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Rompiendo fronteras
Son dos dj que comparten espacios, públicos y una misma pasión: los sonidos populares que recorren de arriba abajo Latinoamérica. Son también dos representantes del mix que caracteriza a la movida musical de estos tiempos: géneros que migran, fluyen y se enriquecen con el intercambio de culturas y experiencias. Se viene el Frente Cumbiero Transnacional.
Sobre la vereda de un restorán peruano del barrio del Abasto, varios chicos apurados descargan los equipos de sonido. En el lugar hay un intenso olor a papas fritas, pollo a la parrilla y cebolla. De pronto, desde el fondo del salón un grito anuncia: “Se suspendió, dicen que hay redada”. En voz más baja cuenta que la Brigada avisó que se venía la inspección municipal. El dueño del lugar prefiere no arriesgarse y cerrar, así que la esperada presentación de los dj de ritmos tropicales Vampiros y Sonido Martines se suspende y los equipos de sonido regresan al flete. “Había ambientado el lugar”, suspira con amargura Martines. Vampiros, en cambio, muy tranquilo, se dispone a comer. La revancha llegará al día siguiente, pero un barrio y para un público bien diferentes: Martines y Vampiros meten 1.200 personas en un club muy conocido de Palermo Hollywood.
Sangre del Bajo Flores
Vampiros tiene 32 años, aunque parece mucho menos. Estatura mediana, tirando a bajito. Pelo negro, que cae en tiras sobre la frente. Empezó a dedicarse a la música hace nueve años cuando todavía vivía en la bonaerense localidad de Moreno. “Era un hobby, pero me hizo sentir que lo que yo quería era tocar en un lugar y que la gente me vea, me ovacione, sentir ese afecto”, cuenta. Lo primero que hizo fue pasar música en fiestas privadas (cumpleaños, casamientos); después, motivado por la gente que lo conocía, empezó él mismo a organizar encuentros. El primero que hizo –recuerda– no convocó a muchos: noche más fría del año, lugar bien precario. Por esa misma época decidió mudarse a la Capital y se instaló en el Bajo Flores. Un mundo nuevo. Durante tres años hizo fiestas en el Bajo, hasta que desistió porque la cosa se había puesto complicada. “Ya no sabía si me robaban las cosas o no, si la gente salía entera o no…”. Optó entonces por ocupar un espacio en la feria dominguera que tiene el Bajo para ofrecer los discos compilados por él: música electrónica, cachacas mexicanas y paraguayas, murgas, sonideros. Para el segundo disco, un amigo que estudiaba locución y trabajaba en una radio de Jujuy le grabó su nombre sobre los temas. Así, cuando los pasaban por los altavoces de la feria todos sabían de quién se trataba: “Fui creando un estilo propio que se fue haciendo conocido desde los parlantes de la feria. Así me conoció Martines y me invitó a participar de los Festicumex. Me pareció interesante porque quería tener otra experiencia, conocer otro público”.
Así fue como Vampiros llevó a Martines a las fiestas en el Bajo y Martines llevó a Vampiros a Palermo y al Abasto, rompiendo fronteras urbanas y musicales.
Festival de cruce
Los Festicumex (Festivales de Cumbia Experimental) surgieron en 2002, cuando Martines y Dick el Demasiado –un artista holandés– comenzaron a percibir lo que estaba transformando los sonidos de la ciudad: los cruces prohibidos ya no eran imposibles: “No queríamos convocar al grupo del momento de la escena cumbiera ni al grupo del momento de la escena electrónica, sino trabajar con proyectos que tuvieran anclajes en varios lados”, cuenta Martines. Así, los Festicumex recorrieron diversas asambleas vecinales y hasta formaron parte del reducido grupo que participó de la ocupación del recuperado Hotel Bauen. Las primeras ediciones se hicieron en un centro vecinal de La Paternal y duraron cerca de nueve horas en las que tocaban bandas de distintos orígenes y dj que experimentaban con la cumbia: “Era un contexto bastante diferente porque había mucha gente diversa pensando que tenía un destino común”. El ocaso de estos festivales llegó entre finales de 2003 y comienzos de 2004 con un cierto tufo a esnobismo que los empezó a rondar: “Fue tan fuerte el boca a boca y la repercusión que después venía hasta Catarina Spinetta, ¿entendés? Devino en eso. A los Festicumex se los devoró un monstruo que los vació de contenido”.
