Sigamos en contacto

Nota

Las minas abiertas de América Latina

Publicada

el

El 22 de julio es considerado el Día Internacional de Acción Contra la Minería a Cielo Abierto, aunque en realidad es apenas uno de 365 días en los que las comunidades que se oponen a la megaminería llevan adelante sus acciones para garantizar la vida y los derechos humanos frente a una industria que extrae todo y no deja nada, que expulsa habitantes y producciones, genera desempleo, chupa el agua y la contamina del mismo modo que lo hace con el aire y la tierra.
Las minas abiertas de América Latina
Este 22 habrá actividades desde Montreal, Canadá (encuentros, proyecciones, manifestaciones frente a los consulados de los países latinoamericanos y una marcha a la Bolsa de Comercio ) hasta Argentina, donde habrá también proyecciones y encuentros en lugares ya emblemáticos como Esquel, Andalgalá, Famatina, Tafí y Belén, entre otros. Pero el 23 de julio, y el 24 y cada uno de los siguientes días, continuarán las acciones de las asambleas y comunidades. El 16 de agosto, por ejemplo, es el próximo encuentro de la UAC (Unión de Asambleas Ciudadanas) esta vez en Santiago del Estero. Todo en simultáneo con la llegada de las empresas chinas como Shandong Gold Group y Hong Kong Betc Investment Group, que suscribieron un acuerdo con la provincia de La Rioja para el distrito minero El Oro, ubicado en el departamento de Chilecito. Del otro lado, las comunidades siguen movilizándose para evitar proyectos que afectan sus vidas, el presente y el futuro.
Aquí acompañamos estas actividades con un video de presentación de la jornada del 22, y otros materiales que hemos venido publicando en lavaca y Mu, que se suman a las emisiones de Decí Mu. En esta oportunidad Andalgalá, como caso testigo de las comunidades argentinas que dicen No a la minería.
Andalgalá: las minas abiertas
(Publicado en la revista Mu, marzo 2010)
El lugar bajo el algarrobo donde una comunidad en asamblea está frenando un proyecto minero que triplica en tamaño al mayor de los actuales, donde se armó una represión cosecha Bicentenario y una pueblada que quiere dar vuelta la historia, exhibe:
Banderas argentinas.
Una figura de medio metro de San Expedito, patrono de las causas justas y urgentes.
Una calavera con colmillos de vampiro, y la leyenda No a la minería.
Una imagen de Nuestra Señora del Valle, patrona de Catamarca, con una perforación en el brazo derecho debida al disparo de goma que le embocaron durante la represión que -puede verse- no excluyó a nadie. Se ha convertido en motivo de asombro popular, por cuestiones no tanto milagrosas como balísticas.
En un rincón, un clásico rostro del Che Guevara (que jamás habrá imaginado su rol póstumo y globalizado como un San Expedito del materialismo dialéctico).
Las minas abiertas de América Latina
Al algarrobo le han nacido instalaciones de media sombras, lonas, mesas, sillas de plástico, charlas y sueños para albergar a una asamblea cada vez mayor, y hay un péndulo sobre las llamas: en un tarrito que cuelga sobre el fuego, Marcela, Alejandro, Raúl, Teresita, Ana, Aldo y Graciela están calentando agua para el mate. En una enorme olla suele prepararse la polenta de cada día. Estas personas, y tantas otras, tomaron una decisión pacífica el 15 de febrero: sentarse en el camino comunero que va hacia el campamento de la mina Agua Rica, delante de las camionetas de la empresa y de una enorme retroexcavadora con ruedas de oruga que algunos han comparado con los exabruptos bélicos que muestra la película Avatar.
Los empleados mineros no iban sólos, sino custodiados por las denominadas “fuerzas del orden”. La represión subsiguiente hacia los asambleístas sentados tipo Gandhi, fue en 3d, o 4, si se tiene en cuenta la dimensión tiempo: les pegaron, balearon, gasearon y persiguieron todo el día y toda la noche. Hubo cientos de heridos, 40 detenidos. La comunidad respondió con una pueblada que atacó las oficinas de una minera, a la fiscalía que había mandado a reprimir y a la intendencia, pero sin lastimar a nadie. No hacían falta anteojos especiales para sentir el vértigo.
