis continua. Y entre los dos había, como en los castillos, un foso de separación. Después, a largo plazo, ese Uruguay de la cana, el Uruguay del exilio, el Uruguay del aquí no pasó nada, pudo volver a una cierta cohesión. Pero durante años hubo países superpuestos en los discursos. Y la conducta con respecto a hablar de lo que había pasado era muy confrontativa, había grupos antagónicos muy radicalizados; estaba lo de los ojos en la nuca, lo de la mujer de Lot, que se convertía en sal si mirabas para atrás. A Mujica le escuché personalmente decir “ahora lo que hay que hacer es ver cómo rehabilitamos Afe, no tanto darle los huesos a las viejitas”. Con esto te digo que es un problema de sensibilidad más que de orientación ideológica. Es un tema el de la continuidad o la ruptura con el pasado. El tema de la memoria del terror es un tema ultrasensible que no tiene respuestas ecuánimes. O hay un exceso de olvido o un exceso de implicación. De esto no se habla (el pacto denegatorio), o sólo se habla de esto y hacemos un heroísmo.
—Me interesa volver sobre quienes no preguntan y sobre el impacto que tiene este pacto denegatorio en la construcción de uno mismo. Quiero decir, si uno se construye en vínculo con las otras generaciones de su familia pero se encuentra con que hay silencios, recortes, nebulosas, e incluso ausencias, esas disrupciones seguro golpean en la estructura, en la subjetividad.
—Yo no tengo la respuesta. Para responder habría que ver caso por caso. En los traumatismos graves las repuestas no son predecibles, por algo existen las nociones de resiliencia y de estrés postraumático. Por eso yo prefiero la noción de marca, no la de secuela o de trauma, porque el trauma siempre implica una valoración negativa, en detrimento, siempre es considerado una discapacidad, una cosa nociva. Ahora, un sujeto que crece sin traumas es seguramente un estúpido, creo que confrontar a un ser en gestación con la realidad de sus traumas lo va templando y lo va formando. Es decir, el valor instituyente de los traumas infantiles y de las herencias traumáticas puede ser al revés de lo esperable. No niego que haya casos de secuelas o minusvalía en las marcas que queden de los traumatismos precoces, pero yo no tengo estadísticas, ni me interesan. Me interesa el estudio caso por caso, donde la noción del trauma y de locura con que circula la construcción de un sujeto humano, en el mismo núcleo reúne lo que es mórbido y lo que es creativo. Y muchas veces es con la adversidad que se tejen las mejores cosas que tenemos. A veces son las experiencias de adversidad las que más nos templan, las que más nos forjan, las que más nos constituyen. Por eso digo que es mejor meterse, embarrarse en el tema, que callarse, evitarlo. Yo tengo un a priori muy radical, creo que basado en la experiencia, de que es mejor hablar que ocultar los conflictos. Con ese a priori, la circulación de afectos que ocurre entre el que trasmite y el que recibe la información genera otro espesor subjetivo, otra densidad humana que cuando queda una cosa silenciosa y desértica.
Eso porque estamos en la esfera de lo íntimo. En la esfera de lo colectivo muchos dicen que hay que olvidar el horror y pensar en el futuro. “Pensemos en el mañana”, “No hay que tener ojos en la nuca”. La moraleja que se trasmite por debajo de esa apariencia de miremos el mañana y no el ayer es la trivialización del crimen. Creo que hay que hacerse cargo de los excesos y de los duelos que como colectivo tenemos. En el modelo sudafricano de posconflicto y reconciliación –la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, la de Desmond Tutu– se trataba de hablar (hicieron 20 mil horas con todos los horrores), porque si no se teje una maraña de invenciones.
—Supongo que me dirás que también en quienes callan se debe el estudio caso a caso.
—No hay estudios, que yo sepa, en follow-up –o sea a los que hablaron les pasó esto y a los que silenciaron les pasó esto otro–. Estos fenómenos en general los recupera la tercera generación. En nuestro trabajo de psicoterapia vimos que no se hablaba del tercer Reich en los primeros 20 años luego de la posguerra, pero los nietos fueron muy insistentes y muy incisivos en querer saber lo que hicieron los abuelos y padres entre el 33 y el 45. Te doy el dato alemán porque no sé si hay datos uruguayos. Pero es la tercera generación la que se implica con la memoria, se implica con las deudas del pasado y quiere saber a nivel familiar, eso empieza diez o veinte años después de la normalización militar o jurídica.
—¿Por qué será eso?
—Yo digo que por la fuerza del pacto denegatorio, ahí hay mucho miedo y mucha angustia negada y comprimida. La experiencia de una angustia que uno tiene dentro y no sabe por qué es una experiencia que cualquiera puede tener. Ahora, cómo y cuándo explota eso requiere otra mirada que una entrevista periodística.
El mensaje fundamental es que el ritual de que algo pasó, de que cuando pasa algo las generaciones subsiguientes lo reciben, y si lo desconocen va a brotar de modo inesperado, es una experiencia que el siglo XX ha demostrado. Se ve mucho en las patologías y en las locuras, muchas veces no se puede identificar sólo una causa, porque en los procesos patológicos hay una multicausalidad, pero uno de los factores es el silencio del origen. Esos pactos denegatorios son factor de patología en la tercera generación. Hay suficiente casuística como para poder definirlo de esta manera, no es que esto explique todas las patologías, pero es un factor nocivo importante.

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Contra los incendios y la desinformación: sobre la caza de brujas en la Comarca Andina

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La policía provincial, fogoneada por el gobierno local y nacional, detuvo a 12 personas al voleo y sin pruebas como supuestas responsables de los incendios que ya consumieron más de 25 mil hectáreas en la zona. Se trata de vecinas y vecinos que se encontraban conteniendo las llamas o que tienen apellidos mapuche. Frente a la comisaría, una movilización que reclamaba la liberación de estas personas sufrió además el amedrentamiento de una patota ligada al magnate Joe Lewis (uno de sus integrantes, empleado del municipio y cercano al intendente). La policía los dejó actuar sin hacer nada. Lo que hay detrás de esta operación político-mediática: fake news para romper la organización, persecución social, proyectos de extractivismo y entrega de territorios. “El miedo que nos quieren infundir no va a ser un obstáculo para seguir organizándonos, en los territorios y en las calles”, dicen algunas personas que prefieren no dar el nombre pero testimonian en esta nota, explicando todo lo que pasó y sigue.

