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Hacer es poder

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La Unión Solidaria de Trabajadores (UST) de Avellaneda. Obreros que recuperaron a las trompadas el trabajo sanean el basural más grande del país. Autogestionan un centro agroecológico, escuelas, proyectos que sacan a los chicos de la calle, y organizan un barrio manzana por manzana para que la democracia esté en los vecinos. Viaje desde el desperdicio hasta la confianza en poder hacer.

Hacer es poder
Normalmente los ecologistas no tienen en agenda temas laborales, ni los obreros las cuestiones de chicos de la calle. Los agricultores no se ocupan del sindicalismo industrial, ninguno de ellos suele fundar escuelas, ni las fábricas sin patrón debaten sobre el fútbol femenino o el uso de glifosato.
Normalmente de la basura no nacen huertas. Los clubes deportivos no reflexionan sobre el modelo productivo, y los que discuten esos temas no se sabe si hacen mucho deporte. Los bancos, normalmente, no les prestan plata a los pobres, los pobres no tienen garantes. Los piqueteros no organizan talleres de circo y gastronomía, ni son intelectuales, los intelectuales no inventan centros de abaratamiento, los cooperativistas no forestan. Y los que forestan no se consideran un nuevo sujeto social.
Oficialistas, religiosos de diversos credos, izquierdistas de diversos credos, opositores, apolíticos & afines normalmente se enjaulan en el estilo pan-con-pan. Normalmente casi nadie cultiva lo que consume, en las escuelas no se enseña autogestión, ni los que manejan una empresa andan de overol o haciendo cursos de desaprendizaje.
Los vecinos de las periferias urbanas no suelen crear nuevas formas de democracia y los jóvenes que bordean la droga y la delincuencia normalmente no trabajan ni son convocados para hacerlo. Normalmente se supone que las mejores ideas vienen de creativos a sueldo, de academias momificadas o de claustros enclaustrados, y no de la mal llamada gente común y corriente, la gente de trabajo.
Por lo tanto, la UST es un soplo de anormalidad.
Parque temático
Afuera hace un frío que duele, sobre todo cuando se recorre un parque ondulado de 520 hectáreas con árboles plantados a mano y colinas que tapan 48 millones de toneladas de basura porteña acumuladas entre 1978 y 2004. La profundidad alcanza 18 metros. Una proporción de volumen: es como si hubiera allí 800 millones de personas. Desde la dictadura hasta el siglo 21, una especie de parque temático del desperdicio urbano.
En la oficina prepararon té y café caliente, hay una notebook, paredes con trilogía (Perón ríe, Evita con el pelo suelto, el Che con boina, nada de Ricky Martin), foto de una retroexcavadora y otra de un equipo de fútbol infantil de la UST. Hay reunión para coordinar el trabajo de los 87 integrantes de la cooperativa, para hablar también del proyecto agroecológico, de la red de siete escuelas y de la reunión en el Polideportivo (construido por ellos mismos) y de la Mesa, que incluye a las organizaciones vecinales y a dos delegados por manzana que representan una red de democracia participativa en el barrio San Lorenzo de Villa Domínico, 25.000 habitantes.
Tertulias & Trompadas
La Unión de Trabajadores Solidarios es una cooperativa de trabajo formada a fuerza de seriedad, piquetes e imaginación por obreros del relleno sanitario más grande de Latinoamérica, el CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado) de Villa Domínico, que a su vez había contratado a Syusa, empresa del grupo Techint. En 2002 el relleno empezaba a estallar. Pasar por Wilde y Domínico era una gesta de las narices. Techint y una sucesora llamada Estrans abandonaron el negocio despidiendo a unos 140 trabajadores, en el momento en que se verificaba la mayor desocupación de la historia, mutando a millones de personas en desechos orgánicos.
Quedaban por delante las tareas de mantenimiento de áreas verdes, parquización, movimientos de tierra y mantenimiento de infraestructura del llamado Centro de Disposición de Villa Domínico. La idea que se les ocurrió a los obreros fue sencilla e inquietante: ¿por qué en lugar de darle el trabajo a otra empresa no se lo daban a ellos mismos, organizados como cooperativa? Lo inquietante: ¿puede ser que los trabajadores se hagan cargo de una gestión, sin necesidad de patrones, capitalistas, corporaciones, techines y otras posibles supersticiones? Mientras el pensamiento único despotricaba contra el “costo laboral” (lo mucho que ganaban los obreros perjudicando la rentabilidad empresaria) las cooperativas sin patrón desnudaban el verdadero desperdicio: el costo patronal.