Andalgalá (Catamarca, 17.000 habitantes) significa Señor de la Alta Montaña en quechua. Allí puede verse la imponencia nevada del Aconquija, declarado Santuario de la Naturaleza. A 70 kilómetros, desde 1998 funciona una minera a cielo abierto cuyos desmadres contaminantes abarcan a cuatro provincias y que la justicia no termina de condenar: Minera Alumbrera. Y aún más cerca, a 17 kilómetros, el emprendimiento que por ahora frenó la comunidad, tiene un nombre ocurrente: Agua Rica. La patria minera es multinacional, con capitales turbios, y pasaportes canadienses.
Lo que aquí parece en juego es quiénes van a ser los señores de la alta montaña. Empresas, políticos y grupos de choque que confrontan a viejos, embarazadas y vírgenes, o una comunidad que quiere vivir. Dice Ana, jubilada: “El problema es que nos declararon la guerra”.
Dios es wi fi
Hasta hace poco, todo parecía centrado en el entusiasmo de los Vecinos Autoconvocados por la Vida de Andalgalá, que denunciaban a las mineras, al intendente peronista y al gobernador radical. El intendente José Perea no tenía un manejo convincente de las regalías mineras. Un fuerte momento de su gestión fue el anuncio de utilizarlas para convertir a Andalgalá en una ciudad Wi Fi, con fotos de un Cristo Redentor y el lema: “Dios es inalámbrico- Andalgalá Ciudad Wireless – Internet gratis Wi Fi – José Perea, de puño y letra”. Al margen de sus posibles lecturas, es difícil determinar si la publicidad hubiera pasado algún control de alcoholemia. El Wi Fi no fue eterno. “Sólo anduvo en algunos lugares, y por poquito tiempo” dice Martín.
En la misma línea progresista, el gobernador Eduardo Brizuela del Moral había anunciado en un acto público que Andalgalá se convertirá, gracias a la minería, en Vancouver (ciudad canadiense). Los catamarqueños seguían observando en silencio.
Las minas abiertas de América Latina
Cómo nace una asamblea
En diciembre de 2009 empezaron las novedades fuertes. Se anunció formalmente que durante enero comenzarían las obras de Agua Rica. Y se conoció un informe de la Oficina de Catastro Minero de la Secretaría de Minería provincial, el Padrón de Minas del Departamento de Andalgalá-Año 2009, con 272 proyectos de cateo (exploración) empadronados. Un párrafo textual del informe: “Respecto a la mina denominada Pilciao 16, Expte 770B2005, se encuentra Registrada y Concedida a partir de la fecha 6/12/2005, a nombre de la empresa Billinton Argentina B.V, y el Área de Mina cubre prácticamente la ciudad de Andalgalá, situación que es normal y corriente, ya que según el Código de Minería pueden coexistir las dos propiedades, tanto la Minera como la superficial, siendo la Minera en este caso con fines de Prospección y Exploración, que en el caso, de llegar a una Explotación, se deberá contemplar la Indemnización correspondiente y el mayor interés público por parte del Estado, para la prioridad de Desarrollo”. Traducción: Pilciao 16 significa que el subsuelo de Andalgalá puede albergar a una futura mina y que el Estado dará prioridad al “Desarrollo”, pagando indemnizaciones. Los andalgalenses seguían observando, pero ya con los ojos muy abiertos, y el sistema nervioso encendido.
Las desmentidas de la Secretaría de Minería fueron peores, ya que desmentían un informe que se les había escapado por error burocrático, en tierras donde el índice de mentira política por metro cuadrado supera al de cualquier partido de truco.