Ir al frente
Aparte de ser una especie de gestor cultural que organiza movidas en el país y en toda Latinoamérica, Martines es coleccionista, investigador de géneros tropicales, dj y selector de música. Es notable su contextura y su cara. Al igual que Vampiros, parece de 20 años y en realidad tiene 31. Cuando se lo señalo, me dice que es el resultado de “la buena vida”. Lo entiendo cuando me cuenta su nuevo proyecto: “Ahora me voy a Colombia porque estamos tratando de armar el Frente Cumbiero Transnacional”. Un proyecto que tiene dos partes: por un lado construir una biblioteca de tracks hechos por gente de toda América del Sur: “Por ejemplo, que la pista la arme Chimango (un dj de la bonaerense San Martín), que el bajo lo ponga un productor colombiano, que otro haga un remix y que eso circule y esté disponible para quien lo quiera usar”, explica. La otra pata tiene que ver con la investigación: “Queremos hacer un recorrido: relatar cómo la cumbia –que originalmente es el folklore colombiano– se volvió la música de todas las ciudades de Latinoamérica”. Van a intentar desandar toda la ruta del género, desde Bogotá para abajo, con las influencias que fue adquiriendo en el camino. “Queremos ir a comunidades en la costa colombiana y ver qué proyectos más urbanos hay en Bogotá, Medellín y Cali. La cumbia allá es algo muy localizado, pero con la migración a las ciudades hay algunas mutaciones. Algunos proyectos de jóvenes del hip hop y del reggae están empezando a armar pistas con una clave cumbiera”, explica.
La transformación
Un repaso por los grupos argentinos que consideran de ese palo los lleva a armar la siguiente lista: el Colectivo Sursystem, Imperio Diablo, la Candela Rumba Sampler, las Kumbia Queers. Si bien algunos ya tienen su primer disco editado, el modo de distribución y difusión de esta música, según Martines, es lo que realmente la caracteriza: “Hay un chabón de Monterrey que se va a vivir a Tejas (un chicano) y en su casa arma una pista que sube a Myspace; un chico de Lima se la pide y le graba unos vocales arriba y eso después lo agarra otro dj de vaya a saber dónde para mezclarlo con otra cosa y eso anda dando vueltas por todo el mundo”. Eso es lo que ahora Martines intentar relatar y documentar con su ambicioso plan fct: este modo de compartir el trabajo y las mutaciones de la música latinoamericana. Además, planea organizar un festival de lanzamiento del fct en Bogotá para 2009. Sus sueños tienen un solo obstáculo: la financiación. “Pero tenemos algunas fichas puestas en que el gobierno de Venezuela nos ayude. Y si no, tardará más tiempo”. Lo importante, para él, es dejar un registro de estos nuevos aires: “Me parece que en los 70 grupos como Los Jaivas tenían una idea de lo latinoamericano, pero todavía tenía mucho que ver con el virtuosismo. Eran músicos de academia que no tenían mucha conexión con lo que pasaba en los bailes de pueblo. Cosas como la Nueva Trova pegaban en un cierto sector, pero el pueblo estaba llenando el Chichódromo, escuchando bachacalón, llenando bailes de cumbia con músicos que habían emigrado de la selva y de la sierra peruana. No había mucho diálogo entre esas dos cosas y ahora que eso cambió nos toca a nosotros contar por qué, cómo y qué dejó esa transformación”.
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