Por Francisco Pandolfi

Mientras se queman los bosques y la montaña y los valles y las casas, y los animales, empezó una caza de brujas en Chubut y en Río Negro. Una caza de personas que justamente combaten a un fuego que sigue ardiendo en cinco grandes incendios. Que ya quemó más de 25 mil hectáreas. Que ya se llevó una vida: Ángel Reyes, de 84 años. Que ya arrasó con más de 200 viviendas en la Comarca Andina. Y que ya tuvo por lo menos 12 detenidos, al voleo, sin pruebas, y con el cargo de “incendio doloso” (dos de esos detenidos fueron inmediatamente liberados por falta de pruebas).

La persecución que en las últimas horas escaló al extremo, con el Estado sembrando en la población un estado de terror.

Frente a esto: la autogestión. El poder de las comunidades organizadas, ante todos los otros poderes.

Miente, que algo queda

Para entender este presente basta con hacer memoria a no tan largo plazo para comprender un mismo modus operandi. 

“La historia se repite”, decía Hegel. “La historia ocurre dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”, dijo Marx.

Todos los años ocurren enormes incendios forestales, y según estadísticas oficiales más del 95% son provocados por la acción humana. En enero de 2024 se quemaron casi 7 mil hectáreas en el Parque Nacional Los Alerces, en Chubut. A las horas de su inicio, el gobernador Ignacio Torres responsabilizó a la comunidad mapuche Paillako, tomando la línea de Patricia Bullrich, es decir del gobierno nacional. Pasó un año y no se encontró ni una sola prueba en contra de la comunidad, pero el ataque allanó el terreno que derivó en el desalojo de la lof a comienzos de este 2025. El déjà vu aparece cuando el último miércoles el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, informó que habían sido detenidas tres personas. Este jueves, se sumaron por lo menos 9 detenciones más, según el registro de distintas asambleas que ya no solo deben contar la hectáreas quemadas. 

La patota

Iván González es docente de biología, comunicador en la FM Radio Alas y vecino de Lago Puelo. Ahora está en El Bolsón, combatiendo el fuego y la desinformación. “Las personas a quienes están deteniendo son las que arriesgaron su vida por apagar los incendios. Ni bien nos enteramos de las primeras excarcelaciones nos movilizamos a la puerta de la Comisaría 12, de El Bolsón, para exigir su liberación, cuando de repente llegó una patota montada en caballos que vino directamente a agredirnos. Vimos peligrar nuestra vida, rodeados por mucha gente armada, con cuchillos, palos, amenazándonos de muerte todo el tiempo, aplaudiendo y gritando ‘viva la patria’, ‘mátenlos’. Fue una situación muy violenta”. La policía se destacó por su sospechosa inacción.

Iván explica que, ante las persecuciones, tienen dos estrategias: salir a hablar sin dar nombres propios, o hacer lo opuesto y que sea la exposición el paraguas que los proteja. El anonimato es la opción que elige un vecino de la localidad chubutense de Golondrinas, por una cuestión vital: “Quiero seguir viviendo”. Pone en contexto esa tremenda frase: “Están haciendo un operativo cazando gente; ayer a una amiga que lo único que hizo fue apagar llamas, le allanaron su casa; a otro flaco que por su apellido es del pueblo mapuche, lo levantaron de la puerta del supermercado y se lo llevaron, montando pura espectacularidad”. Agrega un dato clave sobre el grupo parapolicial que el miércoles llegó a caballo a amedrentar en la puerta de la comisaría: “Responde a Joe Lewis (magnate británico dueño de una estancia de 8 mil hectáreas que rodea el Lago Escondido). Lewis, Pogliano (intendente de El Bolsón) y Weretlineck son la misma cosa”. Uno de los integrantes de la patota es empleado del municipio encabezado por Pogliano.

El relato

Nelson Ávalos integra la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), región Noroeste de Chubut. La conversación con lavaca se pospone una y otra vez porque las detenciones aumentan con el correr de las horas. Entre audiencia y audiencia de la formulación de cargos a los detenidos, finalmente explica: “Mientras la gente arriesga su vida y encima la detienen, los gobernadores de Río Negro y Chubut, junto a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, están creando un relato sobre que los incendios (Mallín Ahogado, Epuyén, Trevelín, la comunidad Nahuelpan y el Pedregoso) son producto de una sola causa: una organización que se dedica a realizar actos terroristas para incendiar todo, vinculando siempre al pueblo mapuche tehuelche. Y ahora intentan sumar a gente que voluntariamente busca apagar el fuego”. 

Nelson dice que es muy complejo lo que están viviendo, que es muy difícil de sintetizar. Y subraya lo que cree fundamental poner en evidencia: “El relato de los gobiernos busca justificar que se instale en la región un estado de militarización. Hace unos días, Torres y Bullrich presentaron el Comando Unificado para combatir a ‘las fuerzas terroristas de la Comarca Andina’, y para eso desembarcaron las policías provinciales, la Federal, la Gendarmería, la Prefectura y el Ejército, además de los servicios de inteligencia”. Avalos deduce qué hay detrás: “Proyectos de extractivismo y entrega de territorios a la voracidad de capitales nacionales e internacionales”.

Sobre las detenciones: “La investigación la lleva el fiscal (Francisco) Arrien y se están llevando a cabo las audiencias de formulación de cargos por incendio doloso. Yo creo que mañana estarán todos liberados, porque esto forma parte de un circo de la Justicia y del poder político, para no ir hacia las verdaderas causas que originaron el fuego”.

El Estado de las cosas

“Estamos muy preocupados”. Del otro lado del teléfono habla Viviana Moreno, referente histórica de la Asamblea por el No a la Mina de Esquel. “Hay incendios locales en todos lados, todos los días. Se logran apagar enseguida porque estamos atentos. Son intencionales, porque son de madrugada”, dice. La voz se pone más tensa: “Estamos desesperados, anoche hubo otro incendio en un barrio. Esto que ocurre es una locura. Ya se están haciendo planes de evacuación de los barrios más inmersos en el bosque nativo”. 