El profesor del polimodal Aldo Flores, el 13 de diciembre vio con algunos vecinos y amigos el documental La fuente del jardín de tus arterias, con testimonios sobre cómo en distintos lugares los vecinos se organizaron en asambleas frente a las multinacionales. Aldo terminó la noche obsesionado: “Si no hacemos algo rápido, nos pasan por encima”. Con otro de sus vecinos, a quien llamaremos Raúl (pidió reserva de su nombre para no incrementar los índices de desocupación) se fue al camino comunal que sale del pueblo de Chaquiago, en el distrito El Potrero, hacia Agua Rica. A 6 kilómetros de Andalgalá, a las 7 de la mañana, el 14 de diciembre de 2009. Fue en bicicleta con una larga bandera argentina. Se instaló estratégicamente junto al algarrobo que está en el predio de don Nelson Medina, que volvió a su tierra luego de ejercer como tapicero en Buenos Aires (al estar en un campo privado, no los pueden expulsar).
Aldo se puso de un lado del camino, Raúl del otro, sosteniendo entre ambos la bandera. “La idea fue: vamos, y los que quieran que se sumen. No cortamos el camino, sino que le explicamos a la gente lo que pasa. Todos pueden seguir viaje, menos los camiones que vayan a Agua Rica”.
A las 8 de la mañana llegó otro vecino. Reemplazó a Raúl que se fue a su trabajo. Al mediodía dos más. Los celulares titilaban con mensajes de texto. “A la noche éramos como diez, y decidimos quedarnos” dice Aldo. A los pocos días, ya hubo debates en los que intervinieron hasta 200 personas. Trabajadores ocupados o desocupados, arquitectos, amas de casa, docentes, médicos, comerciantes, peones rurales, estudiantes… Los encuentros, caminatas y asambleas en la plaza del centro reunieron a no menos de 2.000 personas, en una ciudad donde buena parte del sector estatal (intendencia, oficinas provinciales, bancos oficiales, escuelas, salud pública) y privado (proveedores de Alumbrera y Agua Rica) presionan a sus empleados y contratados para que permanezcan en el molde. Sin embargo, había nacido una nueva asamblea: El Algarrobo.
Navidad & Ofertas
El Algarrobo no es un corte de ruta (excusa que usan para procesar a quienes reclaman) sino una asamblea junto al camino, dispuesta a no dejar pasar maquinarias e insumos que nutren a un proyecto minero que consideran peligroso para la comunidad, y al que los propios informes solicitados por la provincia a la Universidad de Tucumán le adjudican un cúmulo de irregularidades.
Aldo: “Cuando se acercaban Nochebuena y Año Nuevo propuse levantar todo. No tenía sentido seguir ahí. Hubo asamblea, y estaban todos tan posesionados, que nos quedamos”. Las fiestas en asamblea: cada familia llevaba lo que había preparado, y todo se compartió. Muchos pasaban a saludar antes, otros después, todos dejaban algo (nueces, pan dulce, turrones) como ofrenda a los que ni en esos días confiaron en la empresa.
La minera Agua Rica pertenece a Yamana Gold, la misma empresa que reemplazó a Meridian Gold y aún hoy pretende instalarse en Esquel, pese al plebiscito en contra. Agua Rica no hizo nada en enero, que se sepa. Pero ya en febrero el intendente José Perea, inalámbrico, profetizó: “El 25 de febrero las máquinas van a pasar, caiga quien caiga”.
Lo hizo en un acto por el Sí a la mina: “Como mi marido tiene taxi nos vinieron a ofrecer 1.200 pesos si juntábamos 40 personas para ir, a las que les iban a dar de comer sandwiches y gaseosas” cuenta ahora Graciela bajo el algarrobo. “Me dio tanta rabia que les dije que no, que estoy contra la minera. Y que sea lo que sea”. Marcela: “A unos vecinos míos, los Mercado, los llevaron y les pagaron como 200 pesos para que fueran cuatro changos”. Rosario Carranza, arquitecta: “Para mi lo que encendió la mecha fue esa marcha pro minera. La gente está acostumbrada a ser ignorada, pisoteada, maltratada, pero fue tan burda la manipulación, la obligación de los empleados públicos y contratados de las empresas, que fue demasiado. Todos entendimos: si para sostener esto tienen que hacer esta cosa tan humillante, tan trucha, es que algo no cierra”. Fue el 9 de febrero. El 11 los asambleístas convocaron a su propia marcha, que reunió, calculan, 6.000 personas. Proporcionalmente, es como si en Buenos Aires se hubiesen movilizado un millón de sus habitantes: “Y fue sin obligación, y con gente que está con nosotros pero no participó para que no la marcaran en el trabajo” explica Alejandro.