Estos argumentos no pudieron zanjarse en tertulias amables, y empezaron meses de piquetes, tomas de los obradores, resistencias, marchas callejeras. Se convirtieron, además, en una especie de medio de comunicación: “Había que explicarle al barrio lo que pasaba, sumar gente. Cada trabajador traía vecinos, amigos, parientes. Éramos pocos, pero las marchas juntaban a más de mil personas”, cuenta Oscar.
Dos imágenes de aquel parto:
El gremio del CEAMSE, como tantos otros, era muy combativo: combatía a los trabajadores. Los obreros tuvieron una batalla a las trompadas y otras contundencias. Ganaron los trabajadores frente a las patotas, con un combustible llamado desesperación.
El CEAMSE intentó cooptar a cinco de los delegados obreros en conflicto. Oferta: contrato de trabajo consistente en cortar el césped dos (2) veces por mes en otro relleno de Dock Sud, a razón de 12.000 pesos mensuales per cápita.
Cómo rechazar $ 12.000
Mario tiene un apellido que en este caso es un símbolo: Barrios. Tiene 55 años y el raro don de generar inmediata confianza. Fue uno de esos cinco delegados a los que les ofrecieron podadoras y plata. ¿Cómo rechazaron esa tentación? Casi que no entiende la pregunta: “Lo hacían para cagar a nuestros compañeros, ¿cómo aceptar eso?” Le digo que miles de sindicalistas lo han hecho: “El que lo hace es una basura. Nos mantenía unidos la confianza, y apostaban a quebrarnos con plata. Hicimos lo que había que hacer”.
Consiguieron además el apoyo de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que en un momento nombró a los que estaban despedidos como delegados normalizadores, para darles cierta protección. Así podían sentarse a negociar. Con ATE llegaba el apoyo de la CTA (Central de Trabajadores de la Argentina); también la Juventud Peronista de Avellaneda, FOETRA, el Partido Obrero, Castells y sus jubilados, los movimientos de fábricas recuperadas, y varios etcéteras. Mario: “Aceptamos todos los acompañamientos, pero el conflicto lo conducíamos los trabajadores, y siempre con la idea de que si algo nos podía salvar, era el barrio”.
No fue tan fácil: se toparon con las Madres de las Torres, que en el barrio San Lorenzo se movilizaban responsabilizando al CEAMSE por una nueva plaga: la leucemia.
Trabajo vs. leucemia
“Según la Organización Mundial de la Salud hay un caso de leucemia cada 10.000 habitantes. En San Lorenzo, de golpe aparecieron 19 casos en unas poquitas manzanas. Mi hijo fue uno”, cuenta Silvia Paciello, una de esas Madres de las Torres que desde los monoblocks salieron a pelearles al Estado, al CEAMSE y a los propios trabajadores.
“Nos conocimos peleando mal con ellos, que reclamaban seguir trabajando. Nosotras queríamos que se cerrara todo de una vez. De a poco pudimos hablar, entendernos, y la idea del cierre del relleno nos unió. El problema era causado por la contaminación del tolueno y el benceno. Apenas empezaron los trabajos, dejó de haber casos de leucemia”. Mario: “Nos veían como la burocracia sindical que defendía a las multinacionales. Pero nosotros tampoco queríamos eso, era de suicidas trabajar en algo que estaba matando gente”. La UST nombra a los rellenos como a un asesinato: “Ecocidio”.
El hijo de Silvia fue de los pocos que sobrevivió a ese cáncer. Hoy ella es directora ad honorem del bachillerato Arbolito, que forma parte del proyecto educativo de la UST.
Vivir en la calle
En marzo de 2003 la cooperativa se hizo cargo del relleno del CEAMSE, dándole trabajo a los 39 que quedaban de tanto conflicto (hoy suman 87). Mario ya era un referente barrial. Nació en Cipolletti. A los 8 años se convirtió en un chico de la calle al escapar de la casa materna, tras la separación de sus padres: “La calle te hace duro”. Dormía en el piso, abrigado por cartones. A los 11, el padre lo fue a buscar y lo llevó con él al barrio San Lorenzo. De adolescente militó en la Juventud Peronista: “El barrio era peronista, todos laburantes. Gritábamos ‘la vida por Perón’. No teníamos ni noción de lo que estaba pasando. Hicimos recitales de rock con Vox Dei y Pappo, en Argentinos Juniors. Sentíamos el mundo en las manos”. Ya en dictadura pasó parte de su servicio militar preso: “Pero no por razones políticas, por quilombero”. Luego fue a trabajar a la represa de Futaleufú, y siguió la vida: trabajos, changas, la vuelta a San Lorenzo, la familia, los hijos (5). “En democracia me buscaron para las internas peronistas, la disputa de Menem y Cafiero, pero yo no quería saber nada. Me gustaba el laburo social”.