Para Viviana, el fuego es el resultado final de una combinación explosiva de factores: un abandono del Estado de los bosques comunales, que deben ser limpiados, raleados sistemáticamente y no sucede; las plantaciones de pinos como monocultivo, altamente combustibles; el cambio climático: altas temperaturas impensadas años atrás, sequía y vientos fuertísimas; y la falta de equipamiento y la precarización laboral de los brigadistas que combaten los incendios forestales”.

Hernán Mondino integra la Brigada de Incendios, Comunicaciones y Emergencia (ICE) del Parque Nacional Los Alerces. Da un marco de la situación: “Pedimos 15 compañeros para reforzar la temporada e ingresaron solamente seis. Y encima, por la política general de gobierno renunciaron cuatro. A esto se suma que los brigadistas tenemos contratos laborales de tres meses. O sea, los números son siempre negativos y de esa política hay responsables concretos que se llaman a silencio. El Servicio Nacional del Manejo del Fuego ahora depende de Patricia Bullrich y en este contexto que vivimos Parques Nacionales sigue despidiendo gente. Estas responsabilidades se quieren ocultar buscando chivos expiatorios o culpables efímeros para desviar lo que realmente pasa”.

El vecino de Golondrinas que pide reserva de su nombre recuerda que desde el catastrófico incendio de 2021, aún hay gente que sigue sin agua, cuatro años después. También dice que sólo en enero, ya debió apagar cuatro veces el fuego iniciado por el chisporroteo de cables y por la quema de transformadores. “Cuando hay viento, están cortando la electricidad, porque saben que eso puede generar más incendios, lo que refleja la falta de inversión. Como no pueden resolver los problemas de infraestructura, por no haber inversión estatal, acusan al pueblo de terrorista, cuando son los gobiernos quienes están generando políticas de terror a favor de sus negociados”. 

Agrega Nelson Ávalos, de la APDH: “Acá se juegan intereses que trascienden a los incendios y se está utilizando el desastre para allanar el camino. Queda demostrado la complicidad estatal con lo que pasó el miércoles con esa patota y la impunidad con la que se movieron: cometieron un delito en flagrancia, a los ojos de la policía, que no hizo nada. Es evidente que su accionar fue avalado y que busca, generando desconfianza, romper un tejido social, una solidaridad de hermandad construida en toda la Comarca”.

La autodefensa de la autogestión

Hay dos movimientos que están sucediendo al mismo tiempo: la persecución, por un lado, y la organización popular que crece cada día un poco más. Iván González, vecino de Lago Puelo, reflexiona: “Todas las acciones que se están haciendo desde los gobiernos son conducentes a desarticular la red comunitaria que se formó para luchar contra los incendios y crear enemigos internos como el pueblo mapuche. El crecimiento inmobiliario en El Bolsón hace que la ciudad casi ya no tenga dónde crecer, porque es un valle encajonado, y entonces se pretende avanzar con loteos inmobiliarios hacia los lugares rurales, justamente como es la zona de Mallín Ahogado”. Iván suma un elemento: “La aprobación del RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones) vino a acelerar la realización de proyectos mega turísticos hoteleros y mineros, en un territorio donde hay una resistencia importante a que no talen los bosques, donde hay muchos productores apostando a la agroecología, donde en definitiva existe un obstáculo importante para sus proyectos urbanizadores”.

Y suma otro más: “A ellos les molesta que haya gente organizada contra sus planes, todos articulados por Joe Lewis. De hecho, es muy sospechoso que el incendio en Mallín Ahogado haya empezado pocas horas antes de lo que iba a ser la novena marcha hacia Lago Escondido, que año tras año visibiliza que se trata de un lago usurpado por un empresario”.

Iván pide no desviar el foco principal: apagar el fuego. “Intentan meter miedo y romper nuestra organización, mientras las llamas siguen descontroladas en la montaña, en las laderas, y ayer ya ni había aviones hidrantes volando. Entonces, si esperamos que 100 brigadistas de los servicios estatales –en un estado de cansancio total, con unas viandas deplorables y casi sin nafta para el uso de motobombas–, apaguen estos incendios no va a ocurrir hasta dentro de varios meses. El desfinanciamiento se traduce en la poca capacidad operativa del Estado para apagar el fuego. Ni hablar cuando hay varios fuegos en simultáneo, como ahora, que son cinco. Los mismos jefes del SPLIF (Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales) y todas las brigadas, reconocen que están con una frazada corta, que sacan de un lado y ponen en otro, que mueven aviones de un incendio al otro y no logran apagar ninguno. Por eso, no nos queda otra que las brigadas de vecinos voluntarios estemos de pie, que hoy cuadriplicamos en cantidad a quienes conforman los servicios estatales. La organización es muy grosa, hay muchísima gente participando”.

Existen roles bien marcados. Están quienes van al frente de la batalla contra el fuego; quienes organizan las viandas –hay un montón de cocinas y en cada una hay siete personas en cada turno–; están quienes se encargan de distribuir la comida; hay gente que organiza los animales; otro equipo ya pensando en la reconstrucción de las casas; uno más, imaginando cómo hacer las estufas para las nuevas viviendas; y otro, ideando cómo volver a reforestar, si con bolitas de arcilla o semillas. Plantea Iván: “La organización de autodefensa es enorme. Y apuntan a derribarla. Por eso estamos repitiendo un versito, que no es ningún verso, y es que a la represión, a su cacería y a los incendios, los combatimos con apoyo mutuo, con cuidados, con autogestión. El miedo que nos quieren infundir no va a ser un obstáculo para seguir organizándonos en los territorios y en las calles”.

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Lohana Berkins: recuerdos del futuro

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“Salteña, comunista, brava, decidida, organizadora de miles de microrevoluciones y megamanifestaciones, Lohana Berkins desarrolló en las calles de Flores una capacidad única, algo así como un super poder capaz de desarmar con pocas palabras la situación más peligrosa, incómoda, violenta. Porque justito ahí, en el momento del temblor, Lohana nos hacía reír. La lección, entonces, es que a partir de ahora tendremos que aprender a producir esa risa destituyente, rebelde, cómplice, conjugadora del miedo. La lección, también, es que a partir de hoy tendremos que leer a Lohana para dimensionar, entre otras cosas, todo lo que representa la práctica en la creación de teoría, eso de poner el cuerpo, para luego poner la cabeza y así, desde la anatomía sensible, inteligente, alerta, voraz, crear políticas. La lección, además, es recordar ahora una de esas creaciones teóricas tan Lohana: todo cuerpo travesti es un cuerpo político”.