Las minas abiertas de América Latina
Rompiendo cuellos
El 12 de febrero la fiscal Marta Nieva mandó a la policía al algarrobo. El lunes 15 se desató la batalla. A las 4 de la tarde llegó la retroexcavadora acompañada por camionetas de Agua Rica y tres clanes policiales: los de Andalgalá, la Infantería (luciendo camuflajes en celeste), y el Grupo Kuntur (“cóndor” en quechua, modelo verdoso). Dilema: ¿por qué hay tantos grupos especiales de represión floreciendo en las provincias argentinas?
Los asambleístas habían anotado prolijamente tandas de vecinos que se irían sentando en el camino de tierra, poniéndole pacíficamente el cuerpo a la cuestión. “Empezaron a pegar, unos agarraban a la gente de los pelos, o te llevaban entre cuatro, otros nos disparaban gas pimienta, balazos de goma, cachiporrazos” relata Marcela. Aldo: “Te disparaban a dos metros, a la cara. No hubo muertos de casualidad”. Además de los 100 efectivos pertrechados contra 300 asambleístas, la mayoría mujeres (por la hora) la policía tenía una retaguardia que cortó la llegada al algarrobo desde Andalgalá, mientras la golpiza continuaba con entusiasmo creciente. Un vecino de apellido Orellana se subió a su camión y lo atravesó en el camino para que los de Agua Rica no pasaran, y anunció que no se movería de allí: los Kuntur quedaron perplejos (los vecinos ya no necesitaban poner el cuerpo en el piso, y no tenían claro si debían pegarle al camionero -que padece diabetes y problemas cardíacos- o a su vehículo). Al anochecer llegó la orden de desalojo del camión. Lo quitaron sin que Orellana pudiera evitarlo, y los vecinos volvieron a sentarse en el camino, actitud que permitió a los policías su momento más violento. Balearon, por ejemplo, a un chico de 16 años (todavía tiene las marcas de los balazos), lo patearon en la cabeza y en la espalda. O casi desnucan a Fanny Cañete, dos hijos, empleada adminsitrativa de 31 años, que cuenta: “Me agarraron dos tipos, uno del cuello y el otro me pateaba las piernas. Sentía la cara como quemada por el gas pimienta y veía cómo pateaban a otras mujeres y a mi marido. Era algo loco. El que me agarró me torció la cabeza. Yo creo que me pudo matar. Todavía no puedo dejar de usar cuello ortopédico porque la cabeza se me cae. Pero en ese momento me metieron en una camioneta, y los que manejaban les decían a las mujeres policías: “Llevala atrás y hacela recagar”. Me patearon ahí de nuevo, las mujeres. Lo que tengo es traumatismo cervical y tendinitis, pero el médico no quiere adelantarse hasta ver todos los estudios. Estoy medicada, pero ni así se me pasa el dolor”.
Los policías lograron despejar el camino, pasaron las camionetas y la retroexcavadora. Los 300 asambleístas partieron entonces hacia Andalgalá, donde los mensajitos continuaban reuniendo a miles de personas. Los grupos policiales partieron tras ellos. Empezó otra batalla. La gente rodeaba la comisaría para que liberaran a los detenidos. Del supermercado Los Mellizos salió uno de los dueños, de apellido Rojano, dueño también de la retroexcavadora del conflicto. Insultos de ida y vuelta, amenazas de este señor, y la gente empezó a tirarle piedras a los vidrios del supermercado. “No hubo saqueo, salvo un chico que aprovechó y se escapó en una patineta” describe Alejandro. La policía reprimió nuevamente, los asambleístas se dispersaron. Un grupo fue hacia las oficinas de Yamana Gold y a pedradas le astillaron cada uno de los vidrios del frente. La policía salió de cacería por toda Andalgalá. Otros grupos de vecinos fueron hacia la fiscalía, de donde había partido la orden para este desquicio, y allí tampoco quedaron vidrios. Las corridas desde ese lugar terminaron en la intendencia. Allí también rompieron vidrios y se generó un incendio que calcinó el despacho de José Perea.