Una de sus pasiones fue convertir a pulmón un baldío en una canchita de fútbol, que luego se hizo Polideportivo y que hoy alberga además al bachillerato, la escuela primaria N° 51, talleres de todo tipo (hasta de circo), el proyecto provincial El Envión para sacar a los chicos de ciertos laberintos y que puedan continuar sus estudios, la Mesa de Organizaciones del barrio: “Crear la UST fue la herramienta económica para hacer el trabajo barrial que soñábamos. Y encima significaba devolverle a la comunidad el apoyo concreto que nos había dado”.
Mario relata en voz baja sus tiempos de desempleo e insomnio: “Me tapaba la cabeza. Lloraba de impotencia. Te confieso que nos cagábamos de hambre. Pensaba: ¿qué hicimos mal? Nuestros compañeros y vecinos armaron una colecta para los que estábamos despedidos. No alcanzaba, pero estar con los demás, ese apoyo, te hacía ganar confianza”.
La idea de “devolución” al barrio, entonces, no es puro discurso: “No, porque a partir de ganar confianza hicimos lo que somos. Recuperamos el trabajo, pasamos a ser una cooperativa, pudimos hacer un reparto equitativo. Y entonces uno dice: si desde el no poder comer llegamos a construir esto, ¿cómo no vamos a poder construir un barrio mejor?”.
Cuentas claras
La UST negoció un contrato con el CEAMSE por tres años y luego por cinco, todavía vigente, para sanear y recuperar ese universo de basura. Ya plantaron 28.000 árboles y cuidan que los líquidos lixiviados (con perdón de la elegancia) drenen y sean tratados de un modo que no sigan envenenando todo.
En asamblea, la UST decidió organizarse del siguiente modo:
El 50% de los ingresos se destinan a los trabajadores. Cobran un promedio de 5.000 pesos, con leves diferencias a favor de los socios fundadores. “Respetamos todas las conquistas, aguinaldos, vacaciones, jubilaciones y hacemos diferencia según la situación. Yo vengo caminando, vivo cerquita, pero un compañero que viene de José C. Paz gasta cientos de pesos mensuales. Entonces cobra un viático, para que todos ganemos lo mismo”.
El 25% se reinvierte en la cooperativa, como incremento del capital fijo y de todo lo necesario para su funcionamiento, incluyendo puestos de trabajo, que desde 2004 crecieron en un 150%.
El otro 25% es la herramienta económica que permitió generar los emprendimientos y que la UST sea garante de los vecinos que reciben préstamos del Banquito de la Buena Fe.
Banco y ecología
El Banquito otorga créditos personales que pueden ir escalonadamente desde 500 a 10.000 pesos, con dinero del Ministerio de Desarrollo Social que requiere una organización como garante de las devoluciones. La UST se hizo cargo. Mario: “El préstamo es para trabajar y producir, no para comprar algo y revenderlo. No es para ventajear”.
Un caso: Juan era vendedor ambulante de panes. Con este sistema y las manos en la masa fue haciendo crecer el negocio. Ya compró una camionetita y puso su local. “En el último año se organizaron 35 emprendimientos de gastronomía, textiles, artesanías, de todo, que hoy intervienen en ferias que hacemos mensualmente. Los vamos a reunir en un Centro de Abaratamiento que estamos construyendo con cerámicos que nos mandaron de Zanon, de Neuquén (Fa.Sin.Pat, Fábrica Sin Patrón), que también va a tener su puesto, lo cual a la vez les va a dar trabajo a quienes vendan”.
Calculo que ese podría ser un Centro de Enriquecimiento, pero finalmente cierro la mandíbula y vamos al Agroecológico entre las colinas plantadas con ombúes, casuarinas, álamos, espinillos, ciruelos. El Agro es un centro educativo y de desarrollo sustentable de 6 hectáreas que –todavía en pañales– ya logró el autoconsumo de verduras para el comedor de la UST (90 comensales por día) después de haber confirmado que los suelos, alejados del CEAMSE, no están contaminados.