Con estas palabras la escritora y periodista Claudia Acuña despidió a Lohana, fallecida el 5 de febrero de 2016. Nueve años después recordamos esta conversación cada vez más actual, publicada en la revista MU 11 bajo el título Anatomía política del cuerpo travesti: “El travestismo primero rompe de cuajo con las certezas, desmantela esta cosa de la binaridad, de la creación divina, porque cuestiona las esencias. El travestismo pone de manifiesto el deseo”.

Lohana Berkins: recuerdos del futuro
Foto: Subcoop.

Salteña, comunista, brava, decidida, organizadora de miles de microrevoluciones y megamanifestaciones, desarrolló en las calles de Flores una capacidad única, algo así como un super poder capaz de desarmar con pocas palabras la situación más peligrosa, incómoda, violenta. Porque justito ahí, en el momento del temblor, Lohana nos hacía reír.

La lección, entonces, es que a partir de ahora tendremos que aprender a producir esa risa destituyente, rebelde, cómplice, conjugadora del miedo.

La lección, también, es que a partir de hoy tendremos que leer a Lohana para dimensionar, entre otras cosas, todo lo que representa la práctica en la creación de teoría, eso de poner el cuerpo, para luego poner la cabeza y así, desde la anatomía sensible, inteligente, alerta, voraz, crear políticas.

La lección, además, es recordar ahora una de esas creaciones teóricas tan Lohana: todo cuerpo travesti es un cuerpo político.

El suyo fue castigado, ignorado, intervenido, encarcelado, explotado. Y en consecuencia, Lohana Berkins murió.

Nos queda, entonces, la gran tarea de cuidar los cuerpos de quienes sufren hoy violencias. Las machistas, las institucionales, las sociales, las culturales, las que nos hacen llorar hoy.

Anatomía política del cuerpo travesti

Conversación con Lohana Berkins con Claudia Acuña, publicada en MU 11, diciembre de 2007.

De mujer a travesti te pregunto ¿cómo puedo hacer una lectura política de tu cuerpo?

Una de las cosas que no ve esta sociedad es el cuerpo travesti. Es decir, ve la identidad, la apariencia, la parte performativa de la travesti, pero lo que a esta sociedad le produce un pánico moral y sexual es el cuerpo de la travesti. Si yo, en cualquier contexto cultural y socioeconómico, pronuncio la palabra “mujer” o “varón” inmediatamente todas y todos pueden referir un cuerpo, con variaciones de a cuerdo a la cultura, pero un cuerpo anatómicamente definido. En cambio, cuando decís “travesti” no imaginan ese cuerpo de acuerdo a sus características físicas. Negado el cuerpo travesti, lo que se lee es su apariencia. Entonces se empieza a encasillar: si tiene barba, se lo encasilla en lo masculino, te remiten al origen al cual -según la sociedad- no se puede escapar. O te remiten al otro extremo, colocándote en lo femenino: te veo como mujer, las travestis son mujeres, y a la hora de la articulación de la lucha y la palabra que pasen al lado de las mujeres. Entonces, la travesti no se puede posicionar como un cuerpo propio. Y, por lo tanto, al negarle la existencia a ese cuerpo, tampoco se le concede ningún derecho. Porque en definitiva, lo único que tenemos es ese cuerpo. Y si hay algo inocente es la representación anatómica del cuerpo desnudo, pero el cuerpo desnudo de la travesti es subversivo, totalmente peligroso. Es intolerable.

Justamente, ese cuerpo desnudo de la travesti te confronta con la posibilidad de pensar por fuera de los esquemas establecidos: no es hombre, no es mujer. ¿Qué es? ¿Es un cuerpo creado? ¿Es un cuerpo que expresa violencia? ¿Abuso? ¿Mentira?

Creo que no es un cuerpo creado, porque en realidad tendríamos que discutir la naturalidad. Yo creo que la naturalidad, en su esencia más profunda, no existe. Cualquiera fuera nuestra orientación sexual, nuestra identidad de género, de por sí hemos sido y somos atravesadas por la superficialidad del mercado. Se nos han creado necesidades que nada tiene que ver con nosotras y nosotros. Y ahí me parece que viene una de las cuestiones profunda que quizás el cuerpo travesti le arranca de manera muy fuerte al patriarcado y al capitalismo mismo: el hecho de qué pasa cuando uno/una es artífice de su propio cuerpo, no ya de su propio destino. Después podemos leer por qué hay esa necesidad de esa construcción del cuerpo, si esas construcciones son deseadas, pero lo que la travesti pone en evidencia es eso de ser arquitecta de su propio cuerpo y a partir de qué lo construye. Otra cosa siniestra que pone en evidencia es cómo la sociedad te pide la evidencia de esa corporeidad. ¿Esto que significa? A nosotras no solo nos piden que tengamos tetas, sino que seamos la evidencia de esa teta.

De alguna manera el mercado llenó ese vacío de representación del cuerpo travesti con sus propios íconos: decís travesti y pensás en Florencia de la V. ¿Es la representación del cuerpo travesti como mercancía?

Yo diferenciaría dos cosas. La primera es que el mercado históricamente cotiza la belleza de la mujer como moneda de cambio: vende la belleza impecable del cuerpo de Florencia de la V. No sólo su cuerpo, a secas. Lo que se le exige a ese cuerpo es la belleza. La segunda cuestión es con respecto al cuerpo travesti en particular: cuando esos cuerpos están en el mercado de la prostitucion son deseados y cotizados. Ahora cuando esos mismos cuerpos abandonan la prostitución, no son deseados por nadie. Porque hasta la misma Florencia está atrapada en esa trampa: para mantenerse en su estatus debe ser un cuerpo despolitizado, que es lo mismo que nos pasaba a nosotras en la prostitución. Un cuerpo a disposición del tipo que no va a comprar conflictos, sino sumisión.

Desde ese punto de vista, no existe cuerpo más politizado que el de la maestra travesti.