Seguían llegando heridos al hospital, como Arturo, empapado en sangre, otro docente al que casi le perforan el cuello de un balazo de goma. Los combates nocturnos se fueron diluyendo, y al día siguiente el juez de Minas provincial, Guillermo Cerda, ordenó frenar toda obra en Agua Rica hasta tanto se recupere algo que llamó paz social. “Nadie le cree una palabra -dice Urbano-. Apenas se calmen las cosas, empiezan de nuevo. Por eso la asamblea volvió enseguidita a instalarse en el  algarrobo”.
El estallido hippy
Velozmente el intendente Perea salió a denunciar ese estallido social como obra de concejales opositores, docentes en general, y hippies. Acusó también al grupo Quebracho, como es norma en estos casos (fue una mención intencionada y no confusión arbórea con la asamblea El Algarrobo). Rosario: “Aquí no hubo gente de afuera, se ve en todas las fotos y las filmaciones. Todo Andalgalá estaba en la calle. Y por eso mismo es que la bronca se descargó contra lugares tan específicos”. Muchos de los asambleístas intentaron, al contrario, calmar los ánimos mediante otra herramienta clásica: cantar el Himno Nacional. Pero apenas se entonaba el “o juremos con gloria morir”, la gente volvía a la comisaría a reclamar por los detenidos, o marchaba a tirarle cascotazos a las oficinas de Agua Rica / Yamana Gold o a la intendencia. La tesis sobre los concejales quedó desmentida al día siguiente, cuando el propio Concejo Deliberante apareció decorado a huevazos.
Corrió un rumor: los incidentes en la intendencia no habían sido como para provocar un incendio tan sospechosamente grande. Días después el diario El Ancasti (no es un órgano asambleario, ni hippy) publicó en su tapa: “Por la quema de la documentación el Tribunal de Cuentas no podrá auditar las regalías de Andalgalá”. El rumor se convertía en noticia: el incendio pudo ser aprovechado para impedir que se investigue. El intendente también desmintió esto y dijo que el incendio había sido provocado por empleados municipales. Lo real es que Andalgalá recibió fondos de regalías por alrededor de 60 millones de pesos en los últimos seis años sin que esté muy claro qué ocurrió. Casos testigo:
a) Una hostería con presupuesto de 3 millones de pesos: sólo hay unos pilares en el lugar.
b) Arroyo Hayco: 4 kilómetros de canalización prevista con 14,7 millones de inversión. Se hicieron 400 metros.
c) Centro Cultural: inversión de 13 millones de pesos prevista, por ahora sólo se hizo la maqueta.
d) Frigorífico municipal: presupuesto de 1,5 millones, sigue en el freezer, por así decir.
Los andalgalenses siguen agregando letras a ese abecedario cuando recuerdan a Dios Wi Fi, o la inexistencia de obras públicas (salvo un monumento a la minería que reproduce a un obrero minero de socavón, que parece un enano deforme). Relata Urbano: “Con las regalías, el municipio puso espejos convexos en algunas esquinas, para que el que va en auto vea si por la cuadra que cruza viene algún vehículo”. Marcela: “Estamos como en la conquista. Se llevan el oro y nos dejan espejitos”.
Datos alumbreros
Alumbrera comenzó a explotarse en 1998. Es la mayor mina en funcionamiento en la Argentina. Consume, se calcula, 100 millones de litros de agua por día, lo cual está a la vez secando y contaminando rios y napas subterráneas (la empresa informa que es menos, 50 millones de litros diarios). Donde había un cerro deja un gigantesco cráter de 5 por 2,5 kilómetros, y 500 metros de profundidad, dinamitando 550.000 toneladas anuales de roca. El dique de colas es donde se filtra con ácidos a los minerales, separándolos de la tierra (“material estéril”). Alumbrera jura que no usa cianuro, lo cual provoca risotadas en los andalgalenses que tienen fuentes informativas que la empresa ni imagina. Una planta bombeadora envía los metales y minerales separados por el mineraloducto, nombre pomposo para lo que, cuando se ve en el río Villa Vil, por ejemplo, es un caño como de cloaca, que ya ha presentado cantidad de derrames y roturas a lo largo de 345 kilómetros. Ese