Ahí viene la plaga
Daniel Bossio, ingeniero agrónomo: “No usamos agroquímicos y hacemos asociaciones de cultivos, que son diferentes hileras de plantas de distintas familias botánicas. Si te ataca una plaga, en vez de agarrarte una hectárea te agarra sólo una hilera”. Confirmado: la diversidad hace la fuerza. Bossio: “Además, rotamos cultivos y colocamos preparados orgánicos con ají o tabaco, y con eso ya evitamos las plagas”.
La UST está recuperando ese territorio de las viejas fincas de los inmigrantes italianos, con sus camellones (lonjas de tierra) rodeadas de canales, desde donde hace cien años salían las barcazas hasta Buenos Aires para vender verduras y frutas en el Mercado de Abasto A.S. (Antes del Shopping). “Tenemos acelga, lechuga, cebolla, puerro, zapallo, rabanitos, maíz, tomate, siempre de estación. Ya estamos produciendo plantas ornamentales”. ¿Es posible pensar este tipo de producción a gran escala? Barrios y Bossio sonríen: “Es un modelo multiplicador, porque además de lo que representa para el ambiente y la salud, es demandante de trabajo. Lo contrario es un tipo subido a una máquina, hectáreas de monocultivo, agrotóxicos, hasta que la tierra aguante”. Daniel dice que el proyecto es además educativo (me está educando, de hecho) y demostrativo: demuestra cómo es posible hacer las cosas, mientras el modelo sojadicto reza para que que la soja siga subiendo y no decaiga, por los siglos de los siglos.
Perón y el chancho dañino
Mario se reconoce como peronista marginal. “Mi libro de cabecera, realmente lo tengo en mi mesa de luz, es La doctrina peronista. Hoy sería subversivo. Perón propone las organizaciones libres del pueblo, independientes, para que el Estado no las coopte ni las destruya; que sean fuerzas vivas que agiten al gobierno, no subordinadas porque sería neofascismo. Le digo a los compañeros peronistas y kirchneristas, que lean esa idea de construcción de abajo hacia arriba, y no al revés”.
La Mesa de Organizaciones de San Lorenzo es la escala de esa idea. Allí participa la Junta Vecinal, el Banquito, la Cooperativa de Viviendas del barrio El Hornero, el bachillerato Arbolito, la red de siete escuelas territoriales fomentada por la UTD que reúnen 2.100 chicos, comisiones de salud, de tierras, de seguridad, y los delegados por manzanas: de las 64 manzanas de San Lorenzo más de la mitad ya aporta dos delegados cada una que se reúnen semanalmente en la Mesa, para discutir problemas y tomar decisiones.
O sea: un mecanismo de democracia cara a cara ideado por los vecinos para hacerse cargo de sus problemas. “Yo siento que hay un Estado verdadero, que es la sociedad haciendo estas cosas, y un Estado institucional que son los gobiernos que manejan los recursos. Yo no tengo problemas ideológicos con el kirchnerismo. ¿Qué problema, si son nacionales, populares y progresistas? Mi problema es con sus prácticas. Porque en vez de ponerte la oreja, te crean la Ley Antiterrorista. Y todos sabemos que el kirchnerismo viene al barrio y le dan 50 pesos a cada persona que acepte ir a llenarles los actos. Acá en Avellaneda el intendente te habla y parece el Che. Pero en la práctica, el oficialismo busca dominar a las organizaciones. Decimos que es como el chancho dañino: lo que no puede comerse, lo rompe”.
De Sofovich a la autogestión
El planeta UST alumbró el bachillerato de adultos entre 18 y 68 años, con 75 alumnos. Directivos y profesores ad honorem (y no falta ninguno a clase, aunque siguen gestionando que el Estado provincial aporte lo suyo). La primaria tiene 100 alumnos. El proyecto El Envión incluye 50 chicos de los calificados en situación de riesgo. Matías López era uno de ellos: “Yo vivía e Villa Inflamable, pero desde los 5 años iba a la Recoleta a abrir puertas. Conocí a Maradona, a Sofovich, a los de Casi ángeles. Después mi vieja vino para acá. En Villa Inflamable yo tenía plomo en la sangre, en el cuerpo, que te hace doler los huesos, sobre todo las rodillas. Me caía todo el tiempo. Acá me fui curando, pero viví 6 meses en la calle. Mucha joda. Conocí a los muchachos de la UST, medio los bardié, pero al final me dijeron de ayudar, de sumarme y aprendí a trabajar”. Matías, 17 años, integra el área de carpintería, formó pareja, y al cierre de esta edición nacía Cristiano, su primer hijo. Simultáneamente hubo otro parto: la UST consiguió una retroexcavadora que llevó tres años de trámites en el Ministerio de Trabajo (¿alguien entenderá cuánto duran tres años para un grupo que vive de lo que produce?). Sin quejas, entre el ronquido de la retroexcavadora y los berridos de Cristiano, la UST se empecina en ser una máquina de fertilidad.