Claro: imaginate ese cuerpo puesto ahí, al frente de un aula, para que las niñas y los niños empiecen a romper con la binariedad y empiecen a imaginar un mundo posible donde el diálogo se habilite más allá de ser hombre o mujer. No solo que la vea como un cuerpo construido, sino también que la pueda ver como objeto de deseo en ese mercado de los deseos. Porque ¿qué pasa si el niño o la niña se enamora de la maestra travesti? ¿qué pasa si la quiere, si la admira?¿qué pasa si aprende de esa maestra lo que ella es y lo que no es?

¿Lo que vos estás diciendo es que hoy el cuerpo travesti no puede pensarse sino en función de la prostitución?

Totalmente: no puede pensarse sino es en función del mercado. Ese cuerpo, en cuanto se mantenga en esos márgenes, digamos, de utilidad de un mercado, por supuesto que está cotizado. Siempre digo que las travestis somos el deseo oculto de la burguesía capitalista, pero ¿cuándo seremos el deseo lícito de la izquierda revolucionaria? Porque está bien que Lohana Berkins y determinadas travestis participemos de los partidos de izquierda, pero ¿qué pasaría si el secretario general de un partido de izquierda dice “te presento a mi compañera, Lohana Berkins”, con el mismo orgullo que yo he visto diciendo “te presento a mi compañera dirigente obrera, que luchó en Zanón o en Brukman”? No. Nosotras seguimos estando como ícono de la particularidad. Nosotras quedamos atrapadas en esa cosa del mercado. Y ahí se genera algo bien peligroso que la sociedad no quiere debatir y que en ese sentido se marca más en las travestis: eso de generar genotipos de personas solo para algo. Cuando, por ejemplo, se dan debates sobre la prostitución, ahí se ve lo que realmente la sociedad piensa. Lo primero que surge en torno a la prostitución es si la legaliza o no. Más allá de que este tema merece otro capítulo, lo que señalo es que nunca esos pedidos fueron propiciados por organizaciones de mujeres y travestis en situación de prostitución. Nunca fuimos nosotras a decir “queremos una zona roja”. Siempre lo dicen los otros. Y lo que expresan es algo bien concreto: porque así como en su momento la negritud era sinónimo de esclavitud, las travestis son para esta sociedad un genotipo de esclavitud sexual.

Lección de anatomía

¿Qué pasa con el cuerpo travesti cuando llega a un hospital?

Te contesto con una anécdota concreta. Un día, por un dolor de panza, voy al hospital, al servicio de gastroenterología. Como yo ya había hecho un escándalo en admisión para que me anotaran como Lohana, el primer diálogo con la doctora fue así:

-¿Tuvo abortos? ¿cómo es su menstruación?
-Perdón doctora, acá hay un problemilla: yo mujer no soy.
-¿Cómo que no es mujer? ¿Usted no es Lohana?.
-Sí, soy yo. Pero soy una travesti.
-¡Ahh! Entonces, ¡usted es un hombre!

Me lo dijo levantándose de la silla, como sentenciándome. Ahí le apareció lo policíaco de la medicina. Y aunque le expliqué que estaba equivocada, en la historia clínica escribió: “se niega a dar su nombre”. Y no me estaba negando a dar mi nombre, porque mi nombre es Lohana. La que se estaba negando a ver la realidad era ella. Ahí mismo me fui a hablar con el director del hospital, que me propone consultar la lista de médicos de esa especialidad así elegimos a la doctora más “simpática”. Le digo: “Perdón doctor. A mí me va atender la misma doctora que me atendió, pero bien. Si cuando yo me vaya se pone azufre y se rocía con agua bendita, es problema de ella, pero me tiene que atender. Porque sino le estamos resolviendo el problema a ella, no a mí.

¿Y tu dolor de estómago?

Tuvo que seguir esperando, porque me pasan a otra médica, divina, canchera, pos moderna, pero que no me revisó nunca. No podía relacionarse con el cuerpo de una travesti. Así que pasé a un tercer médico al que le dije:” Si no me vas a revisar, me voy ya”. Nunca indagaron la historia de mi cuerpo, si el haber estado presa influyó en mi salud, si las siliconas me las puse ilegalmente y en qué condiciones, si tomaba hormonas… Mi cuerpo era una cosa tirada ahí, seguía siendo violentado, invisivilizado, porque verlo era para esos médicos alterar, confrontar e interpelar todo un orden de lo aprendido. Es tan fuerte el pánico que producen nuestros cuerpos que absolutamente cancela cualquier diálogo.

¿Qué pone en evidencia el cuerpo travesti? ¿La inseguridad, la ignorancia, lo desconocido?

Creo que el travestismo primero rompe de cuajo con las certezas, desmantela esta cosa de la binaridad, de la creación divina, porque cuestiona las esencias. El travestismo pone de manifiesto el deseo. Cuando las vecinos sensibles de Palermo reclamaron que saquen a las travestis de la puerta de sus casas, ¿a quién realmente querían sacar de la puerta? Al deseo de sus esposos. No pueden admitir que nosotras le pongamos el deseo en la puerta. Cuando una persona ve a una travesti, en realidad, no le molesta la diferencia sino la igualdad: qué me refleja, qué me está sacando a mí que me pone tan loca. Pensemos que una travesti nos enfrenta, incluso, a pensar en nuevas formas de reproducción. ¿Podríamos decir, por ejemplo, que un hombre ha parido un hijo? Sí, si pensamos que una persona que nació mujer y se convirtió en hombre sigue teniendo sus órganos reproductivos. Yo he visto una foto de un tipo de barba pariendo. Algunos dirán que está pariendo una mujer, pero su identidad es masculina. ¿Qué respetamos entonces para referirnos a esa persona: su identidad masculina o su anatomía femenina?

¿Cómo podríamos definir la subjetividad travesti?