recorrido ha desparramado la contaminación a Tucumán, Córdoba y Santiago del Estero, incluyendo las Termas de Río Hondo. La mina cuenta con todos los beneficios impositivos imaginables (no pagan ni el impuesto al cheque), no se controla lo que extrae por lo que las regalías dependen de lo que ella misma declare, y pese a que supone ser una mina de oro, plata y cobre, traslada unos 60 minerales por el caño. “Y eso es un elemento de contaminación tremendo, y un contrabando de minerales no declarados. Lo digo yo, que me llamo Urbano Cardozo” dice el susodicho. Cromo, cesio, hierro, litio, molibdeno, sodio, níquel, plomo, renio, azufre, uranio… la química drenando en su esplendor.
El doctor Luis Flores viene realizando estudios y estadísticas con otros médicos del Hospital de Andalgalá, que dan como resultado índices anormales de osteosarcoma (cáncer de hueso en niños y jóvenes), cáncer de mama, enfermedades del colágeno, miastenia y esclerosis múltiple. Los estudios recién empiezan. Ninguna idea es concluyente por ahora. Lo único concluyente es la muerte inexplicable de niños como Laura Rosales, 13 años, que vivía a 3 kilómetros del dique de cola en Vis Vis, un pueblo que se transformó casi en fantasma.
Otro aspecto de la destrucción es el estallido del trabajo, la cultura, las economías familiares y regionales. Sergio Martínez, de Vecinos Autoconvocados por la Vida, relaciona todo: “Lo que aquí funciona es la humillación, que consiste en un empobrecimiento deliberado como política de Estado, para que se acepte como única alternativa a la actividad minera. Para que la gente diga: ‘Bueno, aunque me contamine, yo necesito trabajar’. Es la planificación de la pobreza. Para mi es un delito de lesa humanidad”.
¿Cómo se concreta? “Haciendo que Andalgalá abandone la cultura del trabajo. Administrando mal el agua de riego, desalentando la producción (nueces, olivos, frutas, ganadería). Eliminando toda forma de desarrollo agrícola y de créditos para pequeños y medianos productores. Instalando subsidios y dependencia del trabajo oficial, para que parezca que la única opción es la minera. Todo eso es violencia. Y encima les sale mal”.
¿Por qué la violencia?
Hay un fenómeno global, por el cual las personas son sometidas -según el caso- a mentiras, hambre, miedo, desempleo, enfermedad, empobrecimiento, angustias, violencia institucional, pérdida de noción de futuro, adormecimiento cerebral, contaminación, exclusión, precarización de las vidas, disciplinamiento, violación de sus derechos, sometimiento a las burocracias, desinformación y todos los etcéteras que cada lectora o lector esté dispuesto a agregar sin deprimirse demasiado, de ser posible. Si reaccionan frente a esos problemas, si dejan de comportarse como víctimas, si reclaman sus derechos, si actúan para crearlos o hacerlos valer, o reivindican su dignidad como sujetos o grupos, se dice que son “violentos”, “fundamentalistas” y cosas aún peores. Se denuncian sus acciones y reacciones “violentas” pero jamás la violencia estructural que las provocó.
¿Cómo entender entonces la pueblada en Andalgalá, tierra mansa y con más tradición de obediencia que de rebeldía? Primer detalle, aquí no hubo un prejuicio antiminero. “Al contrario, cuando llegó Alumbrera todos creímos que venía el progreso” confiesa Urbano. La reacción contra la minera mezcla las denuncias de los Vecinos por la Vida, con mucho de experiencia propia y sentido común.