Capitalismo serio
Para la UST los trabajadores autogestionados son un nuevo sujeto social. “Tenemos que inventar hasta una nueva legalidad. El Estado no reconoce la existencia de los trabajadores autogestionados y las empresas recuperadas como sujeto político y social de transformación. Pero se trata de un sector que se hizo en contra de todo y dio vuelta una historia que venía de culo”, explica Barrios.
La UST integra ANTA (Asociación Nacional de Trabajadores Autogestionados) de la CTA. “Es una batalla cultural, en nuestra propia cabeza, de desaprender y reaprender. Por ejemplo que somos capaces, que no somos una economía del chiquitaje o del asistencialismo. Sabemos que en sectores del gobierno hay compañeros, buena gente, pero no necesitamos buenas intenciones personales, sino políticas públicas”.
Mario choca con una idea: “Escucho a la Presidenta hablar de un capitalismo serio, y no entiendo. Será un capitalismo que no se ríe, pero sabemos que es siempre lo mismo. Hasta China, que es comunista, explota capitalistamente a sus obreros más que los norteamericanos. Es un modelo que te hace creer que progresar es consumir. A este ritmo, para seguir extrayendo recursos, los que sobramos somos nosotros: la mayoría de las personas que vamos a pelear por la tierra, el agua, el aire y nuestra vida. Pero hoy hay un Estado del relato, que te dice que está todo bien y hay cada vez más inclusión. En el Estado verdadero nosotros vemos que no sobra riqueza ni trabajo. Sobra falopa, marginalidad, desempleo y gatillo fácil. Pero al decir esto te toman como si fueras el enemigo. Y no lo somos”.
Algo más sobre capitalismo serio: “Techint está haciendo un proyecto inmobiliario sobre el río al que nos oponemos. Cuando hablaron con nosotros dijeron: ‘Van a ser como 7.000 viviendas, o sea que va a haber trabajo para 7.000 empleadas domésticas’. Esa es la cabeza que tienen, comprarnos como los negros y sirvientas que les tenemos que ir a limpiar la mierda, mientras nosotros planteamos proyectos productivos y culturales integrales”. Para la UST esto requiere lo siguiente: “Poner el sistema patas arriba”, cosa que logran mostrando cómo pueden hacerse infinidad de cosas desde paradigmas diferentes.
El poder
En ese camino la UST choca también con el dogmatismo de cierta izquierda: “Parece que necesitaran un patrón para tener un enemigo. Y que cuanto peor estén las cosas, mejor, para que haya más explotados y más quilombo. Nosotros nos reconocemos como clase, pero hay que cambiar la cabeza para no quedar estructurado dogmáticamente. El tema es generar lo común, tener autonomía para pensar lo que nos involucra a todos y mantener formas colectivas de conducción: la cabeza de esto tenemos que ser todos”.
¿Cuál es la debilidad de este tipo de proyecto? Mario no entierra el tema: “La debilidad somos nosotros mismos, el que ventajea entre nosotros, el que le escapa al laburo, o el que se cree que se las sabe todas. Pero bueno, hay que demostrar que podemos ser de otro modo: así como no replicamos el modelo económico podemos no replicar el modelo cultural”.
Sobre el poder: “Hemos podido disputar el trabajo, la educación, la organización barrial. Eso significa poder creer en nosotros. Poder tener confianza”.
Para la UST ahí fluye la historia del futuro: “Con este sistema no va a volver el pleno empleo. Prefieren que sigas borracho o drogado, con la cabeza adormecida. El capitalismo lo único que quiere es guita, aunque sea a costa de las personas y del planeta. Entonces tenemos que pensar la autogestión como modelo de desarrollo integral que despierte la capacidad de la gente”. Allí, instalados sobre la basura, sobre todo lo que pueden, dicen en la UST: “Queremos seguir recuperando personas”.

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