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Diseñando autogestión
Rompieron moldes, crearon sus propias formas y se pensaron juntas y formando parte de una red de fábricas recuperadas y cooperativas. Así convirtieron el diseño en una herramienta que representa otros valores.
Son siete mujeres trabajando en el tercer piso de una fábrica recuperada. Son diseñadoras, de diferentes ramas, egresadas de la Universidad de Buenos Aires. La academia y el mercado les dijo: pueden ser empleadas o patronas, pero ojo que lo que vale es poner la firma. Ellas respondieron: hay otras formas. Lo primero que diseñaron fue una cooperativa.
Les dijeron: el diseño es un lujo para quienes tienen plata.
Ellas responden: el diseño es una herramienta de transformación, y como cualquier herramienta, también le pertenece al pueblo.
Así diseñaron cómo vivir y trabajar.
La primera vez que estuvieron todas juntas fue en el año 2011. Desde IMPA, la fábrica metalúrgica ubicada en pleno Almagro, les habían ofrecido cederles un espacio. En esos pasillos y entre las máquinas se encendió entonces el motor que no se volvió a apagar. “Con IMPA no hay intercambio de dinero. Llevamos adelante proyectos conjuntos, funcionamos como una herramienta de comunicación”.
En la puerta de la calle Querandíes y con los puños en alto se tomaron la foto fundacional. Siete mujeres, diseñadoras industriales, gráficas y audiovisuales pujaban así entre todas para que nazca la Cooperativa de Diseño.
Preguntas clave
“Queremos romper con la idea de que diseñar es estar solo en un cuarto blanco. Estamos acá, situadas, en contexto”, dicen las chicas en la parte más alta de la fábrica, sentadas en ronda donde circula el mate. Tras ellas está el cuarto restaurado que hace de oficina, con una mesa grande llena de monitores y ventanales por donde entra el sol. A uno de los lados, el techo del galpón sube y hace de taller colmado de herramientas. Por todo el lugar hay plantas, colores y bicicletas.
Todas habían trabajado en relación de dependencia o free lance, pero no se sentían identificadas con los productos ni las marcas para las cuales diseñaban. Algunas de ellas estaban trabajando de manera independiente, pero les pesaba algo. ¿Qué? Solas era aburrido.
Dos preguntas fueron fundamentales para comenzar a buscar una nueva forma de hacer diseño:
¿Qué tipo de organización laboral queremos?
¿Hacer diseño en función de qué?
Las dos propuestas que les ofrecían desde la academia y el mercado eran: o ser empleado o ser patrón. Ellas decidieron vincularse sin escalafones, rompieron el arriba y el abajo y construyeron desde la horizontalidad una cooperativa. “Planteamos construir el diseño por y para el pueblo, trabajar junto a los sectores populares, y hay una forma de organizar el trabajo para producir en la lógica de esos sectores”.
Cada uno de los trabajos que emprenden circula entre varias, no hay una responsable única de los resultados: son siempre colectivos. Controlan la asistencia para compartir horas y mates y entre todas discuten qué proyectos encarar y cómo hacerlos.
Diseño popular
Desde hace cuatro años la Cooperativa de Diseño trabaja con fábricas recuperadas, cooperativas, pueblos originarios, grupos de mujeres y sectores vinculados a la economía social.
Transitaron el carril contrario al que les señalaban, desde la universidad: lo que vendía era el diseño de autor. “Lo vemos como algo del pasado. Viene alguien, quiere imponer su nombre y nos suena medio años noventa. Es verdad que fue y sigue siendo lo hegemónico, pero como nosotras hay más: se empezaron a gestar un montón de grupo de trabajo”
Muchas de ellas dan clases en la universidad, llevan encima la experiencia de su trabajo y muestran otro horizonte posible para diseñar. “Nada te prepara para trabajar con sectores populares. El diseño es una herramienta que está ligada a los que tienen plata, pero la realidad es que es una herramienta como cualquier otra y se tiene que tomar”.
Con las máquinas metalúrgicas de fondo marcando el pulso, descubrieron el diseño como herramienta de transformación cuando se la vincula a otras disciplinas. Ese iba a hacer su aporte, desde lo profesional, a los procesos de transformación que encarnan las luchas que deciden acompañar. Con mujeres qom desarrollaron una línea de canastos, con fábricas recuperadas pusieron en la calle nuevos packaging y productos, con cooperativas diseñaron una identidad visual que los represente, impulsaron cortos que banquen desde la imagen espacios que ellas bancaban con la cámara, trabajaron siguiendo el ritmo de las máquinas.
Para ellas poner el cuerpo en la cooperativa implica ponerlo en varias luchas: ir contra la corriente de lo que el diseño debería ser y cómo hacerlo. “No hay un sindicato o una organización que establezca parámetros sobre los derechos de los trabajadores del diseño. No hay tarifarios, en muchos estudios no te pagan horas extras, todo está en un gris porque se supone que está bueno trabajar de esto, y eso habilita una explotación profunda”.
El plus: ser mujeres diseñadoras. “En el diseño se espera que haya mujeres, pero destinadas a la cuestión más proyectista, no al aspecto técnico. Si te orientas más a lo estético, lo bonito, decoración, inmobiliario: todo eso está bien. Si querés hacer un tractor, no es lo tuyo. Lo mecánico, lo técnico, pero también hablar con proveedores o conocer procesos tecnológicos, todo eso es el lugar reservado para hombres”.
La lógica machista la rompieron trabajando con sectores populares, donde las complejidades son otras, generalmente vinculadas a lo económico, pero las mujeres son igual de fuertes y respetadas y la horizontalidad vuelve a todos compañeros.
“Para nosotras fue una gran sorpresa acercarnos a las fábricas recuperadas y ver que tienen conciencia de que les hace falta diseño, que necesitan ese valor agregado. La dinámica de trabajo es mucho mejor de lo que se puede proyectar porque están entusiasmados en recibir el trabajo y es reconocida la herramienta del diseño. Lo ven como un valor, no sólo por la necesidad, sino también por la identidad. Muchas fábricas son recuperadas y no tienen la misma identidad bajo la gestión obrera que bajo la patronal, entonces hay que trabajar para volver a armar cómo se presenta la fábrica desde la comunicación. Al ser un trabajo muy participativo, se apropian de esa nueva imagen, que los identifique, que de alguna manera los une, los representa”.
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