Si yo me comparo con una mujer de mi edad, cruce racial y origen social, es evidente que la construcción de los cuerpos y las vivencias fueron absolutamente distintas y que esa diferencia nos van dando un tamiz sobre la vida absolutamente distinto. Es cierto que toda la sociedad, por ejemplo, está atravesada por la violencia. Pero si vos comenzás a hacer un trabajo empírico sobre esa violencia social, podés sectorizarla: los jóvenes pasan por esto, los ancianos por esto otro, las mujeres por aquello. Lo que hace sumamente grave en esta sociedad el tema de las travestis es que todas esas violencias juntas atraviesan sus cuerpos. Si a una travesti le preguntas ¿te encarcelaron?, te responde: sí. ¿Te pegaron? Sí. ¿Te violaron? Sí. ¿Te echaron de tu casa? Sí.¿Se te murió una amiga? Si. ¿Tenés Sida? Sí. Todas esas violencias juntas hacen muy pesadas estas historias. Nosotras somos identidades clocalizantes: toda la mierda debe ser puesta en nosotras. Pero no vemos esta historia de genocidio. Son generaciones enteras que están desapareciendo y la gente y funcionarios siguen pensando en función de que toda esa miseria no es real, es simbólica. ¿No hay mayor crimen que quitarle la niñez a alguien? En las travestis es lo primero que se hace. Una niña travesti es siempre alguien expulsado de su hogar, que a los 13 años ya vive en una comunidad con adultas que tenemos la vida hecha mierda.

¿Otra forma de violencia más sutil, que desactiva la rebeldía, no es la victimización?

Esto de la victimización termina siendo rasgo identitario muy fuerte, porque si vos perdés el discurso de la víctima perdés todo. Es otra de las consecuencias de la exclusión: la victimización termina siendo un rasgo identitario único. Un paso más fuerte es cuando esa misma víctima se convierte en sujeta de derecho. Nunca se nos puede quitar el derecho a denunciar que somos víctimas, pero no nos tenemos que quedar ahí. Vos tenés que revolucionar no solo tu propio sentido, sino también el sentido común de la sociedad. El Derecho debe ser interpretativo de la realidad. Si alguien dice “ya he sido puta y no lo quiero ser más”, el Estado automáticamente tiene que interpretar esa realidad. Lo que pasa acá es que no se lee esa realidad, se ignora. Nosotras tenemos que discutir nuevos derechos civiles y políticos, nuevas constituciones. Debemos participar generar, debatir, no permitir que el sistema siga funcionando así.

Modelos de mujer

¿Se podría decir que una de las características de lo travesti es esa visión performática de sus cuerpos?.

En realidad, la estética de todas las mujeres no es creación de las propias mujeres: es una creación de los varones.

¿Y la estética travesti no es una creación de los varones?

Es la estética que se impuso a las mujeres, sobre la cual las travestis hacen después su propia interpretación. La sociedad genera esos íconos. Lo travesti, entonces, no hace más que dejar en evidencia, bien demostrado, cuáles son esos íconos. En mi época, nuestro modelo era Moria Casán. A lo mejor si hoy una adolescente travesti tuviera que hacer una lectura de qué es ser una mujer, pondría de ícono a Pampita. Ahora, el porqué Moria Casan o Pampita son la estética de una trava no es un tema del trava, sino de la sociedad. Eso te da la clara evidencia de cómo el sistema capitalista genera iconos fuertes que atraviesan a cualquier adolescente y, por supuesto, también a las adolescentes travestis. Esos modelos van cambiando, pero forjan una identidad sobre lo femenino de la que nadie está a salvo. El agravante que tiene esta identificación es que ése cuerpo travesti sólo es valorizado en el marco del a prostitución. Y la prostitución es un condicionante muy fuerte. Por ejemplo, en cuanto a las prótesis. Si la que sube más (a los autos) tiene una de 400 es lógico que la otra se quiera poner una de 500. Ahí el que está definiendo ese cuerpo es el prostituyente.

Algo que llama la atención es que desde hace relativamente poco tiempo la sociedad está pensando a las travestis como una población. Inclusive para moverlas del Rosedal, ya no se las trata individualmente, sino como a una población a la que hay que destinar un sector concreto de la ciudad para que allí sean prostituídas.

Hay que diferenciar la prostitucion de las mujeres y de las travestis: lo único que nos une es que para una y otra el primer fiolo es el Estado. Otra cosa en el sistema prostitucional de Argentina y ahí sí hay diferencias: las travestis no somos atravesadas por el fiolismo, como sí lo son las compañeras mujeres. La explotación sí que es la misma. La otra vez compañera me dijo una cosa que me hizo ver la luz. Ella marcaba la contradicción del Estado argentino: por un lado, el Ministerio nos da los forritos para que nos cuidemos y, por el otro, ese mismo ministerio manda a la policía para que nos reprima. A mí me impactó su manera de señalar estas contradicciones en las políticas de Estado. Porque si el Estado te dice “cuídense del sida”, la pregunta siguiente es: ¿cuídense para qué? ¿Qué posibilidades de vida digna tiene esa compañera?, ¿puede ir al a escuela , cambiar de trabajo? Cuando nosotras vamos al gobierno con estos problemillas, nos dicen: “bueno, las vamos a capacitar”. Perfecto. Pero mientras se produce la capacitación, ¿yo le puedo exigir a alguien que se prostituyó hasta las 6 de la mañana que venga a las 10 a tomar el cursito de peluquería? Es indigno. Y esto habla a las claras del destino de muerte que rodea a la travesti. Esta cosa de la muerte, no solo real, sino de muerte cotidiana. Porque los modelos de identificación que encuentra en el día a día siguen siendo el de la puta. ¿O acaso cuando vas a una tienda o a un bar sos atendida por una travesti? Para ejercer los derechos los tenés que conocer, vivir, incluso para exigirlos tienen que ser una cosa posible. ¿Y qué es lo posible para una travesti más allá de la prostitución? Muchas travestis activistas somos altamente capacitadas, pero no somos contratadas. Un ejemplo: en el campo especifico del sida, donde hay mayor cantidad de dinero destinado a las travestis, esos recursos son manejados por las oenegés y sus técnicos, que después agarran a las travestis y le tiran unos pesos por mes para que salgan a la calle, repartan los forros y les recojan la información que ellos luego presentan para justificar sus trabajos. Nosotras somos llamadas para dar testimonio o para el cotillón. No somos vistas como fuerza productora de trabajo.

Como fuerza de trabajo son vistas en cuanto putas.

Exactamente. Cuando destrabemos eso, vamos a poder decir: “Mirá cuánto avanzó la sociedad”.

La sexualidad travesti

¿Podemos pensar el cuerpo travesti como un cuerpo en rebeldía?