En la plaza 9 de Julio se arma la charla con cuatro obreros andalgalenses. Santiago: “La gente reaccionó cuando vio que le pegaban a las mujeres, a sus vecinos, a madres, a chicos, a viejos, a cualquiera”. Ángel: “Desde que está Alumbrera, estamos cada vez peor, más pobres y con menos trabajo”. Pese a que posee una de las mayores “inversiones extranjeras” en el país (1.200 millones de dólares) Andalgalá es el departamento con mayor desocupación de Catamarca, que sigue siendo una de las provincias más empobrecidas del país. Conclusión: el “desarrollo”, y el “progreso” tienen un significado técnicamente nulo para la gran olvidada de estas fiestas: la comunidad. Sobre 3.000 puestos de trabajo prometidos (es lo que mencionaba Alumbrera, con la trampa de que se refería a la construcción de la mina), hay en la práctica unos 50 andalgalenses trabajando allí, en limpieza y mantenimiento principalmente. “Como nos consideran imbéciles, ahora Agua Rica promete 8.000 puestos de trabajo. Siguen mintiendo descaradamente”. ¿Aceptarían un trabajo bien pago en la mina? “No, porque es verso, porque te toman un tiempito y volvés a la calle”. Carlos, en El Algarrobo, me dice: “Estoy desocupado, pero prefiero buscar otra cosa. No me gusta esa gente”. Daniel, taxista: “Las enfermedades se van a ver cada vez más. Se llenan de plata, y no nos dejan nada. Es hambre para mañana, pero ni siquiera es pan para hoy”.
Todo ocurre con la aprobación sucesiva de los gobiernos municipal, provincial y nacional. “Pero el pueblo le está diciendo que no al gobierno. Por eso estas experiencias recuperan la democracia directa, y el poder se obsesiona por desalojar a la asamblea” dice Raúl. “Está en juego el sistema representativo. Ellos quieren seguir teniendo el poder, pero ya no representan a nadie”. Sin embargo, políticos como Perea (o el que lo destrone) siguen siendo votados. “Pero hoy la gente está pendiente de lo que diga o haga la asamblea. Esos políticos ganan porque ponen recursos, plata, promesas, compra de votos, porque no tienen oposición, o porque se perdió la idea de que el voto realmente tenga un valor. Al aparecer la asamblea, surge otra forma más directa de participación”. Todos consideran que si hubiera un plebiscito, el resultado sería aplastante contra la minería. El temor: “¿Cómo haríamos para garantizar que no haya fraude?” Otra iniciativa: que el Concejo Deliberante prohiba la minería a cielo abierto al menos en Andalgalá. Urbano cree que eso no alcanza, el debate está abierto.
Se reúne la asamblea El Algarrobo. Todos hablan, con la virtud de la síntesis. Y del humor. En un momento de descarga, empiezan a recapitular escenas inesperadas. Cuentan de una vecina muy pulcra, que se sentó frente a las camionetas, pero sobre una lona para no ensuciarse con la tierra: “Hasta que la policía la sacó de los pelos, con lona y todo”. Marcela cuenta de otra vecina: “Rosita estaba en el piso, los policías no la podían sacar porque es medio gordita, ¿no? Entonces después le gritaba a los policías: ‘che, basura, dale, vení, levantame ahora a ver si podés'”. Relatan el caso de un veterano que escapó de la camioneta policial al grito de “estos pelotudos dejaron la puerta abierta”. Las risas completan cada historia, pero luego programan la creación de un equipo de comunicación y algunas presentaciones judiciales. Más allá, se sigue cociendo la polenta.
Martín nació en La Plata, pero hace años que está aquí, ahora un poco perplejo. “Pensar que a mi mamá le dije que que elegí Andalgalá porque es tranquilo. Pero este lugar me dio la fuerza, por ejemplo, para querer tener hijos. Y de querer que la vida sea mejor. Lo que está pasando aquí no es un conflicto cualquiera. Aunque no siempre nos demos cuenta, estamos ante una cuestión de vida o muerte” dice sin dramatismo, sino con espíritu de describir lo evidente.
“Y cada uno tiene que elegir”, agrega. En Andalgalá, bajo un algarrobo, ya empezaron.
[flash https://www.youtube.com/watch?v=P70l6MBeZWs]
Sobre el Día Internacional contra la Minería
[flash https://www.youtube.com/watch?v=EqyoOgyIHI8]
Escenas de la represión en Andalgalá, febrero 2010
[flash https://www.youtube.com/watch?v=YtLaA2mnojw]
Video elaborado por la Asamblea El Algarrobo
Decí Mu y la minería: hablan los que saben
Bloque 1
[audio:https://media.lavaca.org/audios/decimu/online/decimu2010-11-1.mp3]
Bloque 2
[audio:https://media.lavaca.org/audios/decimu/online/decimu2010-11-2.mp3]
Otros links de interés

Nota

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Publicada

el

Octava entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Alejandra López.

Toda la producción de La Ronda será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Por Alejandra López

Cuando Claudia Acuña me propuso que fotografiáramos la Ronda de las Madres con un grupo de colegas, acepté sin dudar con gran alegría por varias razones. Por una lado, la urgencia del registro ahora que se nos van poniendo viejitas, y por otro, la necesidad de emprender un proyecto colectivo.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

He ido muchas veces a la Ronda. Una de mis primeras veces, yo fotógrafa debutante, lloré durante toda la cobertura y una de las Madres (no sé quién fue) me retó con ternura: “Sin llorar”, me dijo, y repitió: “Sin llorar”. 

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Siempre hay algo de esa primera vez: la emoción, la admiración sin límites, y,  sobre todo, el asombro ante esa capacidad increíble de sostener el ritual de lucha durante 47 años.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Hice mis fotos el jueves 21 de marzo, en la Ronda número 2397.

Hoy más que nunca #memoriaverdadyjusticia.

Mi humilde homenaje a estas mujeres que, junto con Abuelas, son nuestro faro.

La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López

Sobre Alejandra López

Retratista.

Empezó a trabajar profesionalmente en 1990 haciendo fotografía teatral y en la revista El Porteño.

Durante 14 años fue fotógrafa de staff de la revista Viva del diario Clarín, donde fotografió a innumerables personajes del espectáculo y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar, Le Figaro Magazine, Bacanal.

Actualmente se dedica a la fotografía para gráficas de teatro y cine, colabora con la revista L’Officiel y es reconocida además por sus retratos de escritor, algunos ya icónicos, para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.

Ha realizado numerosas muestras: Retratos (2001), La máscara (en el Festival Internacional de Teatro), Retratos de la Memoria, (imágenes de sobrevivientes del Holocausto) en el Museo Judío de Frankfurt, Calendario FOE 2009 y en junio del 2011, la exposición Algunos escritores, en la Fotogalería del Teatro San Martín. En 2021, realizó Ese día, una serie de retratos de víctimas sobrevivientes del atentado a la Amia. En 2023, Belleza Marrón, en el Centro Cultural Borges, (ensayo en colaboración con la agrupación Identidad Marrón).

Para ver más: en Instagram @alejandralopezfotografa

Seguir leyendo

Nota

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

Publicada

el

Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

Seguir leyendo

Nota

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Publicada

el

La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

Seguir leyendo

LA NUEVA MU. Generación Nietes

La nueva Mu
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Lo más leido