Ojalá las travestis lo pensáramos al cuerpo como una cuestión revolucionaria. Nosotras no estamos a favor de ningún tipo de institucionalidad, pero también no se puede obviar los impactos negativos que produce la no institucionalización, ya sea por no tener acceso a un hospital, a la escuela, ni siquiera tampoco a ningún orden barrial, la salitas del barrio o el grupo de la cooperativa “El trapito feliz” de la villa. Los impactos negativos que produce la ignorancia también afectan la capacidad de rebelarse. Para entender, por ejemplo, que la identidad no puede ser construida solo a partir de un cuerpo. El creer que ser mujer es tener una súper teta. Por ejemplo, cuando nostras hacemos los talleres damos una silueta de una modelo divina, ninguna discute ese cuerpo. Y cuando les decimos “vístanla”, todas la visten como puta, con medias caladas, botas bucaneros, polleras cortas. Yo les digo: chicas, las mujeres tiene sabor, olor , color, dolor.

Cuando ustedes están construyendo ese cuerpo ¿qué pasa con el pensamiento, con el alma, con el lenguaje? Va en conjunto con la transformación del cuerpo, o primero va el cuerpo, y después el pensarse, mirarse, decirse?

Absolutamente esa es la parte más fuerte que pasa con el travestismo. Generalmente, por cuestiones económicas y técnicas, comienza con el cuerpo, que muchas veces es modificado aun en la más tierna niñez. Esta exigencia de la corporalidad, de la definición corporal, es prioritaria porque la sociedad todo el tiempo te está pidiendo que te definas. Ellas acceden entonces a esta cuestión de transformar el cuerpo y no se pueden pensar a sí mismas, qué es lo que son y qué quieren ser. A mí me pasó que, tras mucho años de ser portadora de este cuerpo, recién empecé a pensar hace relativamente poco sobre lo que esa transformación significa. Si este pensamiento se hubiese producido al inicio de mi vida nada de lo que me hice, nada, lo hubiese realizado. Lo hubiera hecho en otras circunstancias, con otros cuidados, sin duda. Pero aun si no hubiese podido acceder a esa transformación, lo mismo yo seria Lohana Berkins. Hoy sé que si yo mañana me saco las tetas, me corto el pelo, sigo siendo Lohana Berkins. No podemos creer que solo puedes ser travesti con ese cuerpo. Eso es lo fuerte que nos ha pasado. Y no estoy siendo moralista: que cada una se haga lo que quiera, pero porque lo quiere, no porque se lo están exigiendo o por esta tremenda creencia que sin ese cuerpo no hay nada.

Algo de cruda realidad hay en esa elección: sin ese cuerpo no hay destino en la prostitución.

Eso es algo que se ve en los propios deseos. Cuando le preguntas en un taller qué quieren ser, te contestan: travesti. O mujer. Quedan tan atrapadas en esa ficcionalidad, y en esa cosa de ser solo travestis. Recién después de mucho trabajo, salen otros deseos: maestra, bailarina, médica. Nosotras lo que le tratamos de lograr es que las travestis comiencen a aceptarse a sí mismas. Y en ese sentido, una cosa muy particular es el truqui.

¿Qué es el truqui?

Es el arte de esconder el pene. Algo tortuoso, que te lastima, pero que se transformó en una exigencia para crear la ficción de que somos mujeres. Y no: somos travestis.

Eso lleva a un tema clave: ¿cuál es la sexualidad de la travesti en cuanto a su propio deseo? Porque a las mujeres, por ejemplo, una llave muy preciosa para nuestra propia conquista del deseo es la masturbación. ¿Esto es algo que forma parte de la sexualidad travesti?

Es algo que no puede formar parte en tanto te digan: sos mujer. Eso inhabilita no sólo tu realidad, sino tu posibilidad de goce. El aceptar nuestro cuerpo, y decir que tenemos un pene es maravilloso, porque eso es ser una travesti. Aceptar el cuerpo como es y las funcionalidades de ese cuerpo es algo muy difícil si estás atrapada en el universo de la prostitución. Si te obligan a hacer veinte cosas para que el tipo no se de cuenta de que vos tenés un pene, entonces, ¿porqué no buscan a una mujer? Si venís conmigo, deseame en mi integridad, gózame y déjame disfrutar a mí, porque sino me estás obligando a seguir siendo la geisha de la prostitución. Y esto no tiene nada que ver con la orientación sexual o la identidad de género. Esto es poder amar su propio cuerpo.

La cooperativa

Para pensar esos cuerpos como cuerpos productivos, más allá del mercado del sexo, se están organizando en una cooperativa. ¿Cuál fue el origen de ese proyecto?

Una de las crisis que nos agarró era ver que si bien nosotras habíamos avanzado en mucha cosas, la gran mayoría sigue viviendo de la prostitución. La gente ya ve bien que nosotras nos sentemos en una mesa de debate, pero no le importa de dónde secamos el dinero para sobrevivir, a cuántos tipos tuvimos que aguantar, a qué violencia nos expusimos. Así que les dije a las chicas: ¿qué está pasando? O estamos transmitiendo algo mal, o no se nos está entendiendo. Paremos y veamos cómo nosotras nos hacemos cargo de nuestra entrada económica, de empezar a debatir en esta cultura totalmente patriarcal porqué no se nos ve como productora de fuerza de trabajo. Y se nos ocurrió esto de la cooperativa. Así comenzaron a aparecer las ideas. Un día Hebe de Bonafini me invita a su programa de radio, se enteró del proyecto y nos dijo que nos amadrinaba. A partir de ahí todo el proceso fue sumamente interesante para ambos lados: para nosotras y para cada funcionario ante el cual teníamos que hacer un trámite.

¿Cuáles son tus miedos frente a esta nueva experiencia?

Yo le tengo miedo al Estado. A mis compañeras no. Toda la vida conviví con compañeras mujeres en calabozo y el conflicto siempre estuvo a punto caramelo y, sin embargo, siempre encontrábamos la forma de resolverlo. La ética de la puta a mí me conduce en toda la vida, por eso nunca tomo una discusión en términos personales. Una crece, y el crecimiento produce mucho miedo, pero no me asusta ese tipo de tensiones porque todas aprendimos a rescatar el valor de la convivencia y el afecto.

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La foto y las sonrisas podrían ser un emblema de la época. Ocurrieron el 17 de diciembre de 2024 en el hotel Palacio Duhau-Park Hyatt. (Por Sergio Ciancaglini)

De creerse en los trascendidos a la opinión pública, el ministro Luis Caputo, alias Toto, dio cuenta en ese almuerzo de un pollo al horno con puré. Es un plato difundido en estas curiosas tierras, que tal vez Caputo no encontró en fugas anteriores, desparramado en playas cariocas tras “fumarse” 15.000 millones de dólares de reservas “irresponsable e ineficientemente”, según lo denunciaba el entonces panelista televisivo Javier Milei.  

En la foto se ve al actual ministro de Economía junto una serie de personas que en cualquier otro ámbito podrían ser confundidas con jubilados salvo por los trajes, las cuentas bancarias y las prótesis: Luis Pagani de Arcor (primer productor mundial de caramelos y otros productos que no aplican como alimentos); Héctor Magneto de Clarín (que definió a la presidencia de la Nación como “cargo menor”, aunque luego lo desmintió sin éxito ante la versión original del maestro Chiche Gelblung); Sebastián Bagó de los laboratorios ídem; Federico Braun de La Anónima (quien reconoció que lo suyo es  “remarcar todos los días” como actitud ante la inflación); Alejandro Bulgheroni (de Pan American Energy); Cristiano Rattazzi (reconoció que gracias a las actuales políticas la gente come menos carne, pero él también, mezclando pobreza con tips vegetarianos); Carlos Miguens del grupo ídem; Paolo Rocca de Techint, instalado financieramente en la guarida-ducado de Luxemburgo para no pagar impuestos; y Jaime Campos de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) promotora del encuentro y diversas actividades cobijadas en una metódica penumbra. No estaba el presidente: no hacía falta.  

Había otras mesas que reunieron un  total de treinta y tres comensales, tres de ellas mujeres. Había un Blaquier, un Roggio, un Pérez Companc, un Roemmers, y hasta un Duhau (no Park Hyatt), entre tantos. No estaba el más rico, Marcos Galperín, un Elon Musk all uso nostro, emigrado al Uruguay para aliviar impuestos, quien de todos modos fue designado en la Mesa Ejecutiva de AEA junto a Magneto, Pagani y Rocca, por ejemplo. 

Había allí más riqueza reunida que la que posee en conjunto gran parte de las millones de personas del país que intentan seguir aferradas a una supuesta pirámide social que no derrama hacia abajo dinero y bienestar sino escombros y residuos. Afuera del hotel, cuentan, había gente ansiosa por ver qué pasaba dentro. No por AEA, sino por la posible aparición ante sus fans de Luis Miguel, huésped del lugar e intérprete de canciones que entre estos adultos mayores podrían haber encontrado coro. Por ejemplo, “Dame”.   

Antiguamente se mencionaba a este tipo de personas como dueños del país, capitanes de la industria y otros epítetos menos glamorosos. Hoy muchas de esas empresas están trasnacionalizadas y los ex dueños mutaron a CEOS. Había en otras eras emblemas como Franco Macri y Carlos Bulgheroni. Este último, fallecido en 2016 a los 71 años tras convivir desde los 28 con un cáncer de ganglios, es un símbolo: negoció con todas las dictaduras, con gobiernos democráticos, con Occidente, con China y hasta con los talibanes por un gasoducto de Las Mil y una noches, que jamás llegó a construir. Se le conocen pocas frases: “Somos los cortesanos del poder”, y “Los gobiernos pasan, nosotros quedamos” entre las icónicas.  

Los comensales del Duhau tomaron lo que Bulgheroni y también el Macri originario enseñaron. Al menos desde los tiempos de la dictadura lograron que los gobiernos les entregaron todo o casi. Muchos se enriquecieron inoxidablemente gracias al Estado, y supieron enriquecer a militares y funcionarios con los porcentajes correspondientes. Pero a estos empresarios nada, nunca, les resultó suficiente: “Será que no me amas” cantaría el huésped del Duhau. Los gobiernos pasan, ellos quedan. Para la población los resultados de tanto poder acumulado por estos señores en las últimas décadas están a la vista. 

Según las crónicas más serias (La Nación, por ejemplo, que tenía entre los convidados a Julio Saguier, presidente del directorio del diario), el ministro Caputo “contó que la genialidad fue bajar la tasa de interés”. 

En el marco del autopercibido mejor gobierno de la historia, las palabras de ese coloso rock star trasuntan cierto nerviosismo oficial, un trastorno obsesivo compulsivo de alabarse a sí mismo. Pueden parecer reacciones diagnosticadas por un conocido refrán español: “Dime de qué presumes, y te diré de qué careces”. El gobierno presume de un éxito económico inigualable, de un apoyo social inédito, de un crecimiento económico deslumbrante. Lo mismo ocurrió en su momento con otras experiencias como las de Martínez de Hoz, Menem y Macri, por poner una letra. 

El autoelogio oficialista deberá confirmarse o no más adelante, de acuerdo a los designios a veces astrológicos de la familia gobernante y su entorno, que evocan también a otra etapa que se autopercibía como exitosa, comandada por José López Rega (a) el Hermano Daniel, promotor de la idea de Argentina Potencia, del Rodrigazo y recordado, además, por la creación de la Alianza Anticomunista Argentina (o Triple A).   

Volviendo al Duhau, los invitados dijeron a Caputo a través del señor Campos lo que repitieron de distintas formas a todos los gobiernos anteriores:  

“La AEA, conformada por empresarios que lideran empresas muy importantes de nuestro país, quisiera expresarle hoy el compromiso de todos sus miembros de trabajar para que la Argentina deje atrás décadas de estancamiento y se encamine definitivamente en la senda del desarrollo económico y social”. 

La pregunta podría ser: ¿quién les pide tanto? ¿O será como tantas veces, un oficialismo producto del viento a favor, para finalmente descartarlo? Por ahora, solo sabemos que terminó una parte del juego que continuará en este 2025. Tiempo para desearnos un feliz año, aunque esta vez –con todo tan dado vuelta– podría ser prudente plantearlo al revés: que todos tengamos un zilef oña.  

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